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2012/06/27

Memoria histórica de la construcción socialista

"Reivindicar con orgullo los logros sociales de aquellos países que integraron el campo socialista es un ejercicio básico de memoria histórica que debería ser obligatorio para todos aquellos que luchamos contra el sistema, si queremos que todos aquellos que sufren sus efectos cobren conciencia de que existen alternativas reales."

Manuel Navarrete   
La Haine

El progre vulgaris razona más o menos de la siguiente manera: todo lo que dicen los medios de comunicación sobre nuestras manifestaciones, sobre Palestina, sobre la reforma laboral, sobre la huelga general y sobre la banca es mentira, está lleno de manipulaciones y tendenciosamente falseado. Pero cuando estos medios de comunicación hablan sobre países socialistas, entonces dejan de ser empresas privadas con intereses capitalistas y pasan a ser los portadores de la verdad absoluta. Todo lo que digan, hasta lo más disparatado y surrealista, es real y no hay nada más que hablar.


El progre vulgaris sólo tiene memoria histórica para la derrota; jamás para la victoria. Cuando se trata de recordar aquellos países en los que se produjeron heroicas y masivas revoluciones sociales, se derrocó al poder de la burguesía y se inició, con todas las dificultades del mundo y más, la construcción socialista, entonces, misteriosamente, deja de haber una memoria alternativa que reivindicar, y basta con servirse de lo que nos ofrecen los medios convencionales, cuya versión, acríticamente aceptada como la verdad, nadie pone en duda.

Es prácticamente imposible no pensar que estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado, cuando vemos a la gente de izquierdas más preocupada por satanizar algo tan poco peligroso en la actualidad como “la burocracia soviética” que por denunciar la dictadura bancaria y burguesa que deteriora nuestras condiciones de vida actuales a pasos agigantados.

Si el problema fundamental de la humanidad es el de proporcionar a los oprimidos pan, trabajo, vivienda, educación y salud, entonces podemos afirmar literalmente que el socialismo realmente existente (¿cuál si no, el inexistente?) solucionó las problemáticas más acuciantes de nuestra especie, haciendo del planeta un lugar más justo, digno y esperanzador.

Soslayar los logros sociales de los países socialistas, o minimizarlos como si fueran “algo secundario”, es una falta de respeto para todos aquellos que dieron su vida para acabar con la explotación de la burguesía, para todos aquellos que hoy día mueren y matarían por acceder a los estándares de vida logrados en el campo socialista e incluso para nosotros mismos.

Los complejos inducidos son funcionales para el sistema, porque nos hacen renegar de todo aquello que realmente hace daño al sistema (véanse las terribles manipulaciones que han equiparado, en la conciencia de muchos compañeros, guerrilla con “terrorismo”, cuando este último, en realidad, sólo puede ser ejercido desde el Estado). Sí, debemos insistir: la URSS, la China Popular y Cuba le hacen más daño al sistema capitalista que miles de foros sociales, manifestaciones pacíficas (léase folklóricas) o “cuartas internacionales” obreras.

Reivindicar con orgullo los logros sociales de aquellos países que integraron el campo socialista es un ejercicio básico de memoria histórica que debería ser obligatorio para todos aquellos que luchamos contra el sistema, si queremos que todos aquellos que sufren sus efectos cobren conciencia de que existen alternativas reales.

No podemos ocultarle a quienes padecen los efectos de la especulación inmobiliaria que en la URSS de 1990 se pagaba el mismo alquiler por una vivienda que en 1928; el mismo pago por electricidad, calefacción y teléfono que en 1948; el mismo billete de metro que en 1932; lo mismo en productos alimenticios que en 1950.

No podemos ocultarle a un país como el nuestro, cuya esperanza de vida, dados los efectos catastróficos de la crisis capitalista, comienza a disminuir aceleradamente, que en la URSS la esperanza de vida era de 34 años en 1923 y sólo en las tres primeras décadas de revolución socialista se consiguió elevarla hasta los 70.

No podemos ocultar en un país que, como éste, niega los derechos nacionales más elementales que la URSS dio forma escrita a 48 lenguas que bajo el zarismo no la tenían; que en 1990 se editaban obras en 77 idiomas soviéticos.

El purismo ideológico y dogmático no puede llevarnos a negar la más elemental justicia analítica y el más básico rigor conceptual. Por ello, es imperativo reconocer los logros de la revolución socialista en una China Popular que, desde 1949 hasta 1976 (fecha de la muerte de Mao), duplicó su esperanza de vida: de 32 a 65 años. ¿A qué nos lleva ocultar que en 1970 Shangai tenía una tasa de mortalidad infantil menor que Nueva York? ¿Por qué deberíamos ocultar que la China de Mao formó a 1’3 millones de campesinos como médicos rurales para atender las necesidades sanitarias en el campo?

¿Y Cuba? ¿Qué adelantamos haciendo que nuestro pueblo trabajador ignore que Cuba erradicó el analfabetismo en 1961, en sólo 2 años de revolución? ¿O que ha erradicado la desnutrición infantil y exhibe la esperanza de vida más alta del llamado Tercer Mundo (78 años) y la tasa de mortalidad infantil más baja de América Latina (4’7 por cada mil nacidos vivos), incluso por debajo de la de EE UU?

¿Por qué no hablar a los trabajadores, con orgullo socialista, de programas cubanos como el “Yo sí puedo”, que ha liberado de analfabetismo varios países latinoamericanos (Venezuela, Nicaragua, Bolivia), o la “Operación Milagro”, que ha curado la vista de forma gratuita a más de 1’5 millones de personas de más de 20 nacionalidades empobrecidas? ¿Es mejor exportar invasiones militares y multinacionales saqueadoras, como hacen los EE UU?

¿Por qué no defender con orgullo la superioridad material y moral del socialismo, cuando en los países del Este, tras la restauración del capitalismo, el producto interior bruto y los bienes y servicios medios han disminuido en un 10%, en sólo una década, lo que supone una pérdida efectiva de un 40% de poder adquisitivo?

Si en la Rusia del año 2000 el PIB había caído un 33% en sólo una década de capitalismo; si en 1917 el PIB por habitante en la posterior zona URSS alcanzaba un 10% del de EE UU, y sin embargo en 1989 lo había superado en un 43% (a pesar de la devastación que supuso la invasión nazi-fascista); si hoy día, por culpa del capitalismo, la URSS ha retrocedido un siglo y su PIB por habitante vuelve a ser inferior al de EE UU… entonces, ¿por qué condenar a la Unión Soviética sigue siendo preceptivo y obligatorio para entrar en el club de los “bien pensantes” y obtener el derecho a ser escuchado en determinados círculos?

Si, en la URSS, gracias al socialismo el número de estudiantes a tiempo completo se multiplicó por seis; las camas de hospital casi por diez; los niños atendidos en guarderías, por 1.385; si el número de médicos por cada cien mil habitantes era de 205, comparado con los 170 en Italia y Austria, los 150 en EEUU, los 144 en la Alemania capitalista, los 110 en Gran Bretaña, Francia y Holanda y los 101 en Suecia (tan admirada por socialdemócratas y amigos del “capitalismo con rostro humano”); si la esperanza de vida se duplicó y la mortalidad infantil se redujo a una novena parte; si, en 1972, el número de médicos había aumentado desde 135.000 a 484.000 y el número de camas de hospital de 791.000 a 2.224.000, entonces, ¿cómo considerar que la sociedad burguesa es más humana que la sociedad socialista?

¿Por qué hacer énfasis únicamente en las imperfecciones y supuestos defectos de esta última, simplificando además la cuestión sin tener en cuenta ningún factor contextual o político?

Hay realidades innegables, cuya negación u ocultación constituyen un crimen. Bajo el socialismo, los equipos sociales eran sobresalientemente altos. Había una altísima seguridad social de base. El empleo a tiempo completo estaba garantizado para toda la vida. Muchos bienes de consumo y servicios básicos eran subsidiados. A nadie le faltaba alimentación, vestido o vivienda. El acceso a la sanidad y la educación eran gratuitos. La pensión estaba asegurada.

Eso por no hablar de las manipulaciones históricas. Lejos de ser una “contrarrevolución burocrática”, como algunos gustan de afirmar, los años 30 supusieron en la URSS una época de promoción técnica y política sin precedentes para millones de obreros y campesinos humildes, que tomaron en las manos su propio destino.

¿Significa esto que los países del campo socialista fueran perfectos o no deban criticarse? No. Lo que significa es que la crítica efectuada, por ejemplo, por el trotskismo es una crítica superficial y frívola, que tiene el terreno abonado en la demonización mediática del socialismo y que únicamente sirve para “echar balones fuera”, partiendo de una visión idealizada y antidialéctica de la realidad, como si el socialismo no sufriera contradicciones o problemas, sino que todo fuera únicamente “culpa de otros” (o, para concretar, de Stalin). Como si supusiéramos por ejemplo que, bajo Trotsky todo habría sido armonía y la colectivización y la lucha contra los terratenientes (o incluso la derrota del imperialismo nazi) habría podido llevarse a cabo sin ejercer ninguna violencia.

