"...es más libre y funcional tener una persona responsable y que todo el
mundo conozca sus atribuciones que no las jerarquías informales que
controlan todo en la sombra con sutileza o las burocracias asamblearias
que realentizan todas las decisiones a veces durante meses. (...) Se reunían en
pequeño comité a hacer tertulias. Estaban todo el tiempo conectados,
como hoy con las redes sociales, internet y los móviles. Y decidían
sobre la marcha en pequeños grupos de afinidad. Era una forma muy veloz."
Por qué el asamblearismo no es un principio anarquista
Hoy quiero comentar una de las cuestiones clave en los movimientos sociales. Se trata del proceso de toma de decisiones, el asamblearismo (con todas sus problemáticas asociadas). A menudo esta forma de funcionar se la encuentra elevada a la categoría de «principio» básico del anarquismo. Y los principios, ya se sabe, suelen ser irrenunciables e intocables. Yo hace tiempo que reniego de ello, no porque no me gusten las asambleas, que a veces me gustan (y otras veces no) si no porque no veo claro que un proceso de toma de decisiones sea válido y otro no. De todas formas la asamblea me parece un mal menor, necesaria si queremos que la gente se vea reflejada en la decisión, pero muchas veces mal planteada y utilizada.
En este aspecto quiero hacer notar que hay una
confusión muy difundida en todos los ambientes libertarios (ateneos,
sindicatos, okupaciones, colectivos, etc.), que no es otra cosa que
tomar la parte por el todo: el principio «anarquista» no es el
asamblearismo si no la participación general del grupo en la toma de
decisiones. Es decir, la horizontalidad.
El asamblearismo como método de decisión parece ser
que surgió de los cuáqueros norteamericanos, que entraron en el
movimiento anti-nuclear (contra las bombas atómicas) en los años 50.
Este movimiento se contagió de la forma de funcionar de esta gente y la
traspasó a los movimientos contestatarios de los años 60, especialmente
el que se opuso a la guerra de Vietnam. Gran parte de la New Left norteamericana
la adoptó y difundió en Europa. Finalmente en los años 80 ya muy pocos
grupos funcionaban de manera distinta a la asamblea.
Una asamblea no garantiza la horizontalidad
Algunas veces me he puesto a analizar las asambleas a
las que asistía, quizá por aburrimiento o quizá como experimento
sociológico. En ellas veía claramente los «rangos» de cada asistente o
esto que otras veces llamamos «jerarquías informales». Las asambleas del
mundillo activista funcionan de una forma muy parecidas unas de otras.
En todos los grupos humanos existen liderazgos. Estos se dan de forma
evidente en las organizaciones, y de forma más sutil en los colectivos
más pequeños. En los movimientos asamblearios se dan en forma de «poder
carismático», es decir, ese poder que otra gente te otorga sin tenerla
coaccionada. Los privilegios.
Hay personas que hablan mejor que las demás, otras
son capaces de reflejar la opinión común del colectivo, otras cuentan
con un prestigio a ojos de las demás basado en la experiencia (o bien en
otros factores como que haya represaliada o que se haya enfrentado al
problema a tratar en otras ocasiones). Todo esto conforma un halo de
«meritocracia» que hace que se le haga más caso a quien ha trabajado
anteriormente por el grupo (u otros grupos anteriores) que a otra
persona cualquiera. Evidentemente quien hace más méritos por el grupo
tiene más poder simbólico ante él. Sus opiniones serán mucho mejor
valoradas.
Entonces tenemos una serie factores que dan
privilegios (que nadie se atreve a admitir por miedo a quedar mal ante
el grupo) como por ejemplo el género: se le hace más caso a los hombres
que a las mujeres; la edad: a las personas entre 25 y 40 años frente a
las demasiado jóvenes o a las demasiado mayores; la belleza: se le hace
más caso a la gente guapa que a la menos guapa, a quien no tiene
defectos físicos que a quien va en silla de ruedas; la capacidad
cultural: quien se expresa mejor domina las asambleas mejor que a quien tiene una cultura basada en la TV, el fútbol o las revistas del corazón;
la procedencia: las personas locales sobre las inmigradas; las personas
con una gran seguridad en sí mismas respecto a las tímidas; en ciertos
grupos las personas que tienen más relaciones sexo-afectivas sobre las
que no tienen ninguna… y podríamos añadir muchos otros factores que en
un grupo humano asambleado le da rango a unas personas sobre las demás.
