"En 2014, las miserias del Tercer Mundo
se han propagado a los Estados miembros de la OCDE, donde hay 200
millones de pobres, 40 millones de desempleados y ocho millones de
personas desnutridas."
Rafael Narbona escritor y critico literario (http://rafaelnarbona.es/)
En 1998, el Informe sobre Desarrollo
Humano de Naciones Unidas afirmaba que las 225 personas más ricas
poseían un patrimonio de un billón de dólares. Es decir, los mismos
recursos que el 47% más pobre. Sólo con el 4% de la fortuna de los 225
más ricos se podían resolver el problema del hambre, regularizar el
abastecimiento de agua, universalizar la enseñanza, prestar la atención
básica sanitaria y garantizar un sistema de saneamiento y
alcantarillado. Sin embargo, 1.442 millones de personas vivían por
debajo del umbral de la pobreza y 3.000 sobrevivían con menos de 2
dólares al día. 1.000 millones no disponían de agua potable, 800
millones sufrían desnutrición crónica y 30 millones morían al año por
culpa del hambre, la mitad niños y niñas. Había 1.000 millones de
analfabetos, de los cuales 600 eran mujeres. Según el Fondo
Internacional Agrícola de la ONU, la situación podría agravarse en los
próximos 15 años, extendiéndose la pobreza extrema a 2.000 millones y
1.500 millones no tendrían acceso al agua corriente. El analfabetismo
también aumentaría, pues 130 millones de niños no estaban escolarizados
en países del Tercer Mundo. Algunos ya opinaban que se podía hablar de
un genocidio causado por las políticas del FMI y el BM. “Los que diseñan
la economía internacional –escribe Noam Chomsky- exigen con dureza que
los pobres acepten la disciplina de mercado, pero se aseguran de estar
protegidos de sus estragos”.
En 2014, las miserias del Tercer Mundo
se han propagado a los Estados miembros de la OCDE, donde hay 200
millones de pobres, 40 millones de desempleados y ocho millones de
personas desnutridas. En España, el paro afecta a seis millones de
personas, el 21’1 de la población vive por debajo del umbral de la
pobreza y dos millones y medio de niños sufren malnutrición. En una
escala mundial, la crisis ha incrementado las desigualdades de una forma
escandalosa. 85 súper-ricos tienen tanto dinero como las 3.750 millones
de personas más pobres. Según Intermón Oxfman, el 1% posee la mitad de
la riqueza del planeta. Es la consecuencia de aplicar “políticas
fiscales injustas y prácticas corruptas que arrebatan los recursos a los
ciudadanos”. En España, antes de 2008, los más ricos ganaban 5’3 veces
más que el 20% más pobre. Ahora esa cifra ha aumentado hasta 7’5. Los 20
españoles más ricos poseen un patrimonio de 77.000 euros, lo que
equivale a la renta del 20% más pobre. Si prosigue esta tendencia, en el
2025 los más ricos ganarán 18 veces más que ese castigado 20%. España
es el país con más desigualdades de la UE. Sólo Letonia nos aventaja en
ese dato vergonzoso. Hace unos días la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) publicaba su informe anual: Tendencias mundiales del
empleo 2014: ¿Hacia una recuperación sin creación de empleo? La
OIT denuncia que incluso en los países más avanzados de la OCDE apenas
se destina un 0’6% del PIB a promover la creación de empleo. Si esa
cantidad creciera hasta el 1’2% podrían crearse casi 4 millones de
empleos en las economías más desarrolladas. Sin embargo, se destinan
enormes cantidades a pagar una deuda odiosa e ilegítima. En España, en
2013 se empleó 19% del PBI para pagar la deuda externa y sus intereses.
