"Las fuentes que alimentan con más fuerza el imaginario vallecano son
dos: los logros del movimiento vecinal y la “mala fama”, nacida ésta
primero por pertenecer a la zona roja en la Guerra Civil y alimentada
más tarde por los altos índices de delincuencia y el consumo de drogas."
José Chamorro
Antes de entrar en materia, me gustaría
plantearle a el/la lector/a que se detenga y piense qué se le viene a
la cabeza cuando se nombra a Vallecas.
Son muchas las impresiones que hay sobre
mi barrio, ya sea para bien o para mal, todos/as tenemos una idea
preconcebida sobre éste. Mi intención no es hacer un chovinismo barato
sino hacer una observación sobre cómo se constituye la identidad
vallecana y como se relaciona ésta con el barrio.
Hay que prestar una gran atención al
papel que han jugado los movimientos sociales en la creación de esta
identidad, sobre todo el movimiento vecinal. Fueron los movimientos
sociales, políticos y culturales quienes promovieron esa identidad y su
importancia en la vida pública vallecana, creando en el barrio una
magnífica articulación vecinal y en nuestra mente un gran imaginario
colectivo.
Vallecas es conocida fuera de sus
fronteras. Y uno de los motivos es el orgullo de barrio que manifiestan
muchos de sus habitantes, orgullo que muchas veces es más conocido
fuera de nuestra zona que dentro. No me voy a parar en esto, sino en el
trabajo que hay detrás de este sentimiento vallecano.
Es por todos/as conocida esa fuerza y
esa pasión con la que los/as vallecanos/as cuentan cada relato
histórico, relatos que se convierten en hitos con el mérito de ser
recordados.
Este apego a lo local no es extraño en
una ciudad como Madrid, cuyo crecimiento ha fagocitado lugares que antes
eran municipios independientes y que fueron integrados a la capital a
medida que se crecía el desarrollo urbanístico.
¿Qué diferencia hay entre Vallecas y
otros barrios? No es sólo ese enorme afecto que se le tiene al barrio,
sino la cimentación de una idea popular, política y humana que se ha
recreado con diversos simbolismos de su identidad y la construcción de
redes sociales arraigadas en el barrio.
En Vallecas hay un gran concentrado de
asociaciones, algo que puede explicar ese rico programa de actividades
culturales promovidas por movimientos de diferente índole. A esto se
suma el elevado despliegue de símbolos, eventos y momentos que tienen
como referencia el barrio. Todo esto contribuye a fomentar la creación
de una cultura vallecana que se retroalimenta de las vivencias comunes,
los lugares y los momentos de encuentro, el trabajo conjunto, los
símbolos y los iconos, dando forma a la idea del barrio.
Movimiento vecinal en Vallecas
Como decía antes, el movimiento vecinal
ha tenido una notoria importancia en el desarrollo de la identidad
colectiva de este barrio. Fue en Vallecas donde nació una de las
primeras asociaciones vecinales, Palomeras Bajas, y fue en esta zona
donde el movimiento vecinal fue capaz multiplicar el tejido político y
social. El movimiento vecinal es aquí una referencia fundamental y
muchos de sus logros han dejado una huella imborrable en nuestras
memorias.
Vallecas era un municipio que tras la
Guerra Civil creció notablemente con la llegada de población
perteneciente al ámbito rural, cuyo objetivo era encontrar un lugar para
vivir y trabajar. Madrid y los municipios del entorno crecieron hasta
que sus límites chocaron y sus fronteras se diluyeron. Vallecas fue
finalmente anexionada en 1950 y en 1986 dividida en dos distritos:
Puente de Vallecas y Villa de Vallecas.
La posguerra en Vallecas es la historia
de tantas familias y barrios de Madrid: represión, purgas y hambre.
La
población que venía para trabajar en las fábricas del desarrollismo
franquista se instalaba en zonas pauperizadas o en campos de labranza
próximos a la capital cuyos/as propietarios/as sacaban rédito a sus
parcelas alquilándoselas. Los poblados chabolistas proliferaron en pocos
años conformando Palomeras, el Cerro del Tío Pío, el Pozo del Tío
Raimundo, La Viña y los alrededores del polígono industrial de Vallecas.
Un tercio de los/as inmigrantes que llegaban a Madrid se instalaban en
Vallecas, llegando a convertirse en apenas veinte años en uno de los
puntos con más subdesarrollo en toda la capital.
Las historias sobre como los/as
inmigrantes construían las chabolas en medio de calles embarradas con la
ayuda de familiares, paisanos/as y amigos/as por las noches, evitando a
la policía, o como las huellas de barro que dejaban los/as
vallecanos/as al andar delataban su procedencia mostraban las
dificultades por las que pasaba la población. Tales dificultades sólo se
podían salvar mediante la solidaridad y las relaciones sociales que
entablaban los/as vallecanos/as de por aquel entonces. Todos/as sabían
en cada momento lo que pasaba en el barrio y fue gracias a ello posible
la movilización de los/as vecinos/as para crear un barrio nuevo,
cooperativas, escuelas y vías de comunicación.
