antikapitalismoa-autogestioa-oroimena-komunismoa-herrigintza-duintasuna-formakuntza-asanblada-autodeterminazioa-parekidetasuna-borroka-elkartasuna-okupazioa-eztabaida-sozialismoa-lurralde batasuna-antinperialismoa-autonomia-iraultza-euskara-amnistía-internazionalismoa-langileria-kultura-erresistentziak.... KONTAKTUA: izartubuletina@gmail.com




2016/07/14

DURRUTI HA MUERTO PERO ESTA VIVO TODAVIA por Enma Goldman

"Todos los partidos de todas las tendencias políticas que luchaban contra el fascismo asistieron al completo a rendir un sentido homenaje a Buenaventura Durruti. No solo los compañeros cercanos de Durruti, contados por cientos de miles entre todos los aliados de la lucha antifascista, sino también la mayor parte de la población de Barcelona, manifestada en una constante riada humana."


            
            Durruti, con quien estuve hace nada más que un mes, perdió su vida en los combates de las calles de Madrid.

Conocía a este rebelde del movimiento revolucionario y anarquista español solamente por mis lecturas sobre él. Desde mi llegada a Barcelona pude conocer muchas historias tan fascinantes sobre Durruti y su columna que me animaron a ir al frente de Aragón donde era el espíritu que guiaba a las bravas y valientes milicias que luchaban allí contra el fascismo.

Llegué al cuartel general de Durruti al atardecer, absolutamente agotada por el largo trayecto por una carretera accidentada. Unos minutos con Durruti fueron como una poderosa bebida estimulante, refrescante y tonificante. Con un cuerpo poderoso que parecía esculpido en las rocas de Montserrat, Durruti encarnaba sin dificultad a la personalidad más brillante entre los anarquistas con la que me había encontrado desde mi llegada a España. Su potente energía me electrificó como parecía afectar a todo aquel que permaneciese dentro de su radio.

Encontré a Durruti en una auténtica colmena de actividad. Los hombres iban y venían, el teléfono sonaba para él constantemente. Y si no fuese bastante, el ensordecedor martilleo de los trabajadores que estaban construyendo un cobertizo de madera para el equipo de Durruti. A pesar de todo el barullo y las continuas llamadas para Durruti permanecía sereno y paciente. Me recibió como si me conociese de toda la vida. La cortesía y calidez de un hombre comprometido a vida o muerte en la lucha contra el fascismo fue algo que no esperaba.

Había oído muchas cosas acerca de la maestría de Durruti para gobernar la columna que llevaba su nombre. Tenía curiosidad por saber mediante qué otros medios además de los militares consiguió unir a 10.000 voluntarios sin tener ninguna formación militar previa o experiencia de ninguna clase. Durruti pareció sorprendido de que yo, una veterana anarquista, me atreviese a hacer semejante pregunta.

«He sido un anarquista toda mi vida –replicó–, y espero seguir siéndolo. Me parecería realmente muy triste que tuviese que convertirme en un general y gobernar a los hombres con la disciplina castrense. Han venido a mí voluntariamente, están preparados para entregar sus vidas a la lucha antifascista. Creo, como siempre he creído, en la libertad. La libertad que descansa en el sentido de responsabilidad. Creo que la disciplina es indispensable pero tiene que ser una disciplina interior motivada por un propósito común y un fuerte sentimiento de camaradería». Se ganó la confianza y el afecto de los hombres porque nunca actuó como un superior. Era uno de ellos. Comía y dormía tan austeramente como ellos. A menudo incluso se privaba de hacerlo.

Llegué en la víspera de un ataque que Durruti había preparado para la mañana siguiente. Al despuntar el día Durruti, con su rifle al hombro como el resto de la milicia, iba en cabeza. Junto a ella hizo retroceder al enemigo cuatro kilómetros e incluso consiguió hacerse con una importante cantidad de armas que el enemigo había dejado atrás durante la retirada.

El ejemplo moral de su sencillo igualitarismo no era, ni mucho menos, la única explicación de la influencia de Durruti. Había otra, su capacidad para hacer que los milicianos comprendieran el sentido profundo de la guerra antifascista –el sentido que había dominado toda su vida y que había aprendido a orientar hacia los pobres y de los más pobres de entre los pobres–.

