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2008/09/04

El filo de las revelaciones. Jakue Pascual


En el Puente de Do Lung no hay mando, sólo cucarachas y la guitarra de Hendrix. ¡Yankee, te mataré! Máxima contrainsurgente: un ejército de turistas, acostumbrados a la cerveza fría, no puede derrotar a quienes se alimentan con carne de rata


El ventilador zumba como un helicóptero. Calor húmedo y coñac gabacho. Las palmeras recortan un telón de fuego. Este es el fin de nuestros planes, entona Jim Morrison. Hace casi treinta años acompañamos como reclutas, como rockeros que éramos con un pie en la tumba, a Conrad Coppola en un viaje hacia el corazón de las tinieblas. Ebrios de sinrazón reventamos de un puñetazo el espejo, buscando una y otra vez un reflejo de nuestro equilibrio perdido. Esperábamos una misión para sentirnos vivos y el Estado nos ofrecía un destino obligado, una chaqueta metálica, donde aliviar nuestra enorme resaca. Las razones de la inteligencia militar no admiten explicaciones. El coronel Kurtz observa cómo se desliza un caracol por el filo de una navaja. Le asedia el horror que habita en la mirada del monstruo y en las mentiras de los peces gordos. Nietzsche le catapulta más allá del bien y del mal y Sun Tzu le disciplina en el arte de la guerra. Kurtz es un semidiós en una frontera invisible. Ha traspasado el umbral: Tolerancia 0.


Pajarracos a la vista, caballería aérea. Cargan las walkirias de Wagner. Los B-52 bombardean y el napalm succiona el aire de los pulmones... Agentes Naranja, Azul, Blanco y Púrpura. Urox 22, CS y BZ. La razón científico-técnica es corrosiva. ¡Huele a Victoria! El tío Ho anuncia que el otoño será aún más abundante. Los helicópteros Huey del dictador Ferdinand Marcos abandonan el rodaje para atacar posiciones insurgentes. Charly no hace surf, proclama The Clash por megáfono. No hay que bajarse del barco. Fuera sólo hay espesura, el tigre libre de prejuicios y pleno de necesidades y aquéllos que se pasaron al lado salvaje. El espectáculo ilumina a las conejitas del «Play boy»; en la trastienda los fluidos amorosos comercian con la muerte. No puedo obtener ninguna satisfacción, vociferan los Stones. En el Puente de Do Lung no hay mando, sólo cucarachas y la guitarra de Hendrix. ¡Yankee, te mataré! Estás en el parque temático de la sicodelia. Máxima contrainsurgente: un ejército de turistas, acostumbrados a la cerveza fría, no puede derrotar a quienes se alimentan con carne de rata.


Colgada de la selva, como una anomalía decadente, la plantación colonial rememora la familia patria perdida en Dien Bien Phu. Somos los hombres huecos, somos los hombres rellenos... recitan T. S. Elliot y Kurtz. En la mini biblioteca de su templo-campamento se hallan Fausto, La Biblia, la interpretación de la leyenda del Grial de Jessie L. Weston y la rama dorada de Frazer con sus conexiones progresivas entre magia, religión y ciencia. El capitán Willard es el chico de los recados y el sacrificio ritual reinstaura el orden en el eterno círculo del caos. «El coronel es un genio pero vio demasiadas cosas y vamos a ejecutarlo en aguas peligrosas», canta Calamaro. El viaje toca a su fin entre cabezas cortadas y la base aérea del todopoderoso USA arrasa tan irregular enclave.


El Nuevo Apocalipsis nos había enseñado cuál era la esencia de la guerra. Éramos muy jóvenes y no queríamos desentendernos. Así comenzamos nuestro propio movimiento, grabando la palabra antimilitarismo en el muro de las revelaciones.

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