Quiero decir con esto que cuando se reune un grupo se
ponen en marcha muchos mecanismos sutiles de dominación. No pretendo
decir que las asambleas sean mecanismos de sometimiento, si no que
destaco que en muchos casos no se trata de mecanismos válidos de toma de
decisiones que puedan ser aceptadas por todo el grupo. Para gestionar
una reunión asamblearia tenemos que poner estas posiciones de privilegio
sobre la mesa. Lo más difícil de todo es ser consciente del rango que
tiene uno mismo. Si se tiene en cuenta ésto, la decisión tomada
probablemente sea más legítima (ya que todo el mundo conoce qué se cuece
en la asamblea) que una donde la asamblea niega ciegamente que haya
personas por encima de las otras.
Cuando hay estas divisiones tan claras como las que
expongo es cuando llegan las exclusiones y los abandonos, es decir esta
gente que abandona el colectivo sin decir nada, sin exponer una crítica
dentro de la asamblea (ya que esto sería cuestionar el grupo entero y
entrar abrir el conflicto). Una vez ví un grupo anarquista que al que
cuando se le planteó esta situación zanjó rápidamente el tema: «en un
colectivo anarquista no hay jerarquías». En cosa de 3 meses se fue medio
grupo, de uno en uno. Y nadie se planteó absolutamente nada porque tras
el verano siguiente llegó gente nueva (que volvió a irse poco a poco).
Todo va bien.
Y es que el asamblearismo funciona cuando se tienen
todas las cartas sobre la mesa. La gracia de una asamblea es que todo el
mundo tenga acceso a toda la información para poder decidir en base a
la misma y que se asuman los privilegios personales abiertamente. Por
contra si hay una persona que controla la información ya no tenemos un
proceso decisorio democrático. Información y gestión de privilegios, esa
es la clave.
Ante esta situación el conflicto lo suele traer una
persona que actúa de forma consciente o inconsciente en contra de la
asamblea. Se posiciona como una figura de «terrorista» y se opone a los
consensos vetando la opinión predominante o desviando los debates hacia
temas secundarios. El grupo la ha posicionado permanentemente en la
minoría y responde boicoteando el grupo buscando que se la excluya
definitivamente.
El asamblearismo requiere tiempo
Otra de las cuestiones clave es que quien va a todas
las asambleas… por algo será. La vida cotidiana nos lleva tiempo.
Trabajo, estudios y familia son las prioridades humanas por excelencia. Y
esto hay que tenerlo en cuenta para que el máximo posible de gente
pueda participar en las asambleas. La economía feminista lo dice: hacer
asambleas a las 8 de la tarde es negar la posibilidad de participación
de la gente con hijos pequeños. También se excluye a la gente con
familia con la falta de puntualidad. Cuando solo tienes una hora o dos
para dedicar a un colectivo, no puedes permitirte perder media hora
esperando. Y por contra tampoco se puede hacer una asamblea por la
mañana, o a media tarde por que la gente estudia y trabaja. ¿Se entiende
porqué el movimiento obrero de 1900 hacía las reuniones a las 11 de la
noche?
Y no solo eso, hacer muchas asambleas o hacerlas en
base a las necesidades del activismo provoca que vayan a ellas un grupo
de personas de un perfil determinado: principalmente gente joven
estudiante, o gente en el paro o con jornadas flexibles, o incluso
personas jubiladas o en tiempo de excedencia. La gente trabajadora está
lo bastante cansada como para no ir a las mismas. Y sinceramente no es
lo mismo «estar cansada» con 26 años que «estar cansada» con 47 y dos
hijos.
El gran handicap de la toma de decisiones asamblearia
es éste. Que se excluye a una gran parte de la población que no puede
permitirse ir. Por supuesto organizar una asamblea semanal es aumentar
esta exclusión, puesto que si empiezas a no ir a alguna asamblea por
falta de tiempo, cuando vas a las que puedes ir te das cuenta de que el
grupo ha avanzado sin tí y ha generado una forma de pensar colectiva que
no te incluye, a no ser que hagas un esfuerzo relativamente grande por
integrarte… que a veces no vale la pena. Es decir, que no sólo la hora
de la asamblea sino también la frecuencia son factores a tener en
cuenta.
¿Cómo podemos hacer una integración más amplia de
nuestros grupos? Se les puede enviar toda la información esperando que
se la lean. Quizá no lo harán. De todas formas recalco que lo importante
es que exista algún espacio de socialización común entre estas personas
que se están quedando al marge y otras personas del colectivo que la
puedan poner al día. Tiene que haber canales informales de información
en las dos direcciones.