Durruti me habló de su preocupación por los difíciles problemas que atravesaban los hombres cuando salían de permiso precisamente en los momentos en los que más falta hacían en el frente. Los hombres, evidentemente, conocían bien a su líder, conocían su determinación, su voluntad de hierro. Pero también conocían la comprensión y compasión escondidas tras una austera vida exterior. ¿Cómo podía soportarlo cuando los hombres regresaban de haber estado de permiso en casa con su familia, sus mujeres, sus hijos?

Un Durruti acosado antes de los gloriosos días de julio de 1936, como una fiera de país en país. Encarcelado durante largos períodos como un criminal. Incluso condenado a muerte. Él, el odiado anarquista, odiado por la siniestra trinidad: la burguesía, el estado y la iglesia. Un vagabundo sin techo y sin sentimientos como el genio maléfico del capitalismo proclamaba. Qué poco conocían a Durruti. Qué poco comprendían su auténtica sabiduría. Nunca fue indiferente a las necesidades de sus camaradas. Ahora, sin embargo, estaba comprometido en una batalla desesperada contra el fascismo en defensa de la revolución, y se necesitaba a cada hombre en su puesto, una situación muy difícil de abordar. Pero el ingenio de Durruti venció todas las dificultades. Escuchó pacientemente muchas historias sobre personas desafortunadas y, después, se dedicó a divulgar la causa de las enfermedades de los pobres. Sobrecarga de trabajo, malnutrición, falta de aire limpio, falta de alegría de vivir.

«Camarada, ¿puedes comprender que la guerra que tú y yo libramos es para garantizar la revolución y que la revolución quiere acabar con la miseria y el sufrimiento de los pobres? Tenemos que derrotar a nuestro enemigo fascista. Debemos ganar la guerra. Eres una parte esencial en ello. ¿Lo ves, camarada?»
A veces algún hombre se obcecaba e insistía en dejar el frente. «Bien, le decía Durruti, pero te irás a pie y para cuando llegues a tu pueblo todo el mundo sabrá que tu coraje te ha abandonado, que has huido y que has eludido la tarea que tú solo te impusiste». Funcionaba de maravilla. El hombre suplicaba que le dejaran volver. No había intimidación, coerción o castigos disciplinarios para mantener en el frente a la columna Durruti. Era solo la volcánica energía del hombre la que empujaba adelante a cada uno y les hacía sentir a todos como uno solo.

Un gran hombre este anarquista Durruti, un líder nato y maestro de hombres, un camarada cabal y afectuoso, todo en una sola persona. Y ahora Durruti está muerto. Su gran corazón no latirá nunca más. Su poderoso cuerpo caído como un árbol gigante. Todavía no. Durruti no ha muerto todavía. Los cientos de miles de personas que asistieron a rendir su último homenaje a Durruti el domingo 22 de noviembre de 1936 lo testifica.

No, Durruti no ha muerto. El fuego de su espíritu está vivo en todo aquel que lo conoció y lo quiso, nunca podrá ser extinguido. Las masas ya han vuelto a levantar bien alta la antorcha que cayó de las manos de Durruti. Con espíritu triunfante la llevan ante ellos en el mismo camino que Durruti había abanderado durante años. El camino que lleva a la más alta cima de los ideales de Durruti. Este ideal fue el anarquismo −la gran pasión en la vida de Durruti−. Se entregó a él completamente. Le fue fiel hasta su último aliento.

Una prueba de la gentileza de Durruti es su preocupación por mi seguridad. No había un lugar donde hospedarme por la noche en el cuartel general. La localidad más próxima era Pina. Pero había sido repetidamente bombardeada por los fascistas. Durruti fue muy reacio a enviarme allí. Yo insistí en que estaba bien. Solo se muere una vez.[1] Pude notar el orgullo en su semblante de que su vieja camarada no tuviese miedo. Y me dejó marchar bajo una doble guardia.

