"La base política de la “guerra contra el terrorismo” del régimen de
Washington es un ataque planetario y continuado contra los gobiernos
independientes"
James Petras
La Haine
Introducción
La principal razón por la que Washington se empeña en guerras,
sanciones y operaciones clandestinas para asegurar su poder en el
exterior es que sus clientes no consiguen ganar en elecciones libres.
Un breve repaso a resultados electorales recientes muestra el escaso
atractivo que tienen para sus votantes los partidos apoyados por
Washington. La mayoría de los electorados democráticos rechazan a los
candidatos y partidos que apoyan la agenda global estadounidense:
políticas económicas neoliberales; una política exterior muy
militarizada; la colonización y anexión israelí de Palestina;
concentración de la riqueza en el sector financiero; y escalada militar
contra Rusia y China. Mientras la política de EE.UU. intenta volver a
imponer el saqueo y el dominio de la década de los noventa mediante
regímenes clientelares reciclados, los electorados democráticos desean
avanzar mediante gobiernos menos belicosos y más inclusivos que
restauren los derechos laborales y sociales.
EEUU pretende imponer el mundo unipolar de la era Bush padre y
Clinton y se muestra incapaz de reconocer los enormes cambios que ha
experimentado la economía mundial, entre otros el ascenso de China y
Rusia como potencias, la aparición de los países BRIC (Brasil, Rusia,
India y China) y otras organizaciones regionales y, sobre todo, el
aumento de la conciencia democrática de los pueblos.
Al no poder convencer a los votantes mediante la razón o la
manipulación, Washington ha optado por intervenir mediante la fuerza y
financiar a organizaciones que subviertan el proceso electoral. La
facilidad con que la política exterior de EE.UU. recurre a las armas y
la coacción económica cuando no consigue el “resultado apropiado”
mediante las urnas muestra su naturaleza profundamente reaccionaria.
Reaccionaria tanto en sus fines como en los medios utilizados para
conseguirlos. En la práctica, las políticas socioeconómicas imperiales
aumentan las desigualdades y reducen el nivel de vida. Los medios para
conseguir el poder, los instrumentos de esas políticas, que incluyen
guerras, intervención y operaciones encubiertas, son similares a los de
los regímenes extremistas y cuasi-fascistas de extrema derecha.
Elecciones libres y rechazo a los clientes de EE.UU.
Los partidos y candidatos apoyados por EEUU han sufrido derrotas en
todo el mundo, a pesar del generoso apoyo financiero y de las campañas
de propaganda de los medios de comunicación de masas internacionales.
Lo más sorprendente de estas derrotas electorales es que la inmensa
mayoría de los adversarios no son anticapitalistas ni “socialistas” y
que todos los clientes de EE.UU. son partidos y líderes de derecha o
extrema derecha. Es decir, que el enfrentamiento se suele producir entre
partidos de centro-izquierda y de derecha; lo que está en juego es
reforma o reacción, una política exterior independiente o satelital.
Washington en Latinoamérica: Fracaso tras fracaso
En la última década, Washington respaldó a todos los candidatos
neoliberales que fueron derrotados en América Latina y posteriormente
intentó subvertir los resultados democráticos.
Bolivia
Desde 2005, Evo Morales, el dirigente de centro izquierda partidario
de reformas sociales y una política exterior independiente, ha ganado
tres elecciones presidenciales contra partidos de derecha apoyados por
EE.UU., cada vez con un margen mayor. En 2008, expulsó al embajador
estadounidense y a la DEA por intervenir en la política interna del
país; en 2013 hizo lo mismo con la agencia de desarrollo USAID y la
misión militar estadounidense, que habían apoyado un golpe de Estado
fallido en el departamento de Santa Cruz.
Venezuela
A lo largo de los últimos quince años, el Partido Socialista
Unificado de Venezuela (PSUV) y su predecesor han ganado todas las
elecciones presidenciales y legislativas (excepto una), a pesar de las
ayudas financieras valoradas en miles de millones de dólares de EE.UU. a
los partidos opositores neoliberales. Incapaz de derrotar al gobierno
de reformas radicales encabezado por Chávez, Washington respaldó un
violento golpe de Estado (2002), un paro patronal (2002-03) y una serie
de ataques paramilitares a líderes y activistas pro-democracia a lo
largo de diez años.
Ecuador
EEUU se ha opuesto al gobierno de centro-izquierda de Rafael Correa
por expulsarle de su base militar de Manta, renegociar y rechazar el
pago de parte de su deuda externa y apoyar pactos regionales que
excluyen a EE.UU. Por estos motivos, Washington apoyó el golpe de Estado
encabezado por la policía en 2010 que fue rápidamente derrotado.