A aquellos poblados chabolistas llegaron
activistas y militantes pertenecientes a organizaciones clandestinas a
Vallecas, que por aquel entonces era vista como zona franca, y que
encontraron en la lucha por dar solución a los problemas cotidianos de
los/as obreros/as una nueva fórmula de derribar el régimen franquista.
Partidos políticos y sindicatos clandestinos y algunas parroquias
comenzaron a formar comisiones de barrio cuyo objetivo era mejorar las
condiciones obreras fuera de las fábricas. Es en este espacio de
intervención sociopolítica ligado a lo cotidiano donde las mujeres irían
adquiriendo un mayor protagonismo y visibilidad pública.
A finales de los sesenta, la
Administración se fija en los terrenos donde se asientan los poblados
chabolistas e inicia los trámites para poder echar a todos los que ahí
viven. Este es el incentivo para conformar la primera asociación de
vecinos/as. Paquita Sauquillo, abogada de la Organización Revolucionaria
de los Trabajadores (ORT), ideó la fórmula legal que permitiese crear
una asociación que fuera amparada por la Ley de Asociaciones de 1964.
La legalización de la Asociación de Vecinos de Palomeras Bajas es el
pistoletazo de salida para conformar nuevas asociaciones de vecinos/as
que con el tiempo darán lugar un movimiento que bajo la consigna
“¡Vallekas Nuestro!” comenzará una incansable lucha para oponerse a los
planes de expulsión de los/as
vecinos/as de los poblados chabolistas. Este proceso que duró diez
años garantizó la permanencia de los/as vecinos/as en el entorno y su
posterior mejora. Ese lema y el emblema de unos puños sujetando un
tejado crearon una identidad con una gran brutalidad arrolladora.
Posteriormente, se produjo una profunda
transformación en Vallecas. Se fueron erradicando los asentamientos de
infravivienda y se fueron paliando las necesidades mediante la
intervención de las asociaciones de vecinos/as. En este proceso, la
Administración aceptó el liderazgo de las asociaciones de vecinos/as,
aceptándolas como interlocutores válidos para llevar a cabo iniciativas
en los barrios y municipios de Madrid.
Aunque los logros que las asociaciones
de vecinos/as fueron bastantes, disminuyó la participación vecinal. Por
un lado, las envergaduras de los proyectos en los que éstas estaban
inmersas tenían un alto coste de gestión y de dificultad en el proceso
de toma de decisiones, por lo que no fue fácil satisfacer todas las
posturas. Otros factores fueron el cambio de modo de vida y por ende de
las relaciones vecinales, la decepción del proceso democrático y la
traición algunos partidos políticos, el desinterés de nuevas
generaciones o las drogas.
Aun así, hay que considerar el
importante papel del movimiento vecinal, profundamente ligado a la
imagen de Vallecas, en la memoria colectiva.
Juventud y contracultura
El movimiento vecinal no fue el único
agente que promovió el trabajo de barrio y la identidad vallecana. Al
trabajo de las asociaciones por promover una identidad barrial se le
suma las incipientes manifestaciones contraculturales.
La llegada de la democracia y su
posterior desilusión, la lucha anti-OTAN, los GAL…impregnan al denso
tejido sociopolítico y cultural de la zona.
"La contracultura y las corrientes políticas emergen y dan un empujón
innovador a las nuevas generaciones de jóvenes que habían vivido en
aislamiento: feminismo, ecología, antimilitarismo, autonomía, creación
de innumerables fanzines…"
La contracultura y las corrientes
políticas emergen y dan un empujón innovador a las nuevas generaciones
de jóvenes que habían vivido en aislamiento: feminismo, ecología,
antimilitarismo, autonomía, creación de innumerables fanzines… A su vez,
la conciencia de los logros de la lucha vecinal y las ganas de ésta de
contrarrestar con orgullo la mala fama del barrio dan fuerzas voluntad
impulsar la identidad barrial. Surgen iniciativas como Radio Vallecas,
el festival “Vallekas Rock”, la Batalla Naval y el gran icono de VK,
que se convirtió en un emblema arraigado en el uso cotidiano y en todos
los lugares del barrio.
Empiezan a surgir grupos y colectivos
que en su búsqueda de espacios y canales de expresión, dejaron una
herencia de locales, símbolos, medios y un trabajo que aún conserva una
gran riqueza cultural y política vallecana.
Éste es también un período triste
conocido por la introducción de la droga en los barrios, muy bien
detallado en el “Informe Navajas”, y sus consecuencias entre la
juventud. La droga se liga a la localidad, Vallecas deja de ser un
barrio combativo para ser una ciudad sin ley llena de desarrapados/as.
