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2009/12/02

La otra guerra en Rusia

"...si el Kremlin tiene información y contactos no debería de suponerle un gran trabajo controlar férreamente a los ultraderechistas y encontrar a los culpables de las amenazas, palizas y asesinatos"


http://postsovietico.blogspot.com/
Esta guerra no se está librando en ninguna república del Cáucaso ni es una consecuencia de estas (aunque está influenciada). La batalla está en las calles y barrios de las principales ciudades de Rusia, en Novosibirsk, Irkutsk, Vladivostok, Perm, Saratov, San Petesburgo… Y sobre todo en Moscú. El conflicto no es nuevo aunque su intensidad no ha parado de crecer los últimos años, llegando a su punto más álgido (hasta el momento) en noviembre del presente año.

El 16 de noviembre, Iván Khutorskoi, un reconocido militante antifascista de izquierdas, fue asesinado a tiros en las escaleras de su apartamento en las afueras de Moscú. Anteriormente había sobrevivido a otros ataques con armas blancas, pero en esta ocasión el joven de 26 años no pudo escapar de las balas.

Iván hacía tiempo que estaba en el punto de mira de la ultra derecha nacionalista rusa. De profesión era trabajador social, y por ello, a menudo trataba con inmigrantes y con personas en situación de exclusión social. Pero su compromiso iba más allá de lo profesional, era un reconocido militante del movimiento antifascista y de izquierdas en Moscú. Además, en más de una ocasión se había encargado de la seguridad en las ruedas de prensa del abogado y activista por los derechos humanos Markelov (también asesinado este año).Por todo ello, al día siguiente del asesinato, la rabia atizó un asalto de decenas de militantes antifascistas contra la sede moscovita de los Nashi, las juventudes de Rusia Unida (el partido de Putin) que curiosamente se define como antifascista (claro que se refiere al fascismo exterior – no al de casa –).

Esta organización juvenil que agrupa a decenas de miles de jóvenes rusos ha sido a menudo acusada de reclutar a skinheads de ultraderecha que presuntamente han podido ser utilizados para atacar a los “enemigos” del Kremlin y de Rusia. En esta ocasión, los grupos de izquierda acusaban a los Nashi de encubrir e incluso apoyar tácitamente el atentado contra Iván. Las denuncias están especialmente dirigidas contra Maksim Mishchenko, el líder de la organización juvenil progubernamental. Mishchenko, diputado de Rusia Unida en el Parlamento, en más de una ocasión ha sido acusado de tener vinculaciones con las organizaciones de extrema derecha. Él ha negado que haya apoyado a los movimientos de ultraderecha aunque ha admitido que en el pasado ha tenido vínculos con Russky Obraz (organización de extrema derecha) con la que organizó viajes conjuntos a Serbia y colaboró para impulsar leyes de inmigración más restrictivas. En este sentido, un portavoz de Russky Obraz, Yevgeny Valayev, declaró a la agencia Associated Press que su organización había cooperado con Mishchenko en varias iniciativas, incluida una marcha ultranacionalista en Moscú a principios de este mes.
La marcha a la que se refiere Valayev es la celebrada con motivo de la festividad impuesta desde el Kremlin para sepultar todo recuerdo de la Revolución de 1917. Desde la época soviética el 7 de noviembre se conmemoraba como fiesta nacional en recuerdo de la Revolución bolchevique. Tras la caída de la Unión Soviética, el 7 de noviembre pasó a llamarse el Día de Reconciliación y la Concordia. Pero en el 2004, Putin decidió trasladar la fiesta al 4 de noviembre y declararlo Día de la Unidad Nacional, en el que el pueblo ruso conmemora el fin de la época de revueltas y guerras del siglo XVII.
Evidentemente, el suceso del siglo XVII es muy poco conocido y por lo tanto, no goza de popularidad entre la ciudadanía rusa. Sin embargo, el día de la revolución aún es muy popular y son miles de personas las que salen a la calle para celebrarlo, a pesar de que ya no es fiesta. En este contexto, los grupos de ultraderecha nacionalista con su presencia en las manifestaciones nacionalistas del 4 de noviembre adquieren un protagonismo y una función relativamente útil para implantar con éxito este nuevo día nacional.

El problema es que estos grupos son los mismos que están implicados en multitud de asesinato políticos y de carácter racista. La mayoría de ellos no saltan a las páginas de los diarios internacionales porque son perpetrados contra inmigrantes, minorías étnicas y minorías sexuales. Adquieren algo de eco mediático si la víctima participaba en alguna red política o de movimientos sociales, de lo contrario no supone más que una columna en los sucesos de cualquier periódico ruso.


Respecto a las conexiones con el poder, parece que el Kremlin no tendría ninguna implicación directa, pero a la vez está claro que puntualmente miembros del aparato gubernamental participan con ellos en diferentes actividades. Por lo tanto, no parece descabellado afirmar que el gobierno dispone de información de primera mano sobre el funcionamiento y organización de estos grupos violentos. En esta línea, si el Kremlin tiene información y contactos no debería de suponerle un gran trabajo controlar férreamente a los ultraderechistas y encontrar a los culpables de las amenazas, palizas y asesinatos.


Sin embargo, el Kremlin sigue haciendo como que la cosa no va con él, aunque los hechos son tozudos:

a) Los grupos ultranacionalistas rusos están asesinando a adversarios políticos del Kremlin y a defensores de los derechos humanos de minorías étnicas o inmigrantes que son perseguidos por el Estado.

b) Los muertos siempre son del mismo lado, y por mucho que se quiera simplificar como una lucha entre “tribus urbanas” la realidad es bastante más complicada. Unos son racistas, xenófobos y homófobos y se dedican a atacar a las minorías y a activistas de izquierdas; y los otros, son trabajadores sociales, abogados, periodistas, izquierdistas y defensores de los derechos humanos que se dedican a defender a las minorías y a fomentar el respeto entre diferentes.

c) El Kremlin está utilizando a estos grupos para imprimir un viraje nacionalista en la sociedad rusa. Un ejemplo claro es la sustitución del día de la Revolución por el día del 4 de noviembre en el que la participación de estas organizaciones ultranacionalistas.

Conclusión, por pasividad y por omisión el Kremlin NO es inocente.

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