"Las dos principales herramientas del
pueblo son la reflexión y la movilización. Pero una no puede avanzar
sin la otra. La razón es evidente: seria ingenuo creer que quienes
albergan intereses en el negocio de la guerra, los propietarios de la
industria armamentistica, no piensen en sacar lecciones del pasado. Ante
las movilizaciones masivas contra la guerra como las que hubo con las
invasiones de Vietnam o Irak, es normal que quieran mejorar su
“marketing”. En otras palabras, para justificar nuevas guerras, tenian
que acompañarlas de un nuevo envoltorio."
Las guerras de Estados Unidos y la Otan
en Oriente Próximo han fabricado un problema de cuyas proporciones
algunos comienzan a darse cuenta únicamente ahora. Para quienes estos
últimos años nos preocupábamos de sus consecuencias previsibles, el
problema era ¿cómo oponerse eficazmente a las guerras?
No hay receta secreta para ello. Las dos principales herramientas del
pueblo son la reflexión y la movilización. Pero una no puede avanzar
sin la otra. La razón es evidente: seria ingenuo creer que quienes
albergan intereses en el negocio de la guerra, los propietarios de la
industria armamentistica, no piensen en sacar lecciones del pasado. Ante
las movilizaciones masivas contra la guerra como las que hubo con las
invasiones de Vietnam o Irak, es normal que quieran mejorar su
“marketing”. En otras palabras, para justificar nuevas guerras, tenian
que acompañarlas de un nuevo envoltorio.
Efectivamente, los últimos años, en conflictos como el de Libia, las
intervenciones militares se ha presentado bajo un enfoque humanitario.
Para conseguir que los pueblos del mundo acepten esa paradoja de las
“guerras humanitarias”, el papel de la propaganda mediática es esencial.
Por eso es imprescindible un examen detenido de las estrategias de las
guerras actuales de la Otan,
una alianza de la que desafortunadamente aún formamos parte. En el caso
concreto de Siria, hay que mencionar algunos elementos que son claves
para entender el desbordamiento de la politica francesa en el conflicto
de Siria, con el resultado de los atentados múltiples que se han
producido en Paris hace unos dias.
Contrariamente a lo que pasó con la invasión de Irak, el discurso
dominante sobre el conflicto de Siria lo presentaba como un conflicto
interno, es decir una guerra civil en la que se oponian fuerzas rebeldes
y el gobierno sirio. Ahora bien, numerosos especialistas han observado
sobre el terreno que lo que se presentaba como fuerzas rebeldes estaba
formado esencialmente de mercenarios extranjeros. Es el fenómeno del
«euroyihadismo».
El discurso dominante también ha introducido un segundo nivel de
lectura, favoreciendo la idea del conflicto interno y presentándolo
exclusivamente bajo un ángulo de tipo confesional. Así, éste se
explicaría por la oposición entre una élite o secta alauí en el seno del
gobierno, ante una mayoría de la población de confesión suní. Es
importante destacar estos dos elementos porque forman una lectura del
conflicto directamente importada de la propaganda de uno de los
principales actores del conflicto, las petromonarquías.
De hecho, la ideología que hay detrás del autodenominado «estado
islámico» es el wahabismo. Hay que denunciar que esta ideología
intolerante y xenófoba hacia la realidad del mundo árabe y su pluralismo
étnico y religioso, es fomentada por Arabia Saudita, uno de los
principales aliados de Estados Unidos y Francia. Un país creado de la
nada en medio del desierto, con el apoyo del colonialismo británico.
Aclaremos esto de una vez, esa ideología radical no tiene nada que
ver con los valores de paz y tolerancia de la religión musulmana que su
civilización ha practicado a lo largo de la historia. El wahabismo
destruye incluso el patrimonio de la civilización islámica, porque se
refugia en una visión idealizada y falseada de la religión, aislándola
del contexto de su fundación y de la evolución de la historia. Lo que
esta ideología permite es simplemente que una monarquía familiar se
mantenga en el poder desestabilizando los países de su alrededor, que
tienen sistemas políticos mayoritariamente laicos, y que desde el fin de
la época colonial presentan el riesgo de independizarse demasiado y no
respetar la voluntad de la potencia hegemónica.
