"Bastardos intereses de terceros ahondaron y ahondan los recelos entre quienes vinieron con intención de regresar a sus tierras y quienes los vieron llegar como intrusos y advenedizos."
JESÚS VALENCIA GARA
La semana pasada, entre bochornos mañaneros y brumas vespertinas, celebramos el funeral de Antonio; el padre de Andoni Cabello, preso político dispersado en Castelló. Su muerte, como cualquier otra, produjo sensaciones desiguales: para quienes lo conocíamos, una gran pérdida; para quienes no lo conocían, una noticia más en el apartado de defunciones.
Hay, sin embargo, un hecho en la biografía de Antonio que da pie a estas líneas: había nacido en Granada y -en la década de los sesenta- recaló en Euskal Herria. Formaba parte de aquel inmenso contingente de trabajadores que hubieron de alejarse de su tierra «buscando el pan que los señoritos del latifundio andaluz les negaban». La cita es de Andoni que en marzo de 2004 publicó «La plaza de Urbina». Describe en dicha obra el ambiente de aquel pueblecito alavés a donde llegó la familia; muchos y pintorescos detalles de cómo una pequeña población perdía su perfil agrícola para adentrarse en turbulencias sociales y políticas nuevas. La construcción de varias represas y la instalación de varias fábricas aceleraban la transformación de la aldea.

La opción de quienes llegaron como emigrantes y se hicieron compañeros resulta muy alentadora en la presente coyuntura. Afrontamos una etapa en la que la acumulación de fuerzas es clave. Nuestro proceso necesita también de la población emigrante; esta constituye un potencial transformador gigante al que debemos contemplar como fuerza amiga. Si alguien lo pone en duda, que repase la historia de la familia Cabello y la de otras muchas con parecidos perfiles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario