Asier Blas (Cartas del Este)
En muchos países de Europa Central y Oriental hace años que se inició una caza de brujas contra los “comunistas” y todo símbolo del pasado que tuviera relación con el “socialismo real”. Muchas actitudes personales y políticas eran y son comprensibles desde lo sufrido durante los años de autoritarismo soviético. Lo que era y es mucho más difícil de entender es que en nombre de lo padecido se violen derechos humanos, libertades civiles y principios democráticos básicos que lo que fundamentalmente pretenden es socavar cualquier alternativa al neoliberalismo imperante y/o marginar a minorías étnicas.
Ante esta cruda realidad, durante años, los países de Europa Occidental han cerrado los ojos o han realizado suaves críticas. Algo más enérgica fue la UE a la hora de solicitar una serie de requisitos democráticos para poder entrar en su club. En más de un país no tuvieron otra opción que flexibilizar sus políticas restrictivas respectos a los derechos civiles y democráticos. Por ejemplo, en el caso de Letonia, tuvieron que flexibilizar el acceso a la ciudadanía para los residentes de etnia eslava (muchos de ellos nacidos en el país eran apátridas de segunda y tercera generación, es más, aún 350.000 personas siguen siendo apátridas). Además, tuvieron que tragar con dar la ciudadanía a todos los nacidos después de la independencia. Ahora bien, una vez consiguieron su ingreso en la UE las cosas cambiaron sustancialmente. Compañeros politólogos letones y miembros gubernamentales así lo explicaban, entre risas, en el congreso de la ECPR celebrado en Riga el año 2008. Los letones no lo ocultaban, decían directamente que se sacrificaron un poco (tampoco tanto… no es que repartiesen ciudadanía entre todas/os las/os nacidos en Letonia…) pero que una vez habían entrado en el club europeo estaban volviendo a apretar las clavijas a los “rusos” (se refieren con “rusos” a habitantes eslavos de Letonia que en muchos casos jamás han pisado Rusia, Bielorrusia o Ucrania).
Este mismo fenómeno ocurría en otra serie de países de Europa central y oriental que una vez entraban en el club cada vez mostraban menos remilgos para vulnerar los derechos humanos, las libertades civiles y los mínimos democráticos. Todo tipo de partidos y movimientos de centro, derecha y ultraderecha han promovido o se han mostrado pasivos respecto a la persecución de las minorías étnicas, sexuales e ideológicas. Pero tampoco es de extrañar, este mismo fenómeno se está expandiendo en Europa occidental donde en algunos países se han constituido gobiernos de coalición con partidos de ultraderecha o los partidos clásicos han ido adoptando las propuestas políticas de la extrema derecha.
Es en este contexto, los Países occidentales y Europa Central y Oriental intentan desviar la atención del verdadero problema, a saber, el crecimiento de la extrema derecha y la permeabilidad de los partidos clásicos a las ideas surgidas de esta. Para ello, los últimos años han iniciado una campaña de estigmatización de los “partidos comunistas” y de lo que fue el “socialismo real” equiparándolos con el nazismo y el fascismo.
De esta manera, quizás algunos pretendan introducir en la agenda un “problema inexistente” para echar arena sobre el real, las ideas de extrema derecha; y otros, en cambio, buscan equiparar el “fascismo” al “comunismo” para de esta manera atemperar y suavizar la estigmatización de la extrema derecha. La lógica es sencilla, el “socialismo real” fue un sistema autoritario pero su ideología pregonaba la igualdad entre personas, era antirracista y como último fin predicaba la fraternidad entre humanos.
Hace bien poquito un amigo norteamericano nos visitaba y me decía aquello que muchas veces hemos escuchado: “el comunismo era una buena idea mal aplicada”. Recordemos que todavía en la década de los 50 y 60 del siglo pasado, en EEUU los conservadores llaman “comunistas” a los que eran antirracistas; y aún hoy, aunque no suelen expresarlo públicamente, los sectores más conservadores y de extrema derecha siguen asociando el antirracismo y la búsqueda de la justicia social (entendida como hacer desaparecer la pobreza, promover una sanidad pública y universal, impulsar la educación pública de calidad etc.) a “comunismo”.
Desde este punto de vista, desde los objetivos políticos, económicos y sociales del “comunismo”, su prestigio social no ha sido totalmente socavado a pesar del acoso que ha sufrido. Así las cosas, algunos intentando equipara la praxis autoritaria del “comunismo” con la del fascismo y el nazismo, tratan de enviar el mensaje subliminal de que “si no son tan malos los comunistas tampoco lo son los del ultraderecha que gobernaron igual (sic)… (En España se riza el rizo cuando dicen que también “con Franco había trabajo”. La diferencia la dejaba bien clara una comentarista de este blog, desde el cambio de régimen el desarrollo humano en España ha progresado notablemente, en los países de Europa Central y Oriental ha retrocedido). Y de este tipo de argumentación, se pasa a justificar los pactos de gobierno con la ultraderecha y a interiorizar sus propuestas políticas. Se trata de preparar el terreno para aterrizar, estabilizar, digerir y metabolizar a la extrema derecha y sus ideas dentro del sistema.
La cuestión es que sea para justificar a la extrema derecha o sea para crear una cortina de humo sobre el problema del ascenso de la ideología y la praxis de extrema derecha en Europa, en varios países de Europa Central y Oriental han puesto en marcha una caza de brujas contra “los comunistas” y en todo Occidente se ha reforzado la campaña de desprestigio y acoso contra el “socialismo”. Mientras la realidad es tozuda, porque pensarlo por un momento, preguntar a vuestro alrededor y aportar vuestro propio análisis. ¿Creéis realmente que hay alguna posibilidad de que en Europa surja un sistema y una praxis similar a la que supuso la URSS? Está claro de que no hay vuelta atrás a esas experiencias, no existe “peligro” alguno.
En cambio, la extrema derecha y sus ideas viven una nueva juventud en todo el viejo continente. En el caso de Europa central y del este, tenemos una serie de gobiernos que discriminan y/o persiguen a las minorías sexuales, étnicas, culturales e ideológicas. Hacen declaraciones xenófobas y racistas, y por origen étnico segregan a los niños en las escuelas y han permitido la esterilización de mujeres. Además, tienen una actitud agresiva con los inmigrantes de países pobres y la discriminación que sufren las mujeres es totalmente obviada. Hay que tener en cuenta que la lucha por la igualdad de género ha retrocedido de una manera espectacular desde la caída de la URSS. En esta misma línea llama la atención como aún la violencia de género sigue sin saltar a la agenda política y social.
Sin embargo, el problema son “los rojos”. “Los comunistas” son acosados y/o ilegalizados mientras sus acciones y propuestas políticas no suponen ninguna amenaza contra los derechos humanos, libertades civiles y la democracia. En cambio, la ultraderecha es permitida, participa en gobiernos y su ideología cada vez más es adoptada por los partidos convencionales en el Este y el Oeste de Europa donde los estados cada vez se apuntan más a la vulneración de los derechos humanos y las libertades civiles-democráticas.
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