Por supuesto, esto no casa con el hecho de que Trotsky reprimiera con ferocidad la rebelión de Kronstadt en 1921, o propusiera militarizar los sindicatos y subordinarlos al Estado en el IX Congreso (1920) y reafirmar la dictadura del partido por encima de los soviets en el X Congreso (1921). Nada de eso importa, porque, más allá de la historia real, los bien pensantes necesitan una mitología simplificadora que le permita conectar con los prejuicios inducidos que padece la gente llana, reforzándolos y generando derrotismo. Un oportunismo que, por otra parte, tampoco les ha llevado a ninguna parte, como prueba el hecho de que no hayan encabezado ningún proceso revolucionario en toda la historia.

No seamos unilaterales. Es posible ser críticos desde el apoyo, sin incurrir en el personalismo y la superficialidad. Hay que hablar de los insuficientes canales de participación popular habilitados. De los insuficientes esfuerzos hechos para superar la contradicción entre el campo y la ciudad, así como para superar la contradicción entre trabajo manual e intelectual. Aún más grave: de las medidas de mercado implementadas en los años 50, que, como denunció el Che Guevara, generaron una crisis de conciencia e impidieron la construcción del hombre nuevo. De que todo esto llevó a que, en 1991, la URSS fuera destruida sin que las clases obrera y campesina dispararan un solo tiro para defenderla, lo que nos indica que la gente había dejado de creerse protagonista de la construcción socialista.

Se nos impone ser críticos sin ser insensatos, generar una memoria histórica de los oprimidos y reivindicar las experiencias sociales más avanzadas de la historia humana, recordando aquella cita de Lenin que venía a decirnos que un solo paso “realmente existente” de la clase obrera vale más que mil programas perfectos y refinados.

2012/06/25

La huelga de los mineros ingleses (noviembre - diciembre de 1893) Rosa Luxemburg


Escrito:  En noviembre-diciembre de 1893.
Publicación: Publicado por primera vez en polaco en Sprawa Robotnicza, París, nov-dic. 1893.
Traducción al castellano: Traducido directa del alemán al castellano especialmente para Espacio Rosa Luxemburg por Marion Kaufmann en base a la versión alemana que puede verse en http://www.marxists.org/deutsch/archiv/luxemburg/1893/12/engbearb.htm
Fuente de la presente versión: Este texto ha sido gentilmente proporcionado por el Espacio Rosa Luxemburg en mayo de 2011.
Esta edición: Marxists Internet Archive, mayo 2011.




El 17 de noviembre finalmente terminó la gran huelga de 300.000 mineros, una huelga que duró cuatro meses y que fue de una importancia nunca vista antes. Ya hemos escrito que fue causada por la decisión de los dueños de las minas de carbón de reducir los jornales, a partir de agosto, en un 25 por ciento. Los capitalistas manifestaron que en vista de que sus ganancias habían disminuido por los actuales precios del carbón, los obreros debían renunciar a una cuarta parte de sus jornales. El siguiente informe, hecho por un socialista inglés, muestra el beneficio de los capitalistas ingleses al lado de los jornales de los obreros:

     El número de capitalistas mineros es de 3.000. En 1892, su beneficio neto era de 170 millones de rublos. La cantidad de obreros en las minas de carbón en el centro de Inglaterra es de 300.000. Su ingreso anual suma en total 150 millones de rublos. O sea, que un capitalista tiene una entrada semanal de 1.090 rublos y a un obrero le toca un jornal semanal de 9,60 rublos. ¡De esta forma, un barrigón que durante toda su vida no hace nada recibe el mismo importe que 115 obreros que realizan un trabajo duro, que permanentemente ponen en peligro su vida y su salud!

Pero incluso esos modestos jornales fueron logrados solamente con enormes esfuerzos de los obreros y docenas de huelgas.

Porque todavía en el año 1888 sus jornales eran un 40 por ciento más bajos y los mineros pasaban por grandes miserias. Se quejaban de que sus hijos “andaban medio muertos de hambre”.  En 1890, después de una ardua lucha, los mineros lentamente llegaron a los jornales actuales, y ahora, tres años más tarde, los capitalistas deciden de nuevo bajar los jornales a 7,20 rublos. Sin embargo, los mineros manifestaban que menos que eso no aceptarían, y que prefieren dejar de trabajar del todo y morir de hambre, antes que volver a la miseria del año 1888.

Al principio se creía que la huelga iba a abarcar a todas las masas mineras, que en Inglaterra junto con Escocia suman más de 660.000 hombres. Parece que en agosto hubo efectivamente un  momento en el que 500.000 hombres fueron a la huelga. Pero muy pronto 200.000 de ellos abandonaron la idea del paro, y quedaron 300.000 mineros, que aguantaron hasta el final. Esa falta de concordancia entre los mineros ingleses se debía a las fundamentales diferencias de opiniones y organización. En Inglaterra los mineros se dividen en tres grandes organizaciones principales: la Unión de las zonas de Durham y Northumberland, que abarcan a unos 100.000 obreros, la Unión de las Zonas de Gales del Sur y Monmouthshire, con  65.000, y finalmente la llamada Federación de los Mineros de Inglaterra Central, con más de 300.000 trabajadores. Esas organizaciones tienen características totalmente diferentes entre sí. Las dos primeras uniones están bajo la influencia de los mineros mejor pagados, que están conformes con su destino y rechazan la idea de una lucha. Los obreros de esas zonas se dejaban engañar por los capitalistas mediante la llamada “escala de jornales flexibles”. El engaño reside en el hecho de que existe una comisión, formada parcialmente por obreros, que suele calcular los jornales tomando como base los precios del carbón. Entonces, el capitalista aparece como una persona totalmente inocente, quien al fijar los jornales depende totalmente de los precios de mercado de su mercadería. Pero es evidente que con los precios del carbón, sean  altos o bajos, el capitalista fija los jornales de tal forma que siempre le queda una gran ganancia, mientras que los obreros salen perdiendo.

Cuando hace algunos años los mineros aceptaron la engañosa instauración de los jornales flexibles, los obreros de aquellas zonas se quedaron como petrificados, ya que por haber luchado habían cerrado las vías para mejorar su situación. Confiando en la exactitud del mensaje de sus explotadores, repetían como loros que un aumento de los jornales sólo podría producirse como consecuencia del aumento del precio del carbón; pero como esos precios eran bajos, la lucha no tendría éxito. Confiando pues en la Divina Providencia y en precios más altos, los obreros de ambas regiones están mal organizados y no quieren ser solidarios con los otros mineros de Inglaterra; más aun: los molestan en su lucha y hacen las veces de herramientas de los capitalistas. Cabe mencionar que justo esos obreros son los que se oponen a la instalación de la jornada de ocho horas en Inglaterra en forma de una ley obligatoria, ya que opinan que eso es una contradicción de la “libertad” del obrero mayor de edad. Vemos, entonces, en qué medida los obreros son tomados por tontos por sus explotadores.

Bien diferentes son los obreros del centro de Inglaterra, organizados en la llamada “Federación de Mineros”. Ellos no se dejaron avasallar por los jornales flexibles. No creen que el jornal dependa del precio de la mercadería y dicen: “A nosotros no nos importa el precio del carbón del mercado. Nuestro trabajo debe darnos lo suficiente como para vivir, lo demás no es asunto nuestro”. Por ese motivo se unieron en una asociación minera, sólida y perfectamente organizada, para mejorar su situación. Hasta el año 1888, que era el peor período para los mineros, hubo algunas pequeñas asociaciones en Inglaterra. Pero en vista de la miseria de aquella época, las asociaciones de mineros se unieron formando una federación y la meta de esa federación era, como ya se ha dicho, lograr un aumento del jornal del 40 por ciento. La disminución de los jornales planeada en último término, otra vez tocaba principalmente a los mineros del centro de Inglaterra. En el primer momento convocaron a las otras dos uniones de mineros para que se uniesen solidariamente a su lucha. Pero los obreros de esas uniones, fieles a sus falsos fundamentos, rechazaron la propuesta, porque en vista de los bajos precios del carbón consideraban una fantasía esa lucha por jornales más altos. Ni siquiera se avergonzaban de trabajar horas extra, perjudicando a los compañeros en huelga. También se negaban a ayudarlos con dinero, a pesar de que los mineros del centro de Inglaterra anteriormente los habían ayudado con cientos de miles. Abandonados a su suerte, los mineros de la Federación no perdieron el ánimo. Apelaron a la solidaridad de los mineros franceses, belgas, alemanes y austriacos, quienes en un congreso resolvieron no producir carbón para exportar a Inglaterra. Los mineros franceses y belgas incluso hicieron una huelga, pero por mala organización y otros motivos tuvieron que abandonar la lucha en forma parcial o total.

Ahora muchos se preguntarán: ¿Cómo fue posible que 300.000 mineros, que junto con sus familias suman aproximadamente medio millón de personas, pudiesen aguantar cuatro meses? Debido a la excelente organización de los mineros. Las cajas, alimentadas constante y abundantemente, contenían varios millones de rublos. A esto se sumaba la ejemplar disciplina de los mineros en huelga, quienes, unidos y en armonía,  evitaban choques sangrientos con los militares, y cada decisión tomada por los dirigentes era aceptada por todos. Ese cuidado y esa disciplina de los mineros asustaron a los capitalistas, que entonces desistieron de tomar represalias. Por ejemplo, la mayoría de los mineros ingleses vive en casas de los dueños de las minas. A pesar de la huelga, no se atrevían a desalojarlos, ya que los obreros amenazaban que en ese caso correría la sangre, y los capitalistas vieron que debían creerles.

Más que el miedo a sus puños, a los mineros los ayudó la situación política. En Inglaterra, donde los obreros pueden votar y donde constituyen una enorme mayoría, el poder político de los partidos depende de la relación de los obreros con los partidos. Porque justo ese año decidieron fundar un partido obrero independiente en el Parlamento, y elegir sus representantes. Desgraciadamente, hasta ese entonces las masas obreras siempre elegían uno de los partidos burgueses. Dos partidos principales dominan desde hace un siglo el parlamento inglés, turnándose: el liberal, que lucha por los derechos de los industriales y comerciantes, y el conservador, que defiende los intereses de los terratenientes. Esos dos partidos, en constante conflicto, ganan por turno las elecciones, según para quién votan los obreros. Como resultado de esa dependencia de los obreros ambos partidos compiten en atraerlos, pero lógicamente también deben hacer algo por los obreros mismos. Entonces se comprende por qué los dueños de las minas, que pertenecen al partido conservador (vencido en las últimas elecciones), temen, más que a los puños, el hecho de que en el futuro los obreros podrían votar por los contrarios, y por eso no desalojan a los mineros huelguistas que viven en sus casas. También se entiende entonces por qué el partido liberal, que nuevamente llegó al poder gracias a los votos de los obreros, desistió de atacar a los huelguistas con la fuerza militar, y si bien hubo abundancia de militares y policías en las zonas mineras, en ninguna parte se han producido disturbios, como los que hubo por ejemplo en la huelga minera en Francia. Se produjo el milagro de que casi toda la sociedad capitalista inglesa les hizo llegar considerable ayuda económica a los huelguistas. Altos dignatarios, pastores, obispos, ¡y hasta los mismos dueños de minas aportaron a veces miles de rublos para ayudar a los mineros! Tales milagros demuestran que la burguesía depende de la clase obrera.

 Es de lamentar que los obreros ingleses no hayan elegido sus propios representantes socialistas para integrar el Parlamento y que la burguesía haya tenido que hacer concesiones al considerarlos como adversarios políticos independientes, en lugar de tratar de atraerlos hacia su lado. Pero eso permite ver la ventaja que significan los derechos políticos de la clase trabajadora, antes aun de que ésta sepa aprovechar a fondo esos derechos.

La competencia de los partidos burgueses para lograr el favor de los trabajadores significó el aporte de una suma considerable que ingresó en la caja de los huelguistas. No hace falta mencionar que los obreros de todas las demás ramas de la industria inglesa también han ayudado dentro de sus posibilidades. ¡Así esa enorme masa, que agrupaba más de un millón de hombres, pudo soportar con gran esfuerzo las dieciséis semanas! Ante el poder de resistencia de los huelguistas, los capitalistas comenzaron ya en agosto a proponerles un arreglo mediante un tribunal arbitral. Pero los obreros no querían saber nada de eso y seguían repitiendo que no aceptarían ninguna disminución del jornal. Gracias a la libertad de reunión, los mineros organizaron miles de reuniones al aire libre y los más elocuentes los animaron con discursos enardecidos para seguir resistiendo y para la lucha; apasionadas, las masas manifestaban su acuerdo. Especialmente las mujeres de los mineros se destacaban  por su firmeza y proclamaban a los gritos que antes de permitirles a sus maridos e hijos regresar al trabajo y aceptar la miseria que les ofrecían, matarían a sus chicos... En cada una de las reuniones se decidió: continuar la huelga.

Mientras tanto, las reservas de los barones del carbón empezaban a agotarse, los precios del carbón subían tremendamente. Muchas factorías del hierro, los ferrocarriles, etc., tuvieron que parar por falta de combustible. El temor de perder ventas en el exterior por no poder hacer entregas por mucho tiempo, impulsó a varios capitalistas a instar a terminar la huelga lo antes posible. La población también sufría por el encarecimiento del combustible. El invierno se estaba acercando. La gente consideraba a los capitalistas como los causantes de la huelga y las voces que decían que los obreros tenían razón se hacían oír cada vez con más frecuencia. Sin embargo, los obreros no tenían intención de ceder. Entonces, en la Sociedad de los Dueños de Minas empezó a reinar el descontento y se repetían las quejas contra los jefes de la Sociedad, que habían causado la huelga y que por su terquedad cargaban con el enojo de todo el país. Los capitalistas abandonaban, uno tras otro, la Sociedad y empezaban a hacer concesiones a los obreros por su cuenta. Uno tras otro se mostraban dispuestos a volver a emplear a los obreros, sin rebajar los jornales. En sus reuniones, los obreros en conjunto estaban de acuerdo en que aquellos compañeros que trabajaban con esos capitalistas pudieran volver al trabajo, pero con la condición de que todos serían reincorporados y que ninguno sería despedido por huelguista. Al mismo tiempo, cada obrero que regresaba al trabajo se comprometía a aportar inmediatamente medio rublo por día a la caja de huelga para sostener a los compañeros que continuaban el paro. Es decir, que también de este lado venía parte de la ayuda y las masas seguían con la huelga. Entre tanto, la Sociedad de los capitalistas corría el peligro de perder la mayoría de sus miembros y eso terminó definitivamente su resistencia. En vista de ese hecho y por el peligro de otra huelga que ponía en peligro la existencia de toda la “industria local”, el gobierno ofreció nombrar a uno de los ministros como mediador entre obreros y capitalistas. Ambas partes aceptaron la propuesta y el 17 de noviembre se fijaron los resultados del convenio, como sigue:

Los obreros pueden reasumir su trabajo bajo las condiciones anteriores; se formará una comisión, constituida por 14 capitalistas y 14 mineros, que elegirá en forma conjunta un presidente, y que a partir del 1° de febrero de 1894 definirá los futuros jornales de los mineros. Esa comisión actuará, a modo de prueba, durante un año.

Después de esa decisión, que constituye una total y brillante victoria de la masa obrera, los dirigentes de la huelga decidieron terminarla y volver al trabajo. La victoria y el fin de la huelga provocaron una enorme alegría en todos los distritos mineros. Las minas y las casas fueron decoradas con hojas, los niños bailaban y saltaban. Los obreros se felicitaban unos a otros. También en el resto del país ese hecho fue celebrado como una gran fiesta. En el Parlamento la noticia del fin de la huelga fue recibida con un aplauso cerrado; el primer ministro respiró aliviado y dijo: ¡“Gracias a Dios”! La prensa toda comentó ese hecho, tal fue la importancia lograda por los mineros ingleses con su extraordinaria lucha.

Realmente, los resultados de la huelga pueden ser considerados como una victoria. Ante todo, los obreros obligaron a sus explotadores a pagarles los jornales anteriores. En cuanto a la comisión, que va a determinar los jornales del año próximo, se puede estar tranquilo de que no hará nada a la manera del comité de los jornales flexibles. Eso lo garantiza el inmenso poder mostrado por los obreros en la huelga, con quienes los capitalistas no querrán tener conflictos nuevamente. También lo garantiza la tenacidad con la que los mineros retuvieron los sueldos anteriores, diciendo que “no tienen nada que objetar que los jornales se fijen según los precios del carbón, si éstos significan un aumento  de los jornales”. Finalmente, los obreros aprobaron solamente un año de  prueba. En el caso de que no estuvieren satisfechos con el trabajo de la comisión después de un año, volverán a la lucha con fuerzas redobladas.

Esa victoria representa un hecho que no existe muchas veces en la historia de la masa obrera. Hasta ahora, no se ha visto en Europa una huelga tan formidable. Y eso que el enemigo de los trabajadores —la Sociedad de los Dueños de Minas en Inglaterra— pertenece a su vez a las organizaciones capitalistas más fuertes del mundo. Pero lo más importante, lo que hace que esa huelga sea tan significativa, es el principio en que se basaba esa lucha. Se trataba del convencimiento de que: o bien es posible defender y lograr un mejor jornal aunque bajen los precios del producto, o bien si bajan los precios de la mercadería —como sostenían aquellos mineros ingleses anticuados y desorientados, que se negaban a participar de la huelga— es inevitable bajar los jornales. En otras palabras: si la organización y la lucha de los obreros hoy día puede lograr algo, o si el trabajador debe someterse a todas las oscilaciones del mercado de consumo y soportar humildemente su miseria. La victoria de los mineros en el centro de Inglaterra demuestra que lo expresado en segundo término es erróneo, que el obrero sí tiene la posibilidad de protegerse, al menos de la extrema miseria, cuando dispone de una organización fuerte y de libertad política.

