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2014/03/21

Entrevista con Emilio López Adan "Beltza" sobre su obra “ETAren estrategia armatuaren historiaz”

"...hemos sido críticos con una ETA que considerábamos autoritaria, etapista y nacionalista, y, al mismo tiempo, hemos sido solidarios con los militantes víctimas de la represión y copartícipes en muchos frentes. Esta situación particular de crítica y solidaridad ha tenido poco eco en la prensa, incluso en la militante."

Autor: http://socialistapopular.blogspot.com.es/

UNA MEMORIA DEL CICLO DE LA LUCHA ARMADA DE ETA

 1) ¿Cuáles son las motivaciones que te han llevado a publicar “ETAren estrategia armatuaren historiaz”?

Respuesta: Primero, la conciencia del final de un ciclo, el de la lucha armada. Para varias generaciones, incluida la mía, la existencia de la lucha armada ha sido una constante vital y referencial. Ha habido otras organizaciones armadas, destruidas por la represión o que han elegido la auto-disolución; ETA ha sido la única en estos últimos años y ahora su decisión parece definitiva. El final de la lucha armada es el de un ciclo lleno de acontecimientos, contradicciones y significados. ¿Ha servido para algo? ¿Ha tenido un sentido dentro de lucha de liberación nacional y (o) social? Su final autoriza y obliga a una reflexión: mi libro es un análisis memorial de ese ciclo y, sin pretensiones de ser una historia “definitiva”, espera contribuir a su comprensión.

Luego, yo pertenezco a los patriotas enemigos del estado, de cualquier estado, que buscan las razones de su acción local en los valores generales de la revolución social. Su referente más conocido en Euskadi han sido el gran movimiento popular y obrero autogestionado de los años setenta, los movimientos sociales anticapitalistas y antiautoritarios, incluyendo al ecologismo radical, y, en el plano de la lucha armada, los Comandos Autónomos Anticapitalistas. En general, hemos sido críticos con una ETA que considerábamos autoritaria, etapista y nacionalista, y, al mismo tiempo, hemos sido solidarios con los militantes víctimas de la represión y copartícipes en muchos frentes. Esta situación particular de crítica y solidaridad ha tenido poco eco en la prensa, incluso en la militante. El libro pretende también reivindicar la memoria de esa parte abertzale y de izquierda que no es la Izquierda Abertzale orgánica.

2) ¿Cuáles serían las señas de identidad de ETA a nivel organizativo?

Respuesta: La ETA de la que habla el libro es ETA-m (militar), o, para ser más precisos, la Organización Socialista Revolucionaria Vasca de Liberación Nacional, ya que la palabra “militar” desaparece oficialmente después de la fusión con los “Bereziak” (comandos provenientes de ETA político-militar) en 1977. Mucha gente, incluso los militantes cercanos, le ha seguido llamando así, militar. ETA se autodefine como eje y vanguardia de la revolución socialista vasca, revolución que tiene una estrategia político-militar basada en una lectura marxista (e incluso leninista) de la organización, pero con una particularidad: el núcleo dirigente no lo forma el partido sino la organización armada. Esta lectura organizativa se encuentra dentro de opciones importantes, como el Bietan Jarrai (separación de las organizaciones armadas y las políticas) o el KAS-Bloque Dirigente; es también el fondo de la crisis del partido marxista HASI en 1988, quien ulteriormente desaparece. Se trata, en mi opinión, de una lectura militarista y autoritaria, causa de muchas depuraciones y de muchos silencios internos, y, hacia afuera, mecanismo de las crisis repetidas en los movimientos sociales, donde la gente de la Izquierda Abertzale oscila entre la sana participación abierta y el intento de control: en este último aspecto la historia de los ASK [1] al final de los años ochenta es ejemplar y en el actual movimiento contra el TAV todavía se ven flecos.

Este modelo se cambia ligeramente en 1995 con la Alternativa Democrática, dándoles a Herri Batasuna y a las otras organizaciones no armadas de la Izquierda Abertzale un mayor protagonismo en la confrontación con el Estado; entra luego en crisis a partir de la época de Lizarra-Garazi (1998-1999), y parece que a partir de la Declaración de Anoeta es la parte civil de la Izquierda Abertzale quien toma las riendas. Esto coincide con el final del ciclo armado.

3) ¿Puedes analizar la evolución de la estrategia armada de ETA frente a cambios socio-políticos?

Respuesta: Al hablar de “estrategia armada” el libro se refiere específicamente a la que a partir de 1974 pone en marcha ETA-militar y continúa con la ETA actual. Su objetivo es obligar a los “poderes fácticos” (los mandos militares y la oligarquía que, según ETA, controlan el final del franquismo y la transición) a aceptar la llamada “alternativa táctica KAS”, es decir las condiciones para realizar (siempre según ETA) una “democracia auténtica”. Esas condiciones, que luego se repetirán en la Alternativa Democrática y de las que oiremos hablar hasta hace pocas fechas, pueden condensarse en tres: reconocer el derecho del pueblo vasco a la autodeterminación, unificar a las cuatro provincias de Euskadi Sur en una sola entidad política y administrativa (“territorialidad”) y la amnistía completa (asociada, evidentemente, a una legalización sin recortes de las opciones políticas independentistas). La vía para lograrlas no es vencer militarmente al Estado: ETA descarta las opciones de insurrección y de guerra revolucionaria, para las que no ve condiciones ni sociales ni estratégicas. La vía es una repetición constante (“prolongada”) de acciones armadas dolorosas y controladas contra poderes fácticos y fuerzas de represión, acciones que provoquen tal “desgaste” que el enemigo se avenga a aceptar las condiciones de la organización revolucionaria. Llegaríamos así a la “democracia auténtica”, donde ETA dejaría las acciones armadas (sin desaparecer ni desarmarse) y quedaría como garante para que el Estado no se vuelva atrás; comenzaría así una nueva etapa con “objetivos estratégicos” (independencia, reunificación, socialismo y euskaldunización) para la que no se postula una continuidad necesaria de la acción armada.

Esta estrategia aparece como realista y tiene una aceptación popular muy amplia hasta (más o menos) 1982. La confirmación de España como “democracia europea”, la entrada de gobiernos socialistas en el Estado y del PNV en la Comunidad Autónoma de Euskadi, el reforzamiento de la protección de los objetivos militares de ETA, la modernización de la represión de la mano de expertos como Cassinello, la barbarie represiva tipo GAL… todo se conjuga para hacer comprender a ETA que su estrategia armada no iba a dar los frutos esperados. Para forzar la negociación, ETA modifica sus acciones armadas buscando un mayor impacto, y lo hace introduciendo dos variantes: acciones más sofisticadas mediante temporizadores y coches-bombas, y extensión de sus acciones a las grandes ciudades del estado español. Como consecuencia de esos “atentados masivos” la población civil resulta directamente amenazada, y la proporción creciente de víctimas no implicadas crea una modificación en las opiniones sociales: el término “terrorismo” deviene aplicable a esas acciones y algunos lo extienden a toda la actividad armada. Añadamos que en 1986 ETA había ejecutado a su antigua militante María Dolores Gonzalez Katarain, Yoyes, fecha que fue para muchos el detonante en el paso del sostén incondicional al malestar crítico. El cambio de apreciación social y la respuesta represiva del Estado, que detiene en Bidart (1992) al Comité Ejecutivo de ETA, echan por tierra las esperanzas puestas en 1992-1993, tope donde la Izquierda Abertzale esperaba que la plena integración de España en la Comunidad Europea no se haría sin solucionar previamente el conflicto armado vasco.

Alrededor de 1995, con una idea menos etapista de los objetivos (la construcción de una "Euskal Herria independiente y socialista" no debía demorarse hasta el momento en que ETA consiguiera arrancar del Estado español la negociación, sino que ambos procesos, negociación y construcción nacional, constituirían procesos “independientes pero complementarios”) y una mayor participación de las organizaciones civiles en la confrontación (“Oldartzen”), ETA piensa que los “poderes fácticos” equivalen ya al gobierno del Estado, y dentro de la estrategia de “socialización de las consecuencias del conflicto” deja la acción callejera en otras manos y se concentra en los responsables del “núcleo central del conflicto”. Aparecen así las acciones contra cargos electos, responsables políticos, funcionarios no armados, creadores de opinión (periodistas…), etc. Esta estrategia no sólo no da los frutos esperados, sino que determinadas acciones (muerte del concejal del PP Miguel Ángel Blanco o secuestro prolongado del funcionario de prisiones Ortega Lara) son conmociones sociales seguidas por movilizaciones anti-terroristas amplias y eficaces. La “doctrina Garzón”, o sea considerar que toda la Izquierda Abertzale e incluso sus aledaños forman parte de ETA y perseguirlos en consecuencia, es parte de una posición neta del estado, que ya será fija: abandonar toda veleidad de negociación y concentrarse en una estrategia única de victoria policiaca y venganza social (Pactos Antiterroristas). En Herri Batasuna aparece la opción de finiquitar la lucha armada, y da la impresión de que las rupturas de tregua en los periodos de Lizarra-Garazi (1999) y Loiola (2006) obedecen más a un intento de ETA para frenar la hegemonía creciente en Herri Batasuna de esa tendencia que a una nueva orientación estratégica de la organización armada. Pero nos faltan datos para considerar ese último periodo con distancia, conocimiento y ecuanimidad.

