La voz nakba denota el holocausto más antiguo y duradero de la historia contemporánea, y se lo emplea para nombrar la «catástrofe», pérdida o humillación que representó el establecimiento ilegal del Estado sionista: la expulsión y éxodo de 700 mil palestinos, precedidos de la limpieza étnica ejecutada por las milicias armadas sionistas.
Las fuentes idóneas para investigar la nakba, provienen de estudiosos y políticos judíos. Vislumbrando el drama, Judah Magnes (rector de la Universidad Hebrea de Jerusalén) escribió: «La partición de Palestina no detendrá las actividades terroristas de los grupos judíos que, tras conseguir la participación por medio del terror, intentarán conseguir el resto del país para los judíos por los mismos medios» («The New York Times», 28/9/1946).
Y otros, como el ex premier Yitzhak Samir, expresaron con descarnado cinismo: «Gracias al terror fundamos el Estado judío» (Reuters, 4/5/1991). En tanto, militares, como el general Rafael Eitan, declararon, muy suelto de pecho: «Cuando nos hayamos asentado en la tierra, lo único que los árabes (o sea los palestinos) podrán hacer es dar vueltas como cucarachas borrachas dentro de una botella» («El País», Madrid, 25/11/04).
Uno de los documentos más reveladores de la nakba son los «Diarios», del polaco sionista Ben Gurion (1886-1973), fundador del Estado de Israel. El primero de abril de 1948, los milicianos del Palmaj recibieron sus órdenes para la Operación Najson: «el principal objetivo es la destrucción de las aldeas árabes... y la expulsión de los aldeanos para que se conviertan en lastre económico para las fuerzas árabes».
Aquí hay que destacar un dato del historiador israelí Ilan Pappé (Haifa, 1954), autor de «La limpieza étnica de Palestina». Reprendido por uno de los principales líderes socialistas de la organización sindical Histadrut (que cuestionó el ataque a los campesinos en lugar de confrontar con sus patronos), Ben Gurion respondió: «No estoy de acuerdo con usted en que nos enfrentemos a los efendis (latifundistas), y no a campesinos: nuestros enemigos son los campesinos árabes» («Crítica», Barcelona, 2008, p. 414 y ss.).
Inserta en el estratégico Plan Dalet, la Operación Najson consiguió, por primera vez, la coordinación bajo un mando único de las milicias sionistas Haganah (1920), con las bandas fascistas de Zeev Jabotinsky (Irgún, 1931), y Abraham Stern (Lehi, 1940). Logro político que a finales de 1948 llevó a la fusión de las tres vertientes paramilitares en el ejército de Israel (Tzahal), eufemísticamente llamado «de autodefensa».
La sugerencia de Ben Gurion a las milicias fue clara: que no se perdonara a una sola aldea «árabe». Entre abril y mayo de 1948, la Brigada Alexandroni arrasó con todas las aldeas de la costa, y la Brigada Golani limpió el oriente de Galilea. Aunque en rigor, la limpieza había empezado el 30 de enero (aldea de Sheik, 60 muertos), y el 14 de febrero (aldea de Sa'sa, 20 casas dinamitadas con sus habitantes adentro, 60 muertos).
El premier Benjamin Netanyahu comentó que el uso de la expresión nakba equivale a difundir «propaganda en contra de Israel». El historiador Ilan Pappé disiente: la nakba continúa.
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