"...la principal
causa de la derrota de los procesos revolucionarios de los años 70 la
comenzamos a encontrar en la generación politizada entre 1945 y 1965.
Fue esta generación la que se crió en el pleno empleo, en la Europa
optimista del crecimiento económico de postguerra."
Black Spartak
Esta es una pregunta que me hice en su día, y que no supe responder hace algunos años. Es también una pregunta que me hizo un compañero el otro día, después de visionar el nuevo documental de los GARI, grupo compuesto mayoritariamente por compas francesas y franceses que actuó entre los estados español y francés tras la desarticulación del MIL y de algunos grupos autónomos de Barcelona en 1974. Es una pregunta que intentaré responder, aunque en realidad pretendo abrir un debate sobre las estrategias de los años 70.
Pero extendamos la
pregunta, ¿porqué fracasó la autonomía obrera italiana? ¿porqué la RAF
alemana no llegó a más si a priori contaba con un apoyo masivo de la
juventud? ¿porqué el mayo francés acabó en un junio burgués en el que la
gran mayoría de la población quería volver a la “normalidad”? ¿tuvieron
posiblidades reales de iniciar procesos revolucionarios?
En la historia quedará
para siempre la memoria de numerosas personas que durante unos años
pusieron en jaque sus respectivos estados, pero que no lograron sus
objetivos iniciales. La revolución no tuvo lugar a pesar de
espectaculares procesos radicales que sacudieron Europa desde 1968 hasta
1977. La única revolución triunfante de aquella década ocurrió en
Portugal, y precisamente tuvo un carácter eminentemente
democrático-burgués, aunque también puso en marcha a todo un sector
radical, que tampoco logró sus objetivos.
Si nos dejáramos llevar
por el entusiasmo revolucionario de quien ensalza la lucha armada per sé
o quien glorifica la huelga salvaje, sin mirar demasiado las
estretegias y tácticas empleadas, caeríamos en el halago fácil de
aplaudir a quien lucha, haga lo que haga. Es cierto que las y los compas
veteranos, que hoy tienen entre 55 y 70 años, lucharon, y dieron todo
lo que pudieron dar. Han tenido su reconocimiento, tarde, a partir de
los años 2000, de manos de las nuevas generaciones, entre las que me
incluyo. Sin embargo el resultado práctico de su lucha fue una derrota
para la causa de la Revolución. El neoliberalismo se impuso en Europa
paulatinamente, una vez que todos estos procesos quedaron superados. Fue
un desafío enorme que la juventud revolucionaria de la época tuvo que
afrontar cosa que hay que aplaudir.
Hablo de la juventud como
sujeto revolucionario de los años 70 porque en aquellos años sufrió la
transformación en su mayor parte una nueva “clase” radicalizada en los
centros de estudio. También confluía con la juventud que trabajaba en
las fábricas. Aquellas fábricas tenían un tamaño enorme, antes de ser
cerradas o recortadas en la reconversión industrial de los 80. En
aquellas fábricas se podía hablar de política. ¿Porqué? Pues por las
luchas que había llevado a cabo la generación anterior durante la
postguerra mundial. En el estado español además se añadía la lucha
contra el régimen franquista.
Así pues, la principal
causa de la derrota de los procesos revolucionarios de los años 70 la
comenzamos a encontrar en la generación politizada entre 1945 y 1965.
Fue esta generación la que se crió en el pleno empleo, en la Europa
optimista del crecimiento económico de postguerra. Crecieron
políticamente en las organizaciones políticas y sindicales socialistas y
comunistas, y hablaban de la revolución como una cosa que solamente
ocurría al otro lado del Muro de Berlín.
En resumidas cuentas, para
1967 existían ya unas sólidas organizaciones obreras que era difícil
tomar, de manera que había que operar sin ellas. De esta manera
surgieron las huelgas salvajes, y los conflictos no regulados. Era una
manera de boicotear a la burocracia sindical, aunque en realidad era
ésta la que estaba boicoteando la lucha obrera. Al calor de esta lucha
se comenzó a radicalizar un sector de la juventud obrera, que no se
sentía parte del movimiento sindical imperante, dado que estaba en manos
de personas que no permitían el diálogo con las bases, la burocracia.
De esta manera crecía dentro de la juventud trabajadora un rechazo
instintivo hacia partidos y sindicatos, que no eran ahora sus legítimos
representantes.
En el estado español por
unos meses hubo una CNT, entre mediados de 1977 y la primavera de 1978,
que tuvo la posibilidad de capitalizar el movimiento autónomo. Sin
embargo, entre la represión estatal, las infiltraciones policiales, y
sobretodo, debido a la explosiva situación interna entre los sectores
venidos del exilio, el sindicato casi colapsó en 1978. Se decía que era
un sindicato compuesto por jóvenes y por veteranos. ¿Dónde estaban las
generaciones de entre 30 y 50 años? En unas Comisiones Obreras que
habían sido tomadas al asalto por la burocracia comunista, a pesar de un
prometedor inicio autónomo en los años 60.
