Jesús Aller
Rebelión
Reseña de la “Autobiografía”, alocución pública “A mi gente” y Carta de Assata Shakur desde Cuba.
Assata Shakur, nacida como JoAnne Deborah Byron en
1947, fue activista de diferentes grupos negros de liberación y objeto
de una persecución implacable por parte del FBI que la llevó a la cárcel
en 1973 tras un incidente en el que fue acusada de haber disparado a un
policía a pesar de las evidencias existentes sobre la imposibilidad de
este hecho. En 1979 consiguió escapar de la prisión de máxima seguridad
de Hunterdon County, y desde 1984 vive en Cuba donde se le ha concedido
el estatus de refugiada política. Su Autobiografía, publicada en 1987 y
que acaba de aparecer en versión castellana (Capitán Swing, traducción
de Ethel Odriozola y Carmen valle), atrapa al lector como una buena
novela, pero contiene información preciosa y esclarecedora sobre la vida
de una niña negra en la América segregada, su despertar político y su
lucha por los derechos de su gente, que tuvo que enfrentarse siempre a
la guerra sucia habitual en los Estados Unidos contra los grupos negros
de liberación. Tras cada capítulo un poema de la propia Assata nos
acerca a sus emociones de aquellos días.

El libro entrelaza dos hilos narrativos que se van desarrollando en
capítulos alternantes. En el primero de ellos, Assata nos cuenta su vida
hasta su detención en 1973. Nacida en Nueva York, tras la separación de
sus padres, a los tres años viaja con sus abuelos maternos a Wilmington
en Carolina del Norte, donde se establecen. Es su abuela la que la
educa, tratando de transmitirle un prurito de progreso social que cae en
saco roto. Ella prefiere elegir por sí misma sus compañías. Nos
describe su vida en aquel Sur completamente segregado de los años 50.
Sus abuelos tienen un restaurante en una playa para negros y ella les
ayuda desde muy pequeña. Es ya una lectora compulsiva, pero le gusta
sobre todo la vida, el mar, la arena, la gente, la música, comer, bailar
y ver bailar, espiar a las parejas. Lo más frustrante es contemplar a
lo lejos el zoológico y el parque de atracciones, paraísos imposibles
para ella.
Los niños negros tenían asimilado el sistema de valores impuesto por
los blancos y odiaban el pelo rizoso y los labios gruesos, marcas de
fealdad. Se peleaban continuamente, y los peores insultos eran los
mismos epítetos racistas con los que los negros estigmatizaban a los
blancos. Después asiste a una escuela integrada en Queens (N. Y.), donde
la rodean sobre todo niños blancos y mimados. Entre los profesores
predominan los amantes de un orden casi militar, aunque también hay
otros que saben despertar en ella la pasión por entender las cosas. Se
recuerda entonces convencida de la superioridad de los blancos y
tratando de imitarlos, sufriendo por cada detalle de su propia
identidad. Seducida un día por un traje de primera comunión de una
amiga, decide convertirse al catolicismo, lo que da lugar a páginas
hilarantes en las que nos narra sus encontronazos con los rituales y el
dogma católicos.
Nos describe después sus años de adolescente en Nueva York. Las
continuas riñas de su madre y su padrastro la llevan a escapar de casa y
termina realizando pequeños hurtos para sobrevivir. Cuando esta vida se
le atraganta, vuelve con su madre. Tras la separación de ésta y su
padrastro vive en South Jamaica (N. Y.), pero tras una discusión se
escapa de nuevo y consigue trabajo de entretenedora de hombres en un
bar. Tiene trece años pero con un poco de maquillaje casi la creen
cuando dice que tiene diecinueve. Un día sufre un intento de violación
en grupo de la que sólo la libra su coraje. Esto la hace más cauta. Por
fin tras un encuentro fortuito con una amiga de su tía Evelyn es
obligada a regresar a casa. El periplo nos permite conocer jugosos
personajes de la calle de Nueva York y tomar el pulso a aquella sociedad
desquiciada.