4) Se podría decir que ETA ha abandonado la actividad armada sin conseguir ninguno de sus objetivos estratégicos y dejando un panorama difícil para la resolución de ciertas cuestiones acuciantes, como, por ejemplo, la de los presos. Por otro lado, la coyuntura de crisis económica ha relegado en parte, el protagonismo mediático y social que acaparaba el conflicto vasco. ¿Qué análisis se puede hacer al respecto?

Respuesta: Fríamente, así es: ETA ha abandonado la actividad armada sin que ninguno de sus objetivos se haya realizado. Ni territorialidad, ni autodeterminación, ni amnistía. Hay que recordar que esos objetivos no eran negociables: el estado tenía que aceptarlos para que la acción armada cesara. Muchos han pensado que en la coyuntura de 1989, o sea las negociaciones de Argel, ETA tenía que haberse dado cuenta de que la estrategia armada centrada en la negociación no iba a dar los frutos deseados y que era hora de saber “vender la moto”, o sea, aceptar una “negociación técnica” de amnistía por cese de la actividad armada entre ETA y el estado y confiar los otros objetivos a la acción de partidos políticos y movimientos sociales. De hecho, las primeras manifestaciones serias de crítica interna aparecen después de Argel: son Iñaki Esnaola, Txema Montero, Iulen Madariaga, Txillardegi, la ponencia “Urrats Berri”, las críticas públicas de Txelis Alvarez Santacristina… Porque para negociar hay que estar en pie y armado; de rodillas y desarmado no se negocia nada. La declaración de Anoeta (2004), iniciativa de Herri Batasuna aceptada por ETA, adopta el esquema de los críticos de 1982, pero ya es tarde para negociar de igual a igual y la organización abandona la lucha armada con 700 presos dentro y sin ningún compromiso para sacarlos. Creo que la cuestión de los presos es una tragedia, sobre todo porque durante largos años, cuando la negociación técnica aún era realizable, se hizo creer que aceptarla era una especie de traición liquidacionista.

De otra parte, y aceptando que la amnistía no puede hoy llegar como consecuencia de la presión armada, es casi evidente que su realización tendría que llegar de la mano de una profunda modificación de la estructura mediática y ejecutiva en España. Los gobernantes de hoy tienen demasiado integrada la idea de que la victoria policiaca es total y de que la venganza es legítima y rentable. Una revolución social en todo el estado español, o al menos una profunda transformación que pusiera fuera de juego a la actual casta política y a sus colaboradores mediáticos, esa sí podría integrar una amnistía, como el Frente Popular en 1936, que hasta los anarquistas le votaron. Pero la motivación no sería la “radicalidad de la lucha armada”, sino la auténtica participación solidaria de los vascos independentistas en ese movimiento social conjunto. Y, por desdicha, la propuesta estratégica de los representantes políticos del colectivo de presos no es la solidaridad internacionalista sino separarse cuanto antes de esa España a quien consideran responsable de todo mal, incluida la crisis actual.

5) ¿Cómo se ha producido el cambio de correlación de fuerzas entre el sector político y el militar?

Respuesta: Como he dicho antes, no tenemos ni la información ni la serenidad suficientes como para hablar del tema. Los propios protagonistas se expresan con cuentagotas; personajes de primera importancia como Arnaldo Otegi han comentado recientemente las acciones de ETA contrarias al proceso: ahora sabemos que no estaban de acuerdo, pero cuando en su momento hablaron no lo parecía.

Hay que entender que la antigua fidelidad y la ausencia de crítica pública han estado muy presentes: a una organización clandestina y autoritaria no se le critica desde dentro, tanto por miedo a ayudar al enemigo como por convencimiento de que fuera del grupo elegido que construye el porvenir no hay nada… ni nadie. Los críticos externos también, y me refiero evidentemente a los críticos que pertenecen a la izquierda abertzale en su sentido amplio, han andado con pies de plomo, todos por miedo a alimentar la doctrina Garzón y algunos por temor personal al rodillo de la Izquierda Abertzale. Txema Larrea decía que para hablar de ETA sólo no dejaban dos posibilidades: apologista o traidor. Y era mucha incomodidad.

Por mi parte, veo dos factores a analizar: uno, las razones que llevan a un grupo amplio de cuadros y dirigentes de la Izquierda Abertzale a convencerse de la necesidad de liquidar el exponente armado; otro, las modificaciones en las condiciones de existencia y reproducción del núcleo referencial (y/o) dirigente de la organización armada, que les llevan primero a combatir y luego a aceptar la primacía de los dirigentes civiles. Sobre el primer punto, se ha hablado de las consecuencias de la represión y de las ilegalizaciones, que introducen un desfase total entre las posibilidades de ocupar puestos de poder y la realidad de una marginación política absoluta; también se ha insistido sobre las condiciones de vida de cuadros y dirigentes, tanto sobre su apreciación cercana y realista de la sociedad vasca como sobre su integración en una pequeña burguesía influyente. Con respecto a la organización armada, se puede barajar la posibilidad de que la necesidad táctica de preservar de la represión al núcleo referencial pueda haberse convertido en un alejamiento físico de la realidad local y en una visión ideologizada a través del prisma de los países de refugio; el cambio político “realista” de los últimos años estaría así en relación con la propia transformación de los países de acogida.
Pero todo eso no son más que hipótesis.

6) En paralelo al anuncio de ETA (y quizás por esto) se produce el éxito electoral de las fuerzas abertzales. Dentro de la nueva estrategia se renuncia a mantener activos de la trayectoria revolucionaria. En esta actual deriva hacia la socialdemocracia, ¿cómo crees que se conformarán las bases de la I.A.? ¿seguirá manteniendo esa cohesión histórica? ¿se podría hablar de disidencias desde sectores más radicales? ¿Qué peso puede tener en ello la actual postura oficial de la I.A. con respecto a la violencia política?

Respuesta: Bueno, el éxito electoral sí que está ligado al abandono de la lucha armada. No hay sino que comparar los 333.620 votos de 2011 con los 100.000 “votos de oro” resistentes de 2009, o con la caída manifiesta de los votos abertzales en la época de los atentados masivos (de 776.706 en 1986 a 575.629 en 1994). Por otra parte, la recuperación parcial de aquellos votos significa que la izquierda abertzale, en su sentido amplio, representa a una parte muy grande de la sociedad vasca, que es un grupo social capaz de mantener su identificación con los objetivos últimos (independencia y socialismo) y con la radicalidad de ETA contra el estado, y eso a pesar de los errores gravísimos de la actividad armada. Más aún, ese sector social es capaz de seguir pidiendo la amnistía para los actores de acciones terroristas, lo que sería inexplicable sin una empatía profunda con esos actores. Precisamente, una de las razones de la publicación de este libro es intentar explicar las razones de esa empatía, que, en mi opinión, tanto porque es profunda como porque no es acrítica, honra a la izquierda abertzale.

Por mi parte, celebro el abandono unilateral de la lucha armada, y no porque sea contrario a la violencia revolucionaria sino porque dentro de la actual correlación de fuerzas y de los objetivos que ETA misma marcaba, lo que se hacía en Euskadi le hacía más daño a la revolución que a la reacción. Luego, como vosotros señaláis, las propuestas políticas actuales de la Izquierda Abertzale parecen una deriva socialdemócrata. Ciertamente, hace dos o tres años el deseo político de abandono unilateral de la lucha armada se compensaba con una llamada a la confrontación abierta y extendida contra el estado; hoy en día parece que la confrontación se reduce a la confrontación electoral y que los campos de intervención privilegiados son las instituciones. El Congreso fundacional de Sortu está por celebrar y ya veremos que da, mientras que las críticas contra la deriva socialdemócrata se multiplican. ¿Saldrán de la confidencialidad?

Soy incapaz de hacer pronósticos. Es muy probable que si deriva socialdemócrata haya, la habrá bajo la dirección de los antiguos cuadros leninistas y esto traerá que la fidelidad a la organización, a sus muertos y a sus presos traiga una aceptación de la continuidad, sea cual sea, y una ausencia de alternativa.

 Restaurar la lucha armada, no creo que nadie quiera hacerlo siguiendo la línea anterior. En una nueva línea de confrontación violenta con los gestores de la crisis actual, y eso sería harina de otro costal, tal vez no implicaría a los mismos grupos sociales.

7) Al hilo de lo anterior, y tras la larga trayectoria radical en las formas y en el fondo ¿Desde qué nivel de conciencia actuaran las nuevas generaciones?

Respuesta: Ya os dije al concertar la entrevista que, si bien todavía tengo algo de memoria y bastantes documentos del pasado, me veo muy mal como analista del porvenir. De las nuevas generaciones me separan casi cincuenta años, y eso no lo arregla nadie… Tengo la impresión de que en la Izquierda Abertzale se ha insistido demasiado en que el colectivo portador de soluciones tiene que buscarlas priorizando una salida nacional, en particular creando un estado propio. En cierta manera, se ha aceptado que cuanto más nacionalista (“abertzale”) se sea, más revolucionario se es. La crisis actual, por el contrario, está profundamente ligada a la internacionalización del capital y de sus gestores, y yo participo en la idea de que contra ellos el remedio no es crear pequeños estados hipotéticamente liberados sino aunar fuerza en estrategias transnacionales (que serían respetuosas totalmente de las particularidades locales). Por eso soy pesimista sobre el porvenir revolucionario de la Izquierda Abertzale.

