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2008/12/13

Sobre marxismo y anarquismo. A propósito de Daniel Guerin.

"...mientras la experiencia marxista en su historia ha mostrado necesitar un correctivo de más libertad, la anarquista lo ha necesitado en el punto de más eficacia"

Pepe Gutierrez Alvarez
Existen maneras constructivas y negativas de interpretar las relaciones entre marxismo y anarquismo, ya de por sí bastante conflictivos en su propio terreno. Diciéndolo de manera simplificada, con la constructiva se lograron avances, con las negativas, el perjudicado fue el movimiento popular.

Cualquiera que quiera optar por la opción negativa encontrará citas y ejemplos a su favor, de eso no hay duda. Sobre todo si busca los ejemplos más lapidarios. También los encontrará en el terreno propio, las divisiones entre marxistas ha conocido momentos muy duros, sobre todo con el estalinismo. Pero también hay guerras “interanarquistas”, no hay más que ver algunas de las cosas que se escriben contra la CGT, y mirando hacia otras podemos encontrar un buen ejemplo en el libelo que Ricardo Sanz escribió contra los “trentistas”.

Pero los que militen a favor del entendimiento, encontrarán todavía más datos favorables. Comenzando por el hecho de que tanto el marxismo como el anarquismo tienen su principal referente en la revolución europea de 1848, también estuvieron en el mismo lado de las barricadas en la comuna de París...Militaron en la misma Internacional hasta la ruptura, pero esta nunca pudo ser definitiva. El gesto más recordado de la Internacional Socialista es sin duda la reivindicación del Primero de mayo como día festivo y de lucha a favor de las ocho horas, un gesto que significaba un homenaje sincero y autentico a los anarquistas “mártires de Chicago”. A mitad de los años noventa del siglo XIX, se registra una tentativa por parte de los anarquistas por integrarse en dicha internacional, y en el Reino Unido, marxistas como William Morris y anarquistas como Kropotkin coincidieron en muchas cosas. Lastimosamente fue rechazada en un congreso con una moción de Wilhem Liebknecht que impuso la condición para su pertenencia de estar por los partidos y los sindicatos.

Marxistas que anteponían la acción desde abajo al parlamentarismo y anarquistas coincidieron en la creación de la CGT francesa, así como en la del IWW (Obreros Industriales del Mundo) norteamericano. En España, la CNT siempre consideró muy seriamente la posibilidad de una unificación con la UGT, y en algunos países se trabajó conjuntamente, no en vano marxistas auténticos y anarquistas coincidían en las cárceles, y en la hostilidad generalizada de los representantes del orden establecido.

Estuvieron en las mismas barricadas en la revolución rusa de 1905; durante la “Gran Guerra” la división entre internacionalistas y patriotas afectó tanto a unos como a otros. Igualmente estuvieron en las misma barricadas en la revolución rusa, Marc Ferro habla de n frente común bolchevique-anarquistas en los soviets. El “problema” de los anarquistas con la revolución rusa no se derivó de la toma del poder en Octubre, ni tan siquiera en la creación de la Internacional Sindical Roja en cuya cabeza sobresalían antiguos sindicalistas revolucionarios como Lozovsky (que militó en la CGT francesa en el exilio), Pierre Monatte, o nuestro Andreu Nin. El “problema” surgió sobre todo en el curso de la guerra civil, y muy especialmente con los trágicos desencuentros alrededor de Ucrania y de Kronstadt. Anarquistas, comunistas y socialistas de izquierdas colaboraron estrechamente en la República de los consejos de Baviera. Sobre todo esto he escrito numerosos artículos en Kaos derivados de las lecturas de Paul Avrich entre otros, y que hasta ahora no han sido abiertamente cuestionado.

Quizás la última vez que comunistas y anarquistas fueron de la mano fue en las movilizaciones contra las condenas de Sacco y Vanzetti...El estalinismo significó un fenómeno enorme por cuanto asumió la representación de la revolución rusa y de la URSS, e impuso al movimiento comunista unos rasgos de instrumentalización sectaria cuyas consecuencias más trágicas se vieron en el curso de la guerra y la revolución española. Pero aquí es importante introducir un subrayado crítico muy fuerte. El equipo dirigente de la CNT se negó a diferenciar entre el comunismo oficial y el POUM, entre el estalinismo y lo que Camillo Berneri llamaba el leninismo-trotskismo, es más, hasta los acontecimientos de mayo actuó como “aliada” de la política soviética, y trató que el POUM se olvidara sus denuncias de los “procesos de Moscú” en aras del esfuerzo gubernamental y de guerra. No fue sino a regañadientes que estableció una diferenciación con la particularidad de analizar el fenómeno estaliniano como algo cien por cien negativo, olvidando nuevamente los matices.