Vive tras esto con Evelyn en un pequeño apartamento en la calle 80,
una zona de clase trabajadora, pero muy próxima a Central Park y calles
de gente pudiente. También frecuenta la sordidez de la calle 84, donde
agonizan los restos de la trituradora capitalista. Con Evelyn aprende a
apreciar el arte, lee y crece como persona. Evelyn es abogada y defiende
sobre todo a negros pobres, lo que explica sus altibajos de fortuna.
Los viajes al sur en vacaciones para ver a sus abuelos son degradantes
experiencias de segregación, cuando por ejemplo paran para echar
gasolina y no se les permite usar el baño por ser negros. Se les rechaza
también en restaurantes y moteles. En Carolina del Sur, sin embargo,
pasa días deliciosos. Allí conoce el movimiento por los derechos
civiles, pero le desconcierta la infinita paciencia que predica ante
cualquier agresión. Pronto alcanza la conclusión desoladora de que
“nunca nadie ha conseguido su libertad apelando al sentido moral de la
gente que los oprimía”. Por esa época comienza a escribir poesía.
A los diecisiete años decide dejar la escuela y buscar trabajo. Lo
encuentra en tristes oficinas donde gana lo justo para ir tirando. Esto
es a mediados de los 60 y cada día hay noticias de disturbios en los
barrios negros. Assata se manifiesta a favor de los rebeldes y en breve
es despedida. La conciencia política le llega poco a poco: con
conversaciones en las que le hablan de las atrocidades de Vietnam y ella
sólo puede responder con las mentiras de la televisión, con el prurito
de saber y ávidas lecturas, con el asco que ve nacer en ella por las
personas que presumen de su status. Su conclusión es clara y será el eje
rector de su vida: “Quiero ayudar a liberar el gueto, no huir de él
dejando atrás a mi gente.” Encadena trabajos de secretaria y contable
que duran poco. Llena su vida una gran inquietud crítica con el mundo
que la rodea. Al fin decide volver a la universidad.
En el Manhattan Community College, su mentalidad evoluciona
rápidamente. Estudia y comprende por fin los hitos clave de la historia
americana que le habían sido ocultados: las luchas de los negros por su
liberación, el significado real de la Guerra de Secesión, cuando la
esclavitud es abolida por motivos principalmente económicos, el papel de
personajes mitificados, como A. Lincoln. Se relaciona con grupos negros
y comienza a asumir su lucha como propia. “Siempre comenzábamos
hablando de reformas y terminábamos hablando de revolución”, nos
confiesa. Se acerca primero a los hermanos de la “República de Nueva
África”, que pretendían crear una república negra independiente en los
estados del sur. Ellos le proponen un cambio de nombre, pero sólo es
años después que decide abandonar su apellido de esclava, que le
repugna, y pasa a llamarse Assata (la que lucha) Shakur (la agradecida),
en homenaje a su amigo Zayd Shakur. En este tiempo comienza a trabajar
en un programa de ayuda para niños con dificultades en lectura y
matemáticas. La enseñanza le gusta, entendida a su manera rebelde y
anti-burocrática, pero nos dice: “Por mucho que me encantara trabajar
con niños, sabía que nunca podría participar en el tipo de educación
oficialista. No iba a enseñar a ningún niño Negro a jurar la bandera o a
pensar que George Washington era genial o alguna mierda por el estilo.”
Asesinato de Martin Luther King: estupor y rabia. Tras graduarse en
el Manhattan Community College, mientras asiste a clases en la City
University of N. Y., decide casarse. No obstante, ella no es el ama de
casa que él esperaba y “tras un año confuso e infeliz” se separan. Ella
viaja a California y se establece en Berkeley, “el lugar más radical y
progresista en el que he estado jamás”. Visita Alcatraz y allí conoce la
historia y la lucha de los nativos americanos, concentrados por
aquellas fechas para protestar de las infamias que se cometían con
ellos. Contacta con grupos chicanos y asiáticos, pues cree en la unidad
de todas las batallas contra el poder y al fin se acerca en Oackland al
Black Panther Party, con el que ya había colaborado en Nueva York. Los
encuentra entregados a la lucha y receptivos a las críticas, lo que la
entusiasma. A su regreso a Nueva York, pide el ingreso en el partido.