Además existe un concepto que se conoce como
«metacomunicación», que se basa en no discutir el mensaje sino el cómo,
el quién y la forma en que se está diciendo el mensaje. Por ello se
alargan las asambleas. Por ejemplo, si alguien propone hacer un cartel
de color verde, y otra lo quiere azul, en vez de decirlo se abre una
discusión por el tono, las palabras utilizadas y los gestos que se han
usado para expresarse. O directamente la está vetando porque en otra
asamblea fue al revés. En defintiva, no se discute el contenido sino el
continente. Y esa metacomunicación (que también puede llevar a nuevos
conflictos) hace perder a los grupos asamblearios un montón de tiempo. A
veces es una manifestación de que no se está de acuerdo con los
privilegios de determinada persona o a veces es un boicot consciente
hacia ciertas opiniones.
La burocracia asamblearia
Uno de los problemas de fondo es cómo se concibe el
asamblearismo. En muchos sitios se hacen asambleas rutinarias semanales o
quincenales aún cuando no hay nada que decidir. De hecho si lo que
hubiera, muchas veces lo podrían ventilar en 15 minutos quienes se
encontraran el problema sin tener que preguntarle a todo el mundo cada
semana.
Es una pérdida de tiempo hablar en las asambleas de
cómo se hará tal o cual actividad, de qué color poner en el cartel o de
si hacemos 3 o 7 pancartas. La cosa es fácil: se hace y punto. No tienes
que preguntar nada. Si no quieres hacerlo, no lo hagas. Yo valoro la
iniciativa personal y entiendo que a veces habrá equivocaciones, pero
¿dónde está el problema? Si no te gusta el resultado participa en el
grupo que hace las cosas. Quien hace las cosas se equivoca, quien no
hace nada no se equivoca nunca.
Lo peor de las asambleas es cuando un punto queda
encallado por que hay oposición, y luego alguien propone otra asamblea
temática o un grupo de trabajo para tratarla durante los meses que dure.
Es decir, que conseguimos aumentar exponencialmente el tiempo que
dedicamos a las asambleas.
Parte de la burocracia asamblearia consiste en
obligar a la gente externa a tragarse tu asamblea para decidir sobre una
actividad o un tema. A veces se trata al principio o al final de la
asamblea y se ventila rápido. Pero en otras ocasiones la persona externa
se tiene que quedar a casi toda la asamblea siendo testigo de las
interioridades del colectivo. ¿Es necesaria su presencia física?
Otro caso bastante frecuente es el «amiguismo».
Nuestra asamblea permite saltarse el protocolo a nuestros amigos
mientras obliga al resto de la gente a seguirlo al pie de la letra. Esto
ocurre con más frecuencia de la que parece. Estas pequeñas injusticias
juegan en contra del proceso asambleario y dan la razón a sus
detractoras. Hay quien espera meses para conseguir un local para su
concierto o para celebrar su taller y hay quien se salta la asamblea y
lo hace en base a sus contactos personales dentro de la misma. Esto
suele acentuarse en el entorno okupa donde quienes viven en el espacio
tienen privilegios sobre las personas que gestionan las actividades del
local.
Por último podríamos nombrar el caso de las asambleas
controladas. Por ejemplo son aquellas donde hay un grupo de personas
que controla toda la información y los tiempos de las asambleas. Son
bastante frecuentes en las Asociaciones Vecinales, en la PAH o en
algunos sindicatos. Así funcionaba el viejo movimiento obrero. La
asamblea juega un papel de cohesión social y sirve como un espacio de
empoderamiento personal y colectivo donde ver gente con tus mismos
problemas. La contrapartida es que es muy difícil tener una opinión bien
formada e informada sin militar a tope durante un tiempo. Aquí funciona
el delegacionismo y el peso del trabajo del colectivo recae en unos
pocos hombros. Y a la vez ese delegacionismo hace que esta gente que
lleva el peso no tenga relevo hasta que se queman y exponen su caso ante
el colectivo, que tras varias asambleas de auto-reflexión y
auto-flagelación colectiva terminan cambiando su funcionamiento o las
personas de referencia.
Responsabilidad vs. Asamblearismo
Alguien hizo la broma una vez de que si los Comités
de Defensa de 1936 hubieran sido asamblearios, habrían tardado en
responder 3 meses al golpe de estado militar (y no en un par de horas
levantar cientos de barricadas y movilizar decenas de miles de personas
en Barcelona y Madrid como ocurrió).
Los Comités, organismos anarquistas, funcionaban por
delegación. Había una persona encargada. Y tenía la posibilidad de
decidir por su cuenta y riesgo. Estas personas se reunían en comités
superiores y tenían otra persona encargada por encima suyo. Era una
jerarquía. Hoy en día estas cosas nos chocan y no nos parecen
«anarquistas». Pero soy de la opinión de que es más libre y funcional
tener una persona responsable y que todo el mundo conozca sus
atribuciones que no las jerarquías informales que controlan todo en la
sombra con sutileza o las burocracias asamblearias que realentizan todas
las decisiones a veces durante meses. Prefiero la iniciativa personal y
unilateral que lleva nuestra línea de actuación (aunque haya errores,
lógicos en nuestra imperfección humana) que no tener que planificarlo
todo en una asamblea y que en la siguiente asamblea se cuestione todo
nuevamente por que viene dos personas nuevas.