Por otra parte, años y años de desconfianza contra estado e instituciones, tanto por extranjeras como por extrañas, es un buen terreno de cultivo para identificar democracia con auto organización y confrontación; las clases y grupos sociales que se implicarán en esos procesos existen en Euskadi, respiran, se mueven, son jóvenes y nos abren un porvenir.

8) No se puede negar que ETA se convirtió en el referente de resistencia y lucha en Euskal Herria y que ha generado simpatías fuera de su entorno político y geográfico, sobre todo entre quienes defienden el uso de la lucha armada, en ocasiones de forma mitificada y acrítica. En este sentido ¿Qué tipos de acciones sería necesario desmitificar o criticar?

Respuesta: Las críticas a acciones armadas que aparecen en el libro están ligadas a las discusiones que sobre la violencia revolucionaria y el terrorismo han tenido lugar en la tradición revolucionaria marxista y, particularmente, libertaria. No son nuevas en sí, ni nuevas por mi parte; están ya recogidas en el libro que los amigos de Likiniano me publicaron en 1998 (Terrorismo eta biolentzia iraultzailea). En general, podemos decir que una buena parte de esa tradición revolucionaria distingue muy claramente entre las acciones contra opresores y fuerzas represivas y las acciones que, aunque estén destinadas a hacer ceder a las clases dominantes, se dirigen contra los humildes, los trabajadores o los no implicados en el conflicto. Así mismo, esa tradición, aunque afirma la legitimidad de la revuelta violenta e incluso armada, execra el militarismo y la disciplina ciega. No es la única, y dentro de las referencias contradictorias que hay en las izquierdas las mías son Engels, Kropotkin, Victor Serge, George Orwell, Albert Camus… Quiero dejar claro, y espero que los lectores lo hayan visto así, que la crítica a las acciones terroristas está hecha para defender la violencia revolucionaria y no para servir a los estados democráticos actuales.

Una atención particular merecen las justificaciones de la violencia que excluyen toda responsabilidad del activista: la única culpa sería del sistema, del capitalismo o del estado, que “obligan” al activista a actuar. El libro las trata ampliamente para contradecirlas: el activista es responsable de lo que hace, y asumirlo es parte de su grandeza. Un capítulo específico son las acciones donde una fuerte carga explosiva contra un objetivo civil se deja en manos de la respuesta policiaca a un aviso telefónico. Es el caso de Hipercor (1987). ETA misma había ya respondido después de la segunda explosión que mató trabajadores de la central nuclear en construcción de Lemoiz: según aquella ETA, dejar la posibilidad de hacer víctimas civiles en manos de un enemigo despiadado, que puede aceptarlas con el fin de desprestigiar a la organización revolucionaria, no era una estrategia admisible. La pregunta es por qué se olvidaron esas reflexiones en 1985, y la respuesta de bastantes observadores está en el relevo generacional entre los antiguos “milis” y los nuevos dirigentes “berezis”. Es una hipótesis, como lo es la influencia de los puntos de vista de la escuela de Alain Badiou entre 1995 y 2005, cuando algunos intelectuales de la Izquierda Abertzale sostenían que el proyecto político emancipador encarnado en ETA, la Izquierda Abertzale y el Pueblo no tenía otros límites éticos que los de su propia victoria. Como he dicho, mis referencias son otras.

Pero, como en el tema del último periodo de las relaciones entre ETA y Batasuna, dar nombres y atribuir responsabilidades es incompatible con una situación donde el estado busca razones (o pretextos) para una política de venganza. Dejemos el tema así, impreciso, no es tiempo para la concreción.

9) ¿En qué términos podríamos situar hoy en día el debate sobre la violencia política desde una óptica revolucionaria?

Respuesta: Después de subrayar la existencia de unos límites éticos, el problema fundamental sigue siendo el análisis concreto de la situación concreta. La revuelta armada tiene en cuenta una correlación de fuerzas que permita esperar razonablemente la victoria, tiene en cuenta la disposición y las apreciaciones de la gente y estudia la proporcionalidad entre las acciones y sus consecuencias. Ciertamente, puede haber revueltas espontáneas tan crudas y tan sentidas donde incluso desesperando de todo hay que tomar las armas, pero una previsión analítica y estratégica es inconcebible sin análisis profundo y racional. Sin pretensiones de poseer la buena respuesta, diría que hoy en día y aquí mismo el sabotaje asumido es el límite de la violencia que la gente puede aceptar. Luego, más adelante y como la crisis siga agravándose y la violencia de las clases dominantes continúe, el cambio de paradigma puede ser absoluto. Mientras tanto, el principio del derecho a la violencia para conseguir la libertad, e incluso la obligación moral de asumirla, son cosas que la izquierda tiene que seguir defendiendo.

10) Después de la guerra sin cuartel que se ha desarrollado en E.H., y tomando como ejemplo el debate actual sobre “la reconciliación y el perdón a las víctimas”, ¿cómo entender cuestiones tan peliagudas desde una moral revolucionaria?

Respuesta: El problema de las víctimas, con la actualidad y las connotaciones que tiene, es reciente, y la literatura revolucionaria sobre el tema, escasa, al menos en lo que yo conozco. Mis referencias conceptuales son más bien “liberales” (en el sentido que el término tiene no en Europa sino en los Estados Unidos, por ejemplo). O sea, las víctimas tienen derecho a una presencia política y legal que en la época de las grandes ideologías se les negaba, pero es un absurdo colocarlas en el epicentro de las respuestas a situaciones conflictuales. Reparación y reconciliación, así mismo, son terrenos que no se recubren, tienen protagonistas y tiempos distintos y es muy probable que la segunda siga a la primera.

Pienso que ETA debiera, como el IRA, distinguir entre víctimas implicadas y no implicadas, reconocer el dolor causado a las primeras y pedir perdón a las segundas. La declaración del IRA (2002) decía: “(Es justo) que reconozcamos todas las muertes y heridas que hemos causado a los no combatientes: sinceramente, pedimos perdón y ofrecemos nuestras condolencias a todas sus familias. (Asimismo sabemos que) ha habido muertes entre los combatientes de ambos bandos; reconocemos también el dolor y la pena de sus allegados”. Un comunicado de este tipo, creo, permite respetar el sentido de un enfrentamiento armado que, sin renunciar al heroísmo de sus combatientes, es capaz de criticar sus propias derivas terroristas; facilita además la tarea de los presos políticos que, sin equilibrios para perdones individuales, pueden referirse a la declaración de la organización armada; y, en última instancia, busca un gesto equivalente de los gobiernos para traer una ley orgánica (o equivalente) que, reconociendo las responsabilidades de la represión y en nombre de principios generales, debiera aunar el reconocimiento de las víctimas con la liberación de los presos, premisas para realizar el valor superior de la reconciliación.

 No es una respuesta desde la moral revolucionaria, pero no tengo otra.

11) Más allá de cierta afinidad por prácticas concretas, simpatía por ciertos métodos de lucha o solidaridad en clave antirrepresiva, analizando globalmente la trayectoria política, organizativa y militar de la I.A. y sus fines (ej. construcción de un nuevo estado), parece difícil casarla con los planteamientos libertarios (algo que, sin embargo, ha resultado habitualmente confuso o ambiguo) ¿Nos puedes comentar tu postura al respecto?

Respuesta: Como he señalado al principio, me considero miembro de un colectivo que concibe la independencia nacional como la autogestión de comunidades autónomas y confederadas; al estado vasco, no gracias. Asimismo, me levanto contra las vanguardias dirigentes, particularmente contra las que se creen creadoras del porvenir y se otorgan una centralidad política y una libertad ética absolutas: identifican su triunfo con la historia y con la moral, y hacen así la cama del despotismo.
Sin embargo, el mayor enemigo del pueblo y de la libertad es el estado ya constituido, todopoderoso agente directo de la represión al servicio descarado de un capitalismo que, cada día que pasa, practica con mayor violencia una guerra de clases despiadada.

En Euskadi, ETA ha sido la mayor victima del estado y, por su carácter autoritario, ha querido ser su paredro. Contra la represión, merece una solidaridad que no debería flaquear ni fallar. Pero sus intentos para ejercer un control social de tipo estatal, como la triste policía de barrio que aplicaba la pena de muerte contra los trapicheos de drogas, o la intervención manipuladora en movimientos sociales que exigen libertad de acción y de crítica, eso no se puede pasar por alto.
Esa es, pienso, mi postura y la de muchos otros.

[1ASK: Abertzale Sozialista Komiteak. Aparecen en 1977, ligados al movimiento asambleario y autogestionario; se integran en el KAS (bloque dirigente de la Izquierda Abertzale) en 1978. En 1983 abandonan la estructura tipo movimiento de masas para pasar a constituirse en una organización revolucionaria; su función, clara desde el V Congreso de 1986, es dinamizar a ecologistas, partidarios de la amnistía, colectivos de enseñanza del euskara, organizaciones vecinales, etc, dinamización que incluye la penetración de los movimientos sociales o la creación de otros específicos, al servicio de la línea general. Desaparecen en 1992 tras la depuración del partido HASI, que parecía inclinado a sustituir a la organización armada como cabeza del bloque. La labor de dinamización y dirección de movimientos la asume el propio KAS hasta la creación del grupo EKIN en 1999. Este último ha desaparecido durante el cambio democrático actual.