Comienza a trabajar con los panteras y acude a la convención
constituyente de Filadelfia. A la vuelta, es agregada a los programas
sanitarios y de desayunos para niños pobres del partido. La dura
disciplina y las jornadas agotadoras de los panteras la obligan a
esforzarse, sin que falten roces, pero la experiencia es muy positiva.
Los desayunos la acercan a la realidad desgarradora de marginación y
hambre que el programa trataba de paliar. Critica los métodos de
formación políticos para miembros del partido por su poca perspectiva
histórica y destaca las cualidades humanas de sus compañeros de lucha de
aquel tiempo. Pronto colabora con Zayd Shakur, que se convierte para
ella en un auténtico maestro. La falta de autocrítica en el partido es
lo que más le preocupa. También ve problemas en el liderazgo de Huey
Newton, un mal orador que se perdía en divagaciones. Del mismo modo, el
principio de defender con las armas las sedes de los panteras si eran
atacados le parece escasamente racional, simplemente suicida.
Es la época de las divisiones entre los panteras: Huey es criticado por
vivir en Oackland con un lujo excesivo y comienzan las expulsiones de
sus oponentes más señalados. El ambiente es opresivo y los proyectos de
Assata están siendo paralizados, con lo que opta por abandonar el
partido. Luego se supo que todos estos conflictos eran en gran parte
provocados por el FBI con cartas falsas. Un día la avisan de que la
policía la espera en su casa y decide no volver a ella y pasar a la
clandestinidad. Aunque no había cometido ningún delito, eso no
significaba nada a su favor si caía en manos del FBI.
Assata nos revela su conmoción cuando lee que dos policías han sido
ametrallados en Riverside Drive. Lo siente por las viudas y niños, pero
por otro lado la alivia que muera alguien más que la gente negra
perseguida cada día. Sin embargo, su sorpresa es mayor cuando ve su foto
en los periódicos y lee que se la busca para interrogarla por las
muertes de los policías.
Como muchos otros acosados por su lucha
política por la emancipación de la comunidad negra en aquel tiempo,
Assata decide participar en la lucha armada y se une al Ejército de
Liberación Negro.
Siguen años de clandestinidad sobre los que Assata no se extiende.
El segundo hilo narrativo del libro arranca con las experiencias de
Assata tras su detención en 1973. Herida en el pecho, es hospitalizada e
intentan hacerla hablar con amenazas y torturas, pero ella aguanta bien
y no logran sacarle nada. En unos días, su estado mejora y en el mismo
hospital un juez le lee los cargos contra ella: posesión ilegal de armas
y disparar a agentes de policía. También la visitan su madre, su
hermana y su tía Evelyn, que es además su abogada. Tiene una bala aún en
el pecho y un brazo que tal vez no pueda volver a usar, pero sabe que
va a sobrevivir.
Trasladada a la cárcel, se la mantiene en aislamiento al principio y
se le niega tratamiento para su brazo enfermo. Aunque recibe
correspondencia de todo el país, apenas puede responder hasta que se las
arregla para usar la mano izquierda. Es entonces cuando, para contestar
al acoso mediático, con la ayuda de Evelyn graba una cinta que se emite
en la radio, un emocionado llamamiento recordando la terrible realidad
de la gente negra, su miseria y postración, y la inalienable justicia de
su la lucha. “A mi gente” impresiona porque rezuma sinceridad y coraje;
es el grito de un alma noble que no puede renunciar a darlo todo por la
emancipación de la América negra esclavizada.
Nos describe después su vida en la cárcel: normas estúpidas y
solidaridad de las otras presas, mujeres humildes cruelmente encerradas
por pequeños hurtos o infracciones absurdas (muchas de ellas por
participar en una lotería para legal de la que se lucraba la propia
policía), mujeres condenadas en fin por ser pobres y negras. Mala comida
y maltrato, pero resiste con valor. Un día traen a Sundiata, el
compañero detenido con ella y juntos trabajan en la estrategia de
defensa. Verlo la anima mucho. Además la recuperación de sus heridas
avanza.
