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2012/05/23

La deuda con la Unión Patriótica

En los comicios de 1988, obtuvo 24 alcaldías, una cifra insignificante si se compara con la de los 1.120 municipios que en ese momento había en Colombia, pero de gran valor estratégico, porque las 24 correspondían a municipios petroleros, productores de banano y plátano y de oro y plata.


Ainara Lertxundi
GARA

La vida y la trayectoria política de Rita Tobón son un espejo del grado de crueldad e impunidad que se vive en Colombia. Tobón era una deportista de élite que trabajaba con los sectores menos favorecidos. Creía en una administración sin corrupción, limpia y transparente, en otro modelo de país y en un futuro en paz. Ello la llevó a la Unión Patriótica, nacida de las filas de las FARC como parte del proceso de diálogo con el Gobierno de Belisario Betancur por el que dejaron la lucha armada. Aquel incipiente movimiento llegó a amplios sectores descontentos con los partidos tradicionales, cosechando inéditos resultados electorales.

En los comicios de 1988, obtuvo 24 alcaldías, una cifra insignificante si se compara con la de los 1.120 municipios que en ese momento había en Colombia, pero de gran valor estratégico, porque las 24 correspondían a municipios petroleros, productores de banano y plátano y de oro y plata. Colombia ocupaba a nivel mundial el cuarto puesto en producción de banano y el segundo de oro. Tobón estuvo al frente de una de esas alcaldías, la de Segovia, donde se producía el 94% del oro.

Aquella victoria pronto se tornó en tragedia frente a la inoperancia de un estado, de una comunidad internacional y de unos organismos de derechos humanos que «mientras duró la masacre de la Unión Patriótica no enviaron ni un solo aviso de urgencia ni alertaron de que la vida de los dirigentes de la Unión Patriótica y de las comunidades en las que tenía una fuerte presencia estaban en peligro. Porque hasta los derechos humanos tienen color político en Colombia», afirma Tobón aún con amargura. Y, lo más doloroso, frente «al silencio del pueblo, que pudo decir basta a los asesinos. De haber sido así -afirma- la historia del país no sería la de ahora», salpicada aún de masacres, de atentados, de ataques, de amenazas.

Es hora de empezar a cambiar la escritura y el tono belicista imperante en la sociedad y en los políticos colombianos. Y de proteger a los integrantes de la recién creada Marcha Patriótica. Ese sería el mejor homenaje y reconocimiento a los militantes muertos o en el exilio de la Unión Patriótica.

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