"La praxis del Movimiento Comunista, no puede seguir funcionando con un
núcleo de diez militantes allí, cinco allá o treinta en el otro lado,
duplicando esfuerzos militantes, “compitiendo” entre núcleos y en plena
vorágine endogámica y al margen de la realidad."
En HERRI GORRI, consideramos que
al reformismo sólo se le puede combatir en el terrenos de las reformas,
ya que el actual estadio de conciencia del proletariado, no posibilita
otro medio de constituir al movimiento comunista en vanguardia. Combatir
al reformismo en el terreno de las reformas, no es un juego de
palabras, sino asumir desde el análisis materialista de la coyuntura, la
situación realmente existente, en la que -no nos olvidemos- una parte
del proletariado muy significativa, se encuentra aún sumida en el campo
ideológico-político reaccionario del bloque en el poder. En el caso del
Estado español, del bloque PP-PSOE y en el caso de Hegoalde, del PNV.
Tras años de neoliberalismo, los
Pueblos Trabajadores han incrementado su conciencia sobre los límites
del “neoliberalismo”, como variante extrema de la ideología dominante,
pero no del capitalismo, como medio de producción. Lógicamente, dicha
conciencia posibilita identificar las injusticias del sistema, los
retrocesos democráticos en derechos políticos, sociales y civiles, pero
los analiza en parámetros de “injusticias”, no como un efecto
estructural del propio sistema capitalista en su necesidad de
reproducirse socialmente.
Pongamos un ejemplo que nos
parece muy gráfico. En el caso de Madrid, la “alcaldía progresista”
regida por la señora Carmena, fue posible gracias a los compromisos
adquiridos con parte del movimiento popular, esencialmente con los
movimientos anti-desahucios y los derivados de las movilizaciones contra
los recortes sociales, derivados de la ofensiva del capital. A lo largo
de su gestión -como no podía ser de otra forma- la práctica reformista
se topa con la legalidad, con los márgenes del sistema, con que la
vivienda es un derecho básico, pero sometida a los sagrados derechos de
propiedad del capital. Dentro del movimiento que apoyó la “alcaldía
progresista”, comienzan a surgir contradicciones, ante las promesas
incumplidas, renuncias programáticas o su “ajuste” a la legalidad
vigente. De hecho, en el movimiento articulado en torno a los
desahucios, han surgido ya críticas abiertas hacia la “alcaldía
progresista”. ¿Cuál debe ser la posición de los comunistas ante estas
contradicciones? ¿Presentarles a estos sectores la alternativa de “la
Dictadura del proletariado”, en la que ciertamente se resolvería el
problema de la vivienda, pero que no alcanzaría ninguna incidencia real,
o tomar los y las comunistas la bandera de las reivindicaciones más
avanzadas en política de vivienda y estructurarnos en dicho movimiento
como referente?
Referente sin duda alguna, no
electoral, porque en esta coyuntura, el movimiento comunista no está en
condiciones de transformar las instituciones burguesas en un frente de
lucha de clases. Ser referente del proletariado, es desarrollar de
manera organizada y estratégica nuestra incidencia en el Movimiento
Obrero y el Movimiento Popular, articulando de forma dialéctica nuestro
programa estratégico y el programa táctico adecuado para la coyuntura
existente. Los y las comunistas, no nos escondemos; nuestro objetivo
estratégico es el socialismo y la superación histórica de la ley del
valor trabajo, primero adaptándola a las necesidades de la
transformación socialista y posteriormente construir las condiciones
para su extinción. No nos escondemos, pero ante todo nos guía la ciencia
del materialismo histórico y nuestro programa táctico, subordinado al
estratégico, debe fundamentarse en la realidad de la lucha de clases, en
las correlaciones de fuerzas, en un análisis profundo de las
condiciones políticas, económicas, sociales e ideológicas presentes.