Honduras
Durante el gobierno democráticamente elegido de Manuel Zelaya, de
centro-izquierda, Honduras intentó estrechar sus relaciones con
Venezuela para conseguir mayores ayudas económicas y acabar con su
reputación de república bananera controlada por EEUU.Washington fue
incapaz de derrotarlo en las urnas y respondió apoyando un golpe militar
(2009) que derrocó a Zelaya y puso de nuevo al país bajo el control
estadounidense. Desde entonces, Honduras es tristemente el país
latinoamericano que ha sufrido más asesinatos de líderes populares
(200).
Brasil
El Partido de los Trabajadores ha ganado cuatro elecciones directas
frente a los candidatos neoliberales apoyados por Washington, desde 2002
hasta las recientemente celebradas en 2014. La maquinaria de propaganda
de EE.UU.-incluyendo el espionaje de la NSA a la presidenta Dilma
Rousseff y a la compañía estatal de petróleo, Petrobras- y la prensa
financiera internacional hicieron todo lo posible por desacreditar al
gobierno reformista de centro-izquierda. Sus esfuerzos fueron en vano.
Los votantes prefirieron al régimen social-liberal “inclusivo” que
practica una política exterior independiente antes que a una oposición
integrada en las políticas socialmente regresivas desacreditadas del
régimen de Cardoso (1994-2002). Durante la campaña electoral previa a
estas últimas elecciones, los especuladores financieros brasileños y
estadounidenses intentaron crear temor en el electorado apostando en
contra de la divisa brasileña (el real) y provocando una caída del
mercado de valores. Pero no sirvió de nada. Roussef ganó con el 52% de
los votos.
Argentina
En Argentina, una revuelta popular masiva acabó con el régimen
neoliberal apoyado por EE.UU. del presidente De la Rua en 2001. A
continuación, en 2003, el electorado se decantó por el gobierno de
centro-izquierda de Kirchner frente al candidato derechista apoyado por
EEUU, Menem. Kirchner desarrolló un programa reformista imponiendo una
moratoria sobre la deuda externa y combinando un alto crecimiento
económico con importantes gastos sociales y una política exterior
independiente. La oposición de EEUU aumentó con la elección de su esposa
Cristina Fernández. Las élites financieras, Wall Street y los
tribunales y el Tesoro de EE.UU. intervinieron para desestabilizar al
gobierno, tras fracasar en la reelección de Fernández. Las presiones
financieras extraparlamentarias se han unido al apoyo económico y
político a los políticos derechistas en preparación para las elecciones
de 2015.
Con anterioridad, en 1976, EEUU apoyó el golpe militar y el terror
político que provocaron la muerte de 30.000 activistas y militantes. En
2014, EEUU ha apoyado un “golpe financiero” al tomar partido desde los
tribunales por los “fondos buitre”, sembrando el terror financiero en
los mercados internacionales contra un gobierno elegido
democráticamente.
Paraguay
El presidente Fernando Lugo era un antiguo obispo moderado que
proponía un programa descafeinado de centro-izquierda. A pesar de ello,
algunos de los temas que puso sobre la mesa entraban en conflicto con la
agenda extremista de Washington, entre ellos la entrada de Paraguay en
los organismos regionales que excluyen a EE.UU., como Mercosur. Lugo
contaba con el apoyo de los trabajadores rurales sin tierra y mantuvo
lazos con otros regímenes de centro-izquierda latinoamericanos. Fue
depuesto por el Congreso en 2012, en un más que dudoso “golpe
institucional” que rápidamente recibió el respaldo de la Casa Blanca, y
fue reemplazado por el neoliberal Federico Franco, que mantenía
estrechos lazos con Washington y era hostil a Venezuela.
Amenazas globales de EEUU a la democracia
Las trabas a la democracia impuestas por EEUU cuando formaciones
políticas de centro-izquierda compiten por el poder no se limita a
Latinoamérica. ¡Ahora ha adquirido dimensiones globales!