El legado político de Azkuna

"Populismo de extrema derecha tan chabacano como el del rey español adornado con “localismos”. Agresivo, duro y autoritario con el débil y servil y callado con el poderoso."

Autor: Borroka garaia da!

La ama de Azkuna fue una humilde costurera que conoció el exilio en Francia y su aita un obrero metalúrgico que engrosó las filas del Eusko Gudarostea y conoció la cárcel. Cuando Azkuna estudió medicina en Salamanca y recibía visitas, sus familiares “tenían mucho cuidado de no hablar de política con nadie, porque estaban en el pueblo, todos se conocían y ellos eran rojos separatistas”, según sus propias palabras.

Estos ahora no nos van a dar clases de democracia, cuando mis espaldas han sufrido algún porrazo y alguna estancia en la comisaría”, llegó a afirmar para justificar la presencia de los cuadros franquistas que lucen en el ayuntamiento de Bilbo y que se negó a retirar en un acto de enaltecimiento de una cruel dictadura y una humillación para las miles de víctimas de la represión franquista.

Y es que los que derrotaron al Eusko Gudarostea, los que han enviado a miles de personas al exilio, los que llenan las cárceles de rojo separatistas, dan porrazos, llevan a comisaría y explotan a la clase obrera están despidiendo con grandes honores al reciente fallecido ex-alcalde de Bilbo.

La razón es simple. Era uno de lo suyos. Un converso y renegado del abertzalismo. Un desertor del arado con vocación de oligarca. Y en eso se convirtió en vida con el impulso de la derecha vasco-española.

El PNV, fiel a su oportunismo histórico y vacío de principios acertó plenamente colocando en 1999 a la cabeza del ayuntamiento de Bilbo al que contaría con todo el apoyo de la oligarquía españolista del gran Bilbao y Neguri, sabedores del seguidismo acrítico de gran parte del electorado y toda la afiliación jeltzale. 

De esta manera, bajo las siglas del PNV, mantuvieron a un alcalde de la derecha española durante todos estos años.

Un alcalde que pese a que afirmó que con la izquierda abertzale “no voy ni a heredar”, no tuvo complejos en aceptar los votos de Euskal Herritarrok para acceder por primera vez a la alcaldía bilbotarra.

Desde la cuna del capitalismo moderno le dieron el premio al mejor alcalde del mundo. Sabían lo que hacían. Genuflexo con la monarquía española, represor y censor del movimiento social, destructor de gaztetxes y casas ocupadas, odiaba el modelo festivo de una aste nagusia popular, defensor de la tauromaquia, declaraba la “guerra al navajero” mientras se codeaba y encontraba a gusto con los ladrones de guante blanco y los creadores de desigualdad social, rechazaba la violencia “venga de donde venga” pero no dudó un instante de posicionarse siempre con las fuerzas policiales y militares españolas incluida la ertzaintza y tampoco pestañeó de utilizar a la policía municipal para sus intereses, defensor de la bandera española reinstituida por Franco, de las grandes multinacionales en contra del pequeño comercio, amigo de las constructoras y cementeras . Discursos racistas y clasistas.

Populismo de extrema derecha tan chabacano como el del rey español adornado con “localismos”. Agresivo, duro y autoritario con el débil y servil y callado con el poderoso.

Fue mimado por todos los medios de comunicación del capital y si el Guggenheim es el encefalograma barroco de la decadencia bilbaina, el legado dejado por Azkuna pese a la realidad virtual tipo Matrix en la que nos quieren enfangar es la de un Bilbao donde crece la desigualdad social, donde una casta de oligarcas y empresas se han hecho de oro gracias al sudor y sufrimiento de la clase trabajadora.

Una clase trabajadora que desde la caída del cinturón de hierro en su conjunto no ha recuperado totalmente su orgullo. Y una muestra de ello es que Azkuna se haya mantenido de alcalde con los mismos principios de los que vendieron sus planos.

Pero lo firme no es firme. Todo no seguirá igual. Y pese a que el ayuntamiento de Azkuna puso la alfombra roja al FMI, Bilbo será abertzale y socialista.

2014/03/14

“La construcción del patriarcado capitalista”: Entrevista a Silvia Federici

"Italia era una sociedad profundamente patriarcal. La influencia del fascismo fue muy fuerte, y el fascismo ensalzaba la maternidad y una imagen abnegada de la feminidad: la mujer se sacrifica por el bien común. Todos estos elementos provocaron mi entusiasmo inmediato por el movimiento feminista."

La Haine

Silvia Federici (1942, Parma, Italia), escritora, profesora y activista feminista estadounidense, se sitúa en el movimiento autónomo dentro de la tradición marxista. Es autora de Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria y de Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, ambas publicadas por la editorial Traficantes de Sueños. Silvia Federici pertenece a un grupo de pensadoras que rechazan firmemente la idea de que patriarcado, trabajo doméstico y desigualdad de las mujeres se sitúen “fuera” del capitalismo. Federici plantea en esta entrevista que el trabajo doméstico de las mujeres es en realidad un conjunto complejo de actividades que contribuyen a la reproducción de la fuerza de trabajo para el capital, y de las cuales el capital se beneficia porque se trata de un trabajo no remunerado. Además, Federici comenta los mecanismos mediante los cuales se impuso esta condición a las mujeres durante el periodo en el que tuvo lugar la acumulación primitiva mediante la violencia y la exclusión social, y no como continuación natural de una relación previa. Publicamos esta conversación entre la autora y Tesa Echeverria y Andrew Sernatinguer, publicada en Marxismo Crítico 

Tesa Echeverria (TE): ¿Háblanos un poco de ti? ¿Cómo te implicaste en la lucha feminista y cómo te convertiste en escritora?
 
Silvia Federici (SF): Me impliqué en el movimiento feminista en la década de los setenta porque, como muchas mujeres de mi generación, compartíamos un sentimiento de frustración ante nuestras perspectivas de una vida dedicada al trabajo doméstico. A finales de la década de los sesenta, llegué a EEUU para trabajar en mi tesis. Participé en el movimiento estudiantil y pacifista, y sentí que estaba en un entorno muy masculino.
La razón de mi implicación con el feminismo es mucho más profunda. Me crié en la época de posguerra en Italia. El impacto de segunda guerra mundial contribuyó a que se generara cierta desafección hacia la cuestión de la reproducción. La masacre provocada contribuyo a que nos resultara muy extraña la sola idea de idealizar la maternidad como lo hicieran nuestras madres.

Por otra parte, por supuesto, Italia era una sociedad profundamente patriarcal. La influencia del fascismo fue muy fuerte, y el fascismo ensalzaba la maternidad y una imagen abnegada de la feminidad: la mujer se sacrifica por el bien común. Todos estos elementos provocaron mi entusiasmo inmediato por el movimiento feminista.

Andrew Sernatinguer (AS): Hay pocas feministas radicales economistas, y el pensamiento marxista se ha preocupado poco por el trabajo de las mujeres en particular. Se te conoce por tu defensa del “salario para el trabajo doméstico”, ¿podrías explicarnos en qué consiste y dónde radica su importancia?

SF: En 1972 leí un artículo de una economista italiana, Maria Dalla Costa, «El poder de la mujer y la subversión de la comunidad». En dicho artículo, Dalla Costa presentaba un análisis del trabajo doméstico que respondía a muchos de los interrogantes que yo me planteaba. Ella defendía, en contra del 
planteamiento dominante en la literatura tanto radical como liberal, que el trabajo doméstico y todo el conjunto de actividades esenciales para la reproducción de nuestras vidas, en realidad, constituyen un trabajo esencial para la organización del trabajo capitalista. Se trata de actividades que no solo producen comida o ropa limpia, sino que reproducen la fuerza de trabajo. Esto las convierte, en cierto sentido, en el trabajo más productivo del capitalismo. Sin él no podrían darse otras formas de producción.

El argumento me produjo una enorme impresión y, en el verano de 1972, viajé a Italia para conocer a Dalla Costa. Entonces, me impliqué en la fundación del International Feminist Collective [Colectivo Feminista Internacional] que lanzó la Campaña Salario para el Trabajo Doméstico. Constituía la puesta en práctica de ese análisis, que básicamente ponía de manifiesto la infravaloración del trabajo doméstico bajo el capitalismo y la invisibilidad de esas tareas porque no estaban remuneradas con un salario.
 
Muchas feministas no veían con buenos ojos esta campaña porque consideraban que con ella se institucionalizaba el papel de las mujeres en el hogar. Sin embargo, una de las cosas que pretendía la campaña era precisamente visibilizar el trabajo doméstico, plantear una redefinición de en qué consistía realmente esa forma de trabajo y concienciar a la sociedad en ese sentido. Queríamos poner de manifiesto que se trata de un trabajo esencial, fundamental, y no un servicio personal prestado a los hombres y a la prole. La reivindicación tenía también una dimensión económica importante, en el sentido de que veíamos cómo muchas mujeres se veían abocadas a una relación de dependencia con los hombres al no estar remunerado su trabajo. Ahí residía la raíz de las relaciones de poder, en los casos, por ejemplo, en los que las mujeres no podían abandonar una relación de abuso por su situación de dependencia.
 
