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2012/08/13

¿Revolución selecta?

"El idealizar lo revolucionario y a los y las revolucionarias lo único que consigue es abrir una brecha entre el pueblo y la “casta revolucionaria”. Llegando a poder crear adhesión pero en sentido delegado cuando el objetivo precisamente es crear revolucionarias y revolucionarios como champiñones y que se extiendan en sentido horizontal..."


                       —Las revoluciones se producen en los callejones sin salida. B. Brecht




http://borrokagaraia.wordpress.com/   A principios de año en una entrevista concedida al diario Gara, el líder del Sinn Féin Gerry Adams , pese a que no sea una de mis principales referencias internacionales, realizó una definición que llama a la reflexión en cuanto al significado profundo de ser revolucionario a nivel personal: “Soy un aspirante a revolucionario”. Recientemente podíamos leer también en una interesante entrevista a Amparo Lasheras, ésta ya en casa, que “ser revolucionaria es algo muy serio y muy importante y gente especial que lo dan todo. Yo, siempre me he considerado una modesta discípula de la revolución que hago lo que puedo.” En otra entrevista, en este caso a Darío Amador, brigadista argentino que participó en la guerrilla sandinista afirmaba que “es preciso bajar a la tierra al Che Guevara y transformarlo en un hombre común que hizo cosas poco comunes en situaciones poco comunes. Para mí ha habido decenas de miles de Che en América Latina”.

Y es que parece que de siempre nos hemos creado consciente o inconscientemente una imagen de los y las revolucionarias como una especie de super-hombres y super-mujeres que prácticamente rozan el terreno celestial casi en forma de santoral donde el pueblo y la militancia en general mira hacia arriba desde un exceso de humildad y en algunos casos hasta pareciera que de falta de autoestima. Aquí, en mí opinión, la izquierda debería realizar una fuerte auto-crítica porque a lo largo de la historia ha promovido en demasiadas ocasiones una especie de culto a la imagen o a la persona que no se sostiene desde ningún punto de vista en relación a los baremos ideológicos en teoría defendidos. No es cuestión de dar ejemplos, ya que la historia está plagada de ellos y prácticamente en todos los países se pueden encontrar. Afortunadamente en Euskal Herria, la izquierda revolucionaria en cierto modo podrá tener sus deficiencias pero ha sabido estar ajena a esta práctica de dudosa utilidad y a mí personalmente es una de las cosas que más me gustan de nuestra querida izquierda abertzale y creo que es algo a conservar.

El idealizar lo revolucionario y a los y las revolucionarias lo único que consigue es abrir una brecha entre el pueblo y la “casta revolucionaria”. Llegando a poder crear adhesión pero en sentido delegado cuando el objetivo precisamente es crear revolucionarias y revolucionarios como champiñones y que se extiendan en sentido horizontal para así poder mantener una linea de defensa preparada y resistente a todos los envites que se producen antes, durante y después de la revolución.

El entender lo revolucionario como algo sacralizado además tiende a crear dos posturas: La fundamentalista, en la que los revolucionarios se convierten en una especie de celosos religiosos con un código moral radicalizado y estricto al mejor estilo católico aunque sea en sentido inverso donde se forma una especie de club selecto de la perfección humana y divina buscando el pecado en todas partes. Y la otra postura, la de la dejadez. Si ser revolucionario requiere ese esfuerzo sobre-humano y solo está destinado para personalidades y militantes de bandera ¿Qué leches voy a hacer yo con mis contradicciones y limitaciones?.

El caso es que ni una ni otra postura es realista y sin embargo puede que sean de las más extendidas. El ser humano siempre cuenta con un factor de contradicción y de error que es intrínseco a nuestra naturaleza . Eso se traduce en todo, también en política. La dualidad famosa del bien y el mal tampoco es ajena a ninguno de nosotros y nosotras. Somos personas siempre en construcción. Y para aprender a andar en bicicleta es probable que te des unas cuantas ostias antes. Malcolm X es considerado uno de los grandes revolucionarios de la historia. Fue traficante de drogas, también yonki, proxeneta, robaba a la clase trabajadora dando palos en cualquier esquina y todo tipo de comportamientos que según él le hicieron caer en el mayor abismo que puede caer un ser humano. Sin embargo se levantó. No existen cuentos de hadas y príncipes impolutos.

Los errores, las contradicciones, las carencias… no te hacen ser menos revolucionarix… sino que son las bases para que lo seas. Para nuestro cambio y pelea personal y para el cambio de la sociedad y el sistema.

El revolucionarix está en todos nosotros y nosotras sin excepciones ya que el cambio, nuestro y de la sociedad, lo llevamos como decía aquel en todos nuestros corazones. Y eso es la revolución.

Y es que efectivamente, el objetivo del revolucionario es la revolución. Parece que en la sociedad occidental europea la utilidad de los ideales revolucionarios corresponderían en el mejor de los casos a otras latitudes. Idealismo utilizado sobre supuestas situaciones idílicas lejanas que en realidad de idílicas tienen poco. Si nosotros mismos nos construimos una imagen de lo revolucionario como algo ajeno a lo cotidiano, como algo sobre-humano y casi inalcanzable para el mero mortal y mucho menos en este occidente en el que vivimos “bien” . Pues la revolución y lo revolucionario se convierte en una quimera.

La revolución requiere condiciones revolucionarias. Y no quepa duda a nadie que llevar el proceso de liberación nacional vasco hasta el final será un proceso revolucionario o no será. Quizás no será un proceso revolucionario estilo toma del palacio de invierno, ni tampoco será un proceso con algunos condimentos históricos que hemos conocido en el pasado en otras latitudes pero por fuerza tendrá los ejes básicos de toda revolución. El tensionamiento político será la clave y la ruptura la única vía. Esta coyuntura no vendrá dada por decisión de la clase trabajadora vasca sino obligada por imposición de sus enemigos históricos y de los estados, a los cuales conocemos lo suficientemente bien para entender su naturaleza.

Por eso debemos aprender a conocernos mejor y a creer en nosotros y nosotras mismas. Yo creo en tí.



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