Ucrania
El ejemplo más notorio es el de Ucrania, a la que EEUU dedicó más de
6.000 millones de dólares a lo largo de quince años. Washington
financió, organizó y apoyó a las fuerzas de choque favorables a la OTAN
que derrocaron al régimen elegido democráticamente del presidente
Yevtushenko, que intentaba equilibrar los vínculos con Rusia y
Occidente. En febrero de 2014, un levantamiento armado y una revuelta de
masas provocaron la caída del gobierno electo y la imposición de un
régimen títere completamente dependiente de EEUU. Los golpistas
violentos encontraron resistencia por parte de muchos activistas
pro-democracia del este del país. La junta de Kiev dirigida por Petro
Poroshenko envió tropas por tierra y aire para reprimir la resistencia
popular con el apoyo unánime de EE.UU y la UE. Cuando el régimen
derechista de Kiev decidió imponer su control sobre Crimea y romper el
tratado militar que permitía el uso de sus bases por Rusia, los
ciudadanos de Crimea votaron (con una gran mayoría del 85%) para decidir
su escisión y la unión con Rusia.
Tanto en Ucrania como en Crimea, la política estadounidense tenía
como objetivo imponer por la fuerza la subordinación de la democracia al
plan de la OTAN para rodear a Rusia y debilitar su gobierno elegido
democráticamente.
Rusia
Tras la elección de Vladimir Putin como presidente, EEUU organizó y financió un gran número de grupos de estudio (think tanks)
y ONG entre la oposición para desestabilizar al gobierno. Las
manifestaciones a gran escala organizadas por estas ONG tuvieron gran
eco en todos los medios de comunicación occidentales.
Incapaces de asegurar una mayoría electoral tras sufrir una serie de
derrotas en elecciones legislativas y presidenciales y utilizando el
pretexto de la “intervención” rusa en Ucrania, EEUU y la UE declararon
una guerra económica a gran escala contra Rusia. Se aprobaron sanciones
económicas con la esperanza de crear un colapso económico y una revuelta
popular. Pero nada de esto ha ocurrido. Putin ha aumentado su
popularidad y mejorado su posición en Rusia y ha consolidado relaciones
con China y otros países BRIC.
En resumen, Washington ha recurrido a revueltas populares, cercos
militares y una escalada de las sanciones económicas para derrocar a
gobiernos independientes en Ucrania, Crimea y Rusia.
Irán
Irán celebra elecciones periódicas en las que compiten partidos pro y
anti occidentales. Irán ha despertado la ira de Washington por su apoyo
a la liberación de Palestina del yugo israelí; su oposición a los
estados absolutistas del Golfo Pérsico; y sus vínculos con Siria, Líbano
(Hezbolá) y el Iraq post-Saddam Hussein. Por lo tanto, EEUU ha impuesto
sanciones económicas con el fin de paralizar su economía y sus finanzas
y ha sufragado ONG y facciones políticas entre la oposición
pro-occidental neoliberal. Ante su incapacidad para derrotar
electoralmente a la élite islamista en el poder, ha optado por
desestabilizar el país mediante sanciones para alterar su economía,
asesinar a científicos y librar una ciberguerra.
Egipto
Washington fue un fiel aliado de la dictadura de Hosni Mubarak
durante más de tres decenios. Tras la revuelta popular de 2011, que
consiguió derrocar al régimen, Washington mantuvo y fortaleció sus lazos
con la policía, el ejército y el aparato de inteligencia de Mubarak. Al
mismo tiempo que promovía una alianza entre el ejército y el recién
electo presidente Mohamed Morsi, Washington financió a ONG que actuaron
para subvertir al gobierno mediante manifestaciones masivas. El
ejército, encabezado por el general Abdel Fattah el-Sisi, favorable a
EE.UU., ilegalizó a la Hermandad Musulmana y abolió las libertades
democráticas.
Inmediatamente, Washington renovó la asistencia militar y económica a
la dictadura de Sisi, reforzando sus lazos con el régimen autoritario.
En línea con la política estadounidense e israelí, el General Sisi
intensificó el bloqueo a Gaza, aliado con Arabia Saudí y los déspotas
del Golfo, reforzó sus lazos con el FMI y puso en marcha un programa
neoliberal regresivo, eliminando las subvenciones al combustible y los
alimentos y reduciendo los impuestos a las grandes empresas. El apoyo al
golpe de Estado y la restauración de la dictadura era la única manera
en que Washington podía asegurar la permanencia de clientes leales en el
norte de África.