Esta condición de no asalariadas perseguía a las mujeres en todos los ámbitos, incluso cuando aceptaban un trabajo fuera del hogar. Para nosotras, ese trabajo no remunerado que acompañaba a las mujeres de por vida, explicaba indudablemente las condiciones a las que se enfrentaban al trabajar fuera del hogar: salarios más bajos y en ocupaciones en su mayor parte entendidas como extensiones del trabajo doméstico.
 
Esa reivindicación nunca fue nuestro último objetivo, pero sí una manera de equilibrar las relaciones de poder entre mujeres y hombres, y entre las mujeres y el capital. Exigía analizar el salario en sí y a preguntarnos por ¿qué es el salario? Nos llevaba a superar a Marx.
 
Para Marx, el salario oculta el trabajo no remunerado que realizan los trabajadores, pero él no acertaba a ver cómo además el salario ha sido utilizado para establecer jerarquías en el ámbito del trabajo, por razones de género, pero también raciales.
 
Creíamos que el salario para el trabajo doméstico era un elemento desestabilizador que socavaba una división sexual-social del trabajo injusta y basada en la desigualdad. En cierto sentido, cumplía la misma función que en otro tiempo cumplieran las revueltas contra la esclavitud. Solíamos decir que había una importante diferencia entre la lucha por el salario de las personas esclavas y la lucha por unas mejores condiciones salariales de los trabajadores. Echaba por tierra toda una arquitectura social extremadamente poderosa capaz de dividir a las personas y naturalizar el hecho de que una inmensa cantidad de trabajo no estuviera remunerado.
 
Este era el objetivo y la lógica que sustentaban la campaña que, como ya he comentado, encontró la oposición de muchos sectores del movimiento feminista. En los últimos tiempos, sin embargo, he percibido un cambio en este sentido. Algo que creo que refleja tu pregunta. Hay un interés renovado por el tema que creo que guarda relación con el hecho de que treinta años después se ha desvanecido en buena medida la ilusión del potencial emancipador del trabajo asalariado fuera del hogar, que entonces albergaba el movimiento feminista.

TE: La lectura de los primeros ensayos recogidos en Revolución en punto cero en los que abordas el tema de la reproducción y en los que destacas hasta qué punto se trata de una forma de trabajo valioso, y cómo el salario para el trabajo doméstico constituye una herramienta para ponerlo de manifiesto, ha sido muy esclarecedora para mí.

SF: ¡Sí! De hecho titulé el primer ensayo del libro «Salarios contra el trabajo doméstico», porque para nosotras era evidente que los salarios para el trabajo doméstico eran a la vez salarios contra el trabajo doméstico. Las mujeres que se han rebelado contra el trabajo doméstico han padecido un enorme sentimiento de culpa. Nunca se han percibido a sí mismas como trabajadoras en lucha. Tampoco sus familias o comunidades las han visto como trabajadoras en lucha cada vez que han pretendido oponerse al desempeño de esas tareas; más bien se las ha visto como mujeres malas. Hasta ese punto ha llegado el proceso de naturalización. No te ven como trabajadora, sino que estás cumpliendo tu destino natural como mujer. Para nosotras la reivindicación del salario para el trabajo doméstico suponía cortar el cordón umbilical entre nosotras y el trabajo doméstico.

TE: Y, por abordar el debate de la economía doméstica. Muchos defenderían que el modo de producción capitalista consiste en acudir a un lugar de trabajo, vender su fuerza de trabajo, obtener un salario a cambio y se acabó. El trabajo doméstico queda fuera de esa definición. ¿Me gustaría saber qué opinas sobre esto?

SF: ¡Estoy absolutamente en contra! Ahí radica la razón por la que inicié el recorrido histórico recogido en Calibán y la bruja. Quería fundamentar tanto histórica como teóricamente que el trabajo doméstico no constituía un legado ni un resto de la era pre capitalista, sino una forma específica de relación social construida por el capitalismo. Es decir, que constituía una nueva actividad.
 
El trabajo que realicé estaba orientado a mostrar cómo el capitalismo había construido la figura del ama de casa. Obviamente, esa construcción se produjo a lo largo de los distintos periodos históricos y en respuesta a distintas demandas. Arrancamos de los siglos XVI y XVII, cuando tuvo lugar la bifurcación de las actividades derivadas del trabajo, y que sentó las bases para que solo algunas de ellas fueran reconocidas como tal, con la implantación de la economía de mercado. Solo se valoraba el trabajo asalariado, y con ello se inició la desaparición de las actividades reproductivas remuneradas. Ese fue el primer paso fundacional y fundamental.
 
Obviamente, después, a lo largo del siguiente siglo y, en concreto, en el siglo XIX es posible rastrear toda una serie de políticas muy específicas. En Calibán y la bruja destaco que en Europa, llegado el siglo XVII, las mujeres habían sido expulsadas de la mayor parte de las ocupaciones que tenían fuera del hogar. Anteriormente, en la Edad Media, se las expulsó de los gremios, en cierto sentido equivalentes a las organizaciones de trabajadores que hoy conocemos. Al poco tiempo, ya solo accedían a actividades relacionados con el trabajo doméstico, como enfermeras, nodrizas, criadas, lavanderas, etc. A lo largo de los siglos XVI y XVII emergió de un modo muy concreto y preciso en términos históricos, una nueva forma de trabajo crecientemente invisibilizado.
 
En la segunda mitad del siglo XIX, se aprecia una construcción también específica del ama de casa a tiempo completo y de clase obrera. Todo un conjunto de políticas –el inicio del “salario familiar”, la expulsión de las mujeres de las fábricas mediante distintas leyes de protección y la institución del matrimonio– demostraban esa tendencia. Es una larga historia que pone de manifiesto cómo el trabajo doméstico es una forma de trabajo que ha quedado subsumida bajo la lógica de la organización capitalista del trabajo.
 
Lo cierto es que forma parte de “la cadena de montaje” productora de la fuerza de trabajo. Marx nos habla de la reproducción de la fuerza de trabajo pero lo hace de un modo muy peculiar. Para él se produce a través del salario y la adquisición de mercancías por medio de ese salario. El trabajador consume las mercancías. Básicamente utiliza la paga para comprar comida y ropa; consume tales mercancías y se reproduce a sí mismo. En el cuadro que nos presenta Marx no hay ni rastro de ningún otro trabajo.
 
Siempre he tendido a explicar este fenómeno basándome en que los tiempos de Marx eran los tiempos de desarrollo del capitalismo industrial, momento en que el empleo femenino alcanzó un punto álgido en las fábricas, sobre todo en el caso de las mujeres jóvenes. Quizá Marx se basara en esta mano de obra femenina industrializada, en aquella fase inicial del desarrollo industrial, para afirmar que el trabajo reproductivo era extremadamente escaso. Es una posible explicación que esgrimo para explicar su malentendido. Pero, obviamente, hay que profundizar mucho más para explicar la reproducción de la fuerza de trabajo en términos tanto cotidianos como generacionales. A partir de la década de los años sesenta del siglo XIX, este trabajo se asignó definitivamente a las mujeres.
 
Con la llegada del siglo XX, y posteriormente con la primera guerra mundial, tiene lugar un proceso que puede tildarse de producción concertada del ama de casa. El trabajo doméstico pasa a convertirse en una ciencia. Algo que se enseña en las escuelas a todas y cada una de las niñas. Entonces se emprendió también una campaña ideológica que convertiría el hogar en un centro de producción y de reproducción de la fuerza de trabajo. El argumento que defiende que el trabajo doméstico es esencial para el proceso de valorización del capital tiene una fuerte raigambre histórica.

AS: Algo fundamental en este sentido es que muchos marxistas se aferran a la teoría del valor como pieza esencial para entender el capitalismo y argumentar su crítica. Hablas de reproducción pero, si no me equivoco, en el Libro primero de El capital Marx solo dedica un par de páginas al tema, lo cual supone un reduccionismo similar al de afirmar que toda reproducción es a su vez producción. Me preguntaba si a tu defensa del salario familiar le corresponde una teoría del valor equivalente. Algo que permita entender de qué forma las mujeres contribuyen a la generación de plusvalía.

SF: La plusvalía es un producto social. En ningún caso es un producto que pertenezca a una persona o actividad concreta. Este aspecto desarrollado por Marx sigue siendo muy importante y válido. Bajo el capitalismo, la producción del valor nunca deriva de un lugar concreto sino que está determinado socialmente. En otras palabras, se trata de una “extensa cadena de montaje” (recurro al término en sentido figurado), necesaria para la generación de plusvalía. Obviamente, la plusvalía se genera al venderse en el mercado los productos del trabajo. Si tienes una fábrica que produce una docena de coches que no llegan a venderse nunca, no se genera plusvalía.
 
Lo que pretendo decir con esto es que las actividades implicadas en la reproducción del trabajador asalariado forman parte de esa cadena de montaje: son parte de un proceso social que determina la plusvalía. Aunque no podamos precisar una relación directa entre lo que tiene lugar en una cocina y el valor que se genera, por ejemplo, con la venta de un coche o de cualquier otro producto, cuando contemplamos la naturaleza social de la producción de valor, se despliega una “fábrica social” más allá de la propia fábrica.

