"...cuando parecía que el hachazo del franquismo podría ser superado, el
chaquetazo del PSOE en 1981 entregó a Navarra a las tesis de los
matones. Del Burgo respiró tranquilo: era el trozo del quesito navarrero
que les faltaba. Iniciada la senda de la separación, fue cuestión de
tiempo que las distancias se agrandasen. Hasta otros partidos de
izquierda (IU, Batzarre) con presencia en la Ribera, acabaron
abandonando su vasquismo originario."
Jose Maria Esparza Zabalegi
Diario de Noticias
Impresiona ver coloreado el mapa de Euskal Herria después de las últimas elecciones. De un vistazo, se ve al PSOE casi desaparecido del mapa. Al PP le ocurre lo mismo en Bizkaia y Gipuzkoa, y sigue cediendo terreno en Araba y Navarra. En la CAV, entre Bildu y PNV pintan el mapa de color abertzale y en Navarra Bildu ocupa la mitad norte, llegando hasta Tafalla, Uxue y Aibar, y es segunda fuerza en toda la Zona Media. Mientras, la Ribera la ocupa la derecha españolista, que va arrinconando al PSOE, y desaparece, tragado en un agujero negro, el voto abertzale.
Así pintado, el mapa causa desazón: es de nuevo el Saltus y el
Ager Vasconum de los romanos. Montaña y Ribera. La Marca Superior de
godos y árabes. La “frontera de moros” sobre el río Aragón, del siglo
IX. Es el Estado Carlista decimonónico. Es un calco del mapa del euskera
de Bonaparte de 1863. La muga de la piedra y del adobe. Muga toponímica
también, donde se besan, y se separan, el topónimo Iratxeta (helechal) y
Olibardía (olivar). El sí y el no, milimétricos, del referéndum de la
OTAN. El Norte que se siente vasco, y el Sur que no.
En el siglo II, Ptolomeo puso a la Ribera como centro de
Vasconia. En el año 802, Tudela es refundada por los musulmanes,
haciéndola una próspera ciudad banuquasi, desde donde el Al-Ándalus
vigilaba el resto de la Vasconia indómita. La Navarra “primordial”,
según la llamaba Lacarra, se formó entonces en torno al reino vascón de
Pamplona. Navarra se forjó en euskera. La Ribera fue “reconquistada” e
incorporada al reino, mal de su grado, tres siglos más tarde. Desde
entonces, lo decía Leoncio Urabayen en los años 20, la Ribera “es el
teatro de una sorda lucha de costumbres y en modos de ser entre Navarra
por una parte y Castilla y Aragón por la otra, y en la que estas últimas
parecen llevar la ventaja”. Y Pío Baroja, nada nacionalista él, veía
“dos clases de vascos: unos que miran las aguas del Ebro y otros las que
van al Cantábrico”.
¿Surgirá alguna coyuntura histórica en la que esta tierra
banuquasi vuelva a separarse de la Navarra originaria y vasca? No nos
rasguemos las vestiduras: comarcas mucho más euskaldunas, (Rioja,
Vascongadas, Baja Navarra) ya fueron desgajadas en su día. ¿No sería
mejor ser pragmáticos y comenzar a dibujar el mapa de Euskal Herria de
Caparroso hacia arriba, (como ya lo hacían algunos cartógrafos alemanes)
acorde con la voluntad que una y otra vez expresan las urnas? Y no lo
digo solo por provocar.
No siempre fue así Lo
curioso es que cuando la Ribera se hizo navarra asumió de corazón el
ideario nacional del resto de los vascos. Tudela fue la última ciudad en
rendirse a los conquistadores. Luego participó con entusiasmo del
imaginario vasconavarro común, que blasonaba la antigüedad de los
vascones y de sus propias leyes, los Fueros. Tubal, presumían los
historiadores riberos, fundó Tudela y trajo el vascuence a esta tierra.
En 1866, el Ayuntamiento tudelano se sumó con entusiasmo al proyecto del
Laurak Bat. El Gernikako Arbola se cantó hasta la ronquera
durante la Gamazada y en los paloteados riberos. “Es el pueblo navarro:
es el pueblo bascón; es el pueblo eúskaro que ha dejado huellas
indelebles en la historia resistiendo todas la tiranías”, decía el Diario de Avisos de Tudela al relatar la despedida a la Diputación en febrero de 1893.