Libia
EEUU,
la OTAN y sus aliados del Golfo tuvieron que recurrir a la guerra
contra el gobierno popular y de bienestar del Coronel Gadafi (2011) como
único modo de acabar con él. Incapaces de derrotarlo mediante la
subversión interna y de desestabilizar su economía, Washington y sus
secuaces de la OTAN lanzaron cientos de bombardeos acompañados de envíos
de armamento a los sátrapas islámicos locales, clanes, tribus y otros
grupos autoritarios. El posterior “proceso electoral” careció de las
mínimas garantías políticas y estuvo plagado de corrupción, violencia y
caos, produciendo diversos centros de poder rivales. Washington optó por
debilitar los procedimientos democráticos produciendo un mundo violento
y hobbesiano y sustituyendo un régimen popular de bienestar por el caos
y el terrorismo.
Palestina
La política de Washington se ha caracterizado por el apoyo a la
ocupación y colonización de territorio palestino, los bombardeos
salvajes y la destrucción generalizada de Gaza. La determinación israelí
de acabar con el gobierno democráticamente elegido de Hamás ha contado
con el apoyo incondicional de EE.UU. El régimen colonial israelí ha
implantado colonias racistas y armadas a lo largo de toda Cisjordania,
financiadas por el gobierno estadounidense, inversores privados y
donantes sionistas de EE.UU. Cuando han tenido que optar entre un
régimen nacionalista democráticamente elegido, Hamás, y un régimen
militarista brutal, Israel, los legisladores estadounidenses no han
dejado de apoyar a Israel en su propósito de destruir el mini-Estado
palestino.
Líbano
EEUU, junto con Arabia Saudí e Israel, se ha opuesto a la coalición
de gobierno dirigida por Hezbolá que ganó las elecciones en 2011.
Asimismo, apoyó la invasión israelí de 2006, que fue derrotada por las
milicias de Hezbolá, y a la coalición de derechas liderada por Hariri
(2008-2011) que perdió las elecciones en 2011. Su intención era
desestabilizar la sociedad apoyando a los extremistas suníes,
especialmente en el norte de Líbano.Al carecer de suficiente respaldo
electoral para convertir el Líbano en un Estado clientelar, Washington
se basa en las incursiones militares israelíes y en los terroristas con
base en Siria para desestabilizar al gobierno elegido democráticamente.
Siria
El régimen sirio de Bashar al-Asad ha sido blanco de la enemistad de
EEUU, la Unión Europea, Arabia Saudí e Israel a causa de su apoyo a
Palestina, sus lazos con Irak, Irán, Rusia y Hezbolá. Asimismo, su
oposición al despotismo de los estados del Golfo y su negativa a
convertirse en un Estado clientelar de EE.UU. le ha supuesto la
hostilidad de la OTAN. Bajo presiones de su oposición democrática
interna y sus aliados externos, Rusia e Irán, el régimen de Asad convocó
una conferencia de partidos opositores, líderes y grupos no violentos
con el fin de hallar una solución electoral al conflicto actual. Pero
Washington y sus aliados rechazaron la vía de resolución democrática,
prefiriendo financiar y armar, con ayuda de Turquía y los países del
Golfo, a miles de extremistas islámicos que invadieron el país. El
resultado directo de la decisión de Washington de conseguir un “cambio
de régimen” mediante el conflicto armado ha sido más de un millón de
refugiados y 200.000 muertos entre la población.
China
China se ha convertido en la mayor economía del mundo, el líder
comercial e inversor del planeta. Ha sustituido a EEUU y la Unión
Europea en los mercados asiáticos, africanos y latinoamericanos.Obligado
a hacer frente a la competencia económica pacífica y a propuestas de
acuerdos comerciales beneficiosos para ambas partes, Washington ha
escogido llevar adelante una política de cerco militar,
desestabilización interna y acuerdos de integración en el área del
Pacífico que excluyen a China. EEUU ha ampliado sus instalaciones
militares y sus bases en Japón, Australia, y las Filipinas. Ha
incrementado la vigilancia naval y aérea en los límites fronterizos
chinos dando alas a las reclamaciones marítimas de sus vecinos y
amenazando las vías marítimas vitales para el país.
"Los medios de comunicación mayoritarios encubren estas decisiones de
EE.UU. de apoyar a la extrema derecha, describiendo a los gobiernos que
asesinan en masa como “regímenes de centro-derecha” o “moderados”:
perversiones lingüísticas o eufemismos grotescos tan estrafalarios como
las actividades bárbaras perpetradas por la Casa Blanca."