Y aquí es donde voy. En el pasado las asambleas en el
movimiento anarquista se hacían con cuentagotas. Los sindicatos una vez
cada varios meses, y los grupos anarquistas también. Se reunían en
pequeño comité a hacer tertulias. Estaban todo el tiempo conectados,
como hoy con las redes sociales, internet y los móviles. Y decidían
sobre la marcha en pequeños grupos de afinidad. Era una forma muy veloz.
Las asambleas eran por lo general muy grandes y en ellas se decidía
(votando) las líneas de actuación importantes para el movimiento
(¿hacemos esto o hacemos esto otro?).
La cuestión es buscar una toma de decisiones capaz de
que sea aceptada por el grupo para que luego éste la lleve a cabo lo
más eficazmente posible.
Recomendaciones para una toma de decisiones ágil y representativa
Creo que lo básico hoy en día es separar la asamblea
decisoria de las asambleas deliberativas. Hay que intentar que la
información llegue a todo el mundo. Y en la medida de lo posible también
deberían llegar los debates con los pros y los contras de cada opción.
Una vez que todo el mundo tenga el material hay que encontrar la forma
de decidir. En este caso se trata de ver la forma mejor. Y no descartar
ninguna (como el voto o la delegación), en caso de tener que decidir
muchas cosas.
Se pueden hacer dinámicas para hacer las asambleas
largas mucho más amenas. Las dinámicas sirven para que todo el mundo
tenga una mejor comprensión de lo que se está tratando. Sirven para que
todas las opiniones sean escuchadas. No necesariamente todas las voces,
ya que hay quien prefiere callarse y escuchar, si no todos los puntos de
vista de las personas que componen la asamblea.
Y también debería haber espacios de socialización que
sustituyan las asambleas más rutinarias en donde se pueda hablar de la
actividad del colectivo. Esto ocurre de forma informal en la cerveza de
después de las asambleas. Pero no todo el mundo se puede permitir
quedarse. Se podría resolver teniendo algún día fijo a modo de tertulia,
sin pretender decidir nada, sino solo hablar de los temas que respectan
al colectivo. Sirven como balance, análisis, intercambio de opiniones y
como espacio de socialización. Y pierden el caracter ceremonioso y
ritual de la asamblea.
Cuando se iba diluyendo el 15M un grupo realizó un
interesante texto sobre porqué dejaba de ir la gente a las asambleas.
Los problemas son estructurales. Y se resumen en que nadie en su sano
juicio puede estar de por vida en las asambleas. No tenemos que estar
decidiendo cosas todo el tiempo. Tenemos que hacerlas. Muchas personas
que se pasan la vida en asambleas son casi incapaces de llevar a la
práctica las decisiones colectivas. No entender esto es mandar a la
gente a su casa pensando que estamos locas y no tenemos vida, y nosotras
pensando que «no se implican».
Queremos un pueblo empoderado. Que debata y discuta,
que se informe. Que lleve a la práctica las cosas con las que sueña.
Pero para ello muchas veces es mejor hacerlo en tu casa que no rodeado
de gente chillando. Para tomar una decisión hay que reflexionar, luego
decidir. Y más importante que decidir, cumplir. Si no, no sirve de nada
el tiempo que hemos invertido en decidir. Esta sería otra de las
cuestiones que hacen que la gente desaparezca de las asambleas.
Tenemos que ser conscientes que puede haber algunos
contextos en los que votar sea más horizontal que una asamblea. Incluso
puede ser que la relación mayorías/minorías sea más justa que el
consenso (dado que no pocas veces se utiliza el veto como forma coactiva
para imponer una postura minoritaria a la mayoría). Quiero decir que la
asamblea no es ni buena ni mala per se. Tiene que valorarse por
su utilidad, no por que sea más o menos «anarquista». Por que lo que
realmente es «anarquista» es el resultado de nuestras acciones y el
mundo que queremos crear.
Links
Sin pretender ser exhaustivo pongo una breve
recopilación de textos para justificar los argumentos dados, y animo a
que pongamos en cuestión nuestra forma de hacer las asambleas. Quiero un
movimiento maduro consciente de sus interioridades, capaz de cambiar
para mejorar.
-
http://www.regeneracionlibertaria.org/
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