A pesar de que desde principios de los años veinte el movimiento libertario se empeñó a conectar estalinismo y leninismo-trotskismo, y en recordar a estos últimos Macknó y Kronstadt aunque sólo fuera para dar los buenos días, lo cierto es que la CNT y el POUM mantuvieron una cierto nivel de relaciones, ambas corrientes coincidieron ante acontecimientos como tan capitales en el siglo XX como lo fueron la revolución húngara de 1956, las movilizaciones juveniles y las huelgas “salvajes” en Europa, así como en el movimiento contra-cultural norteamericano. Revistas, editoriales y periódicos pluralistas como lo serían entre nosotros Ruedo Ibérico, Triunfo, Tiempo de historia, El Viejo Topo, entre otros, compartieron abiertamente todas las heterodoxias, y contribuyeron a recomponer una cultura socialista asamblearia y pluralista.

También en la historia del movimiento socialista se darán en todos los países y en todas las épocas sectores y personajes que como Víctor Serge, Andreu Nin, Joaquín Maurín, Tom Mann, etcétera, cuya biografía se comparten fases en un tramo, e incluso los hay que buscar puntos de encuentros, a veces desde el anonimato de las cárceles, de las luchas en las empresas o en los diversos tajos, desde los movimientos más diversos, y por supuesto desde los sindicatos. Existen también autores que tratan de buscar convergencias o superaciones de obstáculos teóricos, lo que es posible partiendo de diversas premisas como las siguientes.

A saber, primero que el movimiento social es plural y contradictorio por su propia naturaleza. Segundo, que todo persona que lucha abnegadamente por la justicia y la libertad merece un respeto más allá de su escuela. Es más, desde una escuela determinada (la marxista abierta en mi caso), se puede reconocer valores superiores en casos concretos de anarquistas o cristianos, antes que en representantes de la propia escuela. Tercero, que en toda organización social amplia tienen que ser respetadas todas las escuelas que acepten las reglas del juego; sería una paradoja terrible que en nombre del valor supremo de la libertad se favorezca a unas sobre otras...Cuarto, que mientras la experiencia marxista en su historia ha mostrado necesitar un correctivo de más libertad, la anarquista lo ha necesitado en el punto de más eficacia...Quinto: a más de siglo y medio de luchas, guerras y revoluciones, hay algo que salta a la vista: que el camino del socialismo la libertad es mucho más arduo de lo que pudieron pensar uno y otros, y que por lo tanto, los que ponen más énfasis en la división y el enfrentamiento “doctrinario” lo que hace es ahondar las dificultades. Sexto, no es posible ignorar algo tan elemental como que los poderosos se aprovechan de estas divisiones aunque a la hora de denigra y de reprimir no distinga...

Dicho todo esto, quizás no esté de más recordar la figura de Daniel Guerin, escritor y activista de variados recursos —sociólogo, sexólogo, historiador, crítico literario, novelista, investigador, etc.—, intelectualmente muy influyente en la segunda mitad de los años treinta, Guerin (París, 1904-1988) evolucionó desde un marxismo independiente y difícilmente clasificable, hacia un marxismo libertario poco aceptado por los representantes de ambas opciones pero muy influyente entre las nuevas generaciones que imprimieron la impronta libertaria de los acontecimientos de mayo del 68 en Francia. Nacido en el seno de una familia perteneciente a la burguesía liberal. Empleado, luego corrector de una imprenta, homosexual militante, rompe a los 26 años con el ámbito familiar y se convierte en un culto militante sindicalista y socialista. En 1930, Daniel ingresa en la SFIO y en 1933 se aproxima a Trotsky, exiliado en Francia, al que visita y con el que inicia una animada correspondencia. Abandona la socialdemocracia para formar parte del grupo sindicalista revolucionario-marxista de Pierre Monatte que anima la revista La revolution proletarienne, en donde escribe sus primeros artículos importantes que, durante la guerra española, estuvo al lado de la CNT y del POUM.

