Ekintza Zuzena, aldizkari libertarioa
A lo largo de la historia África ha sido desangrada por «plagas» sucesivas: la esclavitud, el colonialismo, el fin de las colonias, los ajustes estructurales forzados por las instituciones de Bretton Woods (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional), el neoliberalismo, las transnacionales,...
COLONIALISMO
En el siglo XIX el capitalismo y la revolución industrial se habían asentado en Europa y necesitaban expandirse en busca de regiones que le proporcionasen materias primas y mercados. Surgió así el colonialismo como doctrina de desarrollo y la idea de que todo gran país debía tener un imperio colonial.
Después de los exploradores, misioneros, colonos y comerciantes llegaron a África los políticos y los militares, cuyos nombres y acciones se han aupado al cuadro de honor de la historia militar de las colonias en sus respectivos países. Europa llevó a cabo la conquista de África a sangre y fuego frente a poblaciones que se opusieron a ellas. Los imperios de la revolución industrial pretendían explotar el territorio, por medio de la extracción o recogida de materias primas de las regiones no desarrolladas y de la exportación de los productos elaborados a estas mismas regiones, con un valor añadido muy superior.
El colonialismo destruyó la economía africana y el sistema agrícola y los reemplazó por sistemas, infraestructuras y estructuras de clase diseñadas para la exportación de bienes y explotación de mano de obra y recursos primarios africanos para beneficio europeo. Se constituyó una economía basada en el monocultivo de la exportación. Los cultivos alimentarios tradicionales, que garantizaban la subsistencia de las poblaciones locales, fueron abruptamente sustituidos. El resultado inmediato fue la expansión, en una escala nunca vista con anterioridad, de las epidemias de hambruna.
La ocupación efectiva implicaba tener una administración en la región y desplegar un ejército que controlase el país. Las únicas inversiones que se hicieron en las colonias fueron las de empresas privadas para explotar minas, plantaciones; así como las inversiones de los colonos europeos para mejorar sus tierras y el embarque de sus cosechas. Millones y millones de horas de trabajo no pagado e infinidad de recursos constituyeron el principal tesoro que Europa extrajo de África.
La repartición del continente tuvo que ser resuelta con la celebración de
FIN DE LAS COLONIAS
A partir de 1945, el proceso de descolonización adquirió un ritmo frenético. Los últimos reductos del colonialismo cayeron a mitad de los años setenta, a través de importantes movimientos nacionales revolucionarios. Pero la ruptura con el colonialismo no significó la pacificación de África.
Los colonialistas, tras las convulsiones de las dos guerras mundiales, hicieron su análisis costo-beneficio y, al ver que el negocio de las colonias ya no era rentable, decidieron que lo mejor era largarse, dejar la administración sobre el terreno de las colonias, para, como habían hecho antes del reparto de África, seguir explotándolas desde la seguridad de su propio país. Las élites coloniales, que habían servido a los intereses europeos, normalmente se mantenían en el poder. Élites europeizantes o europeizadas, educadas, ricas, armadas, conectadas con las empresas que trabajan en el país, en situación de absoluto privilegio.
Cuando algunos líderes africanos intentaron emprender un camino de desarrollo independiente, fueron derrocados por golpes apoyados desde Occidente. Por ejemplo, el caso de Angola, destacado, cuyo gobierno, «después de la liberación tuvo que enfrentarse a grupos contrarrevolucionarios apoyados desde otros países africanos, tras los cuales se ocultaba EEUU».
O el de Congo: en 1961, fue asesinado Patrice Lumumba, que había sido elegido primer ministro en 1960. Lumumba buscó lograr un desarrollo independiente para África. Pero Bélgica apoyó un levantamiento en Katanga, una provincia del Congo rica en recursos naturales, e intervino violentamente. Hay evidencia de que EEUU fue cómplice en el asesinato en 1961. Una guerra civil larga y brutal siguió al asesinato. Al fin de la guerra, Mobutu Sese Seko, un sangriento y delictivo dictador, llegó al poder. Mobutu fue reemplazado a mediados de los noventas por Laurent Kabila, otro dictador, cuyo hijo es actualmente el dueño del poder en el Congo. O Ghana donde un golpe militar, también apoyado por Occidente, derrocó a Kwame Nkrumah, un líder pan-africanista en 1966. Nkrumah también buscaba un desarrollo independiente. El golpe fue seguido por una ola de privatizaciones.
LAS PLAGAS DE AFRICA HOY
Los europeos dejaron bien inculcada en África una lección: que la fuerza de las armas es el último y definitivo recurso para la conquista del poder. No hay nada como la fuerza aplastante del poder militar.
Cuando se fue a la conquista de África, a mediados del siglo XIX, se esgrimió el argumento de la «civilización», porque en Europa se tenía la certeza de que civilización, como madre, no hay más que una, que era -faltaría más- la europea. Hoy se habla de «ayuda al desarrollo», a veces de «solidaridad». Son dos conceptos políticamente correctos, pero cargados en ocasiones de tanto cinismo como cuando antaño se hablaba de «civilización».
África es la madre nutricia de la mayoría de las materias primas que hay en el mundo y vuelve a interesar por lo que siempre atrajo a Occidente y ahora también a Oriente: por sus recursos naturales. Existe en África una doble injerencia, política y económica, que está convirtiendo a los países africanos en meras sucursales del Norte. Las amarras son tan fuertes que cuando un dirigente intenta cortar alguna cuerda para liberarse de la presión, se encuentra inmediatamente con una revuelta bien organizada y armada hasta los dientes. Esta injerencia, no tiene origen ya sólo en los países europeos, sino que la presión viene también de EEUU, China, Rusia, India, Brasil,... Incluso el propio coronel Gadafi animó a los libios a que vayan a «hacerse ricos» al África negra.