Le agradezco que me diera la excepcional oportunidad de conocer a muchos de sus compañeros de armas y también la de hablar con la gente del pueblo. El espíritu de esas más que probadas víctimas del fascismo fue muy impresionante.

El enemigo estaba a tan solo una corta distancia de Pina, al otro lado de un arroyo. Pero no hubo miedo ni flojera entre la gente. Lucharon heroicamente. «Antes muerto que bajo el fascismo», me dijeron. «Hasta el último de nosotros caminará y caerá con Durruti en la lucha antifascista».

En Pina encontré a una niña de ocho años, una huérfana que había sido uncida al yugo de durísimas tareas en una familia fascista. Sus manitas estaban rojas e hinchadas. Sus ojos llenos de horror desde el shock espantoso que tuvo que vivir a manos de los secuaces de Franco. La gente de Pina era pobre de solemnidad. Sin embargo, todo el mundo dio a esta niña maltratada cariño y cuidados como no había conocido antes.

La prensa europea compitió, desde el comienzo de la contienda antifascista, para calumniar y vilipendiar a los defensores de la libertad españoles. No ha habido día, durante los últimos cuatro meses, en el que esos sátrapas del fascismo europeo no escribiesen las crónicas más sensacionalistas sobre las atrocidades cometidas por las fuerzas revolucionarias. Cada día, los lectores de esa prensa amarilla eran alimentados con los imaginados disturbios y desórdenes en Barcelona y otras ciudades y pueblos liberados de la invasión fascista.

Después de haber viajado por Cataluña, Aragón y el Levante y haber visitado cada pueblo y cada ciudad del camino, puedo testificar que no hay ni una sola palabra verdadera en ninguna de esas terroríficas crónicas que he leído en algunos periódicos ingleses y europeos.

Un ejemplo reciente de la total deshonestidad de la creación de noticias falsas fue orquestado por algunos de los periódicos que cubrieron la muerte del heroico líder anarquista en la lucha antifascista, Buenaventura Durruti.

De acuerdo con sus crónicas totalmente absurdas, la muerte de Durruti supuestamente ha provocado en Barcelona violentos altercados y sediciones entre los camaradas del héroe revolucionario Durruti.

Quien quiera que haya sido quien escribió esta ridícula invención no puede haber estado en Barcelona. Y mucho menos sabrá nada sobre el lugar que ocupa Buenaventura Durruti en los corazones de los miembros de la CNT y la FAI. Y lo que es más, en los corazones y los sentimientos de mucha gente a pesar de que puedan tener divergencias con los ideales políticos y sociales de Durruti.

En honor a la verdad, nunca hubo una unidad tan completa en toda la jerarquía del frente popular de Cataluña como la habida desde el primer momento en que se hizo pública la noticia de la muerte de Durruti hasta el último, cuando se le dio sepultura.

Todos los partidos de todas las tendencias políticas que luchaban contra el fascismo asistieron al completo a rendir un sentido homenaje a Buenaventura Durruti. No solo los compañeros cercanos de Durruti, contados por cientos de miles entre todos los aliados de la lucha antifascista, sino también la mayor parte de la población de Barcelona, manifestada en una constante riada humana. Todos llegaron para participar en el largo y agotador cortejo fúnebre. Nunca antes Barcelona había sido testigo de una marea humana cuyo silencioso dolor se alzaba y caía al unísono.

Igual que los camaradas de Durruti, camaradas estrechamente unidos por sus ideales y camaradas igual de unidos por la valerosa columna que organizó. Su admiración, su afecto, su devoción y respeto no dejaba sitio para la discordia ni los altercados. Eran uno solo en su dolor y en su determinación de continuar la batalla contra el fascismo y para el éxito de la revolución para la cual Durruti había vivido, luchado y apostado todo hasta su último aliento.

¡No, Durruti no ha muerto! Está más vivo que mientras vivió. Su glorioso ejemplo será emulado por todos los trabajadores y campesinos, por todos los oprimidos y desheredados. El recuerdo del valor y la bravura de Durruti les alentará en las grandes hazañas hasta que el fascismo sea aniquilado. Entonces comenzará el verdadero trabajo, el trabajo de crear una nueva estructura social con valores humanos, justicia y libertad.