Por eso, surgen con fuerza nuevas
asociaciones de jóvenes para ofrecer alternativas de ocio a la juventud
que se convertirán en un importante frente de lucha a largo plazo. A
esta iniciativa se suman las asociaciones de vecinos/as para luchar
contra el consumo de drogas ofertando multitud de servicios. También
cabe destacar el nacimiento de “Madres Unidas contra la Droga”, madres y
padres que hartas de ver como sus hijos/as caen en el infierno de la
heroína deciden organizarse y luchar contra lo que ellas denominan como
genocidio.
El “bestiario vallekano”
Las fuentes que alimentan con más fuerza
el imaginario vallecano son dos: los logros del movimiento vecinal y
la “mala fama”, nacida ésta primero por pertenecer a la zona roja en la
Guerra Civil y alimentada más tarde por los altos índices de
delincuencia y el consumo de drogas. Otras menciones en la construcción
del imaginario son la leyenda de la fundación de la Villa por el “Moro
Kas” que de ahí provendría Valle del Kas y Vallekas (aunque hay otras
versiones sobre el surgimiento del nombre y el uso de la “K”), el Rayo
Vallecano y Bukaneros, el rock y la amplia presencia de personas de
etnia gitana, entre otras.
Como ya he repetido en varias ocasiones,
el movimiento vecinal tiene un gran peso en el imaginario vallecano.
Su marcada lucha antifranquista, las conquistas por una vivienda digna y
los demás logros tienen mucho que ver en este hecho.
Otra fuente de este imaginario es la
“mala fama”. Dicen que esta mala fama proviene de disputas entre
Vallecas y la Villa de Madrid. Pero es un hecho que cuando más se
estigmatiza a Vallecas fue después de la Guerra Civil, la implicación
que tuvo el barrio en el bando republicano y por su proximidad al frente
del Jarama hizo que la propaganda del bando vencedor convirtiese a
Vallecas en un nido de rojos.
El escenario de miseria y delincuencia
que se empieza a visualizar con más fuerza a partir de la década de los
cincuenta también tiene que ver con esta mala fama. Películas de cine
quinqui como “El lute, camina o revienta” recrean este escenario
vallecano.
Otros problema es el coqueteo de los/as
jóvenes con las drogas. Sus consecuencias asestaban dos puñaladas al
barrio, por un lado, la heroína se convertía en la vacuna contra la
rebeldía juvenil, y por otro, convertía a Vallecas de cara a la opinión
pública en un zulo lleno de yonquis. La obra “La estanquera de
Vallecas” pone de manifiesto este suceso.
Resumiendo, la historia, la lucha y la
delincuencia forman un cóctel que repercute en la identidad y en el
orgullo vallecano. Solo hay que recordar el cántico hiriente hacia
los/as vallecanos/as y que éstos/as hicieron suyo: “¡Vallecanos, yonquis
y gitanos!
El futuro de la identidad vallecana
Actualmente hay retos que la identidad
colectiva del barrio debe superar si queremos que siga siendo el
elemento aglutinador de ese trabajo cotidiano en el barrio. ¿Qué pasará
con las nuevas generaciones? ¿Y con los/as vecinos/as de origen
extranjero y sus hijos/as?
A lo largo de este escrito he intentado
explicar cómo el “vallekanismo” depende de la práctica identitaria y
ésta se ha ido enriqueciendo gracias a los colectivos sociales y
políticos. La transmisión de la memoria, la aglutinación de nuevas
experiencias, la posibilidad de que haya diversidad dentro de esta
identidad, la apertura la participación de los/as vecinos/as y el
acomodo de los colectivos a las nuevas generaciones son tareas a
plantear para que la identidad vallecana evolucione y aumente su
potencial.
Bibliografía utilizada
Bóveda, C. Amós Acero frente a dos juicios paralelos. Madrid. Textos básicos vallecanos. 2002.
CIDUR. Vallecas. Razones de una lucha popular. Madrid. Mañana. 1976.
López Calle, P.: La desmovilización general. Jóvenes, sindicatos y reorganización productiva. Catarata. 2007
López Calle, P. y Castillo, J.J.: Los hijos de las reformas laborales: vivienda, formación y empleo en la Comunidad de Madrid. UGT-Madrid. 2004.
Madres Unidas Contra la Droga. Para que no me olvides. Editorial Popular. 2012
Pérez, A. y Pérez, G. La Segunda República y la Guerra Civil en Vallecas. De la euforia a la depresión/represión. Madrid. Textos Básicos Vallecanos. 2002.
Pérez Quintana, V. y Sánchez León, P.: Memoria ciudadana y movimiento vecinal, Madrid 1968-2008. Madrid. 2008. Catarata.
Vallecas Todo Cultura. Cien años de Vallecas en imágenes. Madrid. Vallecas Todo Cultura. 2002.
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