EE.UU. ha dado su apoyo a los separatistas violentos de la región
autónoma Uigur, a terroristas tibetanos y a las protestas populares de
Hong Kong, con el fin de fragmentar y desacreditar el gobierno chino
sobre su territorio soberano. El fomento de la separación mediante
métodos violentos ha provocado una dura represión, que crea malestar
entre sus ciudadanos y ceba las críticas de la prensa occidental. La
clave de la oposición estadounidense al ascenso económico chino es
política: fomento de las divisiones internas y debilitamiento de la
autoridad central. La democratización que pretenden los ciudadanos
chinos tiene poco que ver con el sainete de “democracia” financiado por
EEUU en Hong Kong o la violencia separatista de las provincias.
Los esfuerzos estadounidenses por excluir a China de los principales
acuerdos comerciales y de inversión asiáticos han resultado un fracaso
irrisorio. Los principales aliados de EE.UU., Japón y Australia, tienen
una fuerte dependencia del mercado chino. Los aliados (de libre
comercio) de Washington en América Latina (Colombia, Perú, Chile y
México) están ansiosos por incrementar su comercio con China. India y
China están camino de suscribir acuerdos inversores y comerciales
multimillonarios con China y la política de exclusión económica de
Washington ha sido abortada desde su inicio.
En resumen, la decisión estadounidense de primar la confrontación
frente a la conciliación y la asociación, el cerco militar frente a la
cooperación y la exclusión frente a la inclusión es lo contrario a una
política exterior democrática diseñada para promover la democracia en
China y otros lugares. La opción autoritaria para conseguir una
supremacía inalcanzable en Asia no es una virtud, sino un signo de
debilidad y decadencia.
Conclusión
En nuestra revisión global de las políticas de EEUU frente a la
democracia, los gobiernos de centro-izquierda y las elecciones libres
podemos encontrar innumerables pruebas de oposición y hostilidad
sistemáticas. La base política de la “guerra contra el terrorismo” de
Washington es un ataque planetario y continuado pernicioso contra los
gobiernos independientes, especialmente aquellos de centro-izquierda que
se proponen seriamente reducir la pobreza y la desigualdad.
Los métodos elegidos por Washington para llevarla a cabo oscilan
desde la financiación de partidos políticos derechistas a través de
USAID y otras ONG, hasta el respaldo a golpes militares violentos; desde
el apoyo a las revueltas callejeras destinadas a la desestabilización
hasta invasiones aéreas y terrestres. La hostilidad de Washington ante
los procesos democráticos no se limita a determinada región o grupo
religioso, étnico o racial. EEUU ha bombardeado africanos negros en
Libia, organizado golpes de Estado en Latinoamérica contra indígenas y
cristianos en Bolivia, apoyado guerras contra musulmanes en Irak,
Palestina y Siria, financiado “batallones” neofascistas y ataques
armados contra cristianos ortodoxos en el este de Ucrania y denunciado a
ateos en China y Rusia.
Washington subvenciona y apoya elecciones únicamente cuando las ganan
los regímenes clientelares neoliberales y se dedica a desestabilizar
sistemáticamente los gobiernos de centro-izquierda opuestos a sus
políticas imperiales.
Ninguno de los objetivos de las agresiones estadounidenses es,
estrictamente hablando, anticapitalista. Bolivia, Ecuador, Brasil y
Argentina son regímenes capitalistas que pretenden regular, fiscalizar y
reducir las disparidades de riqueza mediante reformas moderadas del
bienestar.
A lo largo de todo el mundo, Washington apoya a los grupos políticos
extremistas ocupados en actividades violentas y anticonstitucionales que
acosan a dirigentes democráticos y a sus partidarios. El régimen
golpista de Honduras ha asesinado a cientos de activistas demócratas,
campesinos pobres y trabajadores rurales, tanto dirigentes como simples
militantes.
Los yihadistas armados por EEUU para combatir en Libia han perdido el
favor de sus mentores de la OTAN y ahora están en guerra unos contra
otros, ocupados en masacrarse mutuamente.
Dondequiera que se han producido intervenciones estadounidenses en
Asia central y meridional, norte de África, América Central y el
Cáucaso, los grupos de extrema derecha han sido, al menos durante un
tiempo, los principales aliados de Washington y Bruselas.
Las fuerzas favorables a la OTAN y la UE en Ucrania incluyen a un
fuerte contingente de neonazis, bandas paramilitares y cuadros del
ejército propensos a bombardear barrios civiles con bombas de racimo.
En Venezuela, las fuerzas terroristas paramilitares y los extremistas
políticos bajo la nómina de Washington asesinaron a un líder socialista
del Congreso y a docenas de izquierdistas.
