"... todo análisis del pasado
es una toma de posición en el presente. Las perspectivas y disputas
historiográficas son necesarias e inevitables. La objetividad historiográfica,
como la de cualquier análisis científico social, es una falacia. No puede haber
tal cosa en un mundo hecho pedazos en innumerables divisiones, de todo tipo, y
algunas antagónicas. Y subjetividad no quiere decir falseamiento ni falta a la
verdad, aunque pueda también serlo"
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Uno de los períodos históricos más estudiados de la Historia
Antigua es la conocida crisis del Imperio Romano en el siglo III, que deviene
en la división del mismo por parte de Diocleciano, entre Oriente y
Occidente, en el año 284 dC. La reorganización de Diocleciano buscaba dar
solución a una serie de problemas graves del poder imperial, como la presión
bárbara y una conflictividad social derivada de la concentración de la
propiedad en grandes latifundios, dificultades agravadas ante la incapacidad
militar del Imperio. La situación era compleja y la lejanía de siglos dificulta
aún más la comprensión de la relevancia de cada uno de los factores que
determinaron el signo de los tiempos. En este marco se encuadra uno de tantos
fenómenos de misteriosa y atractiva estampa histórica: el de los bagaudas, y su
aura romántica de rebeldes primigenios capaces de poner en jaque a las legiones
romanas. ¿Quiénes eran?
Los bagaudas, o las revueltas bagaudas, o el fenómeno bagauda… de muchas maneras se ha hecho referencia a una misma realidad histórica, y quizás todas estas acepciones sean correctas. Porque los bagaudas fueron, en efecto, una comunidad concreta de personas, adscritos a unos territorios, unas fechas, una extracción social y unas acciones y propósitos concretos. Porque las revueltas bagaudas existieron, y se discuten en la medida que se valoran los elementos definitorios del término. Y porque el fenómeno bagauda, también, fue lo bastante complejo y amplio geográfica y temporalmente como para complicar su definición, y poder conceptuarlo de una forma más abstracta, casi como una actitud social.
Los historiadores han discutido alrededor del tema durante
décadas, sin llegar a consensos mayoritarios para responder quiénes eran
estas gentes o qué convertía a alguien en uno de tales sujetos. Y la
diatriba parte del propio origen etimológico del término para explicar el
sentido que adquiere en los textos antiguos. En raíz latina significaría
“ladrón”, en raíz céltica “guerrero”. Lo que sí es de común acuerdo son las
revueltas campesinas que tuvieron lugar a lo largo de esta época en la Galia y
en Hispania, y especialmente en los territorios de Armórica y la Tarraconense.
¿Cuáles de estas revueltas campesinas fueron bagaudas? Según la atención que se
preste a unas fuentes u otras se dividen las opiniones. Para algunos
historiadores es fundamental la mención explícita en las fuentes escritas de la
época, para otros lo es el mero reflejo de un actuar en consonancia con una
definición ajena del concepto, en relación a su vez con la extracción social y
las condiciones políticas y socioeconómicas del territorio donde se ubique
dicha revuelta.
Los bagaudas, en cualquier caso, tenían una composición
fundamental campesina, lo que no niega que en sus acciones pudieran participar
otras capas sociales sometidas al poder de los possesores,
la clase de los grandes propietarios, terratenientes generalmente
residentes en la ciudad. A fin de cuentas, no solo el campesinado
soportaba las lesivas cargas fiscales de los grandes terratenientes y un
Imperio económicamente asfixiado por sus exigencias militares.
La primera revuelta campesina que se significa en las fuentes escritas como bagauda se data en el 285 dC, liderada en los límites norteños de la Galia por Aeliano y Amando, y reprimida tras dos años de enfrentamientos por las tropas del Maximiano. Después de ello, pasará un siglo hasta datar la primera gran oleada del movimiento bagauda, que se concentra en la Armórica —extremo noroeste de la actual Francia—. En el 407, y con una duración de diez años, tiene lugar la primera gran revuelta bagauda en la Armórica, tal y como lo consideran autores como el marxista E.A. Thompson. Es este el momento de las penetraciones de alanos, suevos y vándalos, de un poder imperial superado, hasta el punto de que se especula con la suplantación de su dominio en estos territorios por parte de los grupos campesinos sublevados, que podrían haber llegado a establecer una especie de estado o poder independiente. Sin embargo, será en los años 435 a 437 cuando tengan lugar las revueltas más consensudas como propiamente bagaudas por toda la historiografía actual. Liderados por Tibatton, en la Armórica, parece que la mayor de las sublevaciones campesinas fue ésta que se ocupó de reprimirLitorius, uno de los lugartenientes de Aecio. Se suele considerar el final simbólico de las rebeliones de este tipo en la Galia, a pesar de registrarse un nuevo enfrentamiento entre las fuerzas campesinas dirigidas por Eudoxio y los ejércitos imperiales, en el 448, en los Alpes.