Establecer bases para el
encuentro entre diferentes núcleos comunistas, es algo esencial. Lo es
desde una doble perspectiva, una de ellas, clarificar posiciones,
determinar la estrategia general del Movimiento Comunista, concretar los
objetivos del Programa máximo, definir la vía de una verdadera
democracia socialista, otra, -y seamos claros en ello- es la propia
viabilidad de una praxis militante articulada, coordinada y organizada.
La praxis del Movimiento Comunista, no puede seguir funcionando con un
núcleo de diez militantes allí, cinco allá o treinta en el otro lado,
duplicando esfuerzos militantes, “compitiendo” entre núcleos y en plena
vorágine endogámica y al margen de la realidad. Ante este panorama, los
sectores políticamente más avanzados del movimiento polular y del
movimiento obrero, no identifican ningún tipo de referencialidad, no
consideran que aportemos algo valioso o efectivo a sus luchas
cotidianas. Demasiadas veces, militantes del movimiento popular con una
“conciencia filo-comunista” que les acerca a alguna organización
comunista del amplio espectro existente, terminan por desvincularse de
las mismas por la desconexión política, por la dejación en los problemas
concretos.
Pero además de este proceso de
unificación entre núcleos, debemos ir más allá, desarrollando formas de
intervención que materialicen de manera concreta y efectiva la lucha por
reformas, con una direccionalidad ascendente de organización,
movilización y de la conciencia del Pueblo Trabajador-Proletariado.
Consideramos que el avance electoral del reformismo frente a las
posiciones reaccionarias, son una buena base para desarrollarnos como
movimiento, pero insistimos, como no nos desarrollemos orgánica y
políticamente en referente comunista, las renuncias del reformismo y sus
limitaciones, revertirán de nuevo en beneficio del bloque “duro” en el
poder.
AMBITOS Y MARCOS DE LUCHA POLITICA E IDEOLOGICA
En HERRI GORRI siempre hemos
sostenido nuestra vinculación organizativa, política e ideológica a
Euskal Herria como Marco Nacional de lucha de clases. De una parte, la
definición nacional del marco de lucha de clases, implica afirmar las
características propias e históricamente determinadas de Euskal Herria,
de su lucha de clases y de las condiciones en las que planteamos el
objetivo estratégico de la República Socialista Vasca.
Por otro lado, la
Autodeterminación siempre la hemos considerado como un proceso que
rebasa con mucho la cuestión de la independencia. La Autodeterminación,
la vinculamos a un sujeto -El Pueblo Trabajador-Proletariado Vasco- y a
un proyecto de transformación social, en el que la soberanía política y
económica es la condición para consolidar un poder popular que inicie la
transición socialista.
Sin la formación de ese sujeto,
sin ese vector socialista que impulse una correlación de fuerzas
favorable frente al bloque en el poder, no hay autodeterminación. La
autodeterminación como derecho democrático fundamental, es una forma
vacía, en la que las correlaciones de fuerzas, determinan la orientación
de clase que asume el proceso.
Es por eso que desvinculamos la
autodeterminación, de cualquier premisa nacionalista, al considerar que
el proceso de autodeterminación, se debe desarrollar partiendo de la
unidad del Pueblo Trabajador-Proletariado Vasco y la soberanía política y
económica como su instrumento de superación de cualquier tipo de
opresión, dominación y explotación. De ahí que no coincidamos con el
nacionalismo, cuando establece como sujeto político “la ciudadanía en
general” o “Euskal Herria”, pues en Euskal Herria no existe más clase
oprimida y explotada que el proletariado y dentro de éste, es el
proletariado femenino su sector más oprimido y explotado. No
profundizaremos más en estas cuestiones, que ya hemos clarificado en
distintos momentos.
Si debemos avanzar en otra
cuestión que consideramos de especial relevancia. La lucha de clases en
Euskal Herria y la liberación social del Pueblo Trabajador-Proletariado,
es un proceso nacional, en tanto que específica e históricamente
producto de las condiciones en la que el capitalismo cobra existencia.
