"...el Pentágono y los servicios
secretos disponen de grupos a los que arman y entrenan, como los grupos
islamistas utilizados para atacar Libia y Siria desde adentro y los
neonazis utilizados en el golpe de Estado de Ucrania."
¿Qué
relación existe entre sociedades geográfica, histórica y culturalmente
lejanas, desde Kosovo hasta Libia y Siria, desde Irak hasta Afganistán,
desde Ucrania hasta Brasil y Venezuela? Lo único que tienen en común es
el hecho de verse arrastradas por la estrategia global de
Estados Unidos, ejemplificada en la «geografía» del Pentágono, que divide el mundo en «áreas de responsabilidad». Cada una de esas áreas está «en manos» de uno de los seis «mandos combatientes unificados» de Estados Unidos:
el Mando Norte (NorthCom) cubre Norteamérica,
el Mando Sur (SouthCom) cubre Sudamérica [1],
el Mando para Europa (EuCom) cubre la región que incluye la Unión Europea y Rusia,
el Mando para África (AfriCom) cubre el continente africano,
el Mando Central (CentCom) cubre el Medio Oriente y parte de Asia,
el Mando del Pacífico (PaCom) cubre la región Asia/Pacífico.
A los 6 mandos geográficos se agregan otros 3 que operan a escala mundial:
el Mando Estratégico (StratCom) a cargo de las fuerzas nucleares,
el Mando de Operaciones Especiales (SoCom),
el Mando de Transporte (TransCom).
el Mando de Operaciones Especiales (SoCom),
el Mando de Transporte (TransCom).
Al frente del Mando Europeo [EuCom] se encuentra un general o un
almirante nombrado por el presidente de Estados Unidos. Este alto jefe
militar estadounidense asume automáticamente el cargo de Comandante
Supremo de las fuerzas de la OTAN en Europa. La OTAN se ve así
automáticamente incluida en la cadena de mando del Pentágono, lo cual
implica que opera fundamentalmente en función de la estatregia de
Estados Unidos. Esa estrategia consiste en la eliminación de todo Estado
o movimiento político-social que constituya una amenaza para los
intereses políticos, económicos y militares de Estados Unidos, país que,
aunque sigue siendo aún la mayor potencia mundial, está perdiendo
terreno ante la aparición de nuevos actores estatales y sociales.
Son numerosos los instrumentos de esta estrategia y van desde la
guerra abierta –como los ataques de fuerzas aeronavales y terrestres
contra Yugoslavia, Afganistán, Irak y Libia– hasta las operaciones
secretas realizadas en esos países y en otros, últimamente en Siria
y Ucrania. Para la realización de estas operaciones, el Pentágono
dispone de las fuerzas especiales, alrededor de 70 000 especialistas que
«cada día operan en más de 80 países a escala mundial». Y también tiene a su disposición un ejército secreto de mercenarios. En Afganistán, según documenta Foreign Policy [2],
el número de mercenarios del Pentágono se eleva a 29 000, o sea
3 mercenarios por cada soldado estadounidense. En Irak hay unos 8 000…
2 mercenarios por cada soldado estadounidense.
A los mercenarios del Pentágono se agregan los de la tentacular
comunidad de inteligencia, que incluye, además de la CIA, otras
15 agencias federales. Los mercenarios son doblemente útiles ya que
pueden asesinar y torturar sin que tales actos se atribuyan a
Estados Unidos. Y cuando resultan muertos en acción, sus nombres
no aparecen en la lista de bajas. Además, el Pentágono y los servicios
secretos disponen de grupos a los que arman y entrenan, como los grupos
islamistas utilizados para atacar Libia y Siria desde adentro y los
neonazis utilizados en el golpe de Estado de Ucrania.
Otra herramienta de esta misma estrategia son las «organizaciones no gubernamentales»
[ONGs] que, disponiendo de enormes medios, son utilizadas por la CIA y
el Departamento de Estado para montar acciones de desestabilización
interna en nombre de la «defensa de los derechos ciudadanos».
En ese marco se inscribe también la acción del grupo de Bilderberg [3] –que el magistrado Ferdinando Imposimato denuncia como «uno de los responsables de la estrategia de la tensión y de las masacres» en Italia [4]– y la de la Open Society del «inversionista y filántropo George Soros», artífice de las «revoluciones de colores» [5].
En la mira de la estrategia golpista de Washington están hoy Brasil,
para torpedear al grupo BRICS, y Venezuela, para socavar la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Para
desestabilizar Venezuela, indica el SouthCom en un documento
recientemente revelado [6], hay que crear «un escenario de tensión que permita combinar acciones callejeras con el empleo dosificado de la violencia armada».
Il Manifesto (Italia)
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