A finales de 1973 es trasladada a Nueva york para un juicio por
atraco e internada en Rickers Island. Es una cárcel moderna, con
micrófonos y puertas automáticas. Los viajes a la corte revelan el
rostro de una “justicia” racista y miserable como la sociedad que la
sustenta. Cuando el juez Gagliardi apresura el juicio sin que Evelyn
tenga tiempo de preparar la defensa, montan un buen escándalo en la sala
y hasta varios espectadores son detenidos. Mantiene por entonces una
relación sentimental con Kamau, el compañero acusado con ella en este
proceso, y de ella nacerá la hija de Assata, Kakuya Shakur. El juicio
tiene que ser repetido y al final Assata y Kamau son absueltos de unos
cargos que se revelan como un montaje policial.
Tras el veredicto de inocencia, Assata regresa a N. Jersey, donde se
empieza a seleccionar el jurado para el juicio por asesinato. Son
escenas que nos permiten conocer el profundo racismo de ese estado,
llamado a veces “up south” (el sur de arriba). Pronto se descubre que
Assata está embarazada, y ante el peligro de un aborto se consigue que
sea hospitalizada. El juicio continúa para Sundiata, el otro acusado. El
nacimiento de Kakuya Shakur está lleno de episodios penosos:
aislamiento, maltrato. Assata quiere ser atendida por su propio médico y
eso es demasiado para el sistema. La niña le es arrebatada a los pocos
días de nacer.
Sigue el relato de los juicios en Nueva York, uno por atraco y otro
por secuestro de un traficante de drogas, con Evelyn tratando de pilotar
la nave en el piélago proceloso de la justicia americana. En el segundo
juicio, Assata actúa como abogada adjunta y lee un emocionado alegato
sobre la marginación de las comunidades de color y el sentido de la
lucha del Ejército de Liberación Negro. Manifiesta su inocencia y se
dispone a probarla. El montaje urdido para incriminar a Assata y Ronald
Myers en el supuesto secuestro se cae por su propio peso durante el
juicio y el 8 de diciembre de 1975 son absueltos.
A principios de 1976 es trasladada al centro correccional de
Manhattan, controlado por los federales. Se la va a juzgar por el robo a
un banco en Queens. Su abogado es en este caso Stanley Cohen, blanco,
pero ex miembro del partido comunista y amante de la lucha jurídica, un
gran tipo. El juicio viene precedido por una intensa campaña de falsas
identificaciones que deja pocas posibilidades, pero batallan duro
(Assata como abogada adjunta), y consiguen desmontar todas las trampas
tendidas, bastante burdas en general. Assata es declarada inocente.
Tras la absolución, vuelve a N. Jersey, donde es internada en
aislamiento hasta el fin del juicio por asesinato. Un nutrido grupo de
abogados colaboran en la defensa sin recibir honorarios. Los problemas
de ésta consistieron sobre todo en la imposibilidad de encontrar
expertos en balística, medicina o química dispuestos a asumir los
riesgos de desmontar la versión de la policía, sin que faltaran tampoco
roces entre los defensores. Por otro lado, la movilización social a
favor de Assata fue formidable. Cuando prepara un alegato bien
cimentado, Stanley Cohen es asesinado en circunstancias misteriosas y
sus papeles son confiscados por la policía. Aparte de esto, la
estrategia del juez Appleby es un continuo hostigamiento a la defensa.
El 17 de enero de 1977 comienza el juicio con la farsa de la selección
del jurado y en marzo concluye como era de prever con un veredicto de
culpabilidad para Assata. El análisis de todos los indicios pone de
manifiesto que Assata fue disparada mientras tenía los brazos en alto y
que las heridas recibidas la imposibilitaban para manejar un arma de
fuego. Tampoco se encontraron rastros de pólvora en sus manos, ni
huellas suyas en las armas. Se la condenó “por estar allí”.
