"En una sofisticada estrategia
de contrainsurgencia, se logró aislar política, ideológica y socialmente
al MLNV y en la que el nacionalismo reaccionario del PNV, convertido en
un apéndice de los aparatos ideológico-políticos del Estado español,
desempeñó a la perfección su tarea de contención del nacionalismo
revolucionario, negación de la lucha de clases y consolidación del
postfranquismo como Régimen político."
Pero es necesario, a modo de prólogo y de manera obligadamente resumida, recordar los antecedentes socioeconómicos y su expresión política para poder entender la sucesión de acontecimientos que ilustran el desarrollo de la lucha de clases en ese periodo.
En el siglo XIX, en los territorios mencionados coexisten dos formaciones sociales distintas, como expresión de una economía dual.
La sociedad rural, de carácter agrícola y ganadero, basada en una formación social de jauntxos (oligarcas locales), pequeños propietarios y arrendatarios, a la que habría que añadir el pequeño comercio y los asentamientos fabriles pre capitalistas , que complementaban de manera armónica las necesidades de una sociedad orientada al autoconsumo y en la que la existencia de tierras comunales un relativo equilibrio junto a la presencia de la Iglesia como factor importante de ordenación social.
La expresión política de esta sociedad, con una estructura administrativa basada en los Fueros, consagraba la hegemonía política de los jauntxos. A la vez que dotaban a la sociedad rural de una preeminencia clara sobre la otra formación social (la sociedad urbana).
La sociedad urbana, con una estructura comercial que superaba el ámbito del país y a la que se le añadía una naciente industrialización (minería y siderometalúrgica) que convivía con el comercio colonial de los jauntxos y la progresiva emigración del campesinado a la ciudad.
El sistema foral, que dificultaban la exportación de hierro, como consecuencia de la existencia de los aranceles aduaneros, que a la vez, impedían la consolidación de un mercado español, hacían que fuera indispensable para las clases urbanas nacientes la solicitud de un intervencionismo estatal que favoreciera el despegue siderometalúrgico. Lo que determinaba una ideología liberal y anti foral, con una orientación española que garantizara sus intereses económicos y políticos.
La dualidad del país ya era evidente en la primera mitad del siglo XIX, pues si por una parte estaba implicado en el desarrollo económico y político del estado español, al mismo tiempo, la sociedad rural y el sistema político dominante (los Fueros) le conferían una características diferenciadas del resto del Estado.
El proceso de abolición de los Fueros no era la expresión de un conflicto nacional, sino una exigencia del desarrollo de las nuevas fuerzas productivas apoyado por la naciente burguesía vasca. Por eso la derrota carlista y la abolición de los Fueros, expresa la derrota de la sociedad vasca precapitalista y la victoria de la sociedad naciente urbano industrial, también vasca.
La transformación del Estado español en una sociedad burguesa, hecha de un modo impositivo, autoritario y antidemocrático en el que las desamortizaciones de 1836, 1855 y 1856 fueron un claro exponente, evidenciaba una pseudo revolución que estaba basada en el pacto entre la antigua oligarquía agraria y las nuevas clases burguesas. Por otra parte, el hecho de que las nacientes clases burguesas vascas encontraran en las tropas liberales, ajenas al país, su mayor apoyo y que estas actuaran como fuerzas de ocupación, explica que el campesinado vasco sintiera la necesidad de luchar contra el liberalismo, a pesar de las relaciones de casi servidumbre que tenía en su relación con la oligarquía rural y la Iglesia, que se sentía lesionada por el auge del liberalismo económico e ideológico.
Pero cuando se habla de los Fueros, suele hacerse desde dos puntos de vista que no suelen tener un carácter complementario sino excluyente. Por un lado, la ordenación de la sociedad en un sentido pre capitalista y fundamentalmente reaccionario. Por otro, la afirmación desde un punto de vista abstracto y con un componente mítico, de la capacidad de autogobierno del pueblo vasco, al margen de cualquier otra consideración en las que relaciones económicas y la lucha de clases tengan algo que ver y menos que explicar.
En realidad la capacidad de autogobierno lo administraba, en beneficio propio, la oligarquía rural en las cuatro regiones vascas.
Herri Gorri
Abordar “la cuestión nacional “en Hego Euskalerría – la Euskalerría peninsular (Araba, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra) es entrar de lleno en la historia moderna de estos territorios en el espacio de tiempo comprendido entre la segunda mitad del siglo XIX y el siglo XX. Es situar la aparición del nacionalismo vasco y su desarrollo, paralelo al proceso de industrialización, iniciado primero en Vizcaya y Guipúzcoa y ya en pleno siglo XX en Alava y Navarra.
