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2015/02/05

SOBRE REFORMISMO Y ALTERNATIVAS-

"La debilidad del movimiento comunista europeo, ha contribuido de manera decisiva a que, el proceso de reajuste neoliberal y el progresivo deslizamiento de las democracias burguesas formales, hacia formas autoritarias y de represión cada vez más abiertas, no hayan gestado un marco abierto a la transformación social y a la ruptura democrática."

Jon Ibaia
militante de Herri Gorri

La crisis del capitalismo en 2008 y la posterior ofensiva desarrollada por la clase dominante y el bloque en el poder, generaron una ruptura en las bases sobre las que reposaba la legitimidad y la estabilidad del sistema. Todas las crisis del capitalismo, a lo largo de su historia, han sido superadas con la misma estrategia por parte de la clase dominante. Las caídas de las tasas de ganancia, se concretan en procesos de reestructuración, en los que el ciclo de valorización del capital, reinicia nuevas formas de desvalorizar la fuerza de trabajo, intensificando la explotación, la precariedad, la depauperización y el desempleo, como mecanismo de ajuste salarial.

Esta ofensiva del capital, reactivó la lucha de clases, si bien en una correlación de fuerzas, muy favorable para el bloque en el poder. La vivencia cotidiana del desempleo, la precariedad, la miseria, por parte de la clase trabajadora y los sectores populares, generaron movimientos populares de respuesta. El movimiento contra los desahucios, el 15 M, las impresionantes marchas por la dignidad en Madrid, han sido las expresiones más importantes del creciente malestar social. Sin embargo, veinte años de dominio político e ideológico del neoliberalismo, no habían pasado en balde. El movimiento obrero, las organizaciones revolucionarias, habían sido derrotadas. El reformismo, el oportunismo, la cooptación por parte del sistema, habían desactivado el potencial revolucionario de una clase trabajadora, sometida a un proceso de fragmentación y de jerarquización, así como el desarrollo de formas de conciencia desclasada, de “clase media”, emulando formas de consumo y modelos de vida pequeñoburgueses.

La debilidad del movimiento comunista europeo, ha contribuido de manera decisiva a que, el proceso de reajuste neoliberal y el progresivo deslizamiento de las democracias burguesas formales, hacia formas autoritarias y de represión cada vez más abiertas, no hayan gestado un marco abierto a la transformación social y a la ruptura democrática.

El caso de SYRIZA en Grecia, el de PODEMOS en el Estado español y, salvando ciertas distancias, la Izquierda soberanista en Euskal Herria, constituyen expresiones de la reconstrucción de formas de socialdemocracia de izquierdas, en algunos casos avanzadas que, desde un reformismo, una denuncia de los excesos del neoliberalismo y promesas de democratización, objetivamente contribuyen a la propia estabilización del sistema. Esta nueva izquierda sistémica se ha fundado de manera exitosa en su capacidad para interpelar a la clase trabajadora y a los sectores populares, con un discurso defensista, de recuperación del Estado del Bienestar, de derechos sociales, políticos y laborales, que en el pasado fueron arrebatados a las clases dominantes. Los sectores pequeñoburgueses y de la aristocracia obrera, se han convertido en la punta de lanza de esta “nueva izquierda”, cuya línea política estratégica, se resume en salvar lo que se pueda del Estado de Bienestar, aún a costa de que importantes fracciones de la clase trabajadora, no podrán acceder ni a un anhelado trabajo en condiciones de precariedad.

Los sectores más golpeados por los recortes, la precariedad y el desempleo, responden a la interpelación de un discurso “nuevo”, crítico con la corrupción, abierto a recuperar derechos perdidos y a la “democratización”, porque no hay una alternativa real organizada, estratégica y con credibilidad suficiente, que pueda confrontar con él. El caso de SYRIZA en Grecia y el del Partido Comunista, son representativos de lo que hablamos. El Partido Comunista Griego, frente a la capacidad “ilusionante”, de reformas posibles -que ya veremos donde quedan- de SYRIZA, su posición, su línea anticapitalista, fundada sobre la denuncia de la Unión Europea como marco de explotación, de opresión de la clase trabajadora, era denunciada como dogmática, sectaria y maximalista. Sin embargo, esa es la línea a seguir por los comunistas.

Nuestro análisis y línea política, nos conducen a considerar esta fase de expansión de la izquierda sistémica, del reformismo y el oportunismo, desde la certeza de su agotamiento y desde la necesidad de que los comunistas nos reconstruyamos como alternativa. Una de las características fundamentales de la fase abierta tras la crisis del capitalismo en 2008, es que los mecanismos de valorización del capital, incluso en un marco de crecimiento macroeconómico, no va a poder asumir el sostenimiento de un Estado de Bienestar, ni tan siquiera empleo en condiciones precarias para el conjunto de las clases trabajadoras de Europa. La tendencia general a la caída de las tasas de ganancia, derivadas de la creciente proporción de capital constante sobre capital variable y agudizada por la tendencia inherente a la sobreproducción-subconsumo, como dos caras de una misma moneda, generan un marco en el que el reformismo, la socialdemocracia, hacen inviable un modelo keynesiano abierto al conjunto de los pueblos trabajadores. Las opciones a las que el reformismo estará sometido, serán las de una “izquierda” que gestionando subvenciones, ayudas sociales y alentando un empleo cada vez más precario como mal menor, aún desde sus mejores planteamientos filantrópicos y oportunistas, no podrán lograr una estabilidad del sistema.

Los límites del reformismo, se encuentran en su incapacidad de gestionar las crecientes demandas sociales, estabilizando pactos sociales similares a los que fomentaron en los años 50 y 60 bajo el paraguas de las políticas keynesianas, aún a costa de amparar el imperialismo, no lo olvidemos.

Su gestión, indudablemente significará una mejora real de las condiciones sociales, siempre dentro del marco de “lo posible”, claro está, incluso racionalizarán el funcionamiento del sistema, denunciando la corrupción e incluso atajándola, pero no será previsible que puedan estabilizar el crecimiento macroeconómico, siempre bajo la espada de Damocles de los mercados financieros y la deuda externa.

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