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2013/05/27

Entrevista con Jann-Marc Rouillan escritor y militante autonomo

"El movimiento autónomo tiene necesidad de contar su historia para que no sea instrumentalizada, manipulada, igual que sucedió, por ejemplo, con la película «Salvador»."

                                                                                                                                                                                       NAIZ.info
 
 Participó, durante la década de los 70, en la constitución del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL) -junto a Salvador Puig Antich y Oriol Solé- de los Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista (GARI) y de Action Directe. Hoy, Jann-Marc Rouillan nos espera en Amara, en la puerta de la librería y comedor vegano Kaxilda, local donde, la noche anterior, tuvo lugar la primera de las presentaciones en Euskal Herria de «De memoria (II). El duelo de la inocencia: un día de septiembre de 1973 en Barcelona» (Virus, 2011), el último de sus libros traducidos al castellano y que Jann-Marc no había podido presentar con anterioridad debido a su situación administrativa: después de 25 años de muy dura reclusión, hace ahora dos años recuperó su libertad; libertad vigilada y limitada: tiene prohibida la entrada en 38 departamentos del Estado francés, en las grandes ciudades; está obligado a pedir autorización judicial para abandonar el Hexágono y tiene prohibido hablar de los delitos por los que fue encarcelado, no puede hablar de Action Directe.
 
De hecho, tras más de 20 años de prisión, once de ellos en cárceles de alta seguridad, salió en régimen de tercer grado en diciembre de 2007, régimen que le fue retirado tras una entrevista concedida al diario «L´Express». «Sus palabras son peligrosas», le espetó el juez en la vista donde se decidió su nueva prisión.

Ahora, Jann-Marc Rouillan se dispone a conversar con GARA en esta misma librería donde el debate de la noche anterior se extendió hasta las tres de la mañana: es su militancia actual, el debate, la transmisión de la esperiencia. «Los jóvenes -dice Rouillan- están interesados en la Autonomía, pero no tienen claro cuáles son los contenidos de esta, cuáles son sus bases. Por eso, ahora mi tarea es hablar, transmitir mi experiencia, ayudar al debate, al conocimiento de lo vivido».

Mañana, presentará su libro en Gasteiz, en el Zapateneo (Zapatería, 95) y el miércoles estará en Bilbo, en el ateneo Izar Beltz (Andrés Isasi, 15). Ambos actos comenzarán a las 19.30.

Son 15 los libros que Jann-Marc Rouillan ha escrito durante su reclusión. «De memoria (II)», forma parte de una trilogía; el tercer volumen aún no se ha publicado en castellano.

Su libro quiere contribuir al análisis crítico y ser útil para comprender la radicalización del compromiso político. Además, usted dice en él que en prisión «escribir es fuente de vida».
Claro. Yo, ahora, no puedo encontrar solución a mi vida sin la escritura; escribir me sirve para tomar distancia con el poder, con mi vida. Estos tres libros son la historia política y humana de tres jóvenes que, en 1968, tenían 16 años y empiezan por comprometerse con la lucha en la calle, los sabotajes y, después, pasan a empuñar las armas.

Bajan al sur a luchar.
Tolosa (Toulouse), Occitania, es la capital de los rojos, de la retirada, de los maquis: miraba entonces a la historia de la Península. Por otro lado, por nuestra propia cultura (mis orígenes gascones y catalanes me hacen pirenaico, no francés), era natural que fuéramos a Catalunya o a Euskal Herria. En los tiempos del Juicio de Burgos vine muchas veces a Baiona. Los anarquistas del entorno de Likiniano nos apoyaron en las actividades en contra del Proceso. También conocí compañeros de ETA V y ETA VI. Allí encontré a Oriol y fuimos a Barcelona.

Cita en el libro una frase de Puig Antich: «Es raro vivir una historia sabiendo que será escrita de forma totalmente distinta. Que yo no seré más yo. Que ya no seremos nosotros». El movimiento autónomo tiene necesidad de contar su historia para que no sea instrumentalizada, manipulada, igual que sucedió, por ejemplo, con la película «Salvador».

