Insurgente
Cuando un Estado conjura a todos sus poderes para forzar una situación que sabe injusta, pero que interesa a sus propósitos, deja de ser un Estado democrático para convertirse en autoritario y, por lo tanto, susceptible de ser desobedecido e, incluso, combatido más allá de la lucha ideológica.Pero el Estado no es un ente abstracto. Aquí tiene un gentilicio: el español; una jefatura: la del monarca borbónico; unos gestores: los del equipo dirigido por José Luis Rodríguez Zapatero; una oposición que se opone a la paz y a la razón: el Partido Popular; unos legisladores: los políticos del PSOE, del PP y de los partidos cómplices; unos exégetas de las leyes: los magistrados de los tribunales y sus fiscales de presa; unos garantes del sometimiento: los miembros de los cuerpos represivos; y unos colaboradores necesarios: los periodistas que desde Falsimedia argumentan intelectualmente lo injustificable. Legislativa, ejecutiva, judicial y mediática: las cuatro cabezas de la Hidra maldita. Acabar con ella fue, precisamente, uno de los trabajos que Euristeo encomendó a Hércules. Según la mitología, el héroe segó sus cuellos con una hoz, pero las cabezas del monstruo se reprodujeron. Habrá, pues, que volverlo a intentar, esta vez acompañando la hoz de un buen martillo, pues sólo es cuestión de tiempo que ese par de herramientas derrote a la barbarie liberticida. El presidente del Ejecutivo debería saber que no es inteligente poner diques al mar. Los vascos han visto caer a todos los que han intentado domeñarlos. Francisco Franco, Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar y, ahora, José Luis Rodríguez Zapatero. Los políticos pasan y el pueblo queda. Y éste que pretenden someter tiene cantera suficiente para seguir peleando sine die, hasta la inevitable victoria final.
Jesús Prieto (jesusprieto@journalist.com)
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