La Haine
Los sucesos en Egipto durante las últimas semanas ponen en el tapete más preguntas que respuestas. Mientras parece que algunas cosas siguen cambiando, otras quedan bastante claras:
1) Las revoluciones no simplemente cambian un soberano por otro; cambian los sistemas.
2) Las revoluciones para ganar la democracia no pueden terminar en el dominio militar porque las dos cosas son intrínsecamente opuestas entre sí.
3) La lucha en Egipto apenas está en su comienzo, no en su fin.
La renuncia obligada de Hosni Mubarak de las riendas del poder se logró por una confluencia de fuerzas: las manifestaciones en Cairo, Alejandría y el país entero (incluso con numerosas huelgas); la presión de los intereses comerciales que perdieron miles de millones de dólares debido a los autobuses turísticos vacíos; y los elementos del ejército que estaban preocupados porque veían el potencial para cada vez más caos y tal vez una pérdida de su propio poder.
Mubarak no se fue fácilmente o de buena gana. Su elección de Omar Suleiman como vice-presidente hubiera sido un golpe maestro en cualquier otro momento porque Suleiman se distingue por su pericia en la tortura. Su nombramiento fue diseñado para enviar murmullos de temor y pavor por la Plaza Tahrir.
Pero cosa sorprendente, tuvo el efecto opuesto. Impulsó mayor resistencia, y aceleró la salida de Mubarak.
Aún así, el poder todavía está en manos de los militares en Egipto igual que en Túnez. Tanto Ben Ali como Mubarak eran hombres que dependían de la fuerza militar para conservar su poder y controlar a los disidentes. En Túnez, Ben Ali tenía dos títulos: ¡Presidente y General! Mubarak había sido piloto de caza. Por eso, sus instintos eran de pelear, no negociar.
El estallido en Egipto tuvo sus orígenes en la desesperación de Mohamed Abouazizi enTúnez, quien, después de repetidos esfuerzos para obtener justicia de un régimen corrupto e indiferente, se prendió fuego.
Abouazizi era un hombre de 26 años que había ganado su doctorado pero no pudo encontrar empleo. Trabajaba como vendedor de fruta y su mercancía fue injustamente confiscada por la policía. El fuego que él encendió acabó con su vida pero inspiró a millones de tunecinos, quienes a su vez despertaron la rebeldía en millones de egipcios que sentían una profunda identificación con la desesperanza de Abouazizi.
Quién sabe qué tan lejos estos fuegos se extenderán.
Puede ser que Egipto esté en un largo camino para despertar de su largo y desagradable dormir. Pero esto es el comienzo del camino, no el fin.
--(c) '11maj
12 de febrero de 2011
Audio grabado por Noelle Hanrahan: http://www.prisonradio.org/
Texto circulado por Fatirah Litestar01@aol.com
Traducción Amig@s de Mumia, México
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