El final de la Autobiografía se concentra en momentos clave de su
vida tras recibir la condena. En el que es probablemente el fragmento
más emotivo del libro, Assata nos describe una visita de su hija Kakuya,
que tiene entonces cuatro años y se obstina en no creer que su madre
esté internada contra su voluntad. No comprende nada y culpa a Assata de
su ausencia. Al fin descubre allí mismo con sus manitas la rigidez de
los barrotes que la separan de su madre. En otro capítulo, su abuela le
dice en una visita a la prisión que la ha visto libre en sueños. Eso la
estimula al límite. Los sueños de la abuela siempre se cumplían.
En el epílogo, Assata nos habla desde Cuba, donde vive actualmente.
Nos cuenta sus experiencias en esa isla en la que, para su sorpresa, no
consigue detectar rastros de racismo. Nos revela su vergüenza al tener
que identificarse como estadounidense ante latinoamericanos, africanos o
asiáticos que han sufrido en su carne los crímenes del imperialismo. Y
nos habla también del calvario de su familia, acosada por el FBI hasta
límites inhumanos. Con su hija, su tía y su madre logra reunirse al fin
en suelo cubano, un proyecto largo tiempo acariciado.
La obra viene introducida por un prefacio y un prólogo. En el
primero, Angela Davis nos describe el ambiente de acoso policial que
vivían los miembros de la comunidad negra más comprometidos con la lucha
pacífica por los derechos civiles en los años 70. Respirar esta
atmósfera es imprescindible para comprender la biografía de personas
como Assata, víctimas del racismo judicial y policial de los Estados
Unidos de América, con síntomas tan claros hoy mismo como el
encarcelamiento masivo de la población de color. Por su parte, en el
prólogo, el abogado y profesor Lennox S. Hinds se centra en dos momentos
clave de la vida de Assata, emblemáticos de la actitud de la “justicia”
y la prensa americanas ante los activistas negros más destacados: el
linchamiento mediático que sufrió mientras estaba en la clandestinidad,
con imputaciones gravísimas que judicialmente resultaron siempre simples
montajes, y el incidente de su detención, que le valió una acusación de
asesinato y aunque en el juicio se demostró que ésta era absurda sirvió
para condenarla.
Assata Shakur emerge de esta autobiografía con una imagen muy alejada
del monstruo que dibujaron los medios más reaccionarios. Sus rasgos son
los de una mujer que sufriendo en su carne la segregación y el racismo
de la sociedad americana decidió dedicar su existencia a combatirlos. La
brutalidad de los medios empleados contra la militancia política que
desarrollaba, la llevó como a muchos otros a una lucha armada que tenía
muy pocas posibilidades de éxito. Perseguida por el establishment con
mentiras y manipulaciones, su defensa es contar la verdad de su vida.
Ante la perspectiva de un juicio injusto, Assata hace pública una grabación el 4 de julio de 1973 a la que llamó “A mi gente”:
“Hermanos y hermanas Negros, quiero que sepáis que os amo y que
espero que en algún lugar de vuestro corazón tengáis amor para mi. Me
llamo Assata Shakur (nombre de esclava joanne chersimard) y soy una
revolucionaria. Una revolucionaria Negra. Con eso quiero decir que he
declarado la guerra a todas las fuerzas que han violado a nuestras
mujeres, han castrado a nuestros hombres y han mantenido a nuestros
bebés en la miseria.
He declarado la guerra a los ricos que prosperan a base de nuestra
pobreza, a los políticos que nos mienten con cara sonriente y a todos
los robots sin cerebro y sin corazón que los pretegen a ellos y a sus
propiedades.
Soy una revolucionaria Negra y, como tal, soy una víctima de toda la
ira, el odio y la maledicencia de la que amérika es capaz. Como a todos
los otros revolucionario Negros, amérika intenta lincharme.
Soy una mujer revolucionaria Negra y por esa razón se han presentado
cargos contra mi y he sido acusada de cada supuesto delito en que se
cree que ha participado una mujer. En cuanto a los supuestos delitos en
que se dice que solo participaron hombres, se me ha acusado de
planearlos. Han empapelado con pósters que se supone que son míos
oficinas de correos, aeropuertos, hoteles, coches de policía, metros,
banco, televisión y periódicos. Han ofrecido más de cincuenta mil
dólares en recompensas por mi captura y han emitido órdenes de disparar
en cuanto se me vea, y de disparar a matar.