Desde esta premisa, llegamos a otra, y es la de la necesidad de definir
como otro ámbito de lucha política e ideológica, de desarrollo de
políticas de alianzas preferentes, el Estado español.
En HERRI GORRI, no escondemos
bajo un internacionalismo abstracto el carácter preferente y prioritario
del marco estatal español, como ámbito de lucha de clases relacionado
dialécticamente, con la existente en Euskal Herria. Ciertamente, la
lucha antiimperialista y anticapitalista -en realidad la misma lucha-
precisa de una coordinación, de una unidad de objetivos a escala
internacional, sea con organizaciones del ámbito europeo o de otras
realidades, pero bajo esta obviedad, no podemos negar el carácter
sobredeterminador del Régimen del 78, en la propia dinámica de la lucha
de clases en Euskal Herria.
El Régimen del 78, como forma
histórica que asume el Estado español para la reproducción social del
capitalismo y de la dinámica de acumulación, integrado en la división
internacional del trabajo fijada por el imperialismo, oprime, domina y
explota al conjunto de Pueblos Trabajadores-proletariados del Estado. En
el caso de Hegoalde, el PNV (Partido Nacionalista Vasco), ha sido un
pilar fundamental en el sostenimiento, legitimación y consolidación del
Régimen del 78, actuando como un aparato ideológico-político,
gestionando la acumulación y actuando como representante político del
capital.
La autodeterminación, como
proceso de liberación social de los Pueblos Trabajadores-Proletariados
del Estado, encuentra una doble estrategia. De una parte, el propio
desarrollo y agudización de la lucha de clases en cada marco nacional,
ligando soberanía política y económica, no a una reorganización
burguesa, mejorando las condiciones de valorización del capital, sino a
la plasmación de un programa, en principio, democrático-popular. De otra
parte, el propio desarrollo y agudización de la lucha de clases en el
marco estatal, con una coordinación estratégica en cuya base
necesariamente se encontrará la defensa a ultranza de la
autodeterminación y el derecho a la secesión, si en los diferentes
marcos nacionales, así se determinara en un proceso constituyente.
Considerar, como hacen ciertos
nacionalistas, incluso “de izquierdas”, que “España no es nuestro
problema”, resultaría incluso cómico, si no fuera por las nefastas
consecuencias y premisas de dicho planteamiento. Como si el PNV no
hubiera sido el celoso gestor del Régimen del 78 en Hegoalde, y de la
reproducción social del capitalismo, junto al PSOE y el PP, o la propia
participación en la gestión de Diputaciones y/o ayuntamientos, de
independentistas, no hubieran otorgado un barniz de legitimidad
institucional al régimen.
El Estado español, es un flanco
débil de la Unión Europea. Su peso económico, su nivel de endeudamiento
(101% del PIB), precisan de un régimen autoritario para garantizar la
reproducción social de su capitalismo periférico, respecto al núcleo
central de la Unión Europea. El impago de la deuda ilegítimamente
transformada en pública, un cuestionamiento de las directrices de la
Troika, o una política de nacionalizaciones y control de las empresas
del IBEX-35, de sus beneficios reales y sus transvases financieros hacia
paraisos fiscales, son riesgos que no podrían ser asumidos por la Unión
Europea y la oligarquía estatal.
El desarrollo de procesos de
autodeterminación en los diferentes marcos nacionales en el Estado, bajo
la dirección de sus proletariados y las organizaciones que los
representan; la coordinación de estos procesos con movimientos y
organizaciones que avancen en el camino de una República Popular
Española, que reorganice las condiciones de un proyecto popular
constituyente, en el que la libre adhesión o la secesión de los marcos
nacionales, sean garantizados, es un horizonte que debiera ser estudiado
con seriedad. En HERRI GORRI, consideramos que sería un marco favorable
para la agudización de la lucha de clases, para la construcción de un
Bloque revolucionario y para la configuración de un vector socialista.
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