"El proceso de destrucción del “capitalismo de
rostro humano” antes mencionado ha convertido a todas las fuerzas
socialdemócratas europeas en lo que ahora se denomina social-liberales, y
ello ha llevado a que muchas fuerzas socialistas se hayan rebajado a la
servil socialdemocracia en aras de recuperar las cotas de bienestar del
malogrado modelo socialdemócrata occidental herido de muerte “por la
crisis”."
Tras el final de la II Guerra Mundial en Europa, el Occidente
capitalista debía proporcionar un modelo homologable, en cierto modo en
lo social, a la alternativa socialista. La socialdemocracia una vez más
fue la encargada de articular un modelo de capitalismo de rostro humano
que, pactado con los liberales y conservadores, vertebró lo que hasta
hace poco denominábamos “estado del bienestar”.
El final de la Guerra Fría, la emergencia económica de otras zonas
geoestratégicas en el planeta, la Revolución tecnológica y sus
progresiones geométricas a la enésima potencia, de las que se deriva el
mal llamado proceso de globalización, y la escalada neoimperialista del
Nuevo Siglo Americano son, entre otras variables, los ejes sobre los que
el capitalismo ha involucionado de modo directo ese modelo del
“bienestar “europeo destruyendo los mimbres sociales, homologando y
actualizando éste al capitalismo salvaje original de que “Europa” se
salvó “gracias” a la existencia de la URSS.
De ahí que vivimos tiempos vertiginosos en los que parece que todo
cambia y evoluciona de modo constante, y superficialmente lo hace,
obviando que las esencias de nuestra vivencia siguen estando asentadas
en parámetros y principios que no se han movido tanto: El Sistema sigue
siendo en esencia el mismo. Es el Mal, es el Capital.
Una de las dinámicas que la Revolución Tecnológica ha generado ha
sido la de priorizar la inmediatez, eliminar los tiempos intermedios. El
corto plazo como espacio temporal para, en función de un materialismo
inflacionario, articular metas de alto nivel satisfactorio en el
hedonismo pero por tanto de carácter efímero.
En los tiempos que vivimos, la histórica capacidad contemporánea por
recibir información, que no procesarla, nos permite conocer de primera
mano y en tiempo real, procesos políticos y sociales internacionales que
hace dos meras décadas solo eran objeto de laborioso estudio de
expertos. Hoy cualquier persona tiene acceso a información suficiente
como para conocer en profundidad y por ende tener un criterio político
sobre cualquiera acontecimiento mundial.
Y en ese escenario Euskal Herria como otros pueblos del mundo sube y
baja en la montaña rusa de la ilusión que se deriva de un importante
número de procesos y acontecimientos internacionales que instintivamente
seguimos con simpatía y pasión. Lo denominamos “el tren de los tiempos”
y “no debemos perder este tren”. Ha habido muchas estaciones. Desde el
proceso en el Norte de Irlanda hasta la consulta escocesa, los procesos
de independencia balcánicos y sus efectos en la jurisprudencia
internacional, la explosión independentista en el Principat catalán, los
ejemplos del gran Pepe Mujica, el histórico resultado de Syriza en
Grecia, el reciente triunfo del movimiento kurdo y sus aliados de
izquierda en la autoritaria Turquía, el surgimiento de Podemos en el
Estado Español…
Hechos diferentes que han ilusionado e ilusionan a mucha gente y
permiten articular iniciativas inspiradas en esos procesos. Más aun
cuando Euskal Herria vive un momento de gran transcendencia histórica,
en el que debe articular en pos de su liberación los réditos de décadas
de resistencia ante la asimilación, con las nuevas dinámicas
multisectoriales unilaterales que por la vía de la transversalidad y el
consenso amplio, deben dar pie a la posibilidad de desarrollar un
programa de poder popular hegemónico que asiente la hoja de ruta
definitiva hacia la Emancipación.