Soy una revolucionaria Negra y, por definición, eso me convierte en
miembro del Ejército Negro de Liberación. Los cerdos han usado sus
periódicos y televisión para presentarnos como criminales despiadados,
brutales, rabiosos, Nos han llamado gángsteres y prostitutas y nos han
comparado con personajes de la catadura de john dillinger y ma barker.
Debería estar claro, debe estar claro para cualquiera que sepa pensar,
ver y oír, que las víctimas somo nosotros. Nosotros somo las víctimas, y
no los criminales.
También debería estar claro a estas alturas quienes son los
verdaderos criminales. Nixon y sus cómplices han asesinado a cientos de
hermanos y hermanas del Tercer Mundo en Vietnam, Camboya, Mozambique,
Angola y Sudáfrica. Como se demostró en el Watergate, los más altos
funcionarios de los cuerpos de seguridad de este país son un hatajo de
mentirosos. El presidente, dos fiscales generales, el director de fbi,
el presidente de la cia, y la mitad del personal de la casa blanca han
estado implicados en los delitos del Watergate.
Nos llaman asesinos, pero nosotros no hemos asesinado a más de
doscientos cincuenta hombres, mujeres y niños Negros desarmados, o
herido a miles de otros en los disturbios que provocaron en los años
sesenta. Los gobernantes de este país siempre han considerado más
importante su propiedad que nuestras vidas. Nos llaman asesinos, pero no
fuimos responsables de los veintiocho hermanos presos y nueve rehenes
asesinados en attica. Nos llaman asesinos, pero nosotros no asesinamos y
herimos a más de treinta estudiantes Negros desarmados en Jackson
State, ni tampoco en Southern University.
Nos llaman asesinos, pero nosotros no asesinamos a Martin Luther King
Jr., Emmett Till, Medgar Evers, Malocom X, George Jackson, Nat Turner,
James Chaney y muchos más. Nosotros no asesinamos de un disparo en la
espalda a Rita Lloyd (dieciséis años), a Rickie Bodden (once años) o a
Clifford Glover (diez años). Nos llaman asesinos pero nosotros no
controlamos ni implantamos un sistema de racismo y opresión que asesina
sistemáticamente a Negros y a personas del Tercer Mundo. Aunque la gente
Negra supuestamente comprende aproximadamente el quince por ciento del
total de la población amerikana, al menos el sesenta por ciento de las
víctimas de asesinato son Negras. Por cada cerdo que ha muerto en el así
llamado cumplimento del deber, hay al menso cincuenta personas Negras
asesinadas por la policía.
La expectativa de vida Negra es bastante más baja que la blanca y
hacen todo lo que pueden para matarnos incluso antes de nacer. Nos
queman vivos en bloques de pisos de mala muerte que son una ratonera.
Nuestros hermanos y hermanas mueren a diario por sobredosis de heroína y
metadona. Nuestros bebés mueren por envenenamiento de plomo. Millones
de personas Negras han muerto como resultado de una atención médica
vergonzosa. Eso es asesinato. Pero ellos tienen la desfachatez de
llamarnos asesinos a nosotros.
Nos llaman secuestradores y sin embargo el Hermano Clark Squire (que
está acusado, junto conmigo, de asesinar a un agente de la policía
estatal de Nueva Jersey) fue secuestrado el 2 de abril de 1969, de
nuestra comunidad Negra, y se pidió por él un rescate de un millón de
dólares en el caso de conspiración de “las 21 Panteras” de Nueva York.
