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2016/07/01

LOS VASCOS: PERFECCION DEL MESTIZAJE por Jose Maria Lorenzo Espinosa

"A pesar de que en la sociedad vasca se puedan dar casos de xenofobia y rechazo a los emigrantes, similares a la de la sociedad española o francesa, es muy difícil encontrar racismos o socioracismos históricos, como los que conocemos en la Europa de los años fascistas, o en los EEUU, Sudáfrica etc. Ni siquiera en Sabino Arana, al que los analistas (?) españoles se complacen en llamar racista a todas horas o mas actualmente en Txillardegi, es posible probar racismo. En el sentido de superioridad racial que se ha practicado en otros lugares (incluida la España histórica). Dos conocidos historiadores catedráticos españoles (Solozábal y Corcuera) en sus respectivas tesis doctorales llegan a la conclusión de que el aranismo pudo ser un nacionalismo racial defensivo. Pero no un racismo de superiodidad"
 
                Una vez, en pleno fascismo italiano, Josué de Castro (antropólogo brasileño) dijo en Roma que los italianos eran la perfección del mestizaje. El escándalo que provocó en un régimen que presumía de pureza latina fue considerable. Solo algunos pocos colegas se atrevieron a visitarle en privado, ya de noche y en el hotel, para felicitarle por su valentía y darle las gracias por decir en público lo que ellos solo decían en privado. Se trataba de una línea de pensamiento antropológico que encontraba la excelencia de los pueblos en la mezcla de razas, frente a la tendencia decimonónica (a la que pertenecía el primer nacionalismo vasco) que admiraba la pureza racial y las “razas isla” como virtuosas frente al mestizaje. Respecto a Italia, de Castro proponía como evidencia la localización geográfica de la península, entre Europa y Africa como corredor de paso obligado utilizado por las grandes migraciones desde la Prehistoria. Para el científico brasileño el mestizaje ancestral italiano explicaba su enorme éxito como etnia, su extensión y adaptación prodigiosa por los lugares mas lejanos del planeta.

La cuestión de la identificación étnica de los vascos fue un factor esencial desde el momento de su descubrimiento nacional. Si los vascos eran distintos (y según Arana,mejores) que sus vecinos, estaba mucho mas claro su derecho a la separación nacional de españoles y franceses.

Pero el nacionalismo racial, que no racista, enseguida empezó a ocupar un segundo plano, a pesar de que la historiografía hipernacionalista española diga lo contrario. Ya en época de Arana resultaba imposible separar a los vascos y españoles, por sus rasgos físicos. Entre otras cosas debido al fuerte mestizaje que muchas zonas del territorio había experimentado desde tiempos prehistóricos y con seguridad documentada desde los romanos. Este aspecto,unido a las corrientes migratorias de trabajadores peninsulares de finales del XIX, ponía en cuestión la integridad racial de los habitantes del territorio. Así lo reconocían ya en los años treinta algunos colaboradores (Tsanka) del Jagi-jagi, el órgano de los mendigoizales, diciendo expresamente que la raza ya no se podía recuperar como tal.

Arana se encontró con esta imposibilidad de recuperacion y de distinción física simple. Españoles, vascos o franceses, eran y son físicamente iguales. Sin embargo, Arana estaba convencido de una supuesta superioridad moral de los vascos. Nobleza, virtudes, religiosidad católica, costumbres etc. eran argumentos favoritos de los primeros nacionalistas frente a los españoles que ellos conocían, la mayoría emigrantes obreros que, sin duda, tampoco representaban a la totalidad de los hispanos. La salida para la identificación fue aplicar una suerte de apellidismo, según la cual eran vascos, y admitidos como miembros del primer PNV, quienes tenían al menos los primeros cuatro apellidos vascos. Esto no garantizaba ninguna pureza racial, puesto que los apellidos solo empezaron a ser usados masivamente en el siglo XVIII, y teniendo en cuenta el mas que probable mestizaje pre-apellidos. Pero al menos significaba que el individuo y sus antecesores estaban en Euskadi en ese momento. Y tenían,como mínimo, una naturalización vasca, que acreditaba en principio su pertenencia cultural y espiritual al mismo colectivo, desde hacía al menos 200 años. Esta venía a ser la mayor parte de las veces la única garantía (si bien endeble) de que un apellido vasco significaba, al menos, la permanencia en el solar y por tanto la pertenencia espiritual a la etnia vasca. 

