Gara
Es difícil saber cuándo llegará el final de una etapa, y más complicado aún, predecir si algún día volverá. En ausencia de algo a veces puede ayudar hacer una búsqueda avanzada sobre los recuerdos gratos, aunque ya sabemos que buscar cansa y, al mismo tiempo, el que espera desespera. Quizás lo mejor sea seguir los pasos del que no está o, al menos, intentar mantener vivo su espíritu característico.
No se trata de pasarse las 24 horas del día hablando sobre su existencia, ni tampoco hace falta empapelar la casa de fotografías tomadas años atrás. Basta con hacer un pequeño resumen de los momentos más importantes o los logros más emblemáticos que fueron sucediendo a lo largo de los años, tomar nota de ellos, y e intentar hacerlos llegar al mayor número posible de personas.
Desgraciadamente, estas ideas le vienen a uno a la cabeza cuando ya es tarde, cuando hay que tirar de recuerdos, y no existe posibilidad de mostrar el cariño cara a cara. Me vienen varios ejemplos a la cabeza, y todos son parecidos, aunque también existen algunos que no se han perdido para siempre.
Un escultor vasco me confesó hace poco que para recibir halagos tienes que estar muerto, y la verdad es que razón no le falta. No obstante, siempre hay alguien que quiere aprender antes de que el otro desaparezca y sigue teniéndolo en cuenta a pesar de que el maestro ya no imparta clases tras su muerte. De los buenos maestros nacen también buenos alumnos que se esfuerzan en recoger todo lo captado a lo largo del tiempo.
Está claro que Jorge Oteiza recibió duras críticas cuando aún estaba vivo, pero también tuvo muchos pupilos que siguieron sus pasos y hoy día trabajan cada uno en su ámbito manteniendo vivo ese «espíritu oteizano» del que tanto se ha hablado durante el centenario de su nacimiento.
Aunque suene un poco violento, lo malo de todo esto es que todavía quedan muchos artistas que todavía no han muerto y que, por desgracia, habrá que esperar unos años para que sean homenajeados. Paciencia.
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