Por lo tanto, los resultados de la huelga y de su finalización abarcan mucho más que las ventajas materiales inmediatas de los mineros del centro de Inglaterra. Como suele suceder después de una batalla ganada, se duplicó la influencia de la Federación de Mineros y la confianza que le tienen las masas obreras. Los aportes a las cajas de las diversas zonas entrarán con más fluidez que antes. Las decisiones serán aceptadas con más seriedad y rapidez. Y hay más: los obreros de otros distritos mineros, que se negaban a participar en la huelga, ahora tienen que admitir que la Federación del Centro de Inglaterra tenía razón, tienen que reconocer su superioridad y poco a poco seguirán su ejemplo. Ya durante la huelga las masas mineras de esos distritos apoyaban a sus compañeros de la Federación. No hay duda de que, tarde o temprano, todos se incorporarán a la victoriosa Federación. Y, finalmente, la victoria de los huelguistas derrotó  a  la “Sociedad de Dueños de Minas de Carbón”, esa poderosa organización capitalista, y la ha debilitado en la medida en que robusteció la organización obrera. Ya hemos visto que dicha Sociedad prácticamente fue la víctima de la huelga.

Así fue como gracias a la perfecta organización y las especiales condiciones políticas, los mineros ingleses lograron una victoria total, batieron a sus enemigos y atrajeron a miles de sus compañeros de infortunio a la participación en la lucha conjunta por un futuro mejor.

Rosa Luxemburg

Todo el poder para la asamblea


"Lo que la represión fuerza y condiciona en la práctica política no puede ser trasladado a las mentes y al debate que deben ser libres en toda su extensión independientemente de las decisiones prácticas que se tomen en momentos determinados. Esa libertad de pensamiento será lo que aunará fuerzas, nuevas y viejas en un gran auzolan"

BORROKA GARAIA DA
Se suele decir que la muerte es lo único que existe en esta vida que sea irreversible. En política tampoco es muy diferente. No existe nada que no se pueda revertir salvo en contadas excepciones ya que de lo contrario entraríamos en el terreno de la fe que es un aspecto religioso irracional basado en mitos.
Para la izquierda abertzale, la lógica abertzale y la lógica socialista serían los marcos donde se desenvuelve la estrategia de cara a la consecución de sus objetivos estratégicos: Independencia y socialismo.
En los últimos tiempos se ha puesto de moda hablar sobre la irreversibilidad del proceso político que vive Euskal Herria, o de lo irreversible de ciertas estrategias y conceptos, puntos de no retorno. Lo cual paralelamente asientan diversas actitudes y reflexiones que pueden derivar en dirigismo y dogmatismo fácilmente, nublando el análisis de la realidad . Marcos inamovibles que no responderían a una lógica sino a una fe. Ya que desde la lógica política no existe nada inamovible. Desde lo inamovible no se puede entender ni poner en práctica conceptos clave como proceso, debate o estrategia. No podrían existir en toda su extensión.
La decisión de ETA de dar por finalizada la lucha armada se entiende como irreversible. Pero no se entiende en términos políticos netos sino de credibilidad a su palabra. Con esta decisión ETA lo que hace realmente es abandonar el marco estratégico y de debate en sus múltiples facetas de cara a incidir en la realidad colocandola en un carril con vía única. Y esa es la razón de que esa decisión sea irreversible y arriesgada para ETA y de que sea verdad y definitiva.
Sin embargo en términos politicos para la masa social de la izquierda abertzale todo sigue siendo debatible . No se puede plantear por ejemplo que zutik Euskal Herria y su aplicación sea el principio y final de toda la práctica de la izquierda abertzale por mucha aceptación que tenga si al mismo tiempo se cree en el debate, el proceso y la estrategia. Ya que la izquierda abertzale al seguir la lógica abertzale y la lógica socialista en una realidad cambiante no puede convertir un marco de reflexión en una estatua de piedra cambiando adhesión al proyecto independentista y socialista por adhesión a una estrategia. Ya que las estrategias cambian, se ajustan, se aplican con diferente intensidad y sentidos y evolucionan de igual manera que lo hace la realidad. Y sería un error que aprovechando  la decisión unilateral de la organización armada infinidad de conceptos, formas de trabajo y pensamiento sean pasadas bajo rodillo o al contrario otras aplicadas acríticamente sin reflexión.
Es un punto importante de cara al debate que va a abrir Sortu para su configuración ya que está en juego tener una militancia plural basada en la crítica y la lógica en vez de la fe. Lo que la represión fuerza y condiciona en la práctica política no puede ser trasladado a las mentes y al debate que deben ser libres en toda su extensión independientemente de las decisiones prácticas que se tomen en momentos determinados. Esa libertad de pensamiento será lo que aunará fuerzas, nuevas y viejas en un gran auzolan. Tanto para cambiar cosas como para reafirmar que no hay que cambiar algo en un momento determinado.
Tanto los que en esta coyuntura se han apartado por diferentes motivos o se sienten algo fuera de lugar como los que están muy ilusionados deben y tienen que tener su espacio, un marco de debate y acción en el que puedan estar cómodos. Lo que nos une es el proyecto de liberación nacional y social y lo que nos hace  prácticos y efectivos es la capacidad de llegar a acuerdos para llevarlos a la práctica. Sin límites. Es hora de llenar las batzarras hasta arriba y como nunca para dar cuerpo a la izquierda abertzale. Todo el poder para la asamblea.

2012/06/24

Auzolan para construir un huerto popular en Aranzadi de Iruñea


GARA | IRUÑEA
Aranzadi es el pulmón verde por excelencia de Iruñea, una zona repleta de huertas y que ahora se encuentra gravemente amenazada por los planes urbanísticos del Ayuntamiento. Desde comienzos de semana, varias personas han estado trabajando en el terreno de los Aldaya para construir una huerta popular. «Pese al impedimento y la constante presencia policial, allí seguimos con nuestras azadas, porque hemos expropiado el terreno al Ayuntamiento. Esas tierras son de todos nosotros, nos pertenecen, y cultivándolas, darán mucho que comer», defienden sus defensores.
Precisamente, ayer llevaron a cabo durante el día un auzolan para construir este huerto popular. Ya por la noche, y con motivo de la noche de San Juan, pretendían encender una hoguera para continuar la reivindicación, acompañada esta vez de música y cena popular.
Bajo el lema «41 años amenazados, 41 minutos concentrados», personas de distintos sectores participaron ayer en Gasteiz en un sencillo acto que consistía en plasmar en un libro las razones para pedir el cierre de Garoña y conseguir, cuanto antes, el cierre definitivo de la central nuclear.

2012/06/21

Rosa Luxemburg sobre el parlamentarismo


«El terreno de la legalidad burguesa del parlamentarismo no es solamente un campo de dominación para la clase capitalista, sino también un terreno de lucha, sobre el cual tropiezan los antagonismos entre proletariado y burguesía. Pero del mismo modo que el orden legal para la burguesía no es más que una expresión de su violencia, para el proletariado la lucha parlamentaria no puede ser más que la tendencia a llevar su propia violencia al poder. Si detrás de nuestra actividad legal y parlamentaria no está la violencia de la clase obrera, siempre dispuesta a entrar en acción en el momento oportuno, la acción parlamentaria de la socialdemocracia se convierte en un pasatiempo tan espiritual como extraer agua con una espumadera. Los amantes del realismo, que subrayan los “positivos éxitos” de la actividad parlamentaria de la socialdemocracia para utilizarlos como argumentos contra la necesidad y la utilidad de la violencia en la lucha obrera, no notan que esos éxitos, por más ínfimos que sean, sólo pueden ser considerados como los productos del efecto invisible y latente de la violencia».

Rosa Luxemburg



REBELIÓN CONTRA EL GOLPE DE ESTADO FINANCIERO

"El miedo a perder lo que supuestamente se posee es la principal arma del poder, el fundamento del terrorismo financiero instaurado en las mentes y actitudes sociales."

César Manzanos Bilbao
Doctor en Sociología, Profesor de Política Social en la Universidad del País Vasco

Los propietarios del capital no tienen prisa. Ellos están de acuerdo y funcionan al unísono. Saben que la gran mayoría social no rechistará porque, quien más y quien menos, lo que quiere es que no se disparen los intereses de su hipoteca, que no les mermen o bloquen sus pocos o muchos ahorros depositados en los bancos, que no se desvalorice su modesto o voluminoso patrimonio acumulado, en definitiva, porque las empresas mediáticas, controladas por los empresas financieras, les han convencido de  que el “rescate” a corto plazo y, a título individual, “garantiza” sus ahorros y posesiones.