De ese modo se preservaba, si no la sangre y la raza, si la aculturación vasca y la participación en la nobleza y espiritualidad de los vascos, “evidentemente” superior a la de sus contiguos españoles.

Pero tampoco el apellidismo podía sostenerse mucho tiempo como supuesta garantía de esta, también supuesta, superioridad. La fuerte mezcla producida desde principio del siglo XIX, los matrimonios mixtos, los hijos nacidos en el territorio, la propia aculturación de muchos emigrantes hacía insostenible el mantenimiento del apellidismo, como condición de militancia nacionalista.

Desde mediado el siglo XX esta realidad es mucho mas evidente, sobre todo entre los grupos jóvenes que por distintos medios darán origen a la izquierda abertzale. No solo ETA, también el PNV, ANV por supuesto y otros, encontrarán la fórmula de una nueva nacionalización vasca, para todo aquel que quiera serlo, en el sentido fuerte del término, independientemente de su origen, sus apellidos o sus anteriores adscripciones.

Esto que hubiera sido escandaloso en el siglo XIX, era de curso normal ya en los años sesenta del XX. Entre los fundadores de ETA, entre los mejores euskaltzales de la época, entre dirigentes del PNV, ANV etc, encontramos una mezcla natural de apellidos y una nueva concepción de la etnica vasca. Que no era, y es, otra que la voluntad individual de ser política, social y culturalmente vascos. En esta voluntad, que “nacionalizaría” vascos a muchos españoles, es muy importante la actitud política y social, en favor de la causa vasca: la independencia, el idioma, el respeto a las costumbres etc.

Entre los militantes de aquella época hay numerosos ejemplos de mezcla de apellidos, que tal vez no hubieran podido ser miembros del primer nacionalismo, pero si de los siguientes y desde luego militantes activos de la causa vasca. Baste citar a dos viejos conocidos de este blog: Krutwig y Txillardegi. Ninguno de los dos podía “presumir” de cuatro primeros apellidos vascos, pero si de haber hecho un esfuerzo considerable en el aprendizaje y maestría del euskera. Y de haber militado políticamente en la arriesgada lucha independentista vasca, teorizando al mismo tiempo su propia actitud frente al euskera, como condición mínima, no para ser vasco de raza o de apellidos, pero si para ser considerado nacional vasco. Entendiendo esto último como elección consciente e individual, libre y militante de una causa política, social y cultural. Euskera incluido.

A pesar de que en la sociedad vasca se puedan dar casos de xenofobia y rechazo a los emigrantes, similares a la de la sociedad española o francesa, es muy difícil encontrar racismos o socioracismos históricos, como los que conocemos en la Europa de los años fascistas, o en los EEUU, Sudáfrica etc. Ni siquiera en Sabino Arana, al que los analistas (?) españoles se complacen en llamar racista a todas horas o mas actualmente en Txillardegi, es posible probar racismo. En el sentido de superioridad racial que se ha practicado en otros lugares (incluida la España histórica). Dos conocidos historiadores catedráticos españoles (Solozábal y Corcuera) en sus respectivas tesis doctorales llegan a la conclusión de que el aranismo pudo ser un nacionalismo racial defensivo. Pero no un racismo de superiodidad, ni siquiera como el español de Primo de Rivera, con creencias providencial y apetencias imperiales, incluidas. En cambio los vascos, como dice Joxé Azurmendi, no tienen imperio y así está bien. Lo suyo es la libertad.

Finalmente,si tenemos en cuenta la importante aportación de los emigrantes, reconocida sin ningún reparo por todos los vascos, la integración y aportación de los nacidos de matrimonios mixtos, de los propios hijos de emigrantes, de los etorberriak de cualquier color y condición, no cabe duda que la sociedad vasca se parece mas a las que valoraba Josué de Castro en los años veinte, que a la excluyente del fascismo muchas veces racista de hispanos o galos. Hay muchos que sostienen que sin la integración absoluta de los resultados étnicos de la emigración, la ejemplar capacidad de lucha y respuesta (incluída la armada) de los vascos al Estado español, no hubiera sido la misma. Pero al margen de esto, sin duda ha sido el componente creado por el nacionalismo (con todos los errores y desviaciones que se quiera) el que abrió una época, a finales del XIX, de conciencia y capacidad de reacción nacional y social,que todavía dura.

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