Entre 1931 y 1936, de la mano de republicanos y socialistas, la Ribera navarra discutió el Estatuto Vasco y lo apoyó masivamente en las primeras asambleas, eso sí, siempre con condiciones progresistas
Esta tendencia a la unión vasca ya la venían reflejando
sectores republicanos: en 1883, la Asamblea Regional del partido
Republicano Democrático Federal Navarro aprobó en Tudela una
Constitución futura de Navarra en la que se abogaba por la unidad con
las Vascongadas, Rioja y Ultrapuertos. Toda la intelectualidad de la
Ribera tomó parte del renacer vasquista, apoyando la Asociación Euskara,
Sociedad de Estudios Vascos, Amigos del País… El ambiente contagió
hasta al incipiente balompié y la mayoría de clubs adoptaron nombre en
euskera: los primeros equipos de Olite se llamaron Euskaria, Alkartasuna
y Erri Berri; en Tudela fueron Gastetasun y Muskaria; Azkoyen en
Peralta; Gaztena en Corella; Aurrerá en Milagro; Alesbes en Villafranca…
Entre 1931 y 1936, de la mano de republicanos y socialistas,
la Ribera discutió el Estatuto Vasco, y lo apoyó masivamente en las
primeras asambleas, eso sí, siempre con condiciones progresistas. En la
última asamblea, perdida por escaso margen de votos, muchos pueblos
riberos (Buñuel, Cárcar, Carcastillo, Falces, Milagro, Murillo,
Santacara) siguieron votando a favor del Estatuto vasco. Con el triunfo
del Frente Popular en 1936, la izquierda navarra retomó el camino de la
unidad vasca, como indispensable para frenar el caciquismo foral.
Recordemos a Aquiles Cuadra, alcalde de Tudela; la maestra Julia
Álvarez; el ugetista peraltés Jesús Boneta; José San Miguel de Cadreita,
de las Juventudes Socialistas… Los que no fueron fusilados, trasladaron
esta demanda al exilio y a la resistencia navarra durante todo el
franquismo.
En 1977, tras las primeras elecciones, el socialista tudelano
Julio García acudió a Gernika con el resto de parlamentarios vascos, y
cantó el mismo Gernikako Arbola, que cantaban sus paisanos un
siglo antes. La ikurriña ondeó en ayuntamientos como Villafranca,
Sartaguda o Falces, y en todas las fiestas riberas. En las primeras
elecciones al Parlamento Foral, las candidaturas unitarias abertzales y
de izquierda ganaron en la Merindad de Sangüesa y tuvieron excelentes
resultados en las de Tafalla, Tudela y Lizarra. Un PSOE con ikurriña
ganó en muchos pueblos de la Ribera.
¿Qué ocurrió después? Poco
espacio me queda para explicar por qué en aquellos pueblos favorables
al Estatuto, hoy día los “vascos” son marginales (2,72% en Buñuel; 3,83%
en Milagro, etc.). No olvido que todo aquel Frente Popular, que tan
claro veía en 1936 la necesidad de la unidad vasca, acabó en las cunetas
o en el exilio. Sería absurdo no tenerlo en cuenta: cortemos un árbol
por lo más sano y veremos cuándo rebrota. Luego, cuando parecía que el
hachazo del franquismo podría ser superado, el chaquetazo del PSOE en
1981 entregó a Navarra a las tesis de los matones. Del Burgo respiró
tranquilo: era el trozo del quesito navarrero que les faltaba. Iniciada
la senda de la separación, fue cuestión de tiempo que las distancias se
agrandasen. Hasta otros partidos de izquierda (IU, Batzarre) con
presencia en la Ribera, acabaron abandonando su vasquismo originario.
Si el fallido distrito universitario, la pre-autonomía y la
paralización desde 1978 de la Provincia Eclesiástica Vasca fue el
inicio, la Ley del Euskera fue el mayor valladar entre el Ager vasconum y
la “Navarra primordial”. Luego, con la ley de símbolos, los repartos de
medios y frecuencias, el clientelismo ideológico, los palos a los
vascones insumisos, las zanahorias a los serviles, etc. han ido forjando
una mayoría social que mira más a Madrid que a las “provincias
hermanas” de antaño. Que prefiere el nórdico Papá Noel al Olentzero
navarro. Nunca en la Historia había ocurrido eso.
El PNV, partido nacido para la articulación política de Euskal
Herria es el gran derrotado, tanto en el Ager como en el Saltus
navarro. En la actualidad no rozan, ni de lejos, los votos que conseguía
Manuel Irujo con su impronta republicana y progresista. Más de cien
años de lucha y tan parcos resultados, diría muy poco de su visión y
gestión política, pero ni eso se les puede achacar: en realidad al
Euzkadi Buru Ba-tzar la Ribera navarra le preocupa un pimiento.
Debo acabar y más de uno estará pensando que no he dicho nada
de la izquierda abertzale y de su estrepitoso fracaso al sur de Tafalla.
Lo dejo para otro día. Solamente adelanto que en esa deriva seguimos
los pasos del PNV y que, de seguir así, mejor cortar el mapa por el río
Aragón, dejar el Zazpiak bat en seis y media y despedirnos amistosamente
de nuestro Ager Vasconum. Al menos, sería más coherente.
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