Pero nada más lejos de la realidad. La devaluación de los servicios públicos y su privatización, la flexibilización y precarización del mercado laboral, el desmantelamiento de los sistemas de protección social, reducirán de hecho el poder adquisitivo de esos dos tercios de la sociedad que se encuentran por encima del umbral de la pobreza, que disponen de bienes y servicios y, por supuesto, dejará en la más absoluta indigencia a ese tercio de los hogares que ya no disponen de ingresos o, que pronto se encontrarán sin ellos, debido al exponencial desmantelamiento de la economía productiva, al incremento del desempleo, de los desahucios, a la suspensión y recorte de ayudas sociales.

El miedo a perder lo que supuestamente se posee es la principal arma del poder, el fundamento del terrorismo financiero instaurado en las mentes y actitudes sociales. Es la institucionalización de la cobardía, de la insolidaridad. Es el triunfo del capital. Ellos nos hacen funcionar con esquemas cegadores, nos hacen pensar en términos de causa-efecto, de mejor o peor, comparando, generalizando, culpabilizando, haciéndonos actuar al ritmo vital y virtual que imponen.

Sin embargo saben, tal y como Einstein definió en los principios de la física cuántica que un problema no puede resolverse en el mismo nivel en el que se ha producido. Ellos, que sí funcionan con la física cuántica, lo saben. Sin embargo, el éxito de su estrategia consiste en hacernos creer que quienes están reinstaurando el neo-esclavismo, quienes asesinan impune y cruelmente mediante la deprivación de los bienes materiales básicos a la mayor parte de la humanidad, son quienes nos van a salvar, quienes nos van a “rescatar”.

Los políticos, tecnócratas e intelectuales de turno no son más que sus esbirros visibles y, esas mayorías sociales que les votan, respaldan y reproducen como loros sus mentiras, esas mayorías acobardadas, asustadas y  zombis seguirán “viviendo” una vida que no es la suya, sino la que ellos dictan. Lo importante es conseguir que esa mayoría social de televidentes esté cada vez más angustiada, cada vez más desazonada y paranoica, porque mientras estén así seguirán siendo los esclavos voluntarios y consumidores compulsivos que ellos necesitan en el campo de batalla de su mercantilismo de la guerra permanente.

A quienes han ido acumulando el poder a lo largo de la historia, el llamado estado moderno y la democracia ya no les son útiles. Sirvieron para catalizar la resistencia y administrar concesiones que tarde o temprano, cuando pudieran hacerlo, suspenderían. Al igual que ha ido ocurriendo en muchos otros países con estado, aquí y ahora se va consumando el fin de estado social y del estado de derecho, el fin de la soberanía mediante la estrategia del golpe de estado financiero.

Ahora, tan solo quedan dos opciones: la primera es sublevarse mediante una revuelta social permanente que, por supuesto hemos de iniciar y protagonizar tanto quienes no tenemos nada que perder como quienes no tenemos miedo a perder lo poco que tenemos. La segunda opción es esperar a morir cada cual dentro de su cómodo féretro, porque si seguimos esperando a que ellos nos rescaten, estamos condenados a morir en vida y eso, quienes defendemos la soberanía de las personas y los pueblos (valga la redundancia) no lo vamos a permitir, simplemente porque preferimos morir en el intento que condenar a ésta y a futuras generaciones a vivir sufriendo para seguir perpetuando su bienestar, para seguir alimentando a la bestia.

Stalin. Del marxismo al revisionismo

"El pragmatismo y el posibilismo dominan la escena, los intereses individuales aplastan toda perspectiva que pretenda abordar la realidad desde un criterio social, la palabra socialismo se confunde con beneficencia y la solidaridad no es más que una plataforma para la promoción personal o para limpiar la propia conciencia. El antiquísimo ideal comunitario, que ha llegado hasta nosotros en la forma de comunismo, se ha convertido en palabra maldita o, en el mejor de los casos, en un cliché estereotipado ante la indiferencia de una época incrédula que ha dejado de tener esperanza "


Colectivo Fénix

Nuestra época y nuestras tareas

Hace sólo unos años, el mundo mostraba una faz política muy diferente de la actual. En poco tiempo, las cosas han cambiado vertiginosamente. Estructuras políticas, incluyendo en ellas a determinadas formas de Estado, y escuelas de pensamiento que se juzgaban definitivamente asentadas y cuyo lugar bajo el sol parecía incuestionable, desaparecieron de la noche a la mañana; y otras, sin embargo, que se creía pertenecían ya por siempre al pasado, han renacido. En la mayoría de los países, los partidos políticos y las elites intelectuales no barajan ya para sus programas de acción ninguna de las consideraciones que se pudieran relacionar con objetivos futuros que permitan o pudieran perseguir situar a la humanidad en un estado ideal de bienestar universal. Nadie quiere ya pensar a tan largo plazo. Ni tampoco se cree sinceramente en la posibilidad práctica de un ideario emancipatorio.

La utopía ha muerto, y con ella el espíritu humanista que, desde el siglo XV, inició la larga guerra contra el oscurantismo medieval y por sacar a la humanidad de las tinieblas de la sinrazón y de las garras de la teocracia, con el fin de ponerla en el centro del interés de los propios hombres.

 Al antropocentrismo de especie que inauguró el Renacimiento le ha sustituido el antropocentrismo egoísta del capitalismo. Calvino se ha levantado sobre el cadáver de Tomás Moro, y con él ha resucitado el viejo liberalismo económico, que parecía enterrado por la sabiduría de la historia bajo los escombros de la industrialización, olvidada por la revolución tecnológica, y bajo las gigantescas necrópolis construidas en las guerras por el reparto de los mercados mundiales; y resucitado, el ídolo del laissez faire y de la iniciativa privada retorna incuestionado y campeando, ocultando sus decrépitos jirones tras afeites y perfumes de última moda, mostrándose como el genuino resultado de la última destilación de la razón e imponiendo su lógica económica, política y cultural en todas las esferas de la vida, desde las principales cancillerías y demás altas instancias del poder, hasta el más elemental programa público de educación infantil.

El pragmatismo y el posibilismo dominan la escena, los intereses individuales aplastan toda perspectiva que pretenda abordar la realidad desde un criterio social, la palabra socialismo se confunde con beneficencia y la solidaridad no es más que una plataforma para la promoción personal o para limpiar la propia conciencia. El antiquísimo ideal comunitario, que ha llegado hasta nosotros en la forma de comunismo, se ha convertido en palabra maldita o, en el mejor de los casos, en un cliché estereotipado ante la indiferencia de una época incrédula que ha dejado de tener esperanza. Y esta desesperanza es una sarcástica ironía porque en ningún otro tiempo como el presente las mujeres y los hombres necesitaron creer tanto en algo más allá de su mundo rutinario y de su vida alienante, cuando no miserable e infrahumana si no se tiene la suerte de compartir las migajas que en Occidente los poderosos se dignan desperdigar entre su vasallaje asalariado.

El siervo feudal tenía el consuelo de su dios y de un paraíso postrero; pero al siervo de hoy, al proletario, la burguesía le ha mostrado el árbol de la ciencia y le ha arrebatado los consuelos del árbol de la vida, incluido ese dios. Aquel campesino sujeto a la gleba podía recurrir a los bienes comunales, en caso de penuria material, o a las ilusiones milenaristas del sectarismo mesiánico que sembró de revueltas campesinas muchos siglos de la historia europea, en el caso de penuria espiritual; pero, al proletario, la burguesía le despojó de todo acceso al usufructo de medios de producción, y ahora también toda esperanza de un futuro mejor, de modo que se halla completamente desnudo ante su destino material y espiritual, destino que depende y que le dicta el índice de la Bolsa de Wall Street.

La caída del Muro de Berlín, la desaparición del denominado campo socialista y la desintegración de la URSS, con todas las profundas implicaciones de índole geopolítica que estos acontecimientos históricos trajeron consigo, crearon las condiciones para una ofensiva del capital en toda la línea, en todos los aspectos y en todas las esferas de la vida y a lo ancho de todo el planeta. Pero, por extraño que parezca, las repercusiones de esta ofensiva no han sido tan profundas en el plano económico o político y cultural como en el moral.

Ciertamente, en cuanto a la esencia de las cosas, no se puede decir que antes de 1989 no imperasen de manera análoga los intereses del capital, tanto aquende como allende el Muro, ni que no predominasen en el plano diplomático los intereses de gran potencia, tanto a un lado como al otro del telón de acero, ni que las clases dirigentes hubiesen dejado de engañar a sus respectivos pueblos, las unas con la monserga demoliberal, con el revisionismo las otras. Lo importante era que todo aquello eran los últimos restos de una situación que había sido creada por la Revolución de Octubre, por la obra revolucionaria de la clase proletaria. Las pocas conquistas que aún mantenía la clase obrera en los distintos países, tanto de Oriente como de Occidente, y que había logrado por el influjo y al calor de esa revolución, han sido sobre las que el capitalismo ha querido ahora resarcirse.