En esta época intenta una conciliación entre las posiciones del sindicalismo revolucionario y el marxismo heterodoxo. A mediado de los años treinta retorna en el partido socialista (la SFIO) para convertirse en algo así como la mano izquierda de Marceau Pivert, y tomar parte de las ocupaciones de fábricas de junio de 1936. Animador intelectual de la tendencia Izquierda revolucionaria dentro de la SFIO, miembro del secretariado federal del Sena —corazón del ala izquierda socialista─ y de la Comisión colonial, será excluido por sus inclinaciones «trotskistas» en 1938. En esta época, Guerin colabora con la Liga Comunista, y mantiene relaciones con Trotsky con el que mantiene importantes acuerdos pero también diferencias, cuyo punto central de sus diferencias con Trotsky es que Guerin cree prematura la IV Internacional y se niega a romper con el «centrismo» pivertista. Como «pivertista» pasa a ser uno de los fundadores del Partido Socialista Obrero y Campesino (PSOP), muy próximo al POUM, con el que toma parte del llamado «Buró de Londres». Durante la guerra española, Guerin formará parte de una comisión dedicada a investigar sobre el secuestro de Andreu Nin y la persecución del POUM en la zona republicana. Un testimonio muy vivo de esta época será su obra Front Populaire. Revolution manquée. Temoignage mililitant (Maspero, París. 1970), que desdichadamente no está vertido al castellano.

En 1936 ya ha escrito una de sus obras teóricas más notable, Fascismo y gran capital (Fundamentos, Madrid, 1977), precedida por un relato periodístico sobre la situación alemana bajo el nazismo, Fascismo, la peste parda (ídem). Guerin desarrolla las aportaciones teóricas que sobre esta cuestión central realizaron Trotsky y Nin, y demuestra la estrecha conexión entre las exigencias políticas y económicas del gran capital y la emergencia del fascismo al que opone la revolución socialista, como su verdadero antídoto. En misión especial en Noruega en 1939, Guerin asiste a la «debâcle» del PSOP y se aparta de la acción partidaria. Regresa a Francia en 1946 después de haber luchado contra la ocupación nazi desde el exilio y milita como independiente de extrema izquierda. A mediados de los años cuarenta, e influenciado notablemente por Kropotkin, publica La lucha de clases en el apogeo de la revolución francesa.1793-1795 (cuya versión abreviada y reestructurada publica Alianza, Madrid, 1974), que causa una verdadera conmoción dentro de la izquierda ya que pone en cuestión el modelo jacobino de la revolución. Guerin destaca como la contradicción principal del período la que enfrenta a la burguesía con las fuerzas populares; frente a las instituciones y la ideología de la nueva clase dominante, se encuentran los «sans-culottes» y «bras nus», y plantea la cuestión de la revolución permanente en la revolución democrática, al tiempo que muestra las primeras huellas de la búsqueda de un modelo de socialismo libertario entre la extrema izquierda revolucionaria. En 1959, su nombre aparece entre los firmantes de la famosa declaración de los 121 intelectuales que denunciaban el colonialismo francés. Más tarde, Guerin encabezó una comisión que durante 16 años ha llevado una encuesta sobre el asesinato del líder socialista revolucionario marroquí Ben Barka, en la que establece rigurosamente no sólo la responsabilidad de la monarquía halauita sino también de los servicios secretos galos (dicha investigación fue publicada en el libro, Ben Barka, ses assasins. 16 ans d'enquête (Ed. Plon, París).
En 1967 toma parte en los debates que preceden la formación de las Juventudes Comunistas Revolucionarias (JCR), precedente de la Ligue Communiste Revolutionnaire (LCR), de Alain Krivine y Daniel Bensaïd.

Durante el periodo que va desde la guerra de Argelia hasta las postrimerías de mayo del 68, Guerin trabajará primordialmente con el PSU, un partido en la extrema izquierda de la socialdemocracia y de un funcionamiento interno muy abierto, al menos en ciertos estamentos, y cuyo líder más reconocido fue durante años Michel Rocard, luego uno de los «barones» más «pragmáticos» del miterrandismo. Durante este tiempo, Guerin pasará a ser el principal teórico de una concepción sugerente y abierta de un «marxismo libertario» que trata de sintetizar creativamente las contribuciones más perdurables de ambas corrientes. Sigue sintiéndose próximo a un marxismo crítico, de Trotsky y sobre todo de Rosa Luxemburgo (sobre la que hará una recopilación muy polémica: Rosa Luxemburgo y la espontaneidad revolucionaria (Proyección, Buenos Aires, 1973), al tiempo que escribe diversos ensayos sobre el anarquismo como Jeunesse du socialisme libertarie (traducida aquí como Marxismo y socialismo libertario (Proyección, 1964), que data de 1959 y en la que hace una crítica al «jacobinismo» leninista y reivindica al joven Marx humanista, al tiempo que plantea una relectura del anarquismo desde un nuevo marxismo, un enfoque que, por citar un ejemplo, ha sido muy valorado, entre otros, por Noam Chomsky.