TE: Partiendo de esa idea, ¿cómo podría cambiar esa dinámica algo como el salario para el trabajo doméstico? ¿Entraría en una relación distinta la propia obtención de un salario?

SF: Para nosotras, el elemento definitorio de la Campaña Salarios para el Trabajo Doméstico era que contenía un elemento para la unidad entre las mujeres. No solo con respecto a las implicaciones que tendría en términos de una redistribución de la riqueza, que daría a las mujeres más poder y abordaría la cuestión de la relación de dependencia con respecto a los hombres, y, por tanto, cambiaría la relación entre hombres y mujeres, sino por su poder de cohesión. Lo primero que has de plantearte cuando formulas una reivindicación es si favorece la unidad, si te da más fuerza para la lucha, o si se trata de una reivindicación que acaba restableciendo o ahondando en las divisiones entre las personas.
 
Salarios para el Trabajo Doméstico era una campaña por la unidad de las mujeres porque, en efecto, veíamos que una minoría de mujeres eran como hombres a todos los efectos prácticos desde su control del capital y como capitalistas, pero la mayoría de las mujeres del planeta que realizan el trabajo doméstico, sin embargo, están devaluadas, y muy a menudo dependen económicamente de los hombres tanto en casa como fuera de casa. De modo que para nosotras, esta reivindicación era prioritaria para lograr la unidad a la vez que visibilizaba el trabajo que estábamos realizando y ponía de manifiesto la devaluación del trabajo doméstico bajo el capitalismo. Para nosotras nunca fue algo del tipo: «Vale, llega un cheque a casa, pero todo sigue igual».

AS: Me gustaría detenerme un poco en este punto. Una cosa de la que me di cuenta al leer tus ensayos es que tomas una idea que por sí misma es muy sencilla, como el salario para el trabajo doméstico, pero a partir de ahí surgen muchas pequeñas distinciones y matices. ¿Podrías profundizar en ellos? Por ejemplo, decías que el salario para el trabajo doméstico debería provenir del capital, y que no defiendes que el trabajo doméstico pase a formar parte de la fuerza de trabajo asalariada. ¿Podrías hablarnos de la reivindicación del salario para el trabajo doméstico y cómo funcionaría? ¿Quiénes son sus agentes y cómo concibes que se “administre”?

SF: Se nos pidió muchas veces que explicáramos “el programa” pormenorizadamente, y nosotras siempre nos hemos resistido a ello. Somos conscientes de que, como en las prestaciones sociales y muchas otras formas de asistencia social, todos estos programas pueden organizarse y administrarse de muchas formas diferentes: pueden ser definidos de forma que unan a la gente, que la dividan, que creen jerarquías o que no las creen. La seguridad social, por ejemplo, se ha organizado de forma que queden excluidas las personas que hacen el trabajo doméstico. Puedes estar trabajando toda tu vida, pero en casa nunca tendrás seguridad social, salvo a través de tu marido, e incluso en ese caso ¡solo después de una relación de nueve años!
 
Nos resistimos a entrar en temas específicos porque nos dimos cuenta de que en ese aspecto todavía teníamos que construir un poder social que nos permitiera cuestionar las políticas del Estado por la vía de la reivindicación del salario para el trabajo doméstico en los términos en los que lo habíamos concebido. En otras palabras, vimos que podía organizarse algo parecido a lo que había sucedido con las prestaciones sociales, cuya estructura iba bastante en detrimento de las mujeres que las recibían.
 
Siempre fuimos muy conscientes de la cuestión del poder social, «¿qué poder tenemos para luchar por ciertas reivindicaciones?». Siempre tuvimos claras algunas cosas: la primera, que tenía que el cambio tendría que venir del Estado, y no de los hombres de forma individual. Veíamos al Estado como representante del capital colectivo. La segunda, todo empresario se beneficia del hecho de que hay alguien en casa haciendo el trabajo doméstico, ya sean hombres, mujeres o niños-niñas. Éramos muy conscientes de que teníamos que hacer hincapié en que se trataba de salarios para el trabajo doméstico, no salarios para las amas de casa, ni salarios para las mujeres.  Considerábamos que esta reivindicación tenía el potencial de desexualizar el trabajo doméstico y veíamos que podía satisfacerse de muchas formas, no solo por la vía monetaria, sino también con ayudas para la vivienda, por ejemplo. Uno de nuestros argumentos es que para las mujeres, la casa es la fábrica; en ella tiene lugar la producción. Por tanto, esperamos ser pagadas por ello. Pero no queríamos luchar por el cuidado de los hijos de la forma en que muchas lo han hecho, viendo en las reivindicaciones de atención al cuidado de las criaturas una vía para liberar tiempo para trabajar fuera del hogar.
 
Los salarios para el trabajo doméstico se podían obtener a través de un salario, pero también a través de todo un abanico de prestaciones y servicios que permitieran el reconocimiento de las actividades que se desarrollan dentro del hogar como un proceso de trabajo, y que las personas que lo realizan tiene derecho a tener tiempo libre fuera de él. De modo que nunca desarrollamos un plan de acción porque esperábamos obtener más poder antes de vernos verdaderamente implicadas en una negociación que abriera un mapa de posibilidades.

TE: Me gustaría pasar a otro tema y plantear la cuestión de la acumulación primitiva de la que hablas en Calibán y la bruja. Marx expuso cómo el capitalismo creció y obtuvo su acumulación originaria a través de la conquista, el robo y la esclavitud. En el libro expones tus ideas sobre la acumulación originaria, que se relacionan estrechamente con las de Marx, pero también guardan importantes diferencias. ¿Podrías explicarlas?

SF: La noción de acumulación primitiva fue elaborada por Adam Smith, de quien la tomó Marx para desarrollar sus propios argumentos. Marx explicó que para que se produjera el origen del capitalismo hubo un proceso previo de ordenamiento de algunas de las relaciones fundamentales y de acumulación de algunos de los recursos necesarios para que despegara el capitalismo. En concreto, era necesario separar a los productores de los medios de producción.
 
Marx describe ese proceso como un periodo de acumulación primitiva, lo que equivale a decir, acumulación de tierra, trabajo y plata. En los siglos XVI y XVII tuvo lugar la conquista de una parte del continente americano y aquello trajo los recursos necesarios para impulsar la economía de mercado. En muchos lugares de Europa, empezando por Inglaterra y Francia, se inició el proceso de cercamientos que expropió a la mayoría del campesinado. Esto transformó progresivamente a una población de campesinos, granjeros, artesanos, etc., con cierto acceso a los medios de su reproducción, en poblaciones totalmente desposeídas y abocadas a trabajar por una miseria.
 
Lo que defiendo en mi libro es que la descripción que Marx hace de este proceso es extremadamente limitada. Probablemente él ve la importancia de la conquista colonial y de los cercamientos de tierras como esencial, pero lo que omite son otros procesos que, desde mi visión, son fundamentales para lo que se convertiría en la nueva sociedad capitalista.
 
En concreto, Marx ignoró el papel de la caza de brujas, que fue una guerra en toda regla contra las mujeres; cientos de miles de mujeres fueron arrestadas, torturadas, asesinadas y quemadas en las plazas públicas. 

Tampoco aborda el papel de la legislación que penalizaba todos los métodos de anticoncepción ni el control sobre el proceso de reproducción biológica, o las leyes que introdujeron un nuevo tipo de familia, un nuevo tipo de relaciones sexuales. Eso situó el cuerpo de las mujeres bajo la tutela del Estado. Lo que se empieza a ver con el desarrollo del capitalismo es una política que ve el cuerpo de las mujeres y la procreación como un aspecto fundamental para la reproducción de la fuerza de trabajo. En ese sentido, con el desarrollo del capitalismo, los cuerpos de las mujeres son convertidos en máquinas para la producción de trabajadores, lo que explica por qué esas leyes tan violentas y sangrientas contra las mujeres eran instituidas allí donde se aplicaba la pena capital para cualquier forma de aborto.
 
Lo que he señalado en Calibán y la bruja es que hay otra historia que está por escribirse: una historia no solo del proceso de producción, sino de la transformación del proceso de reproducción de la fuerza de trabajo. Es una historia que ve cómo el Estado básicamente libra una guerra contra las mujeres, destruyendo su poder, relegándolas a posiciones de trabajo no remunerado.
 
Ese es el trabajo histórico que he realizado, que no solo añade un nuevo capítulo a lo que ya sabíamos de este periodo, sino que, de alguna forma, redefine lo que es el capitalismo y cuáles son los requisitos para la reproducción de la sociedad capitalista. Al escribir esta historia, he desarrollado un marco teórico que más tarde he utilizado para interpretar la reestructuración de la economía global.

TE: En Calibán y la bruja hablas de los juicios de brujas y elaboras el concepto de Marx de acumulación originaria, pero también amplías las categorías de aquello que es acumulado. Te detienes a examinar la tierra, el trabajo y el dinero, pero también hablas de los conocimientos de las mujeres sobre anticonceptivos, por ejemplo, y cómo fuimos desposeídas del conocimiento de nuestros propios cuerpos y de nuestra capacidad para reproducir o formar las familias que eligiéramos.

