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2015/08/01

LENGUA Y CLASE (II)



"Resulta un tanto sorprendente que uno de los fundadores del materialismo histórico fuera tan beligerante con el nacionalismo de pequeña nación: «La próxima guerra mundial no sólo hará desaparecer del suelo terráqueo clases y dinastías reaccionarias, sino también pueblos reaccionarios enteros.  esto también será un progreso». La extrañeza de los marxistas vascos de los setenta cuando descubrieron esta cita todavía perdura."


Ya he aludido a los prejuicios de Friedrich Engels (1820-1895) sobre los «pueblos sin historia» y los «desechos de pueblos», entre los que incluía a los escoceses gaélicos, a los bretones (a los que intencionadamente confundía con los «blancos» de la Vendée), a los vascos y a los eslavos del sur:

"No hay ningún país europeo que no posea en cualquier rincón una o varias ruinas de pueblos, residuos de una anterior población contenida y sójuzgada por la nación que más tarde se convirtió en portadora del desarrollo histórico. Esos restos de una nación implacablemente pisoteada, por la marcha de la historia, como dice Hegel, esos desechos de pueblos, se convierten cada vez, y siguen siéndolo hasta su total exterminación o desnacionalizacion, en portadores fanáticos de la contrarrevolución, así como toda su existencia en general ya es una protesta contra una gran revolución histórica.

sí pasó en Escocia con los gaélicos, soportes de los Estuardo desde 1640 hasta 1745.
Así en Francia con los bretones, soportes de los Borbones desde 179 hasta 1800.
Así en España con los vascos, soportes de don Carlos.
Así en Austria con los eslavos meridionales paneslavistas, que no son nada más que el desecho étnico de un desarrollo milenario sumamente confuso. (El paneslavismo democratico)" 

Resulta un tanto sorprendente que uno de los fundadores del materialismo histórico fuera tan beligerante con el nacionalismo de pequeña nación: «La próxima guerra mundial no sólo hará desaparecer del suelo terráqueo clases y dinastías reaccionarias, sino también pueblos reaccionarios enteros.  esto también será un progreso». La extrañeza de los marxistas vascos de los setenta cuando descubrieron esta cita todavía perdura.
Estos prejuicios de casta, como el mismo concepto de «desechos de pueblos», están tomados de Hegel, quien, en su Enzyklopaedie derphilosophischen Wissenschaften (1817-1830), afirmó que:

"En la existencia de un pueblo está el final sustancial de ser un Estado y conservarse como tal; un pueblo que no forme un Estado [ ... ] no tiene, propiamente hablando, historia, tal cual existieron los pueblos antes de formar estados y otros siguen existiendo en la actualidad como naciones salvajes."


Lo que Hegel y desde luego Marx y Engels no llegaron a comprender es que si la única manera de que se respete la diferencia nacional de un grupo es construyendo un Estado resulta lógico que esos grupos étnicos intenten proclamar cuanto antes su independencia.(otra cosa es que no nos guste porque no busquen ningun tipo de revolución social) En esta diferencia entre nación con Estado/nación sin Estado reside gran parte del malentendido en torno a los conceptos de «patriotismo constitucional» y «nacionalismo étnico».



Es público y notorio que desde 1848 Marx y Engels mantuvieron que Alsacia y Lorena eran territorios franceses. Pero al menos Engels no fue siempre de la misma opinión, pues tan sólo unos años antes se nos presentaba como un imperialista alemán de lo más típico:
Soy todavía de la opinión de que la reconquista de la margen izquierda del Rin, de lengua alemana, es una cuestión de honor nacional: la germanización de Holanda y Bélgica, que nos han sido arrebatadas, es una necesidad política. ¿ Continuaremos permitiendo que la nacionalidad alemana sea oprimida en esos países mientras en el Este los eslavos están emergiendo cada día más poderosos? [ ... ] Sin duda, habrá otra guerra entre nosotros y Francia y entonces veremos quién merece tener la orilla izquierda del Rin. 
Estas palabras son un indicio de cuán bien fundadas estaban las sospechas del ucraniano Roman Rosdolsky:

¡Qué difícil debió resultar para la práctica de los adictos de la NR [Neue Rheinische Zeitung] separar este «odio revolucionario» contra las nacionalidades ahistóricas, que actuaban reaccionariamente, del simple odio chovinista con que los burgueses alemanes y los nobles húngaros polacos perseguían a esas nacionalidades explotadas y oprimidas por ellos!
En general en Engels se observa una neta indiferencia para atisbar siquiera el significado de la cuestión nacional, a pesar de que reconoce que «ninguna frontera estatal coincide con las fronteras naturales de la nacionalidad, es decir, las de la lengua», pero para añadir a continuación que «el principio de las nacionalidades, lejos de ser un invento bonapartista [de Napoleón III] favorable a la resurrección de Polonia, no es más que un invento ruso concebido para destruirla».
 Me encantaría conocer la opinión de Lenin sobre esta genial afirmación de Engels.
En el propio Karl Marx (1818-1883) tampoco faltan las contradicciones en lo concerniente a la «cuestión nacional». Véanse por ejemplo las citas reproducidas al principio de este capítulo. Si en 1848 afirmaba que los trabajadores no tenían patria, en 1870 defendía que el apátrida era el capital.
El que sería considerado como el máximo teórico de la emancipación de la clase trabajadora procedía de una familia rabínica (su padre nació como Hirschel ha-Levi), aunque se convirtió al protestantismo a los seis años de edad. 
¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés egoísta.
¿Cuál es el culto secular practicado por el judío? La usura. ¿Cuál su diossecular? El dinero.
Pues bien, la emancipación de la usura y del dinero, es decir, del judaísmo práctico, real, sería la autoemancipación de nuestra época [ ... ].
La emancipación de los judíos es, en última instancia, la emancipación de la humanidad del judaísmo.(La cuestion judia, en Sobre la religion, ediciones Sígueme).
La judeofobia del converso Karl Marx no era nada original, pues sus ideas son un mero plagio de las de Georg Friedrich Daumier (18001855), representante de la izquierda hegeliana y antisemita consumado.
Tampoco la aportación marxiana a la comprensión del fenómeno nacionalitario en su conjunto resulta imprescindible, el nacionalismo para Marx siempre es secundario y subordinado a lo importante, la revolución. En un principio, debido a su internacionalismo proletario, Marx se oponía a la independencia de Irlanda, pero cambió de postura hacia 1867, cuando interpretó que la separación irlandesa era un medio para acelerar la revolución en Gran Bretaña. Por lo tanto, Irlanda fue un pueblo «sin historia» hasta 1867, cuando Marx cayó en la cuenta de su potencial revolucionario. Así parece deducirse de una carta de Engels a Kautsky, fechada el 7 de febrero de 1882:
 «Hay dos naciones en Europa que tienen no solamente el derecho sino el deber de ser nacionales antes que internacionales: los irlandeses y los polacos. Cuanto más nacionales sean, más internacionales serán» .
 Es decir, según convenga al imparable avance del proletariado hacia el socialismo, unos pueblos tienen derecho a la autodeterminación y otros no. Francamente, resulta mucho más consecuente la postura de una de las grandes oponentes del principio de autodeterminación en general y de la independencia polaca en particular e incluso de la mera unión de los polacos de Polonia, Galitzia y Prusia en un mismo Estado. Me refiero, claro está, a Rosa Luxemburg (1871-1919), quien no dudó en enfrentarse por este asunto a los mismos Marx, Engels y Kautsky.
 Isaiah Berlin es consciente de las contradicciones de Marx en la cuestión nacional cuando afirma:
A pesar de la profundidad y de la originalidad de sus tesis principales, Marx fracasó al dar cuenta del origen y de la naturaleza del nacionalismo y lo subestimó, como subestimó la fuerza de la religión como un factor independiente en la sociedad. Ésta es una de las mayores debilidades de su gran síntesis.

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