¡No y no! ¡Durruti no ha muerto! Vive en nosotros para siempre.

[1] La frase completa es pronunciada por el Julio Cesar que retrató Shakespeare y dice: "A coward dies a thousand deaths, but the valiant taste death but once". Se puede traducir como: “Un cobarde muere un centenar de muertes, pero el valiente saborea la muerte solo una vez”.

Emma Goldman - Traducción: Fanny Tardío

Buenventura Durruti, el conocido militante y revolucionario anarquista castellano, con descendencia labortana, nacio el 14 de julio de 1896              

2016/07/10

LA REMASTERIZACION DEL MOVIMIENTO POPULAR VASC

 "Hoy la presión social sigue siendo efectiva solo si va dirigida a desestructurar el sistema. Solo les queda la opción de la represión o la absorción en el sistema, por lo que en este contexto es de vital importancia que la acción directa a través de la autoorganización y autogestión de un salto a todos los niveles y en todos los frentes. Y esto significa también que si a nivel institucional no se promueve la deconstrucción del poder sistémico en beneficio del poder popular y la auto-organización no quede apenas espacio para el movimiento."       
                             
                               El movimiento popular vasco es la respuesta que principalmente la clase trabajadora y la juventud vasca han dado a un entramado político, económico y social opresivo e impuesto que no pone en manos del pueblo ni la gestión de sus recursos ni la dirección de sus vidas. A otro nivel también significa la organización del pueblo desde la base y de una forma verdaderamente democrática y horizontal, generalmente asamblearia, autogestionada y de acción directa entendida en su más amplia concepción.
 
El movimiento popular ha tenido un triple carácter. Uno de defensa (frente al servicio militar, frente a proyectos e infraestructuras del capital, frente a la represión, frente a medidas económicas contra la clase trabajadora y en definitiva frente a imposiciones de cualquier tipo en cualquier ámbito). Uno de ataque / autodefensa, sea para mantener conquistas o erosionar y nivelar la balanza de poder. Y uno de construcción, que lleva a la realidad material espacios contrapuestos y alternativos al sistema vigente auto-constituyéndose.

El movimiento popular vasco ha tenido notables victorias a lo largo del tiempo y también amargas derrotas pero sin el movimiento popular posiblemente el pueblo vasco ya no existiría como tal. No es el objeto de este texto hacer un recorrido de la historia del movimiento popular vasco pero sí indicar que hoy en día no goza de una salud adecuada y de una orientación requerida para dar cuenta del contexto actual, especialmente debido a las consecuencias que está generando la crisis.

Una parte importante, aunque no única de esta situación, es responsabilidad de la izquierda abertzale en los últimos años y la estrategia fallida llevada a a cabo, ya que la visión de embudo institucionalista y electoralista del proceso de liberación vasco ha tendido a asimilar al movimiento popular en grado de dependencia de esos intereses institucionales y electoralistas tomando al movimiento popular como subsidiario e instrumental e impidiendo desatar por tanto toda su potencialidad. Esta situación es consecuencia de un vacío anterior que data de más de una década hacia atrás. El colapso del movimiento revolucionario en general que no supo reorientarse a tiempo a una coyuntura que necesitaba un cambio, un refuerzo ideológico, y un análisis adecuado a lo que estaba por venir a todos los niveles. Un cambio en sentido revolucionario que en su ausencia llevó a la auto-liquidación. Planteamientos existentes hace 10 años, 20 años e incluso 30 años han sido los que se han abierto paso en demasiadas ocasiones. 