En 1965 publicará un nuevo ensayo, El anarquismo (Proyección, 1968) en el que opone el socialismo libertario frente al socialismo jacobino que considera en bancarrota, y en un epílogo escrito en 1968 ve la traducción de estas ideas en el mayo francés y su personificación entusiasta en Daniel Cohn Bendit quien, por cierto, toma muchas ideas de Guerin. Ulteriormente, publicará Ni Dios ni Amo. Antología del anarquismo (2 vols, Campo Abierto. Madrid, 1977), formando en total una de las aportaciones más influyentes y estimulantes del último anarquismo o neoanarquismo. Esta influencia será igualmente significativa en el terreno de la sexualidad, donde Guerin destacará como uno de los primeros militantes que asumirá la cuestión homosexual desde un punto de vista emancipador. En los medios izquierditas franceses fue uno de los primeros que planeó un debate sobre la “cuestión homosexual”.
Animador infatigable de viejas y nuevas controversias dentro del campo de la izquierda extraparlamentaria, Guerin ha patrocinó en los años ochenta unos debates sobre los acontecimientos de Kronstadt en 1921, superando las posiciones ultimatistas y excluyentes para darle un sentido de reflexión y de crítica; desdichadamente estas aportaciones, como las relacionas con Ben Barka, ya no tuvieron la esperada traducción al castellano. Hace tiempo que Daniel Guerin desapareció de nuestras librerías, y ahora únicamente se le se suele encontrar en los mercados de segundo mano, o en las librerías de ideas.
Aparte de los libros ya citados, Guerin reformuló sus ideas sobre: La revolución francesa y nosotros (Villalar, Col. Zimmervald, Madrid, 1978), en abierta polémica con la derecha pero también con las escuelas más «jacobinas». También dedicó una gran atención a los Estados Unidos, muestra de ellos son tres obras suyas, Le mouvement ouvrier aux Etats-Unis 1867-1967 (Maspero, París, 1967) que sigue siendo un trabajo «indispensable» para entrar en el debate sobre una presunta «especificad» del movimiento obrero norteamericano; Guerin obviamente le dedica una gran atención al IWW (Obreros Industriales del Mundo); también Oú va le Peuple américain? (2 vols, Julliard), y Au Service des Colonises, Descolonisation du Noir américain (Ed. de Minuit), en la que se hace portavoz reflexivo de las ideas de Fanon y de Malcom X.

Combatiente activo contra el colonialismo francés, escribió: Les Antilles décolonisées, y L'Argerie qui se cherche (Presence Africaine), así como L´Álgerie Caporalisée (EDI. París, París, 1966), que suponen trabajos muy valientes que abordan cuestiones que normalmente no se querían abordar, a veces ni tan siquiera desde las izquierdas. Guerin fue editor de antologías de clásicos marxistas como los escritos de Rosa Luxemburgo, Le socialisme en France (1898—1912) (Belfond, París, 1971) que reúne los escritos «franceses» de Rosa en una edición crítica muy minuciosa, y de Trotsky, concretamente Sur la deuxiéme guerre mondiale (Seuil, París, 1971), y en las que Guerin ofrece su propia interpretación y añade parte de su correspondencia. Se trata de una obra que ha sido muy controvertida por historiadores como Pierre Broué. A este vasto material hay que añadirles una novela: El encantamiento del viernes santo que apareció en Francia en 1925 y que fue traducida para Bruguera en 1974).

A destacar también su ensayo autobiográfico Un jeune homme excentrique, en la que aborda sus dificultades militantes, y su identidad sexual, plenamente argumentada en el brillante ensayo La revolución sexual después de Reichs y Kingsey (Tiempos Nuevos. Caracas, 1969) que está en manos de El Viejo Topo para una posible reedición, y que constituyó en los años setenta un material de primera magnitud para la gente revolucionaria que había aprendido que la política es mucha más cosas que lo tradicional y que se interrogaban sobre la miseria y la ignorancia de nuestra vida afectiva y sexual. Guerin que incorpora en este libro su propio alegato sobre la cuestión homosexual. Finalmente registramos la obra teatral Eux et lui cuya edición fue ilustrada por el pintor surrealista André Masson (Mondiales), sin olvidar su autobiografía Le feu du sang (1977)...

Por lo tanto, a la hora de hablar de marxismo versus anarquismo, hay que tener muy en cuenta la vida y la obra de Daniel Guerin, un clásico del pensamiento revolucionario.

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