Por otra parte la juventud
estudiantil iba adquiriendo una concienciación radicalizada debido al
contacto con todo tipo de grupos subversivos que operaban en las
universidades (comunistas oficialistas, comunistas heterodoxos y
críticos, trotskistas, maoístas, cristianos de base, nacionalistas de
izquierda, anarquistas, autónomos, etc.). Esta dispersión ideológica
producía también una dispersión en la práctica de individuos
pertenecientes a diferentes partidos rivales. De esta forma la unidad de
acción era poco probable, salvo cuando la universidad o el estudiantado
se sentía atacado.
Pero la radicalización de
la juventud (o de parte de ella) en la universidad no refleja
necesariamente que la sociedad se esté radicalizando también. En el
verano de 1968 en Francia en unas elecciones arrasó la derecha. Quería
decir que la sociedad estaba cansada de trifulcas callejeras, y que
tenía necesidad de volver a su vida cotidiana. Pero también indicaba que
los procesos revolucionarios los lleva a cabo una minoría radicalizada.
Si ésta cuenta con el apoyo de organizaciones de masas, tendrá ciertas
posibilidades. Esta necesidad de normalidad también golpeó Italia
durante la década de los 70.
Y cuando el ámbito de
actuación se trataba de los barrios, volvemos a encontrarnos con
partidos y asociaciones de vecindario basadas en el modelo de la
izquierda tradicional. En el estado español los ateneos libertarios no
surgen hasta 1978-79, cuando ya se habían asentado asociaciones de
vecinas y vecinos en la mayoría de los barrios. Las AAVV ya estaban
controladas por el PCE/PSUC o por el PSOE/PSC.
Más adelante se desarrolló
el fenómeno de la lucha armada. Al principio no era más que una vía de
propaganda política, que tenía como objetivo radicalizar una lucha
obrera o popular. Sus objetivos estaban marcados por las luchas sociales
cotidianas en las que participaban. Pero la represión obligó a pasar a
la clandestinidad a gran parte de esta gente que había optado por la
propaganda armada. De la clandestinidad se comenzó a gestar la
especialización en la lucha armada. Y a partir de aquí la apuesta subió.
Las muertes fueron más comunes y el enfrentamiento se llevó por delante
a buenos militantes. Acabaron decenas de compas en la cárcel, pasando
en algunos casos hasta dos décadas encerradas.
Así pues identifico cuatro causas por las que las luchas autónomas no tuvieron éxito, aunque pueden darse muchas más.
Primero,
porque se centraban en la juventud, mientras que las organizaciones de
la izquierda (que era al fin y al cabo quien podía paralizar la economía
de un país mediante una huelga general) las regentaba una burocracia
perteneciente a otra generación que no aceptaba ya un cambio
revolucionario. Ante esto, cuando el movimiento autónomo se tenía que
enfrentar con el estado se encontraba a menudo incapaz de paralizar la
producción y la economía salvo en ciertas huelgas independientes de la
burocracia sindical. La división de Europa en los bloques Este-Oeste
tampoco ayudaba.
Segundo,
porque parte de la juventud politizada pertenecía a una gran pléyade de
organizaciones que hacían la unidad de acción muy difícil. A pesar de
eso existía una solidaridad entre grupos que podían coexistir ante
problemas de gran calado.
Tercero,
porque la lucha armada pasó de forma relativamente rápida de una
propaganda armada a una lucha sin cuartel, que fue derrotada por unos
estados preparados para la insurgencia. Solamente Irlanda del Norte y
Euskal Herria tuvieron una lucha armada continuada, y fue porque su
lucha social se complementaba con (o subordinaba a) la reivindicación
nacional (más fácil de asumir para las generaciones anteriores, así como
por parte de las clases medias).
Cuarto,
los factores externos a la lucha. Es decir, el cambio de modelo
económico, la terciarización de la sociedad y la implantación del
capitalismo post-fordista (es decir, el fin de la industria como pieza
fundamental en el capitalismo europeo). Otro factor externo a tener en
cuenta es la represión, en la que también participó la extrema derecha.
Aunque en 1917, en 1919 o en 1936 también había represión estatal y aun
así se hacían revoluciones. Quizá la labor de infiltración y de
inteligencia policial tuvo más éxito en esta época que antes.
Como enseñanza me quedo
con que no es posible tener éxito en un proceso revolucionario sin el
respaldo de organizaciones de masas (sindicatos, barrios, estudiantiles,
etc.). También que si se va ante del enemigo con mil siglas y
tendencias diferentes, habrá posibilidades de que se nos divida y
enfrente sectariamente entre nosotras. Por último, si se inicia la lucha
armada tiene que ser por exigencia del contexto, como se hizo, pero con
el apoyo tácito de una mayoría social, que no se tenía.
Naturalmente luego cada
cual puede hacer lo que quiera, pero como mínimo tendría que reflexionar
sobre cuestiones tan importantes.
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