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2014/05/22

Conchita Wurst y los peligros del homonacionalismo

"Hay una ‘pepita grillo’ llamada Jasbir Puar que habla de “homonacionalismo” y que viene a advertir, a grandes rasgos, que los poderes establecidos están capturando algunas reivindicaciones LGBTI (y feministas) para seguir promoviendo en su nombre el racismo, la xenofobia y el nacionalismo excluyente."

Brigitte Vasallo es autora de la novela 'PornoBurka' y miembro de Colectivo Cautivo
Diagonal

Conchita Wurst es un personaje escénico creado por el austríaco Tom Neu­wirth que combina símbolos atribuidos a dos construcciones identitarias excluyentes e irreconciliables: vestido y barba, mujer y hombre. Un personaje que incorpora el caos de las representaciones del género binario. Es todo y no es nada, es liquidez, es movimiento, es la posibilidad de elegir múltiples vías y representaciones difícilmente categorizables. Es la Beyoncé barbuda, excepcional en la excepción misma: demasiado diva para ser un marimacho, demasiado peluda para ser una locaza. Es lo imposible, la incomodidad.
El “homonacionalismo”, esconde bajo una ficción inocua las dificultades descomunales que sufre cualquier persona disidente de las “normalidades” sexo-genéricas

Su victoria gracias a las votaciones del público en ese zoológico kitsch que es Eurovisión ha sido celebrada como un triunfo de la Euro­pa tolerante y abierta, de las libertades y la diversidad. Y ha sido leída en opo­sición a la postura retró­grada y homó­foba del Imperio de las tradiciones y la normatividad, la Rusia del neozar Putin, llamado a devolver a Europa a la decencia y el orden.

El pensamiento binario no sólo se refiere al género: la construcción de alteridad, la creación de identidad por oposición, el ser en contra de lo que son los demás, funciona en todos los ámbitos. La dicotomía entre tolerancia e intolerancia, entre nosotras (Europa) y eso (Rusia), nos ­reconforta porque es clara y fácilmente comprensible. Nos permite proyectar demonios y alegrarnos de nuestras bondades, de no estar tan mal, de tener un futuro a la vuelta de la esquina y muy bonito. La victoria de Conchita es la prueba de ese futuro de la Europa tolerante. Veamos cuál es esa Europa a pie de calle.

El homonacionalismo

Hay una ‘pepita grillo’ llamada Jasbir Puar que habla de “homonacionalismo” y que viene a advertir, a grandes rasgos, que los poderes establecidos están capturando algunas reivindicaciones LGBTI (y feministas) para seguir promoviendo en su nombre el racismo, la xenofobia y el nacionalismo excluyente. Lo vemos de manera muy clara con la prohibición del velo integral en numerosos lugares de Europa, que criminaliza a determinadas mujeres por llevar una ropa en concreto, y que promueven los mismos partidos que nos niegan leyes del aborto progresistas, igualdad salarial o medidas realmente eficaces para acabar con los crímenes machistas. Es decir, políticas que utilizan la bandera feminista o LGBTI a modo de maquillaje para sus fondos neoliberales.

La victoria de Conchita Wurst en Eurovisión puede ser leída, desafortunadamente, bajo este mismo parámetro. El “homonacionalismo”, el orgullo nacional de esta Europa que no es Rusia, esconde bajo una ficción inocua las dificultades descomunales que sufre cualquier persona disidente de las “normalidades” sexo-genéricas. Porque la tolerancia tan nombrada estos días es el gesto de una normatividad que sigue siendo heterosexual, cisgénero y blanca, pero “acepta”, “perdona”, la existencia de otras opciones porque, en el fondo, no son una amenaza mientras no aspiren a ser nada más. Son la excepción que confirma la regla, que ni siquiera interpela al sistema.
Heinz Fischer, presidente de Aus­tria, afirmó: “El que ella dedicara su victoria a todos aquellos que creemos en un futuro de paz y libertad la hace doblemente valiosa”.

Nombrándola graciosamente en femenino podríamos creer que basta con ponerse un vestido, sin afeitarse siquiera la barba, para que el entorno, Administración pública incluida, acepte de buen grado tu nuevo género y todo el mundo sea feliz. Como si la violencia hacia las transgresiones no fuese espeluznante y tan real.

La (imposible) vida en rosa

En esa Europa de cuento de hadas se sigue entendiendo el género binario como una realidad inapelable. Tan sólo los intentos de escribir textos que huyan del masculino como genérico levanta ampollas de una virulencia impresionante. En el Estado español, que otorgó los famosos 12 puntos a Conchita Wurst, la “policía del género” teje un absurdo entramado desde antes del nacimiento para asegurar que nadie se mueva de su categoría asignada. Dad un paseo por los vídeos de CulturaTrans y veréis cuán complicadas son las periferias, qué difícil es reivindicarse hombre cuando ni tienes pene ni te da la gana de tenerlo. Pasad un rato en el hashtag #sobaquember y veréis cuánto odio generan las mujeres barbudas del mundo real. Toda la gracia de lo monstruoso televisivo se pierde a pie de calle: en las farmacias se venden ¡biberones! generizados, para niños y para niñas (azules y rosa), hay infinidad de colegios que segregan en función del género asignado, y periódicos de gran tirada y ¡progresistas! que publican artículos explicando las diferencias cerebrales y emocionales entre los unos y las otras. El sistema se afianza cada día desde ahí. 

Sólido e inapelable.

Esa imagen luminosa, imposible, fascinante y escurridiza que sí nos representa a muchxs de nosotrxs es tan irreal que su propio creador se apresuró a aclarar que tan sólo es un personaje escénico. Es tan irreal que logró incluso ganar Eurovisión. Su triunfo es una trampa, forma parte de la Europa que se pinta progresista pero impide a cada gesto, a cada ley, los derechos reales a decidir sobre el propio cuerpo y la propia identidad, que penaliza cotidianamente transexualidades, transgenerismos, afeminamientos y disidencias múltiples y cambiantes. Conchita Wurst no existe. Nosotrxs sí. Y estamos aquí. 

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Transexual

Término con origen biomédico que, según Gerard Coll-Planas y Miquel Missé, se refiere a la persona con una discordancia entre cuerpo e identidad y que, en consecuencia, busca vivir como miembro del sexo “contrario” al asignado, típicamente recurriendo a terapia hormonal o cirugía de reasignación sexual.

Transgénero

Término procedente del activismo y las ciencias sociales para designar, de modo inclusivo, a todas aquellas personas que se identifican y/o expresan un género diferente al que se les ha asignado, involucre o no modificaciones corporales de reasignación sexual.

Cisgénero

Personas que se identifican con el género asignado al nacer.

Teoría queer

Campo de pensamiento que entiende el binarismo como una construcción social y abre nuevas posibilidades fuera del binomio hombre/mujer.

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