Así, un importante sector de la sociedad vasca trata hoy de activar
este proceso desde la ilusión colectiva como eje vertebrador de esa vía
de tránsito, partiendo de una conceptualización de la ilusión como un
concepto sinónimo de viva esperanza basado en expectativas favorables
depositadas en personas o cosas, pero descuidando, desde mi punto de
vista, un elemento ineludible: el fundamento ideológico de la realidad
que por la ilusión se quiere cambiar.
Porque la ilusión es ambivalente y etimológicamente también está
vinculada a iluso y este a conceptos como engaño o percepción irreal.
Sabemos que en esta fase del proceso es indispensable aglutinar
sectores y articular instrumentos homologables por el Sistema para
avanzar, en las instituciones y en las calles, hacia la vertebración de
mayorías hegemónicas. Pero no debemos olvidar que ni el Estado unionista
totalitario español, ni el capitalismo internacional que ha
involucionado de modo brutal radicalizándose en sus objetivos de expolio
en eso que llaman “crisis”, se van a rendir por los votos o por las
mayorías. La esencia antidemocrática de estos garantiza que nunca
aceptarán por las buenas el dictado democrático popular.
En próximas fechas la iniciativa GED acometerá con otro hito en la
convocatoria de masas. No hay duda de que esto es necesario, grandioso,
excitante y sobre todo ilusionante. Pero yo echo en falta, como otras
tantas veces en nuestro país, una gestión correspondiente a tamaña
movilización. Tamañas movilizaciones han de ser determinantes. Muchas
veces las movilizaciones históricas se convierten en meros hitos
sociológicos, sin más recorrido, que siguen cubriendo una fecha fija en
el calendario hasta su agotamiento. El problema es la existencia de un
déficit en la gestión a posteriori de esas movilizaciones, porque estas
no están articuladas como instrumentos puntuales de calado en un
protocolo político, sino como espejos puntuales reflejo de una realidad y
acontecimientos reafirmantes e ilusionantes ante el muro del No. Este
es el gran problema, el No. El negacionismo.
El problema es que tanto en el ámbito de análisis nacional, como en
el ámbito de construcción del socialismo, las dinámicas generales de
“velocidad” e “inmediatez” que los tiempos imponen han acabado por
desarticular el sistema de alarma ideológico-intelectual que debe
existir en todo proceso político.
Ante el No del Estado ofrecemos un
caramelo, una salida democrática. Y gozamos de bonitos envoltorios pero
olvidamos a qué sabe el caramelo, y el caramelo sabe a independencia y
socialismo. El estado lo sabe, pero a nosotros se nos olvida su No,
porque por comodidad, infantilismo o autocomplacencia estamos
embelesados con lo bonito que ha quedado el envoltorio.
Los negacionistas no quieren que desenvolvamos el caramelo, nos
enredan con el envoltorio y nos pierden y perdemos en debates sobre
éste.
No es un contexto fácil. A nivel nacional niegan, no solo nuestra
existencia como Nación sino nuestras opciones a articular un proceso
político democrático, obstaculizándolo con sus instrumentos legales,
colaboracionistas o represivos. El paradigma es un acontecimiento
reciente:”Nosotros los demócratas” en 2015 siguen homologando como
democrático un estado, que como en el “franquísimo”, encarcela a un
joven vasco por colocar una ikurriña en Sanfermines.
Es el Sistema autodenominado ”Nosotros los demócratas”. La memocracia
partitocrática atada y bien atada. Pero ¿de verdad alguien piensa que
un coto cerrado de partidos de fiel obediencia financiera articula algún
tipo de representación ideológica plural coherente de la voluntad
popular? Es un hecho ver cómo en el día a día la actividad política de
los partidos es semejante: legitimar el Sistema neoliberal y gestionar
los intereses del Capital (al que nadie ha elegido). No existen
diferencias ideológicas entre ellos, no existen programas diferenciados.
Los resultados electorales de mayo demuestran que en efecto el eje
ideológico de los partidos mayoritarios es Liberal, es votar al mismo
partido ya sea liberal-conservador o social-liberal.
