"Desde que se acabó la última dictadura en 1975, ahora padecemos otra más disfrazada."
Iñaki Uriarte arquitecto
GARA (31-07-09)
Hoy, 31 de julio, la Iglesia católica conmemora, desde 1622, a uno de sus santos más influyentes, San Ignatius de Loyola, con motivo de su fallecimiento en dicho día de 1556 en Roma. Allí está enterrado, en la Chiesa del Ges, el fundador de la Compañía de Jesús, o jesuitas. Festividad en dos de los territorios de nuestro país y onomástico que tiene diversas traducciones en Euskal Herria: Inazio, Iñaki e Iñigo. Personaje de origen vasco, nació en el castillo de Loiola, cerca de Azpeitia, en 1491. Como Iñigo López de Loyola fue sacerdote y misionero, pero antes, a temprana edad, se convirtió al españolismo siendo un ejemplar servidor de la causa militar castellana y colaborando en la colonización del Reino de Nabarra y pérdida de su hegemonía.
En las calles de Azpeitia, con motivo de las fiestas patronales, se ven algunos carteles anunciando el inicio de una trágica trinidad taurina en forma de matanza de toros los días 31 de julio, 1 y 2 de agosto. Resulta denigrante que demasiados pueblos de nuestro país no quieran olvidar para siempre esta violenta forma de entender la celebración más significativa de una población. Lo más sorprendente de estos panfletos que ensalzan e invitan a acudir a la tortura pública de toros, además de anunciar anticipadamente los nombres de los matones, el lugar y la hora del crimen en forma bilingüe, es que indique: «En Honor de San Ignacio de Loyola con fines benéficos organizado por la Comisión Taurina SL/ Loiolako Inazio Deunaren ohorez. Zezenketa Batzordea SL», quienes son al parecer los promotores de la anual masacre.
Maldita, indecente y corrupta la beneficencia que se consigue con estos crímenes ¿También se admitiría dinero procedente de traficantes de armas o de drogas, o de proxenetas? Afortunadamente, en la villa del Urola, gobernada por el PNV mediante rapiña política al partido legítimamente elegido, ANV, predominan otras expresiones espontáneas de sensatez que advierten «tortura ez da kultura». Quien no conoce la idiosincrasia festiva de Azpeitia, al margen de las tradiciones etnográficas, se pregunta qué clase de gente es todavía capaz de acudir a estas juergas sanguinarias.
Para la gran matanza de Bilbao el cartel de este año está presidido por la imagen de la Universidad de Deusto. En concreto, por el conocido como edificio del Centenario, en alusión a su primera implantación e inaugurado en 1987. Dicha institución docente está dirigida desde su creación por la Compañía de Jesús. La connivencia del santo jesuita y su poderosa orden religiosa, que adecuadamente se denomina Compañía en el amplio sentido de la palabra, en estas actividades atentatorias a la dignidad humana es al menos muy curiosa.
Ante esta insólita atrocidad anunciadora surgen numerosas dudas. ¿Ha cedido la Universidad los derechos de imagen a cambio de cuánto dinero? ¿Es quizá una contraprestación canjeable por abonos y pases para el equipo rector y sus allegados? ¿Tal vez es el primer paso para proclamar doctor Honoris Causa a algún matador y ganar populismo? ¿Se tratará de algún convenio para los alumnos que asistan a las masacres puedan obtener créditos? ¿Será que ante la anunciada próxima creación de una Facultad de Gastronomía en la Mondragon Unibertsitatea, el citado centro católico pretenda crear una cátedra, postgrado o master en torería o exterminio animal? Si alguna asociación como Torturaren Aurkako Taldea (TAT), Asociación para un Trato Ético con los Animales (ATEA), o AHT Gelditu utilizasen dicha imagen para sus reivindicaciones, rotundamente muchísimo más nobles, ¿qué actitud adoptaría esta Universidad?
Esto es sencillamente enaltecimiento del terrorismo de género de otros seres vivos y todos los que lo comparten evidencian su condición de cómplices. Los locales que colocan, quizá irreflexivamente, carteles son asimismo responsables y es preciso hacérselo saber a sus propietarios, ya que muchos de ellos se niegan a colocar otros manifiestos civilizados de todo tipo. Incluso es no sólo recomendable sino imprescindible reaccionar boicoteando dichos establecimientos.