Pero su venganza ha sido mayor no porque de esta manera esté en condiciones para aumentar su cuota de beneficios, sino porque ha conseguido mostrar, con razón, que todos esos acontecimientos políticos desencadenados de manera súbita en poquísimos años tienen un significado claro: la derrota histórica del proletariado como clase revolucionaria. Es muy probable que, tras una indagación minuciosa en busca de los elementos revolucionarios de la obra que se inició en 1917 que pudieran haber sobrevivido en las vísperas de la caída del Muro, nos encontrásemos con rastros muy pobres, si no negativos. Y, sin embargo, de manera general, aquellos hechos fueron interpretados, con euforia o a regañadientes, directamente como el fracaso de aquella revolución, como el fracaso de trascendencia histórica del comunismo como ideología y del proletariado como clase social con un proyecto político. Fue aquí, en este aspecto realmente, cuando se perdió la última herencia que todavía quedaba de la Revolución de Octubre: su valor moral, el mensaje vivo de esperanza para los oprimidos y humillados de la Tierra. La idea de que su lucha podía depararles algo mejor, la esperanza de que, después de todo, tal vez el destino todavía estuviera en sus manos.

La burguesía y sus acólitos, sus plumíferos orgánicos, los apóstatas y los renegados han aprovechado, más que ninguna otra, esta faceta de la cuestión para extender al máximo y hasta el último rincón su significado y sus implicaciones: “No penséis, no os rebeléis, ¿para qué?, si ya vivimos en el mundo menos malo. ¿No lo demuestra así vuestro fracaso?”. Como consecuencia, en la actualidad no existe ningún movimiento político de importancia que plantee una crítica tan radical de la sociedad ni una transformación de la misma tan a fondo y de tan largo alcance como la que inspiró el pensamiento de Marx y sus discípulos al movimiento revolucionario que preparó la Revolución de Octubre.

Pasado este capítulo y en el contexto reaccionario que le continuó, lo que predominan son los proyectos de corte corporativo y reformista (sindicalismo, ecologismo, feminismo, indigenismo...) o nacionalista (FARC, zapatismo, islamismo radical...), planteados a corto o medio plazo y ajenos completamente a toda visión universalista del hombre1. En esto radicó el gran triunfo de la burguesía y del capital en 1989-1991: en que, independientemente del número de sus enemigos o de su importancia, nunca más se verían colocados en una situación crítica tal que lo que se estuviera poniendo en juego fueran nada menos que las bases de su sistema de dominación política y económica. Ningún movimiento político de importancia cuestiona hoy en día esas bases y, por esto mismo, tanto sus fracasos como sus posible éxitos serán siempre vehículos de la reproducción permanente de esas bases de dominación y, por lo tanto, del apuntalamiento del sistema en su conjunto. Existen, no obstante, honrosas excepciones; pero en todos los casos se trata de movimientos políticos que reivindican el legado de Octubre y se consideran seguidores y continuadores de la obra revolucionaria de la clase obrera. Sendas guerras populares en Nepal y en Filipinas, encabezadas por partidos comunistas de inspiración maoísta, son, tal vez, los más importantes.

Estas experiencias, sin embargo, se encuentran muy localizadas y en etapas de la revolución en las que todavía no se han puesto en el orden del día los problemas del socialismo como sociedad de transición hacia una nueva época, hacia una forma superior de existencia de la humanidad, lo cual repercute negativamente en su posible influjo en sociedades desarrolladas, en las que una crítica radical de lo existente pondría a las masas precisamente ante la cuestión inmediata de cómo transitar hacia esa forma superior de organización social. Lo importante, sin embargo, es constatar que los sucesos acaecidos después de más de una década de liquidación definitiva de la obra de Octubre y de la más perniciosa reacción demuestran el hecho de que no existe ni puede existir ningún plan emancipador verdadero que no esté -como ya lo estuvo- orientado y guiado por el pensamiento marxista y que no implique a las masas trabajadoras, a la clase proletaria como sujeto histórico o como agente protagonista de esa experiencia de transformación revolucionaria.

De este modo, recuperar la esperanza es recuperar el marxismo como doctrina de interpretación y de comprensión del mundo, y como instrumento teórico para una nueva época de praxis revolucionaria. En la actualidad, la primera tarea de la vanguardia, la tarea más urgente, no cosiste en dirigir su atención hacia las necesidades inmediatas de las masas, ni en organizar sus luchas económicas, ni en tratar de dar continuidad a sus movimientos espontáneos allá donde quiera que surjan; la tarea de la vanguardia no es de naturaleza económica, ni siquiera ahora mismo de naturaleza política: la tarea es ideológica, y consiste en derrotar el espíritu de la época, el espíritu de la reacción burguesa que atenaza la conciencia de los hombres, empezando por restaurar el legado moral de la Revolución de Octubre, recuperando la idea de que la emancipación es posible, de que los ideales de libertad, igualdad y fraternidad pueden ser de verdad los pilares sólidos de una sociedad futura.

La vanguardia debe luchar por recuperar y extender la idea de que, en efecto, otro mundo es posible, pero sólo si lo construye el proletariado revolucionario; debe recuperar y extender el viejo espíritu de la Revolución de Octubre y fundamentarlo científicamente, en definitiva, dar a la esperanza fundamento científico. En estos momentos, el campo de batalla está situado en la esfera de la conciencia o, al menos, en el terreno que pisa el sector social que es la expresión genuina y material de esa conciencia, por lo que a las masas trabajadoras se refiere. La tarea más urgente hoy, y por la que debe comenzar toda obra digna de considerarse revolucionaria, consiste en rescatar el último valor revolucionario que quedaba del legado de Octubre, perdido finalmente con la crisis del revisionismo moderno y con el colapso del sistema político imperante en los llamados países del Este, a saber, la revolución proletaria como referencia política. La vanguardia debe, hoy, aglutinar a los sectores más avanzados y más conscientes de la clase obrera en torno a este objetivo para construir los instrumentos políticos necesarios para alcanzarlo.

El ciclo revolucionario

Constituye un grave error considerar o pretender que aquella debacle sólo afecta al revisionismo o al estalinismo. Considerar que la crisis actual sólo afectaría a unas determinadas corrientes del movimiento comunista internacional y que, por el contrario, otras que se apartaron antes o después de la matriz de ese movimiento situada bajo la égida de la Komintern, como el trotskismo, el comunismo de izquierda, el eurocomunismo, etc., no se han resentido o, incluso, se han fortalecido o están ahora en condiciones de hacerlo, supone no comprender el carácter de nuestra época, época abierta precisamente por aquella debacle. Y es que lo que está en crisis no es una corriente, un sector o una determinada tradición dentro del movimiento comunista, lo que está en crisis es el movimiento comunista en su conjunto. Esto es así porque el ciclo revolucionario que inauguró la Revolución de Octubre está agotado, ha sido clausurado definitivamente. Lo cual significa que casi todas las premisas políticas y muchas de las premisas teóricas de las que partía el movimiento revolucionario entre 1917 y 1990 han caducado: no sirven, no rigen completamente la realidad o no están a la altura de las necesidades que imponen las tareas revolucionarias en la actualidad. Y sería absurdo tratar de cuestionar o matizar este argumento por parte de las corrientes comunistas supervivientes, porque absolutamente todas ellas comparten esas mismas premisas, y los resultados de su fracaso, allí, o de su impotencia, aquí, son ya demasiado patentes como para eludir la reflexión crítica sobre todos estos hechos. Es preciso tomar conciencia de que hay que comenzar de nuevo, de que hay que volver a construir el edificio de la revolución desde sus mismos cimientos, de que hay que reiniciarlo todo desde sus bases primordiales. Y este recomenzar se inicia con la autocrítica y el debate sobre el modo de cumplir con los requisitos necesarios para iniciar un nuevo ciclo revolucionario............................

articulo completo en : http://www.ehk.name/index.php/garrantzitsuak/2652-stalin-del-marxismo-al-revisionismo-2

El capitalismo como fracaso

"Cada vez mas codicioso e inestable, el capitalismo se ha convertido en el enemigo social, por defecto. Un modelo que surgió para superar el despilfarro y la irracionalidad del feudalismo, ha desarrollado sin embargo sus propios errores creando tantos problemas como los que quiso resolver. El capitalismo definitivamente ha fracasado"

Artículo de colaboración para Borroka Garaia da!. Autor: Josemari Lorenzo Espinosa (Autor de “Historia Ecónomica de la Historia”)




Desde el siglo XIX sabemos que el sistema no va bien. Su incapacidad e inmoralidad, provocaron entonces la mas formidable respuesta social de la Historia: el llamado Movimiento Obrero. Después, todos los intentos por regenerarlo han sido inútiles, cuando no catastróficos, como demuestran el fascismo y sus guerras, la socialdemocracia con su falso sistema asistencial o el neoliberalismo y su codicia especulativa. De convulsión en convulsión, hoy amenaza con entrar en un período de crisis crónica y nuevos desajustes permanentes.