Con estas actuaciones de penetración en África se sigue asistiendo a la tercera colonización del continente.
Áfricá esta inundada de armas. Las armas en los países africanos entran legal e ilegalmente o, mejor dicho, por canales oficiales y por mercados informales. Hay intereses comerciales muy importantes en la provisión de armas a la región.
El continente ha sufrido guerras atroces, a menudo presentadas como guerras civiles, pero que en el fondo son guerras económicas montadas con el único objetivo de saquear estos países y enriquecerse al precio de la muerte de millones de personas. La depredación de recursos ha sido la causa de las guerras más virulentas en países como Angola, Sierra Leona, Sudán y República Democrática de Congo. En estos países no se ha luchado por ninguna idea, ni por suplantar un poder despótico para mejorar la situación de los ciudadanos, sino pura y simplemente para controlar y explotar petróleo, oro y diamantes, casi siempre en conexión con empresas transnacionales que han suplantado a los propios Estados. Y han actuado como proveedores, en muchos casos, de las armas necesarias para desestabilizar comunidades, regiones, países enteros. Un ejemplo claro de esto es el caso de
Un área particularmente vulnerable en toda África subsahariana es la agrícola. La agricultura es un sector vital para África. Representa el 70 por ciento de la economía de los países del continente. El mayor problema radica en la competencia desleal de las importaciones de los países del Norte. Es anormal, por ejemplo, que el arroz importado cueste menos en África que el arroz producido en sus países. Lo mismo sucede con el algodón. Los programas de ajuste estructural (PAE) del Banco Mundial y del FMI -estas instituciones internacionales que se nos venden como las «hermanitas de la caridad» y, sin embargo, sus actuaciones se pueden comparar con las técnicas más macabras y sofisticadas utilizadas durante el holocausto nazi- están directamente relacionados con el proceso que conduce a la creación de situaciones de hambre, porque atentan de manera sistemática contra todas las actividades económicas que no sirven a los intereses del sistema de mercado mundial.
Los Programas de Ajuste Estructural consisten en la imposición de unas condiciones económicas y financieras a los países endeudados, para ajustar el comercio exterior, suprimir los desequilibrios financieros y conseguir nuevos préstamos. Es decir, el BM entrega préstamos (evidentemente con elevados intereses que engrosan la deuda externa letal de los Estados) a condición del cumplimiento de sus Programas de Ajuste Estructural. Programas que se dirigen claramente a la construcción y mantenimiento del sistema capitalista mundial: fundamentalismo económico o lo que es lo mismo, la priorización del sistema financiero y de mercado sobre la vida humana.
El hambre presente en Somalia o Mozambique, por ejemplo, es atribuida mecánicamente a factores políticos y climáticos externos: la ausencia de nubes cargadas de lluvia y anomalías en la presión del aire... Se tergiversa la historia y sólo se enseña lo superficial. Somalia, sin embargo, fue autosuficiente en alimentos hasta los años 70. ¿Qué precipitó el colapso de la sociedad civil? ¿Por qué se destruyó la agricultura de producción de alimentos y el pastoreo nómada?
El continente africano se ha convertido en la región donde más se han aplicado los PAE. A la sombra de ellos, la explotación rural familiar es llevada a la bancarrota, el productor agrícola pierde el control de la tierra que trabaja. Los ingresos de los agricultores -y esto tanto en los países ricos como pobres- quedan reducidos a una mínima expresión bajo el asedio de un poderoso grupo de empresas mundiales agroindustriales que simultáneamente controlan los mercados de cereales, de insumos agrícolas, de semillas y de alimentos procesados.
Las consecuencias de los PAE en África son aumento de los niveles de pobreza urbana y rural, la disminución de los salarios en el sector moderno, la desaparición de escuelas subvencionadas por el Estado, la privatización de la sanidad, etc. Los resultados inmediatos son el aumento del analfabetismo, la reducción de la esperanza de vida y la reaparición de las epidemias erradicadas en otras partes del planeta.
La incidencia de enfermedades constituye otra de las plagas que azotan al continente africano: sida, tuberculosis, malaria, cólera, ébola... ¿Cómo puede un pueblo con una salud tan precaria recomponer un país, desolado por la guerra, alcanzar la paz, trabajar los campos, comerciar internacionalmente y progresar? El círculo vicioso de la mala salud es una de las trampas que mantienen a los pueblos de África en su estado de postración. Se está llevando a efecto el plan más acabado de saqueo total que hubiese conocido la humanidad en su ya larga existencia. Se está exprimiendo a niveles inconcebibles a pueblos ya hambrientos y empobrecidos al máximo por concepto de una deuda que jamás pidieron ni usufructuaron. Pero esto no es todo. Resulta probablemente el preludio de otro previsible mayor y último super genocidio que se consumaría con el brote intensivo de las enfermedades originadas en retrovirus de laboratorio para extinguir físicamente a las masas hambrientas todavía sobrevivientes. Resulta perceptible que todo lo detallado no es sino parte de un tenebroso plan de dominio y apoderamiento total del mundo, diseñado por las grandes corporaciones y círculos financieros del planeta.
«No son países subdesarrollados, sino arrollados», como dice Eduardo Galeano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario