"...Al-Qiq, como tantos otros palestinos y palestinas
sufre un tipo de detención que se denomina “administrativa”, una figura
que permite a las autoridades israelíes mantener bajo custodia
indefinidamente a miles de “ ospechosos” sin presentar cargos ni iniciar
un proceso judicial, como hacen habitualmente las dictaduras militares."
Por favor recuerde su nombre. Se llama Muhammad al-Qiq, tiene 33 años y se está muriendo en la cárcel cumpliendo una huelga de hambre. Es periodista y ejerce la profesión en Palestina, un territorio ocupado y horadado por la violencia del invasor israelí desde 1948. Una nación que ha sufrido todo tipo de atropellos década tras década, y que por estos días asiste a una nueva vuelta de tuerca de la represión sionista contra quienes se rebelan a su dominio. En Gaza y en Cisjordania, miles de jóvenes protestan de diversas formas, y muchos de ellos son asesinados vilmente. Otros son detenidos. Todo ello frente al silencio de la mal llamada “comunidad internacional” o la manipulación de los medios corporativos, que no es lo mismo pero es igual.
Por favor recuerde su nombre. Se llama Muhammad al-Qiq, tiene 33 años y se está muriendo en la cárcel cumpliendo una huelga de hambre. Es periodista y ejerce la profesión en Palestina, un territorio ocupado y horadado por la violencia del invasor israelí desde 1948. Una nación que ha sufrido todo tipo de atropellos década tras década, y que por estos días asiste a una nueva vuelta de tuerca de la represión sionista contra quienes se rebelan a su dominio. En Gaza y en Cisjordania, miles de jóvenes protestan de diversas formas, y muchos de ellos son asesinados vilmente. Otros son detenidos. Todo ello frente al silencio de la mal llamada “comunidad internacional” o la manipulación de los medios corporativos, que no es lo mismo pero es igual.
Sin embargo, no todos callan. Muhammad Al-Qiq, como haría cualquier
reportero que se respete a sí mismo, venía informando día a día para el
canal “Al Majd”, sobre lo que veían sus ojos y sentía su cuerpo, con
sólo dar un recorrido por las calles de Ramalah o de Jerusalén: niños
golpeados y detenidos por arrojar piedras contra tanques, mujeres
jóvenes asesinadas a las que se les “planta” un cuchillo para justificar
el crimen, campos con cultivos de olivos arrasados, casas demolidas por
pura venganza, ciudades como Hebrón o campos de refugiadas como Jenín,
bloqueados militarmente y su población sufriendo todo tipo
de humillaciones.
Precisamente, el informar con objetividad sobre la barbarie israelí,
es el “ delito” por el que fue detenido y torturado Al-Qiq hace tres
meses en su casa de Ramallah. Numerosas denuncias de organismos de
derechos humanos palestinos e internacionales advirtieron que el
periodista fue colocado en una posición conocida como la banana -con la
espalda sobre una silla y atado de pies y manos por debajo de la misma–,
permaneciendo en una posición forzada durante 15 horas en las
que sufrió violencia sexual por parte de los interrogadores. Luego de
sufrir esas sevicias lo enviaron a una de las tantas cárceles-tumbas que
Israel posee para martirizar aún más a un pueblo que no está dispuesto a
bajar la cabeza ante su prepotencia.
Pero hay algo más, Al-Qiq, como tantos otros palestinos y palestinas
sufre un tipo de detención que se denomina “administrativa”, una figura
que permite a las autoridades israelíes mantener bajo custodia
indefinidamente a miles de “ ospechosos” sin presentar cargos ni iniciar
un proceso judicial, como hacen habitualmente las dictaduras militares.
Frente a esta injusticia y convencido de que si no luchaba por su
libertad su suerte estaba prácticamente echada, este joven periodista
decidió ponerse en huelga de hambre el pasado 25 de noviembre, para
denunciar al mundo su situación. A partir de ese momento se
intensificaron las medidas represivas y de presión contra el detenido.
En dos oportunidades, el 30 de diciembre y el 17 de enero, jueces
sionistas prorrogaron su encarcelamiento y rechazaron la apelación
presentada por los abogados del Al-Qiq. Su situación de salud comenzó a
agrietarse, y en un momento las autoridades israelíes
decidieron trasladarlo al centro médico de la ciudad israelí de Afula,
donde el colega detenido ratificó su voluntad de continuar la huelga de
hambre “hasta conseguir mi libertad”. Si esto no sucediera “estoy
dispuesto a morir”, expresó.
Muhammad Al-Qiq ya lleva 64 días peleando por su dignidad, negándose a
recibir vitaminas ni tratamiento médico. Quizás evocando el martirio
por el que pasó hace décadas otro luchador como él, pero irlandés,
llamado Bobby Sands, ha planteado claramente que no quiere que se lo
alimente contra su voluntad. Pero estar preso en Israel significa
bordear la orilla del infierno en la tierra, y es por eso, que le fue
impuesto a Al-Qiq otra forma de tortura. Permaneció cuatro días atado de
pies y manos a una cama, consciente, mientras enfermeros militares le
inyectaban líquidos a la fuerza. Ahora directamente lo han amenazado con
empezar alimentarlo aplicando esta metodología, algo que él y sus
defensores han repudiado enfáticamente.
Desde Argentina, la tierra que vio nacer y caer en combate a otro
periodista ejemplar como Rodolfo Walsh (ejemplo entre otras cosas, de
solidaridad con Palestina) va este mensaje de urgencia para que en
Latinoamérica y el mundo, allí donde haya personas que crean que los
derechos humanos son una propuesta de autodefensa frente a la barbarie,
nos movilicemos por la vida y la libertad de Muhammad Al-Qiq. Él, con su
actitud valiente pone sobre la superficie un escenario en el cual miles
de presos y presas palestinas, muchos de ellos niños niñas, se
encuentran como rehenes de las tropas de ocupación de su pueblo.
No, no es una nota más la que estoy escribiendo, sino la expresión
epistolar de un grito de impotencia frente a lo que no debería ser
irreversible: SALVEMOS LA VIDA DE MUHAMMAD AL-QIQ y la de tantos hombres
y mujeres palestinas que viven en estado de excepcióN.
Resumen Latinoamericano
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