(...) La aplicación «científica», principalmente contra los presos vascos, de destructivas estrategias penitenciarias de «última generación» es otro doloroso ejemplo más de lo importante que es para este sistema en reaccionaria recomposición dejar bien patente su disposición a utilizar la violencia y la coacción más extremas contra toda forma de resistencia y contra la dignidad de personas y pueblos. Al igual que el Estado turco, el Estado español de Zapatero construye nuevas cárceles, como la de Puerto-III, arquitectónicamente diseñadas para aislar de modo extremo y provocar la destrucción psicológica y la muerte lenta de los allí confinados, a los que se les niega incluso la luz solar.
Del mismo modo que, tal y como analizó Foucault, a fines del siglo XVIII, una burguesía en ascenso buscó perpetuar su dominio e imponer la «sociedad disciplinaria» a través de, entre otras cosas, la aplicación a la arquitectura carcelaria del sistema panóptico, que permitía ejercer la vigilancia y el poder total sobre el reo, y lo convertía en ejemplo viviente de la eficacia del nuevo sistema; de ese mismo modo, la aplicación contra los presos vascos de un destructor sistema carcelario psicológica, arquitectónica y tecnológicamente «ultramoderno», la ampliación arbitraria del castigo, la reclusión a perpetuidad, la crueldad con los enfermos encarcelados, la banalización de la tortura, la indecente exhibición por parte de los cuerpos represivos y judiciales del Estado de su poder para hacer lo que les venga en gana… redundan una y otra vez en lo mismo: en la actual crisis, que lo es de remodelación del capitalismo, es imprescindible explotar sistemáticamente el miedo, el alarmismo y la desorientación, criminalizar la disidencia al modo fascista y readaptar la ideología más reaccionaria a las necesidades de esa nueva mutación. (...)
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