"No podemos permitir que pisoteen nuestros
derechos más básicos."
CNT Sindikatua
El estado vuelve a recurrir a
la represión e intenta de nuevo criminalizar la ideología y los
colectivos anarquistas. Para ello, pone en marcha toda su potencia
mediática y judicial, tratando así de instalar en la sociedad un clima
de miedo e inseguridad que justifique la aprobación y aplicación de
nuevas leyes, cada vez más represivas y reaccionarias. Necesitan un
enemigo y lo fabrican. Primero hacen leyes; después buscan culpables a
los que aplicárselas. Con todo esto pretenden esconder al servicio de
quién está toda la maquinaria del estado, que no es otro que las grandes
empresas y la banca.
Cuando, a pesar de la llamada a participar en los
procesos electorales, se mantiene o aumenta la respuesta en la calle
contra todos sus recortes sociales y laborales y la pérdida de derechos,
el estado necesita reforzar sus herramientas represivas y de control
social. Y las pone en marcha contra aquellos que se le enfrentan.
Las detenciones y registros de esta semana se producen, precisamente,
pocos días después de que se aprobara la nueva Ley de Seguridad
Ciudadana, más conocida como Ley Mordaza, a la cual no sólo se oponen
los movimientos sociales y sindicales más combativos: instituciones tan
poco sospechosas de ser “terroristas anarquistas” como ONGs y otros
movimientos sociales, la Unión Europea o la ONU también han manifestado
su rechazo o sus reservas hacia ella.
La relación entre ambos sucesos nos parece nítida. Las operaciones
policiales amparan la aprobación de una ley tan controvertida, jugando
aquí el movimiento y los colectivos anarquistas el papel de víctimas
propiciatorias: como no se presentan a elecciones ni tienen plaza fija
en las tertulias televisivas, sus denuncias quedan apagadas por el
ensordecedor ruido mediático. Al mismo tiempo que la ley genera alarma
social y busca una base de apoyo a la política del ordeno y mando,
reprime cualquier reivindicación que ponga en peligro su control sobre
la respuesta social y sindical a sus ataques.
El único terrorismo real que sufre la clase trabajadora es el que se
ejerce desde el poder: los desahucios, el paro, el desmantelamiento de
la sanidad y la educación... Como gritamos en las calles, “violencia es
no llegar a fin de mes”. No podemos permitir que pisoteen nuestros
derechos más básicos. Ayer detenían manifestantes y huelguistas. Hoy
detienen anarquistas. Mañana serás tú. Y entonces ya será tarde.
No a la represión. No al encarcelamiento de quienes luchan.
Secretariado Permanente del Comité Confederal
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