La deuda ya representa un 88’2% del PIB y seguirá creciendo por culpa
del rescate bancario y las cifras de paro. Dado que el 85% de las
empresas del IBEX protegen su dinero en paraísos fiscales, las arcas de
la Hacienda Pública seguirán dependiendo de los asalariados. Se ha
suprimido el impuesto por patrimonio y el impuesto de sucesiones y las
rentas del capital pagan un máximo de un 18%. Por el contrario, las
rentas del trabajo tributan hasta un 50%. El sistema fiscal español,
lejos de ser progresivo y redistributivo, es regresivo y promueve la
desigualdad. La desigualdad –advierte el Nobel de Economía Joseph
Stiglitz- no solamente es injusta, sino que además actúa como un factor
que impide el desarrollo económico.
Los datos a veces aburren y abruman,
pero son el único baremo que nos permiten conocer la situación real del
mundo. El nivel de injusticia y desigualdad es obsceno, hiriente,
intolerable. El capitalismo es una forma de organizar la economía que
esclaviza, excluye y mata. La socialdemocracia y el neoliberalismo
aplican la misma política, pues los amos del mundo son los que imponen
las reglas del juego y el margen de maniobra es insignificante o tal vez
inexistente. Podemos berrear en las redes sociales, pero el poder sigue
moviendo su rueda de triturar seres humanos. Es un centro lejano y
opaco, que no responde por sus actos. Son 147 corporaciones
trasnacionales, con el 80% de sus acciones en manos de los grandes
bancos. La democracia ya no funciona como una alternancia de poder, sino
como la máscara del poder. “La verdad siempre es revolucionaria”,
afirmó Lenin. Hoy se cumple el 90 aniversario de su muerte y muchos
consideran que su legado debería caer en el olvido, pero algunas de sus
frases describen el presente con una lucidez sobrecogedora: “Decidir una
vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han
de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera
esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías
constitucionales parlamentarias sino en las repúblicas más
democráticas”. Esta reflexión, tan políticamente incorrecta, nos muestra
la esencia de un capitalismo globalizado, donde la lucha de clases
parece que ha llegado a su final, con la derrota de la clase obrera y
campesina. La plataforma Podemos plantea nacionalizar la banca y
realizar una auditoría de la deuda externa para excluir el pago de los
intereses ilegítimos. Son medidas revolucionarias y las revoluciones –me
temo- no se gestan en las urnas, sino en las calles. Por eso, Podemos
suscita dudas, vacilaciones e incluso rechazos. Algunos consideran que
sólo es una fuerza política convencional condenada a fundirse con IU o a
ocupar su espacio electoral. Lo cierto es que si los vecinos de Gamonal
no hubieran levantado barricadas y quemado contenedores, sus protestas
no habrían prosperado. Nadie escucha a los palestinos cuando dejan de
tirar piedras. La policía y los periodistas hablan de provocadores e
infiltrados en el barrio de Gamonal, básicamente células anarquistas.
Eso sí, afirman que Gamonal no es un modelo de revolución exportable al
resto del Estado español. Son los mismos comentarios que utilizaba la
prensa franquista para justificar la brutalidad de la policía en las
manifestaciones convocadas para exigir amnistía y libertad. Dolores de
Cospedal, presidenta de Castilla-La Mancha por el PP, apunta que la
persistencia de las manifestaciones, cuando la alcaldía ya ha suspendido
las obras del bulevar, revelan que hay algo más, un objetivo más
ambicioso. Sin duda. Puede decirse lo mismo de los disturbios de 2005 en
la periferia de París, cuando ardieron más de mil coches. El inmundo
Sarkozy, por entonces Ministro del Interior, afirmó despectivamente que
era la revuelta de la gentuza. Sus palabras sólo lograron exacerbar la
violencia. ¿Por qué se queman coches, contendores o se arrojan piedras
contra los bancos? Para hacer visibles a los invisibles, para que el
sufrimiento de los más débiles y vulnerables no pase inadvertido y para
demostrar que a veces es posible vencer. Las piedras no vuelan por
capricho, sino por impotencia y surgirán nuevos casos como el de
Gamonal, salvo que la clase trabajadora se resigne a vivir humillada y
explotada. Gamonal no es la Comuna de París, pero ha encendido la
esperanza de los que sueñan con un mundo diferente.
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