En México, EEUU ha asesorado, financiado y apoyado regímenes
derechistas cuyas fuerzas militares, paramilitares y narcoterroristas
recientemente asesinaron y quemaron vivos a 43 estudiantes de magisterio
y que están implicadas en la muerte de otros 100.000 ciudadanos en
menos de un decenio.
En los últimos once años, EEUU ha inyectado más de 6.000 millones de
dólares en asistencia militar a Colombia, creando seis bases militares y
varios miles de comandos de operaciones especiales, duplicando el
tamaño del ejército colombiano.Como resultado, miles de activistas de
derechos humanos y de la sociedad civil, periodistas, líderes sindicales
y campesinos han sido asesinados. Más de tres millones de pequeños
campesinos han sido expulsados de sus tierras.
Los medios de comunicación mayoritarios encubren estas decisiones de
EE.UU. de apoyar a la extrema derecha, describiendo a los gobiernos que
asesinan en masa como “regímenes de centro-derecha” o “moderados”:
perversiones lingüísticas o eufemismos grotescos tan estrafalarios como
las actividades bárbaras perpetradas por la Casa Blanca.
No hay crimen que no se cometa para conseguir la supremacía mundial,
ninguna democracia que se oponga puede ser tolerada. Ni siquiera países
tan pequeños como Honduras y Somalia o tan grandes y poderosos como
Rusia y China escapan a la ira y la desestabilización encubierta de la
Casa Blanca.
La búsqueda de la dominación mundial va de la mano de la creencia
subjetiva en “el triunfo de la voluntad”. La supremacía global depende
por completo de la fuerza y la violencia, de la destrucción de un país
tras otro: bombardeos masivos en Yugoslavia, Irak, Afganistán y Libia;
guerras por delegación en Somalia, Yemen y Ucrania; asesinatos masivos
en Colombia, México y Siria.
No obstante, la propagación de los “campos de exterminio” se ha
topado con ciertos límites. En Venezuela, Ecuador y Bolivia, los
procesos democráticos están siendo defendidos por movimientos ciudadanos
consolidados. La proliferación de golpes de Estado violentos con el
apoyo del Imperio se ve obstaculizada por el advenimiento de otras
potencias globales. Tanto China en el Lejano Oriente como Rusia en
Crimea y el este de Ucrania han adoptado medidas enérgicas para limitar
la expansión imperial estadounidense.
En el ámbito de la ONU, el presidente de EEUU y su delegada, Samantha
Powers, despotrican llevados por el paroxismo contra Rusia,
calificándola de “el mayor Estado terrorista del mundo” por su
resistencia a verse cercada militarmente y a la anexión violenta de
Ucrania. El extremismo, el autoritarismo y la insensatez política no
conocen fronteras. El extraordinario crecimiento de la policía política
secreta, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), la destrucción de las
garantías constitucionales, la conversión de los procesos electorales en
farsas multimillonarias controladas por las élites, la creciente
impunidad de la policía en los asesinatos a civiles, todo ello sugiere
que la conquista violenta del dominio mundial necesita la existencia de
un Estado policial totalitario dentro de EEUU.
Los movimientos ciudadanos, los partidos y gobiernos de
centro-izquierda coherentes, los trabajadores organizados, en
Latinoamérica, Asia y Europa, han demostrado que es posible derrotar a
los extremistas autoritarios delegados de Washington. Es posible
revertir las desastrosas políticas neoliberales. A pesar de los
esfuerzos imperiales por impedirlo, es posible crear leyes que defiendan
los estados de bienestar y la reducción de la pobreza, el desempleo y
las desigualdades.
La inmensa mayoría de los estadounidense, aquí y ahora, se oponen
rotundamente a Wall Street, las grandes empresas y el sector financiero.
Tres cuartas partes del pueblo estadounidense desprecian a la
Presidencia y al Congreso de su país y se oponen a las guerras en el
exterior. El público norteamericano tiene sus propias razones e
intereses para compartir con los movimientos a favor de la democracia de
todo el mundo una enemistad común hacia Washington y su búsqueda del
poder mundial. Aquí y ahora, en los EEUU de América, debemos aprender y
construir nuestros propios instrumentos políticos democráticos
poderosos.
Debemos contener y derrotar “la razón de la fuerza”, la insensatez
política que conforma la “voluntad de poder” de Washington, mediante “la
fuerza de la razón”.Tenemos que deconstruir el Imperio para reconstruir
la República.Debemos detener nuestras intervenciones contra la
democracia en el exterior para construir una república democrática del
bienestar en casa.
Artículo original: http://petras.lahaine.org/?p=2008 - Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
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