No hay ningún medio capaz de hacer la transmisión política de la ruptura. No se puede estar dentro de la legalidad y transmitir la ruptura con el estado. Yo mismo me encuentro en la contradicción de no poder hablar de mi experiencia porque me lo prohibe el estado; incluso mi escritura está constreñida. Pero la lucha por la memoria, por su contenido, sigue. No hay ningún libro sobre el movimiento autónomo que esté al nivel de nuestra ruptura: es muy difícil, porque meras colecciones de comunicados son una reducción de la memoria a papel. Sin práctica es muy difícil la transmisión.

El libro es un relato bien escrito, que atrapa y de donde se desprenden prácticas e ideas.
Mi propósito es contar la historia de los chavales y sacar a la luz aquella época: se cuentan muchas cosas sobre los 70, pero no se entiende bien el concepto, la sensación de liberación. Era una liberación cotidiana, en cada minuto. Hablar políticamente de esto, de las contradicciones es complejo pero posible mediante la literatura. Para transmitir a los jóvenes, hay que vivir la historia y novelar los hechos lo hace posible.

Explicar la ruptura.
Este es un libro escrito como un drama antiguo: el mismo día, el mismo lugar; el último día que pasamos con Salvador Puig Antich en Barcelona, el día que lo detuvieron y cómo los dos tolosanos que estábamos allí, Jean-Claude Torres y yo, conseguimos salir de Barcelona. Es algo muy dramático volver sobre los acontecimientos del MIL porque no explica el pasaje definitivo a la lucha armada: es una lucha ligada al momento del antifranquismo. La ruptura con el estado se dio de modo más claro en 1974, en los GARI, desde donde este grupo de jóvenes entra en la Autonomía y funda Action Directe. Nosotros teníamos conciencia de actuar dentro de una época. La ruptura definitiva se da con el movimiento autónomo de 1977-1979; es un movimiento diferente al de 1968, imposible de recuperar. La ruptura es definitiva, a los compañeros les queda el arrepentimiento o seguir la lucha, porque no se puede volver atrás después de una gran ruptura. Detrás de la ofensiva autónoma del 77 hay un movimiento más amplio que los grupos de acción (como la RAF, por ejemplo), hay un movimiento de masas, de la juventud, un movimiento cultural, social, político, una tentativa de experimentación imposible de recuperar después de haber optado por la ruptura.

Ustedes se reclamaban continuadores de la lucha de 1936, de Durruti y Ascaso, de los maquis como Quico Sabaté.
Esto fue una contradicción en el MIL. Los jóvenes de Barcelona estaban en la estela de los Situacionistas y la ultraizquierda. Los tolosanos reivindicábamos a Sabaté, a Caraquemada, a los maquis y eso creaba contradicciones en la práctica del MIL. Todos los grupos de acción están atravesados por contradicciones es por eso que los tolosanos pasábamos por militaristas; es evidente que estando inspirados por el maquis se toma una práctica determinada, diferente a la de los catalanes que hablaban de apoyar luchas obreras, nosotros estábamos en Barcelona para hacer acciones de maquis y eso creaba contradicciones.

Ya en los 70 ustedes vislumbraban que el «atado y bien atado» sería real y que la amnesia envolvería todo el postfranquismo. Quizás esto tenga relación con la resignación actual.
No vimos venir los golpes porque la burguesía había elegido la vía de la traición (no transición) por miedo a que el ejemplo portugués se repitiera en el Estado español. La situación estaba madura pero el movimiento no tenía un apoyo -como el de Portugal de los militares- para tomar el poder. No soy republicano, pero el primer paso que se tenía que haber dado era poner sobre la mesa el restablecimiento de la constitución republicana. No estoy en situación de dar lecciones a nadie, pero, por todo esto, una parte de la burguesía ha mantenido el poder con la transición aunque con camisas más blancas que azules.

¿Por qué el Estado francés se ha ensañado con usted y los otros militantes de Action Directe?
El neoliberalismo de los 80 centra la represión en gente determinada. Con nosotros rompen las fronteras de la represión -la tortura del aislamiento y demás-; querían dar un aviso a navegantes, para todos aquellos que quisieran unirse a la ruptura. No puedo hablar de Action Directe, pero, en fin, no era una organización de masas y se prestó bien a esta estrategia represiva de escarmentar a unos pocos como aviso, como disuasión.

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