En resumen, los terroristas son simplemente criminales y mercenarios.
No representan otra religión que la del dólar. Muchos de ellos son de
origen europeo, y se radicalizaron en Francia y otros países. Cientos e
incluso miles de jóvenes sin futuro de nuestros barrios han sido
instrumentalizados a través de internet y la propaganda de las
petromonarquias, cayendo así en el nihilismo y la autodestrucción. Pero
eso fue posible porque ya había un terreno fértil para ello. Una de las
causas del problema fue el abandono de la población de origen inmigrante
en los barrios populares por parte del estado francés y sus politicas
racistas. “Existe un apartheid territorial, social y étnico”, llegó a
admitir el primer ministro francés Manuel Valls en declaraciones a la
prensa después del atentado contra la redacción del semanario satírico
Charlie Hebdo.1
Los terroristas que tantos estragos han hecho últimamente en
Túnez, Turquía, Líbano, Egipto y también en Francia, han sido en buena
parte alentados por los países miembros de la Otan,
que les han dejado circular tranquilamente por sus fronteras para
atravesar la frontera turca hacia Siria. En particular, a partir de los
campos de refugiados situados en la provincia turca de Hatay, como
alertaba el analista Bahar Kimyongur desde el inicio del conflicto en
2011. 2
Desde entonces, numerosos observadores han calificado ese lugar
fronterizo como una «fábrica» en el reclutamiento de yihadistas.3
También fue posible simplemente porque mientras esos mercenarios
sirviesen para otros fines no se hizo nada para impedirlo. Mientras iban
a poner bombas en Siria, los grandes medios no les presentaban como
terroristas, sino como rebeldes o revolucionarios en favor de la
democracia y contra un régimen dictatorial en Siria. Por eso disfrutaron
de un apoyo excepcional por parte de los países occidentales bajo la
forma de armas reales y «municiones mediáticas» de Estados Unidos y sus
aliados.4
Pero, ¿quién puede creer a estas alturas que a Estados Unidos le
preocupe la democracia en el mundo? Y que la defiendan …¿con la ayuda de
Arabia Saudí y de Israel? Lo único que ha demostrado que le preocupa
son sus intereses geoestratégicos y el acaparamiento de materias primas
como el petróleo y las rutas del gas.
Las mentiras mediáticas son armas de distracción masiva que preparan
el terreno para nuevas guerras. La propaganda consigue que incluso
aquellos pueblos con tradición pacifista, por su memoria histórica
ligada a las guerras y bombardeos de la población civil, acaben
aceptando la necesidad de nuevas intervenciones «humanitarias».
La solución a las guerras consiste en respetar el derecho
internacional y en favorecer la solidaridad entre los pueblos. Pero no
se puede construir la casa por el tejado. Cada pueblo tiene el derecho y
el deber de luchar por un futuro mejor, en el marco de una soberanía
nacional que le permita poner los recursos de su país al servicio de su
población. Y esto es incompatible con desestabilizaciones y la
injerencia extranjera.
- Manuel Valls, Voeux à la presse, 20 enero de 2015, Palacio del Elysée en Paris.
- Bahar Kimyongur, Polémiques sur les camps de réfugiés du Hatay; Syriana, la conquête continue, Investig’Action, 2011.
- Paule Gonzales, Le recrutement de jeunes djihadistes pour la Syrie, c’est l’usine, Le Figaro, 17 de enero de 2014.
- Laurent Ribadeau Dumas, Quand les Etats-Unis s’immiscent dans le conflit syrien, Geopolis, Francetvinfo, 15 noviembre de 2012.
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