2016/07/01

LOS VASCOS: PERFECCION DEL MESTIZAJE por Jose Maria Lorenzo Espinosa

"A pesar de que en la sociedad vasca se puedan dar casos de xenofobia y rechazo a los emigrantes, similares a la de la sociedad española o francesa, es muy difícil encontrar racismos o socioracismos históricos, como los que conocemos en la Europa de los años fascistas, o en los EEUU, Sudáfrica etc. Ni siquiera en Sabino Arana, al que los analistas (?) españoles se complacen en llamar racista a todas horas o mas actualmente en Txillardegi, es posible probar racismo. En el sentido de superioridad racial que se ha practicado en otros lugares (incluida la España histórica). Dos conocidos historiadores catedráticos españoles (Solozábal y Corcuera) en sus respectivas tesis doctorales llegan a la conclusión de que el aranismo pudo ser un nacionalismo racial defensivo. Pero no un racismo de superiodidad"
 
                Una vez, en pleno fascismo italiano, Josué de Castro (antropólogo brasileño) dijo en Roma que los italianos eran la perfección del mestizaje. El escándalo que provocó en un régimen que presumía de pureza latina fue considerable. Solo algunos pocos colegas se atrevieron a visitarle en privado, ya de noche y en el hotel, para felicitarle por su valentía y darle las gracias por decir en público lo que ellos solo decían en privado. Se trataba de una línea de pensamiento antropológico que encontraba la excelencia de los pueblos en la mezcla de razas, frente a la tendencia decimonónica (a la que pertenecía el primer nacionalismo vasco) que admiraba la pureza racial y las “razas isla” como virtuosas frente al mestizaje. Respecto a Italia, de Castro proponía como evidencia la localización geográfica de la península, entre Europa y Africa como corredor de paso obligado utilizado por las grandes migraciones desde la Prehistoria. Para el científico brasileño el mestizaje ancestral italiano explicaba su enorme éxito como etnia, su extensión y adaptación prodigiosa por los lugares mas lejanos del planeta.

La cuestión de la identificación étnica de los vascos fue un factor esencial desde el momento de su descubrimiento nacional. Si los vascos eran distintos (y según Arana,mejores) que sus vecinos, estaba mucho mas claro su derecho a la separación nacional de españoles y franceses.

Pero el nacionalismo racial, que no racista, enseguida empezó a ocupar un segundo plano, a pesar de que la historiografía hipernacionalista española diga lo contrario. Ya en época de Arana resultaba imposible separar a los vascos y españoles, por sus rasgos físicos. Entre otras cosas debido al fuerte mestizaje que muchas zonas del territorio había experimentado desde tiempos prehistóricos y con seguridad documentada desde los romanos. Este aspecto,unido a las corrientes migratorias de trabajadores peninsulares de finales del XIX, ponía en cuestión la integridad racial de los habitantes del territorio. Así lo reconocían ya en los años treinta algunos colaboradores (Tsanka) del Jagi-jagi, el órgano de los mendigoizales, diciendo expresamente que la raza ya no se podía recuperar como tal.

Arana se encontró con esta imposibilidad de recuperacion y de distinción física simple. Españoles, vascos o franceses, eran y son físicamente iguales. Sin embargo, Arana estaba convencido de una supuesta superioridad moral de los vascos. Nobleza, virtudes, religiosidad católica, costumbres etc. eran argumentos favoritos de los primeros nacionalistas frente a los españoles que ellos conocían, la mayoría emigrantes obreros que, sin duda, tampoco representaban a la totalidad de los hispanos. La salida para la identificación fue aplicar una suerte de apellidismo, según la cual eran vascos, y admitidos como miembros del primer PNV, quienes tenían al menos los primeros cuatro apellidos vascos. Esto no garantizaba ninguna pureza racial, puesto que los apellidos solo empezaron a ser usados masivamente en el siglo XVIII, y teniendo en cuenta el mas que probable mestizaje pre-apellidos. Pero al menos significaba que el individuo y sus antecesores estaban en Euskadi en ese momento. Y tenían,como mínimo, una naturalización vasca, que acreditaba en principio su pertenencia cultural y espiritual al mismo colectivo, desde hacía al menos 200 años. Esta venía a ser la mayor parte de las veces la única garantía (si bien endeble) de que un apellido vasco significaba, al menos, la permanencia en el solar y por tanto la pertenencia espiritual a la etnia vasca. 

De ese modo se preservaba, si no la sangre y la raza, si la aculturación vasca y la participación en la nobleza y espiritualidad de los vascos, “evidentemente” superior a la de sus contiguos españoles.