La primera revuelta campesina que se significa en las fuentes escritas como bagauda se data en el 285 dC, liderada en los límites norteños de la Galia por Aeliano y Amando, y reprimida tras dos años de enfrentamientos por las tropas del Maximiano. Después de ello, pasará un siglo hasta datar la primera gran oleada del movimiento bagauda, que se concentra en la Armórica —extremo noroeste de la actual Francia—. En el 407, y con una duración de diez años, tiene lugar la primera gran revuelta bagauda en la Armórica, tal y como lo consideran autores como el marxista E.A. Thompson. Es este el momento de las penetraciones de alanos, suevos y vándalos, de un poder imperial superado, hasta el punto de que se especula con la suplantación de su dominio en estos territorios por parte de los grupos campesinos sublevados, que podrían haber llegado a establecer una especie de estado o poder independiente. Sin embargo, será en los años 435 a 437 cuando tengan lugar las revueltas más consensudas como propiamente bagaudas por toda la historiografía actual. Liderados por Tibatton, en la Armórica, parece que la mayor de las sublevaciones campesinas fue ésta que se ocupó de reprimirLitorius, uno de los lugartenientes de Aecio. Se suele considerar el final simbólico de las rebeliones de este tipo en la Galia, a pesar de registrarse un nuevo enfrentamiento entre las fuerzas campesinas dirigidas por Eudoxio y los ejércitos imperiales, en el 448, en los Alpes.
Si la adjetivación de bagauda a los fenómenos de sublevación
social campesina de la primera mitad del siglo V en la Galia ha dado para
discusiones historiográficas, los sucesos de similar naturaleza ocurridos en
Hispania a mediados de la misma centuria citan, lógicamente, no menos
interpretaciones sobre su justa caracterización como bagaudas. Entre el 441 y el 443 tiene
lugar una revuelta en la Tarraconense, centrada en una ciudadela próxima a
Pamplona, llamada Aracelli. Existe amplio consenso en determinar esta
sublevación del campesinado hispano como un episodio bagauda, en función a las
menciones que hacen las fuentes escritas. En el 449, en Tarazona, un nuevo
episodio de sublevación tiene como protagonistas a un Basilius,
jefe bagauda, en alianza con el rey suevoRequiario,
que se cobra la vida del obispo de León. Y aún en el 454 la bagauda se hace
presente, para bastantes autores, en Ilerda, demostrando un amplio espacio de
acción.
La historiografía ha debatido con gran profundidad sobre el
tema. Los trabajos de E.A. Thompson, basados en una perspectiva socioeconómica,
situarían a los bagaudas como ejemplo palpable de la rebelión campesina contra
los patronos y terratenientes protegidos del Imperio. Ha sido la
explicación social de Thompson, quizás, la de mayor influencia en la
historiografía actual, corregida o complementada, en ocasiones, pero siempre
tomada como gran referente de base, por autores comoGonzalo Bravo, Abilio
Barbero o Marcelo Vigil. Explicaciones del fenómeno que se
inclinan a dar la mayor importancia no a las contradicciones socioeconómicas,
sino al contexto netamente político de debilidad imperial, son las de J.F.
Drinkwater y las de R. Van Dam. La importancia de
unas fuentes u otras, la interpretación de las mismas, escritos y excavaciones,
permiten una de las disputas académicas más apasionantes sobre la historia
tardorromana y la Antigüedad en general. Es totalmente aconsejable disfrutar de
los textos de unos y otros autores sobre el fenómeno bagauda, no solo una clase
de historia, sino de historiografía.
Y después de todo ¿quiénes eran los bagaudas? Lo que es evidente es que el término no puede adscribirse a una muy determinada estirpe, como románticamente desearíamos. Su acepción fue sinónimo de un sujeto campesino organizado y levantado en armas contra el Imperio Romano de Occidente y fundamentalmente contra las clases poseedoras de su entorno, en el norte de la Galia y de Hispania, y que, según el caso, establecieron alianzas con otras capas sociales sometidas e incluso con poderes extranjeros, llegando a organizarse socialmente con una relativa independencia. Pueden hacerse más disquisiciones, pero el tema de importancia no es tanto el quiénes fueron, sino el contenido que aportaron al sentido de su época.
Y después de todo ¿quiénes eran los bagaudas? Lo que es evidente es que el término no puede adscribirse a una muy determinada estirpe, como románticamente desearíamos. Su acepción fue sinónimo de un sujeto campesino organizado y levantado en armas contra el Imperio Romano de Occidente y fundamentalmente contra las clases poseedoras de su entorno, en el norte de la Galia y de Hispania, y que, según el caso, establecieron alianzas con otras capas sociales sometidas e incluso con poderes extranjeros, llegando a organizarse socialmente con una relativa independencia. Pueden hacerse más disquisiciones, pero el tema de importancia no es tanto el quiénes fueron, sino el contenido que aportaron al sentido de su época.
Se podrá objetar que hay una laxitud terrible en definiciones
de tal amplitud, pero lo cierto es que lo magno del debate sobre ciertos
términos lo exige. Porque hay que bucear profundamente en el tema, y no se
puede permanecer en la superficie insuficiente de unas pocas líneas. Los
bagaudas como figura histórica, sobrenombre o pseudogentilicio en su momento
histórico, se acabaron covirtiendo en algo más. El sustantivo originario se
convirtió expansivamente en adjetivo, de la Galia a Hispania. El término tiene,
así pues, un indiscutible carácter polisémico.
A fin de cuentas, todo análisis del pasado es una toma de posición en el presente. Las perspectivas y disputas historiográficas son necesarias e inevitables. La objetividad historiográfica, como la de cualquier análisis científico social, es una falacia. No puede haber tal cosa en un mundo hecho pedazos en innumerables divisiones, de todo tipo, y algunas antagónicas. Y subjetividad no quiere decir falseamiento ni falta a la verdad, aunque pueda también serlo. Reconocer tales cosas es el punto primordial para tomar mínimamente en serio a cualquier historiador, y la mejor manera para llegar a comprender lo más certeramente posible una realidad social, haya ocurrido hace quince minutos o quince siglos atrás.
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