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2014/07/19

Bonn y Washington idearon con oficiales nazis un ejército secreto.

"Después de la rendición nazi, el experimentado militar Albert Schnez colaboraba estrechamente con los servicios de Inteligencia estadounidenses en Italia. Documentos lo vinculan con la creación de una estructura militar clandestina que en el caso de una invasión soviética del territorio italiano debería apoyar una guerra de guerrillas."

INGO NIEBEL COLONIA
Pintxogorria
Un Ejército clandestino, formado por las divisiones de élite de Adolf Hitler, incluidas las de las SS, debía reconquistar la Alemania Occidental en el caso de una invasión soviética. Vuelve el recuerdo de la red Gladio de la OTAN.

En caso de una invasión soviética, ¿qué hacer? Es la pregunta que no solo se planteaba el canciller demócrata cristiano Konrad Adenauer (CDU) en 1950. Un lustro después de la capitulación incondicional de la Alemania nazi, el país estaba dividido en dos estados y ocupado por las tropas victoriosas de la Segunda Guerra Mundial. Aunque en 1949 Washington, Londres y París impulsaron la creación de la República Federal de Alemania (RFA), Adenauer gozaba como mucho de una soberanía parcial y no disponía de un Ejército propio porque el Estado francés no lo quería.

Albert Schnez  a la izquierda junto a un militar de EEUU











La Guerra de Corea fue considerada por los alemanes occidentales como una muestra de que EEUU no era capaz de evitar una invasión comunista. Konrad Adenauer y su entorno, todos ellos anticomunistas ya desde antes de la dictadura nazi (1933-1945), temían que en el caso de una agresión por parte de la socialista República Democrática Alemana (RDA), respaldada por la Unión Soviética, Bonn se encontrara sola ante el peligro porque Washington, Londres y París no lucharían por una Alemania desarmada.

En este escenario, caldo de cultivo de miedos, surgió la idea de crear una estructura militar clandestina. Su objetivo era organizar a soldados de las divisiones de élite del Ejército hitleriano para poder trasladarlos, en caso de emergencia, a territorio francés para que recibieran armas y uniformes con el objetivo de emprender su «lucha de liberación» contra el invasor.

En aquel momento no estaba claro bajo qué bandera los experimentados veteranos entrarían en combate, si como alemanes o como legionarios del Ejército estadounidense. Para esa eventualidad, Washington ya había cambiado su legislación con el fin de permitir que ciudadanos de otras nacionalidades pudiesen ingresar en sus Fuerzas Armadas. Eso invita a reflexionar sobre si EEUU podría haber estado pensando también en esa posibilidad aunque faltan aún más datos que los acrediten.

Según diversos documento a los que ha tenido acceso el historiador Agilolf Kesselring, quien por encargo oficial investiga la historia del servicio secreto exterior, el BND, un papel importante a la hora de poner en práctica esta peculiar especie de milicia fue jugado por el excoronel Albert Schnez. Después de la rendición nazi, este experimentado militar colaboraba estrechamente con los servicios de Inteligencia estadounidenses en Italia. Los documentos que cita Kesselring vinculan a Schnez con la creación de una estructura militar clandestina que en el caso de una invasión soviética del territorio italiano debería apoyar una guerra de guerrillas.

Por el contrario, en Alemania, Schnez contactó con altos mandos militares del disuelto Ejército nazi que habían comandado divisiones de élite. Con cierta naturalidad incluyó en sus planes también a los altos mandos de las Waffen-SS (brazo armado de las SS). Era una época en la que, por un lado, la Alemania de Adenauer hizo la vista gorda ante los crímenes nazis y, por otro, hubo cierta dinámica de parte de los actores del régimen hitleriano de «rehabilitarse», buscando su lugar en el nuevo sistema político haciendo gala de su anticomunismo. De esa forma se explica el masivo resurgimiento de las asociaciones de veteranos, encuadrados en sus antiguas divisiones. Poco después, la Organización Gehlen (por Reinhard Gehlen), el embrión del BND, que operaba bajo la tutela de la CIA, se hizo cargo de ese Ejército clandestino que nunca entró en acción.

Finalmente, la idea de Albert Schnez quedó obsoleta cuando tanto Bonn como las potencias occidentales decidieron el rearme de Alemania. Así, en 1955, la RFA se integró en la OTAN y un año más tarde presentó las primeras unidades militares de la nueva Bundeswehr (actuales Fuerzas Armadas), dirigidas por oficiales de la Wehrmacht (Ejército nazi).

Operación Gladio
En su investigación, Kesselring evita relacionar la estructura de Schnez con el Ejército secreto clandestino de la OTAN que se llegó a conocer hace veinte años con el nombre de Operación Gladio, una red clandestina secreta anticomunista que operó en Italia bajo la dirección de la Alianza y de la CIA. Esta red tenía como misión llevar a cabo acciones de espionaje y sabotaje contra hipotéticos invasores soviéticos de países occidentales. Su denominador común fue que la OTAN reclutó ante todo elementos fascistas para tal tarea. En Alemania, el BND se encargó de la organización de esta red, pero ya en 1984 la RDA había identificado a cada uno de los «gladiadores» de la RFA, que servían de enlace con este servicio secreto.

Sin embargo, sigue siendo un enigma quién y hasta qué punto organizó al neonazismo dentro de la red alemana de Gladio. Ya en la época de Schnez se descubrieron algunas organizaciones nazis que se preparaban para atentar contra políticos socialdemócratas y comunistas en Alemania.

Por un lado, se desmanteló una red de exjerarcas nazis de tercera y cuarta categoría que se preparaba para dar algún tipo de golpe de Estado con el objetivo de hacer nacer el IV Reich. Por otro, se trataba de jóvenes y no tan jóvenes que al estilo de la guerrilla hitleriana, conocida como «Werwolf» (hombre lobo), se dotaron con armas y «zulos» para actuar en el caso de una invasión soviético o de un auge de las fuerzas de izquierdas en la Alemania occidental.

Con ocasión del atentado contra la Fiesta de Cerveza en Munich (1980), en el que murieron trece personas, surgieron los primeros indicios sobre una vinculación con grupos neonazis y las estructuras ocultas del Estado de la RFA. Pero pronto el Gobierno del socialdemócrata Helmut Schmidt construyó la versión de que la masacre había sido obra de un solo hombre frustrado.

Y la historia no terminó ahí sino que continúa hasta hoy en día. En 2011, se descubrió la existencia del grupo violento neonazi NSU que a lo largo de trece años acabó con la vida de diez personas, incluida una agente de policía, robó a bancos y puso bombas a pesar de que el servicio secreto interior tenía infiltrado su entorno. Han surgido otros indicios que hablan de al menos otro grupo violento más. Pero los documentos que podría acreditar o descartar este extremo fueron destruidos en el momento en que sendas comisiones parlamentarias empezaban a investigar el tema.

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