La mayoría de los encubridores de estas matanzas hipócritamente rechazan el uso de la fuerza o la contundencia, en su más elemental expresión (puede ser una simple barricada, como medio de reivindicación de los legítimos derechos y ante los graves atropellos a nuestra dignidad como pueblo) pero sin embargo aplauden entusiasmados en su delirio contemplativo ante estas ejecuciones públicas.
Esta situación denigra a la cultura vasca en general y en particular a la Universidad de Deusto por su patrocinio del salvajismo, un caso único probablemente en el mundo, y le desacredita para cualquier convenio o relación con otras entidades universitarias. Evidentemente, contribuye a ensuciar el nombre de Bilbo, ya conocido, además de por el Guggenheim, por estas matanzas municipales.
Por cierto, los integrantes de la Banda Municipal de Música de Bilbao, es decir, los que sonorizan esta novena criminal (son nueve días de crímenes continuos) ¿tienen libertad de elección para asistir o forma parte obligatoria del contrato? ¿Reciben algún extra económico por la dificultad de la interpretación, ante la situación especial de acompasar la sucesión de secuencias de violencia con sus diferentes especialidades de tortura -a caballo, a pie con aguijones- y que culminarán el repertorio de barbarie con los chorreteos de sangre por la espada los tres criminales, con diversos pasajes musicales para finalizar la festivalera fechoría ante la satisfacción del sádico populacho repartido por las gradas tenga un regocijo total en la matanza musical: pasodoble por muerte sextuplicada. ¿Por qué no tienen otras obligaciones o aficiones más benéficas y van a dar un concierto, por ejemplo, a los reclusos de la prisión de Basauri?
Desde que se acabó la última dictadura en 1975, ahora padecemos otra más disfrazada. En nuestra tierra la perpetuación de esta glorificación de la muerte tiene dos grandes responsables. Uno, el ex lehendakari Ardanza, de lamentable recuerdo como la autoridad que pudo en su desdichado período de gobierno haber prohibido definitivamente esta barbarie. No sólo se inhibió, sino que es uno de los más apasionados animadores de estos descerebrados disfrazados de colores.
El otro es el actual alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna (PNV), que después de 10 años admitiendo la progresiva españolización de la villa, como presidente de la Junta Administrativa de la Plaza de Bilbao tenía la suficiente capacidad de abolir la matanza y trasformar el ruedo de la muerte en un recinto para otros usos civilizados. Asimismo, contribuye a agraviar la cultura vasca, permitiendo que a estos individuos con modales prepotentes poseídos por una chulería e instintos mortíferos no sólo se les dedique un aurresku antes del crimen, sino que incluso les entrega una makila, prostituyendo el sentido honorífico de la misma. Si su partido, el PNV, desea mantener la credibilidad de vasco debe acabar fulminantemente con estas frivolidades ofensivas a la historia y la cultura vasca. Eusko Ikaskuntza, Euskal Museoa, Ortzadar Euskal Folklore Taldea, Nabarralde, Landazuri y otras entidades similares y personalidades deben posicionarse ya sobre esta frecuente degeneración de conceder elementos de nuestra identidad como pueblo a cualquier desalmado.
Es preciso recordar, y admirar, que en Catalunya, una vez más en progresiva actitud cultural y sintonía europea, la platafoma ¡Prou! (Basta), Iniciativa Legislativa Popular per l´abolició de la tauromaquia, ha entregado el pasado día 9 de julio en el Parlament 180.169 firmas recogidas en 120 días para su definitiva abolición, siendo 69 los municipios catalanes que se han posicionado -entre ellos Barcelona- 81 en todo el Estado y el único ayuntamiento vasco que ha tenido la elegancia ética y la decencias política de pronunciarse en este sentido ha sido Sopela. Una vergüenza para el resto y para Eudel por no coordinar a los municipios en estas progresistas iniciativas.
Constituye una vergüenza nacional que la actividad más propagada de las fiestas de todas las capitales vascas sea esta muestra de crueldad ecológico-ambiental de salvajismo contemporáneo. Es preciso acabar fulminantemente con esta ignorancia sensitiva y tragedia ambiental, desgraciadamente muy arraigada, que cada verano denigra a Euskal Herria ante el mundo. Con el gobierno golpista que ha tomado el poder será todo lo contrario, pues su única misión es aniquilar la idiosincrasia de Euskal Herria: identidad, lengua y cultura. Las demás personas y naciones progresistas no pueden entender qué clase de independencia exigimos si celebramos su misma asesina «fiesta nacional» y somos tan primitivos y tauricidas como ellos, los que nos colonizan. Cuanto menos españoles «seamos», que no somos, o parezcamos, más europeos seremos.
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