Y mientras ese contexto de represión antidemocrática del Estado
negacionista y unionista “de rostro humano” nos abruma, gran parte de
nuestro pueblo es ajeno a la otra negación fundamental: la inexistencia
de “la lucha de clases” y la inexistencia de alternativa al modelo
capitalista. Y así por poner otro ejemplo actual, el estado negacionista
en lo nacional, se va para arriba, y por esa esencia liberal que lo
rige nos impone a escondidas (con el consenso de “todos los partidos del
Sistema” (o sea el Partido Único: el Liberal) ataques directos, como el
TTIP TISA, a la clase trabajadora que son involución incluso a sus
propias leyes económicas y de mercado. Pero no pasa nada.
Y ahí está el drama. El proceso de destrucción del “capitalismo de
rostro humano” antes mencionado ha convertido a todas las fuerzas
socialdemócratas europeas en lo que ahora se denomina social-liberales, y
ello ha llevado a que muchas fuerzas socialistas se hayan rebajado a la
servil socialdemocracia en aras de recuperar las cotas de bienestar del
malogrado modelo socialdemócrata occidental herido de muerte “por la
crisis”.
El golpe del gran Capital al modelo socialdemócrata es indiscutible.
Tras desregular la economía financiera a nivel mundial, ahora llega la
desregulación comercial y alimentaria. Criminalizó la gestión pública
por su carestía, ineficaz y corrupción promocionando las privatizaciones
de sectores estratégicos. Saqueó las provisiones sociales imponiendo el
terror para promocionar los planes de pensiones, los seguros privados,
las privatizaciones de ahorro social.
Refundo las Centrales Sindicales como gestores de empleo
empresariales. Blindo los beneficios empresariales bajo múltiples formas
jurídicas. Homogeneizó mediante privilegios sectarios los programas
políticos y económicos de todos los partidos y sindicatos que debían
mantener estable el Sistema ante tamaña desnaturalización expoliadora.
Un golpe en toda regla pero los trabajadores sin perspectiva global e
ideológica y olvidando otra vez el caramelo, piensan en protegerse
mediante luchas inmediatas, de supervivencia, contra los recortes, por
los subsidios…logros puntuales, inmediatos, que nos den vidilla, que nos
acerquen a “lo perdido” el “estado del bienestar” que nos cedió USA en
el 45 para que no nos sedujera el socialismo. Envoltorios vacios.
Y para conseguir logros inmediatos, al “corto plazo vigente”, hace
falta dejarse pelos en la gatera. La inmediatez exige que muchos
objetivos sean rebajados, “negociados”…sin darnos cuenta de que el
Estado Negacionista no pierde nunca porque juega en su terreno.
Y así asumimos que el derecho al trabajo se convierte en un
privilegio, y que es mejor el trabajo precario que no tener trabajo…De
la “lucha de clases” pasamos a la “lucha en la clase”: Fijos contra
temporales, funcionarios contra interinos, autónomos laborales contra
precarios, becarios contra parados…
Por eso la ilusión, si acaso es necesaria, no es suficiente. Debe
sustentarse en un correcto análisis del escenario. El caso de Podemos
por ejemplo está siendo paradigmático. Su ansia por llegar “al poder”
para “cambiarlo todo” le está haciendo rebajar y readecuar decenas de
objetivos que realmente cuestionaban el Sistema, porque se ha creído que
“el centrarse” le va a llevar al hegemonía…pero esa hegemonía de
producirse sería meramente electoral, no de poder…El Sistema nunca
pierde las elecciones.
Syriza ha sido otro ejemplo de que por la socialdemocracia es posible
crecer en apoyos pero imposible construir una alternativa. EL Partido
Comunista heleno, KKE, en su programa daba las claves para hacer frente
al escandaloso expolio de Grecia (romper con la UE, salir del euro, de
la OTAN y articularse hacia nuevas alianzas internacionales…) hoy Syriza
está entre la espada y la pared, continuismo austero o la ruptura que
propugnan los camaradas del KKE (poco vendible porque supone un
sacrificio pero…y ¿el sacrificio de seguir en la UE es menos?), la
Troika no cede a terceras vías socialdemócratas. La socialdemocracia ha
muerto porque ya no le es útil al Capital.