Cada vez mas codicioso e inestable, el capitalismo se ha convertido en el enemigo social, por defecto. Un modelo que surgió para superar el despilfarro y la irracionalidad del feudalismo, ha desarrollado sin embargo sus propios errores creando tantos problemas como los que quiso resolver. El capitalismo definitivamente ha fracasado. Como prueba de ello, con cada crisis la coalición antisistema crece y se indigna. Incluso los mas afectos buscan desesperadamente arreglar sus achaques, reconociendo este fracaso.

Ningún sistema histórico ha vencido a la pobreza. El capitalismo tampoco. Sus defensores presumen de creación de riqueza, pero no explican su inmoral reparto. Sencillamente porque la desigualdad no tiene explicación, moral ni racional. La persistencia de las diferencias sociales y de la miseria, incluso en las países mas desarrollados, pone en entredicho al sistema mas que cualquier otra razón teórica o práctica, que podamos aportar.

Además, el momento actual puede ser peligroso. Tanto como en las crisis del siglo pasado. Incluso para la supervivencia de la humanidad. No por ser un tòpico pacifista o ecologista, es menos real y temible: la codicia del sistema nos puede llevar a una aniquilación nuclear o medio ambiental. Sin embargo, aún conociendo estas circunstancias, la mayoría de los analistas no busca ni debate su necesaria desaparición. Solo tratan de aplicarle cataplasmas y vendajes, con los que pueda seguir su nefasto recorrido, hasta el desastre final.

La Historia demuestra que ningún modelo socioeconómico es eterno ni imprescindible. Todos fueron sustituidos, cuando llegaban al límite de sus posibilidades. Este es probablemente el horizonte mas cercano del capitalismo, al que debemos encontrar un cambio, no un arreglo. Para ello, lo que tenemos que hacer es mejorar nuestro formato antisistema: no debatir sobre su saneamiento ni su remedio, sino sobre su sustitución.

No debemos perder mas tiempo con recetas, creyendo que hay salidas, porque solo sería una ilusión pasajera. Debemos imaginar, cuanto antes, una Historia postcapitalista. No una refundación del sistema, que engañe a mas generaciones. No podemos permitir, en ningún caso, que el futuro siga siendo capitalista. No es este el final de la Historia que nos merecemos. Si algo no nos gusta y además no funciona, cambiémoslo. Porque a pesar de nuestros errores y defectos, también somos capaces de cambiar y progresar

2012/06/20

POR COHERENCIA Y DIGNIDAD. Sr. Ministro. Misiva de Enrique Kuadra Etxeandia al Sr. Ministro

"Mientras tanto, y para ayudarnos a reflexionar, usted y su gobierno prosiguen con su lema pedagógico “la letra con sangre mejor entra”. Y aquí nos tiene, dispersados, aislados de nuestros compañeros-as y camaradas, familiares y amigos, sometidos a medidas humillantes que nos impiden poder comunicar con ellos o poder llevar una vida digna en prisión."

Recientemente, hizo usted un ofrecimiento para que “los presos de las organizaciones ETA, GRAPO y otras, que se desvinculen de la banda terrorista se puedan reinsertar”. Después, desgranó el recorrido que se exigirá a los reinsertables para ser merecedores de la magnánima generosidad de su gobierno y demás palmeras políticas. Es pues a este anuncio, como potencial receptor del mismo, al que contestaré a través de esta carta abierta que le dirijo.

Lo hago, además, como parte de un testamento político ya que me habéis condenado a muerte sin estridencias ministro, aceptamos la realidad. Yo lo tengo asumido.

Voy a cumplir 62 años, acabo de salir de una operación de cáncer y tengo la salud un poco resquebrajada. Llevo 16 años de cárcel y me quedan 14 por cumplir con el incremento de la ley Parot, a la que habrá que añadir, probablemente, la perpetua revisable. Ya ve, Ministro, no llego. Eso sí, procuraré resistir los más posible, manteniendo la bandera de consecuencia y dignidad, de ejemplo y orientación para las generaciones venideras de revolucionarios que están pidiendo paso. Es la dialéctica de la vida.

Ciertamente, al dirigirle estas líneas no puedo evitar una mirada retrospectiva al proceso de compromiso social y político que ha marcado mi existencia.

No pensaba yo que, hace 43 años, cuando comencé en la lucha sindical en Altos Hornos de Vizcaya, mi vida tomaría el rumbo que después tomó. Corría el año 1973 cuando establezco contacto con la Organización de Marxistas Leninistas de España que venían trabajando en la reconstrucción del Partido Comunista, degenerado por la banda carrillista. Esta fase culminaría con la celebración del congreso, en junio de 1975, que daría lugar al Partido Comunista de España (reconstituido), en el que paso a militar.

El día 3 de marzo de 1976, cuando me estoy dirigiendo a mis compañeros de la A.H.V. en una asamblea en el exterior de la fábrica de Ansio, nos comunican que la policía ha asesinado a 4 obreros en Vitoria. Era la gota que colma el vaso de la represión que venían sufriendo los trabajadores y el pueblo en general. Nuestro Partido llama a la huelga general y lanza la consigna de “buscar armas y aprender su manejo”. Unos meses después, harían su aparición pública los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). Estos hechos van a tener una trascendencia histórica en el devenir del proceso revolucionario en España.

Por un lado, el congreso reconstitutivo del Partido ratifica la tesis de que: “El monopolismo financiero tiende a la reacción política, a la supresión de las libertades, y no a la democracia”. Consecuente con esta tesis, el Partido mantiene que: ”Ante el empuje de las masas obreras y populares, la oligarquía ha puesto en marcha el cambio en sus viejos métodos de dominación”. Habían pues, decidido encalar el edificio estatal del viejo régimen a través de su Reforma política “cambiando algo para que todo siguiese igual”. Se impedía así, toda posibilidad de cambio profundo en las causas económicas, políticas y sociales que ahogaban a las familias trabajadoras y oprimían a los pueblos de España. A día de hoy, los hechos objetivos nos han venido a dar la razón; un reflejo de la estafa política que supuso aquella transición a la “democracia” quedaba constatado en las pancartas de las últimas manifestaciones populares: “esto no es democracia, una dictadura es”.

Por otro lado, éramos conscientes de que situándonos a la cabeza del movimiento de resistencia popular, dando nuestro apoyo moral y político al movimiento guerrillero, nos convertíamos en el centro de la ira represiva del Estado. Sus consecuencias no se hicieron esperar.

Los sabuesos de su ministerio recibieron ordenes precisas, poniéndose manos a la pistola. Fueron los años de plomo, de largas noches y días en comisarías y cuartelillos de la “democracia” recién estrenada, donde se quedó más de uno, como José España Vivas, simpatizante del PCE(r) que lo matasteis a palos. El 20 de abril de 1979, asesinasteis a Delgado de Codex, Secretario General en funciones, pues habíais encarcelado a todo el Comité Central salido del II Congreso del Partido. Dos meses después caía Francisco Javier Martín Eizaguirre, Presidente del Partido. Fueron los primeros de una larga lista.

Entre medias, el Tribunal Supremo, caverna del franquismo y la injusticia, niega, en 1977, la aplicación de la Amnistía Política a varios militantes de los GRAPO y del P.C.E.(r). Preludio de otros muros más recientes impuestos a los presos políticos por ese tribunal.

La ola represiva lanzada contra el Partido lleva a muchos militantes y simpatizantes a la cárcel, donde no nos vamos a librar de la orgía represiva. Somos trasladados en pequeños grupos a la cárcel de exterminio de Herrera de la Mancha y sometidos a un régimen de vida carcelario extremo. Una situación que nos obliga a la huelga de hambre como último recurso de denuncia y resistencia. El 19 de junio de 1981 muere Crespo Galende “Kepa”, militante del Partido, tras 90 días en huelga de hambre. Era el primero, pero vendrían más huelgas y más muertos y lisiados.

Como complemento de esta campaña de cerco y aniquilamiento contra nuestro movimiento, lanzasteis a vuestros plumíferos, con nómina en el fondo de reptiles de su Ministerio, a propagar la consigna de que con nosotros solo cabía intoxicación y silencio. Y ahí seguís, a piñón fijo.

El objetivo de toda aquella estrategia de terror, no era otro que la eliminación del Partido. Bajo ningún concepto podríais permitir que la clase obrera nos identificase como su organización de vanguardia, su Partido Político. Eran los tiempos en que su Ministerio había sido tomado por la camada falangista de los Martín Villa, Rosón… Éste, llegó a decir que: “sin acabar con el PCE(r) no se podía pensar en eliminar a los GRAPO”.

Sabíamos lo desigual de la batalla a la que nos enfrentábamos, pero no podíamos acobardarnos si queríamos demostrar lo que decíamos ser. No podíamos traicionar a nuestra clase y a nuestro pueblo y convertirnos en unos estafadores políticos.

