A pesar de las afirmaciones de las cabezas parlantes y los medios de comunicación masivos, no han ocurrido revoluciones en los países norafricanos de Túnez y Egipto, tampoco en Bahréin en el Golfo Pérsico. Lo que ocurren son rebeliones. Una revolución transforma la sociedad entera. No simplemente saca del poder a unos pocos líderes. Por eso muchos de los reportajes en Estados Unidos confunden a la gente. Pretenden anunciar una revolución, aplaudirla y congelarla mientras unos líderes cuidadosamente seleccionados o ejércitos comprados agarran las riendas del poder.
Dicho esto, ¿no es curioso que la mayoría de los países donde las rebeliones son más extensas sean encabezadas por presidentes o príncipes aliados con Estados Unidos? ¿Y que estos aliados han utilizado sus ejércitos y policías para someter a la gente que se oponga a sus políticas profundamente impopulares?
Estas rebeliones presentan fuertes desafíos al imperio estadounidense porque amenazan con desmantelar los regímenes represivos que sostienen la política de EU en el Medio Oriente. Siguen surgiendo y creciendo en la región entera, abogando por una democracia que EU no quiere y no apoya en realidad. Entre la democracia y la estabilidad, siempre escogerá la estabilidad porque la globalización la requiere y la globalización es el instrumento del Imperio. De hecho, es solo otro término para el colonialismo ––el control de otros estados por un estado imperial central.
Pero este Imperio también es una nación deudora que produce poco y tiene que rogar en el extranjero para pagar su vasto ejército y apoyar su aparato global. Mientras las colonias se desvinculan o se recuperan por sus pueblos, el Imperio se desmorona, primero perdiendo unos centímetros, luego unos metros, y luego unos kilómetros. Tal vez estamos presenciando el final de algo enorme.
Desde el corredor de la muerte, soy Mumia Abu Jamal.
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