SF: ¡Así es! Partiendo de esa reelaboración de la acumulación originaria puedes pensar en muchos otros cercamientos: no solo los relativos a la tierra, sino también el cercamiento del cuerpo. Tu cuerpo queda cercado en el momento en que estás tan aterrorizada que no puedes ni controlar tu propia reproducción, tu vida sexual. Podemos pensar en un cercamiento del conocimiento porque, por ejemplo, hubo un ataque contra los medios que las mujeres habían usado para controlar la procreación. Las mujeres eran transmisoras de una inmensa cantidad de saberes. Hoy podemos mirar con incredulidad hacia algunos de ellos y pensar que quizá no fueran muy válidos como métodos anticonceptivos fiables, pero, de hecho, se transmitieron muchas técnicas de generación en generación.
 
Mi objeción a la argumentación de Marx, siendo importante como es, es su limitada concepción del proceso de desposesión necesario para la creación del proletariado moderno.

AS: Uno de los puntos que mencionas en tu libro Revolución en punto cero es una especie de crítica al canon marxista o anticapitalista. ¿Puedes profundizar en esta idea y explicar qué impacto tiene el comprender los aspectos de género del capitalismo sobre nuestra práctica política?

SF: Tengo la sensación de que la cuestión de la reproducción es esencial no solo para la organización capitalista del trabajo, sino que también es central en cualquier proceso revolucionario verdadero, cualquier proceso genuino de transformación social. Creo que actualmente es especialmente importante porque vemos en primer lugar que ni el Estado ni el mercado contribuyen a la reproducción. El desmantelamiento del Estado de bienestar se está llevando a cabo en todo el mundo y de tal manera que prácticamente deja nuestra reproducción desprovista de apoyo.
 
Existe otra necesidad que tiene que ver con la desintegración del tejido social de nuestras vidas y nuestras comunidades debido a la destrucción económica que hemos visto en las últimas tres décadas. Las formas de organización y los tipos de lazos de solidaridad que se habían construido a lo largo de los años básicamente ya no existen. Deberá producirse todo un proceso de reconstrucción si queremos reunir el poder para empezar a cambiar nuestras vidas e imponer un modelo diferente de sociedad. El trabajo reproductivo y todo lo que sucede en el hogar es fundamental porque muestra de forma muy clara todas las divisiones que mantienen a la gente esclavizada en esta sociedad, empezando por la división entre mujeres y hombres, pero también entre jóvenes y viejos y también sobre la base de la “raza”.

AS: Lo que sugiero es que muchas personas de la extrema izquierda, tanto anarquistas como marxistas, aunque piensan que los temas de las mujeres son importantes, siguen poniendo el foco todavía en el trabajo formal. Pueden estar de acuerdo con muchos de tus argumentos, pero dirían que con los recursos que tenemos, debemos centrarnos en la fábrica capitalista o en el lugar de la producción formal, porque es ahí donde descansa el máximo potencial de transformación. ¿Qué opinión te merece esto?

SF: En mi opinión es una visión muy estrecha de lo que se ha llamado la lucha de clases. Incluso en términos de nuestra historia reciente, muchos de los movimientos que tuvieron un profundo impacto en los años sesenta y setenta del siglo pasado eran movimientos cuya base de poder estaba en buena medida fuera de la fábrica. El movimiento por los derechos civiles, el movimiento del poder negro, no se basaban en la fábrica. Con ellos debería haber quedado demostrado que existe un poder que reside en la comunidad, y no solo en la fábrica. Con la precarización del trabajo y el tipo de chantaje al que la población asalariada está hoy sometida, encontramos que incluso las luchas en el lugar de trabajo asalariado tienden a no tienen éxito a menos que cuenten con el apoyo de la comunidad. Esa conexión entre fábrica y comunidad era la regla antes de los años treinta y cuarenta con el New Deal.
 
Necesitamos repensar esa escisión. Me parece que el aspecto central de la lucha hoy es cómo transformamos el tipo de reproducción que generalmente se nos impone, cómo nos reproducimos como trabajadores y trabajadoras, como fuerza de trabajo y como personas destinadas a diferentes formas de explotación. Necesitamos transformar eso en un trabajo reproductivo capaz de reproducirnos de acuerdo a nuestras verdaderas necesidades y deseos. Ese es uno de los principales retos que hoy debemos abordar.

2014/03/13

Agujero negro

"...hasta entrados los 90 que no se pudo empezar a desatar esa energía en la construcción nacional y social debido a a la dependencia que creaba espectadores del enfrentamiento armado, hoy los espectadores lo son del proceso de paz que no existe y del institucionalismo."

Borroka Garaia da

Es una ley de la naturaleza que un mismo objeto pueda estar en dos sitios diferentes al mismo tiempo. Claro que a nivel sub-atómico. En algo visible, como por ejemplo una persona, sería en principio una locura pensar que pudiera suceder algo así.

La ciencia por ahora ha llegado a un tope que no ha podido sobrepasar. Encontrar una teoría unificada (si es que existe) que explique todos los fenómenos físicos conocidos. Esto hace que no se sepa porque a escala microscópica las leyes de la naturaleza son diferentes a las de la física clásica pese a que el funcionamiento a ambas escalas sea coherente en sí mismo.

Durante las últimas décadas de vida de Einstein se dedicó a intentar buscar esa teoría del todo pero sin resultado. Así que se sigue buscando.

Este tope está relacionado también con dos de los mayores misterios existentes. ¿Qué es lo que produjo el big bang? que dio origen a nuestro universo, con la pregunta paralela de ¿Qué había antes del big bang?. Y ¿qué son en realidad los agujeros negros?

Es decir, preguntas que llevan hasta singularidades donde las leyes físicas y la capacidad de predicción fallan. 

Que traducido significa: no tenemos ni idea.

Según ecuaciones de Einstein la existencia de agujeros negros podía darse. Sin embargo, equivocadamente creyó que no podían existir porque pensaba que serían una monstruosidad que la naturaleza no permitiría.
Se sabe como surgen, cuando una estrella de determinadas características sufre un colapso gravitatorio, pero lo cierto es que no hay ninguna fotografía donde se vea un agujero negro pero es precisamente porque son negros, indistinguibles en el espacio y además ni siquiera la luz puede escapar de ellos.

¿Entonces cómo se sabe que pueda haber uno en un lugar determinado? Por los efectos que genera en la materia que lo rodea debido a la brutal gravedad que produce. Por ejemplo, cuando los astrónomos ven objetos orbitando a algo invisible o moviéndose a una velocidad muy inusual.

Independientemente de las interpretaciones en cuanto a estrategias, coyuntura política, procesos y sucesos que se van desarrollando en Euskal Herria, llamémosle singularidad vasca, hay algo increíblemente perturbador. Esto es, la militancia de barrio y pueblo, la lucha local, que verdaderamente ha sido durante décadas el “secreto” de la izquierda abertzale, lleva un proceso de pasar a segundo plano con las consiguientes repercusiones que tiene para el movimiento popular, la viveza de los pueblos y para en general sustentar con energía cualquier tipo de dinámica. Se está perdiendo garra y frescura al nivel más básico y vital. Esto es un efecto de algo quizás no distinguible pero que está ahí.

Ese algo no distinguible puede ser el resultado del final de un ciclo revolucionario de décadas con una tipología de militancia que ha creado, asentado y puesto en activo una masa popular hoy en proceso de desinfle local por no haberse reinventado adecuadamente y hoy difícil de inflar por las características de muchas nuevas dinámicas que suplantan ad hoc la energía popular. Y al igual que hasta entrados los 90 que no se pudo empezar a desatar esa energía en la construcción nacional y social debido a a la dependencia que creaba espectadores del enfrentamiento armado, hoy los espectadores lo son del proceso de paz que no existe y del institucionalismo.

La apertura de un nuevo ciclo revolucionario rupturista, corrigiendo los múltiples errores producidos los últimos tiempos e intentado conservar los beneficios será lo único que pueda insuflar una revitalización del organismo popular a su nivel mas vital, esto es, el pueblo y el barrio. Sin el cual no podrá haber un avance decidido hacia los objetivos por faltar la base que sustenta todo o en el peor de los casos acabar succionado por el propio agujero negro.
"Se está perdiendo garra y frescura al nivel más básico y vital. Esto es un efecto de algo quizás no distinguible pero que está ahí."

Borroka garaia da

Es una ley de la naturaleza que un mismo objeto pueda estar en dos sitios diferentes al mismo tiempo. Claro que a nivel sub-atómico. En algo visible, como por ejemplo una persona, sería en principio una locura pensar que pudiera suceder algo así.

La ciencia por ahora ha llegado a un tope que no ha podido sobrepasar. Encontrar una teoría unificada (si es que existe) que explique todos los fenómenos físicos conocidos. Esto hace que no se sepa porque a escala microscópica las leyes de la naturaleza son diferentes a las de la física clásica pese a que el funcionamiento a ambas escalas sea coherente en sí mismo.

Durante las últimas décadas de vida de Einstein se dedicó a intentar buscar esa teoría del todo pero sin resultado. Así que se sigue buscando.

Este tope está relacionado también con dos de los mayores misterios existentes. ¿Qué es lo que produjo el big bang? que dio origen a nuestro universo, con la pregunta paralela de ¿Qué había antes del big bang?. Y ¿qué son en realidad los agujeros negros?

Es decir, preguntas que llevan hasta singularidades donde las leyes físicas y la capacidad de predicción fallan.
Que traducido significa: no tenemos ni idea.

Según ecuaciones de Einstein la existencia de agujeros negros podía darse. Sin embargo, equivocadamente creyó que no podían existir porque pensaba que serían una monstruosidad que la naturaleza no permitiría.

Se sabe como surgen, cuando una estrella de determinadas características sufre un colapso gravitatorio, pero lo cierto es que no hay ninguna fotografía donde se vea un agujero negro pero es precisamente porque son negros, indistinguibles en el espacio y además ni siquiera la luz puede escapar de ellos.

¿Entonces cómo se sabe que pueda haber uno en un lugar determinado? Por los efectos que genera en la materia que lo rodea debido a la brutal gravedad que produce. Por ejemplo, cuando los astrónomos ven objetos orbitando a algo invisible o moviéndose a una velocidad muy inusual.

Independientemente de las interpretaciones en cuanto a estrategias, coyuntura política, procesos y sucesos que se van desarrollando en Euskal Herria, llamémosle singularidad vasca, hay algo increíblemente perturbador. Esto es, la militancia de barrio y pueblo, la lucha local, que verdaderamente ha sido durante décadas el “secreto” de la izquierda abertzale, lleva un proceso de pasar a segundo plano con las consiguientes repercusiones que tiene para el movimiento popular, la viveza de los pueblos y para en general sustentar con energía cualquier tipo de dinámica. Se está perdiendo garra y frescura al nivel más básico y vital. Esto es un efecto de algo quizás no distinguible pero que está ahí.

Ese algo no distinguible puede ser el resultado del final de un ciclo revolucionario de décadas con una tipología de militancia que ha creado, asentado y puesto en activo una masa popular hoy en proceso de desinfle local por no haberse reinventado adecuadamente y hoy difícil de inflar por las características de muchas nuevas dinámicas que suplantan ad hoc la energía popular. Y al igual que hasta entrados los 90 que no se pudo empezar a desatar esa energía en la construcción nacional y social debido a a la dependencia que creaba espectadores del enfrentamiento armado, hoy los espectadores lo son del proceso de paz que no existe y del institucionalismo.

La apertura de un nuevo ciclo revolucionario rupturista, corrigiendo los múltiples errores producidos los últimos tiempos e intentado conservar los beneficios será lo único que pueda insuflar una revitalización del organismo popular a su nivel mas vital, esto es, el pueblo y el barrio. Sin el cual no podrá haber un avance decidido hacia los objetivos por faltar la base que sustenta todo o en el peor de los casos acabar succionado por el propio agujero negro.

2014/03/06

El lunes de los cristales rotos

"Los ruidos de los Bancos rotos levantan aplausos. Y un entusiasmo no visto desde hace años. No solo entre los ácratas. Los antisistema de corazón. También aplauden y sonríen los viejos abertzales. Algunos que han sido testigos de incendios mayores. También aplauden. Aplaude la izquierda. Pero no toda. No esa que “Gara” llama transformadora. Y antes era revolucionaria."

Boltxe.info                                                                                                                                      Josemari Lorenzo Espinoza

Dos y tres de marzo. 2014. La troika es invitada a Bilbao. Por el PP, mayormente. Pero también por el PNV, a pesar de algún pucherito. Todos acogen a los troikos, con su mejor protocolo. Menos Azkuna, que bastante tiene con el rey. Su amiguito del alma.

Actos de protesta. Manifestaciones. Entre ellas una de UGT y CCOO. Procesionan por la Gran Vía de don Diego. Antes del Generalísimo. No pasa nada. No hay demasiada indignación. Todos en fila muy sindical. Muy sistema. Muy oposición educada. Lucha de clases dentro de un orden. Como debe ser. Como el FMI manda.

Voy a verlo. Hay bastante gente. Me cruzo con ellos. Banderas gallegas. Ikurriñas. Senyeras. Obreros endomingados. No conozco a nadie. Todo bien. Parecen buena gente. Pocos gritos. No tiran piedras. No hay Ertzantza. Solo munipas…Por lo del tráfico, mayormente. Las autoridades ríen y festejan. Inauguran. Hacen discursos, entre vino y vino. El capitalismo confía en los sindicatos. Para eso los ha legalizado, mayormente. Aciertan. Los obreros están en su sitio. Finaliza la marcha y se van a casa. Tranquilos. 

Contentos con su dignidad, su poder, su historia. Intactos. Seguros de sus líderes. Que los llevan por el buen camino. Que negocian por ellos, marcan las líneas, se entregan…Mañana les espera un lunes al sol.

Tres de marzo. Segunda manifestación. Mismas calles. Mismas banderas. Distintos obreros. Distintos sindicatos. Persiguen cosas distintas…?. LAB, ELA…también quieren cumplir. Lo mismo que los hispanos. Pero en fotos distintas. Dan una vuelta con sus afiliados por la Gran Vía de don Diego. Antes del Generalísimo. Pasan delante de los grandes Bancos. Las tiendas multinacionales. Levantan algún puño. Gritan: ¡Troika pikutara¡ o ¡No es la crisis es el capitalismo¡. En el camino el gobierno civil español, la delegación del gobierno colaboracionista vasco, la sede del PP y decenas de contenedores, que están pidiendo: !vuélcame¡ !quémame!”

Voy a la manifestación. Participo. Parecen los mismos que el domingo. Pero ahora conozco a varios. Incluso a los del altavoz. Son todos “viejos” militantes. Resistentes. Gente dura. Experimentada en la calle. Algunos ex-presos. Otros ex-militantes de Jarrai. Y de otras cosas mayores. Luchadores, Insobornables. Lo suyo no es el sistema…Lo saben. Lo sabemos. Qué es, entonces? Lo cierto es que no están cómodos en el nuevo escenario. Ven pasar la crisis ante sus narices, contra sus cuerpos. Y no hay demasiados cambios.

Los sindicatos convocantes tienen sus condiciones. Los del domingo y los del día tres. Las conocen. Las firman en las solicitudes. Las prometen. Las pactan. Se responsabilizan del buen fin de la operación y de las marchas. Ellos también quieren volver a casa ilesos. En su integridad física y moral. Contentos con su protesta y con su dignidad. No quieren noches de cristales rotos. La guerra ha terminado. El ejército rojo no está vencido, ni desarmado. Pero ahora se manifiesta con los puños abiertos.

Sin embargo…Hay algo que no va bien. En esta segunda manifestación. Hay grupos no previstos. Son muy jóvenes. Apenas hablan. No cantan. No gritan. Solo actúan. Están en la retaguardia. Pero pronto salen de la masa. Se destacan con su ropa. Negra. De arriba abajo. Están junto a las banderas de CNT. También junto a las banderas rojas. ¿Son comunistas. Anarquistas. Son abertzales? Sus largos brazos, destacan. Tienen piedras. Barras. Botellas. Parecen indignados. Muy indignados. Mucho mas indignados que los convocantes sindicales. Mucho mas indignados que el señor Urkullu. Que el señor Bilbao, el de la Diputación. El que no quiere que venga “la roja” a San Mamés, cosa que me parece bien. Pero quiere que vengan Lagarde y el rey cojo. Y Botín y Amancio. Urkullu dice que hay que cambiar las cosas. Y los demás le aplauden. Incluido Botín. Incluido Amancio. Incluido el FMI.

También hay aplausos en las calles. Los ruidos de los Bancos rotos levantan aplausos. Y un entusiasmo no visto desde hace años. No solo entre los ácratas. Los antisistema de corazón. También aplauden y sonríen los viejos abertzales. Algunos que han sido testigos de incendios mayores. También aplauden. Aplaude la izquierda. Pero no toda. No esa que “Gara” llama transformadora. Y antes era revolucionaria.

Si, pero no. No todos sonríen. Me encuentro con un histórico. Dirigente, por supuesto. Un veterano de todas las guerras. Superviviente de Franco. De la Transición, de Fraga, de Barrionuevo… Está fuera de si. Indignado… con los indignados. La manifestación se ha roto. Trato de sujetarle. Pedirle calma. Contesta con un “me cago en dios”….un hilillo de voz, dirigido a un chaval, un crío, espigado..y a una chica que recojen botellas de un contenedor volcado. Y las tiran inmediatamente contra un Banco. Los lunes vuelven a tener sol. Y estrellas en los cristales de los bancos. El histórico piensa ¿qué dirán de nosotros?, los tertulianos, los del PNV, los de la troika, los del orden. Y me recuerda a Monzón. Cuando el asalto a las cárceles, en 1936…¿Qué pensarán los ingleses?

La manifestación ha cambiado de signo. Los convocantes ya no están satisfechos del resultado. Esta vez no habrá declaraciones pactadas, valoraciones positivas y aburridas. La Ertzantza interviene poco. Hay una cierta confusión. Algunos tenderos piden, en Deia, “más policía”. Los sindicatos de Arkaute se quejan: ni siquiera tenían los walkis con pilas suficientes. Esperpéntico. La manifestación se corta. Se desconvoca. Pero la policía no dejará que el ruido llegue al abrevadero de las autoridades. El perímetro aumenta su distancia. El pueblo y la vida política se separan…hasta las próximas elecciones. Es lo suyo..

Y las cosas de la calle? Volverán a ser las mismas?. Qué poco parecido con el desfile autorizado, de los ortuzares y josujones del 11 de enero. Algo se ha roto, en las calles de Bilbao, el tres de marzo…y parece, que no solo han sido cristales.

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