"...que el anarquismo sea tomado
como política revolucionaria, que nos sirva como base para construir un
actor político impulsor de movimientos populares de caracter
revolucionario que pelee por su soberanía frente al neoliberalismo, que
se materialice en un proyecto político asentado en la realidad como
respuesta ante la crisis, proponiendo alternativas reales a este sistema
y vuelva a ser motor de cambios sociales radicales como lo fue antaño."
Murray Bookchin en los últimos años de su vida
llegó a romper definitivamente con el anarquismo ya que el panorama que
vio en su entorno era horrible, pues era un anarquismo mayoritariamente
de estilo de vida, contracultural e individualista. Sin embargo, sus
obras fueron cruciales para el PKK y su cambio de paradigma para
desarrollar el movimiento de liberación kurdo que está siendo la única
fuerza política democrática en medio del conflicto en Oriente Próximo.
No obstante, aunque el título dé a entender que
a priori fuera yo a romper con el anarquismo públicamente, realmente no
es expresamente así. Simplemente quiero aclarar que solo soy anarquista
en cuanto a pensamiento político y al programa (aún por realizar) que
me adscribo, netamente socialista libertario. Pero a nivel personal, soy
como otro cualquiera que vive en la realidad material, con sus
problemas, sus vicios, sus contradicciones… en definitiva, con sus pros y
sus contras.
Por la forma en que nos expresamos, da la sensación de que “ser
anarquista” significa “vivir pensando como anarquista” o algo similar,
del estilo “soy anarquista, soy especial, wow, so different to other
people, so cool, y como anarquista no voto, odio el fútbol, el cole, a
la policía, a los carnacas, a la gente normal… solo tengo amigos
anarquistas, me mola lo rural, mi huerto autogestionado individualmente
es lo más y escucho punk…”, vamos un tipo coherente con sus ideas y
principios que parece vivir en un mundo paralelo ajeno a los problemas
de la gente común en su día a día. Pues en ese sentido, no soy
anarquista. O al revés, que esos que tanto reivindican su identidad
anarquista en realidad solo sean egoístas que quieren mantener su moral
limpia tras leer a los autores clásicos anarquistas. Posiblemente sea
eso.
Parece ser que confundimos el anarquismo como una suerte de filosofía
de vida bohemia, donde el mantener su moral limpia y lo más
antiautoritaria posible sea el objetivo principal, y desde allí
desarrollar una actividad política que no va más allá de la propaganda
identitaria y netamente destinada para consumo propio. Dicen además que
si votas, eres futbolera, comes carne, lees autores marxistas o cosas
así, es que no eres anarquista. Sobre todo lo de votar, que parece que
si echas la papeleta mágicamente dejas de ser anarquista. Pero yo no
creo en la magia, no estamos en Hogwarts. ¿Hemos olvidado acaso la
influencia del anarquismo en esas luchas obreras de hace unos cien años y
las revoluciones que se han materializado tales como el makhnovismo, la
del ’36, Shinmin… y ahora tomamos referencias en el movimiento de
liberación kurdo? Si leemos acerca de todos esos acontecimientos
históricos un poco más en detalle, veremos que el anarquismo fue una
expresión política, en otras palabras, la entendieron como bases sobre
las que levantar un movimiento revolucionario, un proyecto de sociedad
que emancipe a la clase trabajadora de la opresión capitalista. El
makhnovismo fue paradigmático en este caso, donde deja en evidencia la
diferencia entre tomar el anarquismo como una filosofía y estilo de
vida, y tomar el anarquismo como política revolucionaria. Arshinov lo
describió muy claro en su libro sobre el movimiento makhnovista,
criticando la falta de apoyos desde el anarquismo ruso a la causa
revolucionaria y que en su lugar, estaban en sus ateneos discutiendo
sobre cuestiones morales acerca de la revolución. Hasta en las memorias
de Makhno se recogen relatos similares (si mal no recuerdo…).
Pues el caso es que no vivo como anarquista, ni tengo por qué
interpretar la realidad con un filtro rojinegro delante. Ante todo, soy
persona y vivo mi realidad, la que me ha tocado. Tengo mis problemas,
mis vicios, mis debilidades y mil imperfecciones, puedo hablar de
fútbol, de elecciones, de naturaleza, y miles de chorradas estando de
tranquis con amigos y amigas. No soy especial, soy otro común mortal
más. No me siento superior moralmente porque mi pensamiento político sea
anarquista o socialista libertario, ni llevo el pensamiento político a
nivel personal, ni miro por encima del hombro de nadie que no piense
como yo teniendo en mente lo de “ciudadanos borregos” y similares. En
definitiva, no soy anarquista como tal. Solo lo soy en cuanto a
pensamiento político y es en lo que creo: que el anarquismo sea tomado
como política revolucionaria, que nos sirva como base para construir un
actor político impulsor de movimientos populares de caracter
revolucionario que pelee por su soberanía frente al neoliberalismo, que
se materialice en un proyecto político asentado en la realidad como
respuesta ante la crisis, proponiendo alternativas reales a este sistema
y vuelva a ser motor de cambios sociales radicales como lo fue antaño.
Es una tarea pendiente, un camino difícil de recorrer, pero necesario en
estos tiempos revueltos donde este mundo está virando hacia la derecha
-y también hacia la ultraderecha- ante la retirada de las izquierdas. Y
si no somos capaces de ilusionar ni de configurar un proyecto político
que atraiga a las clases trabajadoras como sí está haciendo la derecha,
el anarquismo acabará en el baúl de los recuerdos como una bella utopía
para soñadores y soñadoras.
Extraido de: Regeneracion Libertaria
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