Pero tampoco el apellidismo podía sostenerse mucho tiempo como supuesta garantía de esta, también supuesta, superioridad. La fuerte mezcla producida desde principio del siglo XIX, los matrimonios mixtos, los hijos nacidos en el territorio, la propia aculturación de muchos emigrantes hacía insostenible el mantenimiento del apellidismo, como condición de militancia nacionalista.

Desde mediado el siglo XX esta realidad es mucho mas evidente, sobre todo entre los grupos jóvenes que por distintos medios darán origen a la izquierda abertzale. No solo ETA, también el PNV, ANV por supuesto y otros, encontrarán la fórmula de una nueva nacionalización vasca, para todo aquel que quiera serlo, en el sentido fuerte del término, independientemente de su origen, sus apellidos o sus anteriores adscripciones.

Esto que hubiera sido escandaloso en el siglo XIX, era de curso normal ya en los años sesenta del XX. Entre los fundadores de ETA, entre los mejores euskaltzales de la época, entre dirigentes del PNV, ANV etc, encontramos una mezcla natural de apellidos y una nueva concepción de la etnica vasca. Que no era, y es, otra que la voluntad individual de ser política, social y culturalmente vascos. En esta voluntad, que “nacionalizaría” vascos a muchos españoles, es muy importante la actitud política y social, en favor de la causa vasca: la independencia, el idioma, el respeto a las costumbres etc.

Entre los militantes de aquella época hay numerosos ejemplos de mezcla de apellidos, que tal vez no hubieran podido ser miembros del primer nacionalismo, pero si de los siguientes y desde luego militantes activos de la causa vasca. Baste citar a dos viejos conocidos de este blog: Krutwig y Txillardegi. Ninguno de los dos podía “presumir” de cuatro primeros apellidos vascos, pero si de haber hecho un esfuerzo considerable en el aprendizaje y maestría del euskera. Y de haber militado políticamente en la arriesgada lucha independentista vasca, teorizando al mismo tiempo su propia actitud frente al euskera, como condición mínima, no para ser vasco de raza o de apellidos, pero si para ser considerado nacional vasco. Entendiendo esto último como elección consciente e individual, libre y militante de una causa política, social y cultural. Euskera incluido.

A pesar de que en la sociedad vasca se puedan dar casos de xenofobia y rechazo a los emigrantes, similares a la de la sociedad española o francesa, es muy difícil encontrar racismos o socioracismos históricos, como los que conocemos en la Europa de los años fascistas, o en los EEUU, Sudáfrica etc. Ni siquiera en Sabino Arana, al que los analistas (?) españoles se complacen en llamar racista a todas horas o mas actualmente en Txillardegi, es posible probar racismo. En el sentido de superioridad racial que se ha practicado en otros lugares (incluida la España histórica). Dos conocidos historiadores catedráticos españoles (Solozábal y Corcuera) en sus respectivas tesis doctorales llegan a la conclusión de que el aranismo pudo ser un nacionalismo racial defensivo. Pero no un racismo de superiodidad, ni siquiera como el español de Primo de Rivera, con creencias providencial y apetencias imperiales, incluidas. En cambio los vascos, como dice Joxé Azurmendi, no tienen imperio y así está bien. Lo suyo es la libertad.

Finalmente,si tenemos en cuenta la importante aportación de los emigrantes, reconocida sin ningún reparo por todos los vascos, la integración y aportación de los nacidos de matrimonios mixtos, de los propios hijos de emigrantes, de los etorberriak de cualquier color y condición, no cabe duda que la sociedad vasca se parece mas a las que valoraba Josué de Castro en los años veinte, que a la excluyente del fascismo muchas veces racista de hispanos o galos. Hay muchos que sostienen que sin la integración absoluta de los resultados étnicos de la emigración, la ejemplar capacidad de lucha y respuesta (incluída la armada) de los vascos al Estado español, no hubiera sido la misma. Pero al margen de esto, sin duda ha sido el componente creado por el nacionalismo (con todos los errores y desviaciones que se quiera) el que abrió una época, a finales del XIX, de conciencia y capacidad de reacción nacional y social,que todavía dura.

Archivo del blog