Pues bien, Sr. Ministro, aquí seguimos, exhaustos, con más heridas de guerra que un perro viejo callejero; “grapificados”, como propagan sus plumíferos al referirse a nuestra debilidad orgánica. Casi medio siglo de prolongada batalla nos ha dejado sin algunos de nuestros mejores combatientes, pero también hemos ido apartando la escoria del crisol donde se fraguaba la lucha de clases para que diluyese el acero militante; hemos pasado, y seguimos pasando, sacrificios y penalidades inimaginables, pero no hemos dejado de ir tejiendo, con mano firme y tacto suave, la Línea Política, el Programa y los objetivos a corto, medio y largo plazo, del proceso revolucionario.

Usted, Sr. Ministro, con la locuacidad que le caracteriza, nos pide que reneguemos del pasado, del presente y del futuro. Que la explotación del capital ya no existe, que es el único sistema posible y, por tanto, el fin de la historia. Nosotros, Ministro, decimos que, con nuestro humilde conocimiento de la Economía Política y del Materialismo Histórico, el sistema capitalista está caduco y conduce a la humanidad a la barbarie y la esclavitud asalariada; que, además, no puede subsistir sin la extracción de plusvalía a la fuerza del trabajo y a la apropiación privada de los medios sociables de producción. Para entendernos, el capital sin los trabajadores no es nada, los trabajadores sin el capital lo son todo.

Nos dicen los suyos, Ministro, que los derechos laborales y sociales son antiguallas, que lo moderno, lo progresista, es la competitividad y la Ley de la Máxima Ganancia. Nos dicen que la protección sanitaria y la educación gratuitas son utopías del comunismo; que el derecho a un trabajo, un salario o una vivienda dignas, atrofian la flexibilidad y la libertad de explotación del mercado laboral o inmobiliario, por lo que no son derechos realistas.

O, nos dicen, que los pueblos oprimidos no tienen ningún derecho de autodeterminación, es decir, el derecho a decidir sus destinos; que esto, lo inventó un tal Lenin para engatusar a los pueblos oprimidos por el imperio zarista, y no, expresión política de un derecho democrático.

Y nos dicen, que la paz es un reflejo terrenal de la divinidad, impartida a la humanidad por las flotas de barcos, aviones y soldadesca imperialista.

Para finalizar, Ministro, nos pide que abracemos la infamia (eufemísticamente denominada “vía Langraiz”) y abandonemos nuestros principios y valores de clase, colectivos y solidarios, sin intereses espurios. A partir de lo cual nos abrirá un poquito la puerta de su putrefacto régimen, de su huero parlamentarismo burgués, donde nada se decide por el pueblo y para el pueblo.

Mientras tanto, y para ayudarnos a reflexionar, usted y su gobierno prosiguen con su lema pedagógico “la letra con sangre mejor entra”. Y aquí nos tiene, dispersados, aislados de nuestros compañeros-as y camaradas, familiares y amigos, sometidos a medidas humillantes que nos impiden poder comunicar con ellos o poder llevar una vida digna en prisión. Sí, ya sé Ministro, ya sé, es el imperio de la ley -de la suya y sus correligionarios, claro-, la misma a que está sujeta el conjunto de la sociedad y que el bipartidismo gobernante modifica a su antojo.

Lo siento, Ministro, gracias por su esfuerzo redentor, pero no puedo renegar de mi existencia, aceptar su propuesta. Por coherencia y dignidad política no podemos arriar ni una sola de nuestras banderas, son esenciales de principio, son la llave con que nuestra clase y nuestro pueblo abrirán la puerta del futuro.


Enrike Kuadra Etxeandia.
Prisión de Daroca
Preso político del PCE(r) y de los GRAPO


-”KEPA”, muerto en huelga de hambre el 19 de junio de 1981, preso político militante del PCE(r). 31 aniversario
-"SEVI, muerto en huelga de hambre el 25 de mayo de 1990, preso político de los GRAPO. 22 aniversario

2012/06/19

La inteligencia alemana, vinculada con una trama de asesinatos neonazis

Durante 13 años, un grupo de neonazis acabó con la vida de una decena de inmigrantes. Un nuevo dictamen pericial contradice la versión de la policía

Frank Brunner / Berlín (Alemania)*
Periodico Diagonal nº 176

En realidad, Enver Simsek no debería haber estado en Núremberg aquel 9 de septiembre del 2000. Pero su empleado estaba enfermo y fue por eso que aquel vendedor de flores de 38 años se puso en camino. Unas pocas horas más tarde caía al suelo víctima de ocho balazos. Simsek es la primera víctima de una serie de asesinatos en la que fallecieron nueve emigrantes (ocho turco- alemanes y un griego), así como una joven policía. Esta historia no va sólo de neonazis, los clandestinos nacionalsocialistas (Nationalsozialistischer Untergrund [NSU], en alemán). Es también la cronología de un escándalo. Aunque la policía y los servicios secretos conocían a los dos hombres y a la mujer que cometieron los asesinatos, los tres llevaron una vida cuasinormal.

Un final de película
En noviembre de 2011 terminó la huida de los neonazis. Después de asaltar un banco, dos hombres abandonaban la escena del crimen, según un testigo. Según la versión oficial, los dos radicales de derechas se suicidaron poco antes de la posible detención. La cómplice está desde entonces en prisión preventiva y se niega a declarar. Hace unos días, una comisión de investigación a cargo de un juez que formó parte del Constitucional publicó un informe sobre el trabajo de los servicios de inteligencia en relación al caso. El informe, de 273 páginas, documenta la extensión de los fallos de la investigación, que hace difícil creer que solamente se trate de incompetencia.

Echemos una ojeada al pasado. En 1996 se formó la organización neonazi Protectores de la Patria Turingia (TuringischeHeimatschutz, en alemán). Uno de sus líderes es Tino Brandt, que al mismo tiempo trabajó como confidente para el centro nacional de inteligencia. También las tres personas que más tarde constituirían la NSU fueron miembros activos de dicha organización. En enero de 1998, la policía hizo un registro en un garaje alquilado por el trío y encontró material explosivo y bombas de fabricación casera. A pesar de la operación, los neonazis consiguieron huir. Se instalaron a cien kilómetros de su pueblo natal. Según la investigación, el servicio secreto alemán aconsejó a los padres de uno de los neonazis que se comunicasen con su hijo solamente a través de cabinas de teléfono públicas, ya que la policía tenía pinchado su teléfono. Ya en 1999 se podría haber detectado a los tres neonazis. La unidad policial especializada que estaba planeando su detención fue anulada. Los motivos aún no han sido explicados por el ministro responsable.

Para financiar su vida en la ilegalidad, los nazis atracaban bancos. A finales de 2000, tuvo lugar el primer atentado en una estación de tren de Düsseldorf. Diez inmigrantes resultaron heridos. Unas semanas más tarde comenzó la serie de asesinatos. Por qué acabó en 2007 sigue siendo un misterio. Lo que es seguro es que los investigadores ignoraron todas las pruebas que apuntaban a la extrema derecha. En lugar de eso, los criminalistas sospecharon de los asesinados y de sus allegados. La policía supuso que los disparos eran consecuencia de confrontaciones entre bandas turcas de vendedores de drogas. Los medios hablaron de los “asesinos del Döner”, de un “mundo paralelo impenetrable de los turcos” que “protege a los asesinos”. Mientras, en la escena de la derecha no era ningún secreto quién estaba detrás de los asesinatos. “Muchas gracias al NSU que ha dado sus frutos. La lucha continúa”, se podía leer en 2002 en el diario de extrema derecha El Lobo Blanco (Der weisse Wolf). El responsable de la publicación era un neonazi que hoy se sienta en el Parlamento de Mecklemburgo-Pomerania Occidental con el partido de extrema derecha NPD.

Una mirada al trabajo de los “Guardianes de la Constitución” (así se llama en alemán el servicio de inteligencia) arroja raras incongruencias. Un ejemplo: antes de que la terrorista del NSU Beate Zschäpe se presentase ante la policía, voló por los aires la guarida del trío, una casa en la ciudad de Zwickau. En las ruinas aparecieron varios “papeles ilegales”. “Estos pasaportes los reciben normalmente los informantes encubiertos que trabajan para los servicios de información del Estado”, dijo el diputado del conservador CSU Hans- Peter Uhl.

Otro ejemplo: en el caso jugó un importante papel el por aquel entonces jefe del servicio de inteligencia de Turingia, Helmut Roewer. En 2000 fue despedido después de que se conociese que había pagado 25.000 euros a un conocido neonazi. “Había una gran camaradería entre la inteligencia y la extrema derecha, que convivían en una atmósfera amistosa“, dice Bodo Ramelow, el jefe del partido Die Linke en Turingia. Para él está claro que el servicio de inteligencia tuvo algo que ver con la desaparición del trío de neonazis. También queda por aclarar el hecho de que el asesinato de Halit Yozgat, en 2006 en Kassel, se produjese enfrente de un cibercafé propiedad de un funcionario del servicio secreto del Estado de Hesse.

Esta alianza entre el servicio secreto y los neonazis no es nueva. En 2002 fracasó un intento de prohibir el partido NPD. El motivo: importantes funcionarios de ese partido trabajaban también para el servicio de inteligencia alemán.





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