Abordar “la cuestión nacional “en Hego Euskalerría – la Euskalerría peninsular (Araba, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra) es entrar de lleno en la historia moderna de estos territorios en el espacio de tiempo comprendido entre la segunda mitad del siglo XIX y el siglo XX. Es situar la aparición del nacionalismo vasco y su desarrollo, paralelo al proceso de industrialización, iniciado primero en Vizcaya y Guipúzcoa y ya en pleno siglo XX en Alava y Navarra.
Pero es necesario, a modo de prólogo y de manera obligadamente resumida, recordar los antecedentes socioeconómicos y su expresión política para poder entender la sucesión de acontecimientos que ilustran el desarrollo de la lucha de clases en ese periodo.
En el siglo XIX, en los territorios mencionados coexisten dos formaciones sociales distintas, como expresión de una economía dual.
La sociedad rural, de carácter agrícola y ganadero, basada en una formación social de jauntxos (oligarcas locales), pequeños propietarios y arrendatarios, a la que habría que añadir el pequeño comercio y los asentamientos fabriles pre capitalistas , que complementaban de manera armónica las necesidades de una sociedad orientada al autoconsumo y en la que la existencia de tierras comunales un relativo equilibrio junto a la presencia de la Iglesia como factor importante de ordenación social.
La expresión política de esta sociedad, con una estructura administrativa basada en los Fueros, consagraba la hegemonía política de los jauntxos. A la vez que dotaban a la sociedad rural de una preeminencia clara sobre la otra formación social (la sociedad urbana).
La sociedad urbana, con una estructura comercial que superaba el ámbito del país y a la que se le añadía una naciente industrialización (minería y siderometalúrgica) que convivía con el comercio colonial de los jauntxos y la progresiva emigración del campesinado a la ciudad.
El sistema foral, que dificultaban la exportación de hierro, como consecuencia de la existencia de los aranceles aduaneros, que a la vez, impedían la consolidación de un mercado español, hacían que fuera indispensable para las clases urbanas nacientes la solicitud de un intervencionismo estatal que favoreciera el despegue siderometalúrgico. Lo que determinaba una ideología liberal y anti foral, con una orientación española que garantizara sus intereses económicos y políticos.
La dualidad del país ya era evidente en la primera mitad del siglo XIX, pues si por una parte estaba implicado en el desarrollo económico y político del estado español, al mismo tiempo, la sociedad rural y el sistema político dominante (los Fueros) le conferían una características diferenciadas del resto del Estado.
El proceso de abolición de los Fueros no era la expresión de un conflicto nacional, sino una exigencia del desarrollo de las nuevas fuerzas productivas apoyado por la naciente burguesía vasca. Por eso la derrota carlista y la abolición de los Fueros, expresa la derrota de la sociedad vasca precapitalista y la victoria de la sociedad naciente urbano industrial, también vasca.
La transformación del Estado español en una sociedad burguesa, hecha de un modo impositivo, autoritario y antidemocrático en el que las desamortizaciones de 1836, 1855 y 1856 fueron un claro exponente, evidenciaba una pseudo revolución que estaba basada en el pacto entre la antigua oligarquía agraria y las nuevas clases burguesas. Por otra parte, el hecho de que las nacientes clases burguesas vascas encontraran en las tropas liberales, ajenas al país, su mayor apoyo y que estas actuaran como fuerzas de ocupación, explica que el campesinado vasco sintiera la necesidad de luchar contra el liberalismo, a pesar de las relaciones de casi servidumbre que tenía en su relación con la oligarquía rural y la Iglesia, que se sentía lesionada por el auge del liberalismo económico e ideológico.
Pero cuando se habla de los Fueros, suele hacerse desde dos puntos de vista que no suelen tener un carácter complementario sino excluyente. Por un lado, la ordenación de la sociedad en un sentido pre capitalista y fundamentalmente reaccionario. Por otro, la afirmación desde un punto de vista abstracto y con un componente mítico, de la capacidad de autogobierno del pueblo vasco, al margen de cualquier otra consideración en las que relaciones económicas y la lucha de clases tengan algo que ver y menos que explicar.
En realidad la capacidad de autogobierno lo administraba, en beneficio propio, la oligarquía rural en las cuatro regiones vascas.