Estado del Bienestar que Syriza, Podemos e incluso sectores de
EHBildu pretenden recuperar nunca volverá (Euskal Herria es en este
análisis un escenario difenciado específico “como es norma”). Exigiría
un pacto social entre Capital y Trabajo que hoy por hoy el Capital no
está dispuesto a aceptar. El expolio social que llaman “la crisis”, la
destrucción del “estado social”, no ha sido una casuística baladí. Es
irrecuperable porque ha supuesto el incremento del beneficio de las
rentas y patrimonios del Capital.
Esa negada “lucha de clases” la está
ganando el Capital. Las conquistas sociales del la clase trabajadora han
desaparecido, como la misma conciencia de clase de los trabajadores.
Ahora estos son los “ciudadanos”, entes lobotomizados por “la
ilusión” del “emprendedor” “del hombre hecho a sí mismo” en plena
“American way of life europea 2.0” viven serviles a la sociedad de
consumo y de adoctrinamiento hedonista que les explota pero…
Toda reforma socialdemócrata de lo existente tiene fecha de
caducidad: la decide El Gran Capital, de ahí que lo obvio sea que la
única vía de emancipación democrática para construir una democracia real
es el socialismo.
Porque no existe democracia sin socialismo y no existe socialismo sin
conciencia de clase lo mismo que no existe nación sin conciencia
nacional. Ahí está la clave.
Acabar con las lobotomizaciones ideológicas parciales o con las
narcotizaciones ilusorias en fundamental para activar las consciencias.
La lucha y la formación ideológica son los elementos definitivos en la
construcción y desarrollo de esa conciencia dual necesaria para que
todas las personas seamos libres y conscientes, capaces de entender y
analizar el cuadro general. Que las visiones parciales derivadas de la
inmediatez y de la ilusión no deben hacernos miopes ante el diagnóstico
general. Es vital para no caer en falsas ilusiones tener un diagnóstico
nacional y de clase que nos permita estar ilusionados para crear las
condiciones y vertebrar los procesos con éxito. Entonces sí que estará
“en nuestra mano”.
Existen mimbres ilusionantes. La debilidad del unionismo negacionista
es histórica y el nivel de conciencia nacional es el más alto de la
Historia. Tampoco hay palabras para reconocer el sacrificio de
generaciones que han impedido la asimilación. Las crisis cíclicas del
Capital son cada vez más cortas y virulentas y por definición ello
significa que su fin no está tan lejano.
Es por tanto tiempo de ilusión y de esperanza, de rentabilizar años
de lucha y de conocimiento sabiendo complementar todo ello al
vertiginoso avance y los cambios que vivimos en esta compleja era del
individualismo cibertecnológico.
Pero es necesario ser conscientes también de que no hay vida sin
parto y no hay parto sin dolor. Lo mismo que desde el autonomismo no hay
vía a la independencia, desde las políticas socialdemócratas serviles
al Capital no hay camino hacia el socialismo anticapitalista. Siempre
habrá de haber una ruptura, lo impone la esencia totalitaria de ambos
negacionismos.
Liberar nuestra nación democráticamente exige confrontarnos
democráticamente con el negacionismo unionista protocapitalista y ese
proceso conlleva algún nivel de sacrificio, de penalidad colectiva, si
de verdad el proceso de liberación queremos que sea pleno: el estado
vasco independiente. Pero de nada sirve un estado independiente si es
súbdito del Gran Capital patriarcal internacional. La soberanía nacional
debe ser soberanía política, de género, agroalimentaria, económica,
comercial, financiera, medioambiental…es decir soberanía socialista y
feminista.
Es el Mal, es el Capital
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