En el estado español no hace demasiado
se vivían tiempos esperanzadores debido a que una parte de la clase
trabajadora y la juventud se habían activado frente a los múltiples
ataques sufridos por el capital y un estado reaccionario. Incluso se
llegó a hablar de cambio de régimen y de una “nueva transición”. De esa
energía poco o nada queda ya y de haber cambios lo más probable es que
serán de corte neo-falangista una vez neutralizada la movilización, al
no haber cuajado un proyecto rupturista. La institucionalización de la
protesta hizo el resto y resultó devastadora. Y lo que apuntaba a
ruptura, bajo el control de las clases medias, intelectuales y
profesionales derivó en “nueva izquierda” tan nueva como el reformismo
del siglo XIX y centrifugando por tanto hacia la acatación del sistema
como mero producto del mercado electoral. El que la izquierda no haga
sus deberes y repita constantemente las notas de una vieja partitura que
debía ser conocida parece que es un bucle del que no sabe salir. Cuando
la izquierda en períodos de crisis capitalista no está a la altura, la
reacción se refuerza. A eso se dirige tanto el estado español como el
francés. A un reforzamiento de la reacción aun con una crisis totalmente
vigente.
Un reforzamiento de la reacción similar al de Grecia donde incluso la
supuesta izquierda radical ya gestiona y distribuye los ataques del
capital después de haber dejado tirado a todo un pueblo tras un
referéndum y ahogado la energía popular y la esperanza de gran parte de
la clase trabajadora europea.
La función de la socialdemocracia es esa. Apagar el fuego de la clase
trabajadora y reconducir hacia los límites del sistema toda la energía
para salvar al capitalismo del que se siente apéndice, creyendo que la
oligarquía va a dar unas migajas a las clases medias en retroceso.
La característica principal de la crisis actual es que la
socialdemocracia ya no es funcional ni puede cubrir huecos como cuando
el imperialismo capitalista tras la II guerra mundial decidió que ante
el “peligro comunista” tenía que ceder algo para que nada se moviera.
Hasta los cambios más pequeños solo se producen ante la amenaza de
revuelta.
Algunos derechos sociales fueron conseguidos en un tiempo y contexto
económico que en Europa se fue para no volver. Que ya no existe. Suponer
en este contexto una nueva fase alcista de salarios, ampliación del
gasto social, regulación de la economía en cualquier Estado europeo es
simplemente engañar a la clase trabajadora sino se producen ya mismo
cambios estructurales porque esas políticas keynesianas no pueden tener
ya recorrido debido a pasos irreversibles y etapas ya quemadas por el
capital. A falta de cambios estructurales la reacción modela y retoma
fuerte control cuando lo desea. El capitalismo siempre acaba generando
más capitalismo y el reformismo y la socialdemocracia hoy en día no son
mas que la añoranza de un capitalismo menos bruto, con rostro humano.
Una utopía imposible de alcanzar que solo consigue que el sistema dure
más y se refuerce.
Y en el medio de Europa, ahí está Euskal Herria que no es ajena a
todo esto, y que si sigue sin encontrar una vía de ruptura tanto en lo
nacional como en lo social, se verá arrastrada por una coyuntura de
reacción de la que no se podrá salir en un largo tiempo de asimilación
que puede resultar fatal. Mas teniendo en cuenta que desde el otro lado
del charco, en América latina, pese a la diversidad y diferencias de
proyectos en el denominado “campo progresista”, se está llegando a su
fin, tanto los de la socialdemocracia liberal, como proyectos mucho más
avanzados al no encontrar las vías de ruptura con el capitalismo.
A nivel global esto nos indica que puede avecinarse una nueva fase
llena de conflictos. Con la muerte lenta del progresismo institucional
en América latina o con la muerte súbita como en Europa, nos encontramos
a las puertas en pocos años de la posibilidad de un nuevo ciclo
revolucionario que también en Europa y en América latina se iniciará de
la misma forma que lo hizo décadas atrás. Con qué formas y de qué modos
está por ver, y dependerá de la superación del miedo, y de la audacia de
presentar una alternativa estratégica de ruptura además de tener en
cuenta todos aquellos fallos que se cometieron en el anterior ciclo
revolucionario, los huecos imposibles de rellenar por el progresismo y
presentando al mismo tiempo fir
meza política, flexibilidad y proyecto.
La izquierda revolucionaria debe ponerse las pilas, nadie más podrá
empujar una alternativa real.
Texto del blog: Borroka garaia da!
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