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2017/03/15

EN TORNO A LA VIOLENCIA Y A LOS SUCESOS DEL DOMINGO EN IRUÑEA por Jose Barinagarrementeria

"..los ejemplos de la represión política pueden ser mucho más graves que cuando recibi una paliza de un grupo de policías nacionales: colectivos ilegalizados, encarcelamientos políticos, torturas, muertes, etc. Pero esto lo cuento ahora porque existe un nexo con los sucesos de la manifestación contra la represión del domingo en Iruñea: los policías eran los mismos. Creo que hay un debate detrás sobre la libertad de manifestación y la violencia. Los policías que cargaron a porrazos y con peloteras (como las que mataron a Iñigo Cabacas) son la misma gente, nada ha cambiado."
 
Más o menos hace trece años (yo tenía 17) desalojaron el antiguo gaztetxe de Barañain, un pueblo que está pegado a Iruñea. Un día después, fui con algunos amigos de Beasain a la manifestación en protesta por el desalojo. Llegamos tarde y ya había pasado algo, la policía había cargado y había dispersado la manifestación antes de empezar.
 
Aparcamos el coche y sólo veinte pasos después, una cuadrilla de antidisturbios nos dio el alto. Debido al estado de nervios en el que estábamos, a nuestra falta de experiencia y al puro miedo (no es casual, esos hombres así vestidos aterran, tapados y armados, policías de combate que también buscan la intimidación con su aspecto) algunos salimos corriendo. Acabábamos de aparcar, no habíamos hecho absolutamente nada, ni gritamos ninguna consigna ni pusimos ninguna pegatina en la pared. Pero nos dieron el alto por nuestra edad y quizá por la vestimenta.
 
A los que se quedaron los pusieron contra la pared. Los cachearon y los interrogaron, mientras les daban porrazos en las piernas. No habían hecho nada. Otros dos amigos y yo, a menos de cien metros, les increpábamos. Les llamamos cabrones y les gritamos que les dejaran en paz. También, recuerdo, que les enseñamos el culo.
 
En menos de un minuto estábamos rodeados, las furgonetas antidisturbios aparecieron de la nada. De los tres que huimos, uno logró esconderse, a los otros dos nos cogieron. A mí me persiguieron unos doscientos metros, cuando ya vi que tenía al antidisturbio encima y no podía correr más, alcé los brazos y dije “Vale, vale, vale, vale…”, es decir, acepté que me cogieran.
 
Con el impulso de la carrera y con todas sus fuerzas recibí el primer porrazo que me tiró al suelo (yo era bastante flaco), después de eso y en el suelo recibí la mayor somanta de hostias que he recibido en mi vida, entre tres policías, luego más (evitaron la cabeza), cuando ya estaba encogido suplicando por favor que pararan, me levantaron de un agarrón. Entonces iban llegando más policías. El primero que llegó sin mediar palabra me dio un puñetazo que me volvió a tirar al suelo. Me volvieron a levantar y llegaba otro: “¿qué me has llamado?, ¿qué me has llamado a mí?” y se quitó el guante para darme una tremenda bofetada. Me llevaron de los pelos hasta la furgoneta, sobre la que me pusieron con los brazos en la nuca, todo el rato me estiraban de los pelos, de las patillas, y me separaban las piernas a base de más porrazos. Allí me identificaron y me preguntaron si era de “gestoras”. Yo estaba alucinando y ni siquiera sabía de qué hablaban. Oía que un policía sugería a otro que me metieran dentro del furgón para seguir pegándome. No sé si lo decía en serio o era simplemente para aterrorizarme. Mientras tanto provocaban una cola de una decena de coches detrás, es decir, actuaban con total impunidad.
 
Luego me dejaron marchar, quizá porque ante una hipotética detención y juicio, mi relato (de un menor de edad) podría resultar creíble ante un juez, no lo sé. Apenas podía caminar. Al día siguiente tenía la mitad del cuerpo: culo, espalda, piernas… absolutamente doloridos y de color morado. Mi amigo que era algo más corpulento llego al rato exactamente igual, supongo que la paliza había sido parecida, a él, además, le cortaron las rastas del pelo con unas tijeras.
 
Sé que los ejemplos de la represión política pueden ser mucho más graves que este episodio: colectivos ilegalizados, encarcelamientos políticos, torturas, muertes, etc. Pero esto lo cuento ahora porque existe un nexo con los sucesos de la manifestación contra la represión del domingo en Iruñea: los policías eran los mismos. Creo que hay un debate detrás sobre la libertad de manifestación y la violencia. Los policías que cargaron a porrazos y con peloteras (como las que mataron a Iñigo Cabacas) son la misma gente, nada ha cambiado.
 
Es por eso, que al escuchar las declaraciones de EH Bildu y del alcalde de Iruñea en relación a la manifestación contra la represión del domingo, me entristezco y me hago preguntas. Sinceramente no creo que ese partido y esos políticos estén en contra de la violencia (como lo he estado yo siempre). Creo, simplemente, que están en contra de cualquier hecho que pueda poner en peligro su número de votos y su cuota de poder en las instituciones. Es decir, no están en contra de la violencia, sino que están en contra de las manifestaciones políticas, de la expresión popular del descontento, de ese sector de la izquierda vasca que no acata el dirigismo y una estrategia adoptada que, repito, no es una estrategia contraria a la violencia, sino una estrategia de asimilación del descontento y de una parte de nuestra historia para rentabilizarlo en forma de poder dentro de las instituciones elitistas de la burguesía.
 
Hoy más que nunca siento asco y pena, no por el abandono de la violencia, sino por el abandono de unas ideas que creo que son justas, que son el motor de un cambio que nos podría llevar a una sociedad donde las relaciones sociales sean igualitarias, y por el abandono de los y las jóvenes que las practican, no con las armas, sino con el cerebro y con el corazón. EH Bildu, sois unos hipócritas y jamás contaréis con mi voto.
 

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