El 13 de mayo de 1971 fue declarado inocente, junto con los demás, de
ciento cincuenta y siete cargos de conspiración por un jurado que tardó
menos de dos horas en llegar a un veredicto. El Hermano Squire era
inocente. Y sin embargo fue secuestrado y apartado de su comunidad y de
su familia. Perdió más de dos años de su vida y sin embargo nos llaman
secuestradores a nosotros. Nosotros no secuestramos a los miles de
Hermanos y Hermanas a quienes se mantuvo cautivos en los campos de
concentración de amérika. El noventa por ciento de la población reclusa
de este país son personas Negras y del Tercer Mundo que no pueden
permitirse abogados ni fianzas.
Nos llaman ladrones y bandidos. Dicen que robamos. Pero no fuimos
nosotros quienes robamos a millones de personas Negras del continente
africano. Se nos arrebató el lenguaje, nuestros Dioses, nuestra cultura,
nuestra dignidad humana, nuestro trabajo y nuestras vidas. Nos llaman
ladrones, pero no somos nosotros quienes timamos miles de millones de
dólares cada año por medio de la evasión fiscal, el arreglo ilegal de
los precios, el desfalco y el fraude a los consumidores, o con sobornos,
engaños y el pago de comisiones. Nos llaman bandidos, y sin embargo
cada vez que la mayor parte de la gente Negra recoge su nómina
comprobamos que nos están robando. Cada vez que entramos en una tienda
del barrio nos están atracando.
Y cada vez que pagamos la renta, el
casero nos está poniendo una pistola en las costillas.
Nos llaman ladrones, pero nosotros no robamos ni asesinamos a
millones de Indios arrebatándoles su tierra para luego llamarnos
pioneros. Nos llaman bandidos, pero no somos nosotros quienes estamos
robando a África, Asia y América Latina sus recursos naturales y su
libertad mientras la gente que vive allí enferma y muere de hambre. Los
gobernantes de este país y sus esbirros han cometido algunos de los
crímenes más sanguinarios y brutales de la historia. Ellos son los
bandidos. Ellos son los asesinos. Y deberían ser tratados como tales.
Estos maníacos no son aptos para juzgarme ni a mi ni a Clark ni a
cualquier otra persona Negra llevada a juicio en amérika. Las personas
Negras deberían decidir sus destinos por sí mismas e inevitablemente lo
harán.
Cada revolución en la historia se ha llevado a cabo por medio de
acciones, aunque las palabras son necesarias. Debemos crear escudos que
nos protejan y lanzas que penetren en nuestros enemigos. La gente Negra
debe aprender cómo luchar luchando. Debemos aprender de nuestros
errores.
Quiero pediros disculpas a vosotros, mis hermanos y hermanas Negros,
por estar en el peaje de Nueva Jersey. Debería haber sabido que no debía
hacerlo. Ese peaje es un puesto de control donde se para a la gente
Negra, se les registra, se les acosa y se les agrede. Los
revolucionarios nunca deben tener tanta prisa como para apresurarse o
tomar decisiones descuidadas.
Quien corre cuando duerme el sol tropezará muchas veces.
Cada vez que se captura o se asesina a un Luchador por la Libertad
Negro, los cerdos intentan dar la sensación de que han aplastado al
movimiento, destrozado nuestras fuerzas y acabado con la Revolución
Negra. Los cerdos intentan también dar la impresión de que cinco o diez
guerrilleros son responsables de todas las acciones revolucionarias
llevadas a cabo en amérika. Eso es una tontería. Es absurdo. Los
revolucionarios Negros no caen de la luna. Nos crean nuestras
condiciones. Nos moldea la opresión que sufrimos. Somos creados en gran
número por las propias calles del gueto, y en lugares como las prisiones
de attica, san quintín, bedford hills, leavenworth y sing sing. Nos
están convirtiendo en miles. Muchos veteranos Negros sin empleo y madres
que viven de las ayudas sociales se unen a nuestras filas. Componen el
ELN (Ejército de Liberación Negro) hermanos y hermanas de todas las
profesiones que están cansados de sufrir pasivamente.
El ELN existe y seguirá existiendo hasta que cada hombre, mujer y niño
Negro sea libre. La función principal del ELN en este momento es crear
buenos ejemplos, para luchar por la libertad Negra y para prepararnos
para el futuro. Debemos defendernos y no dejar que nadie nos falte al
respeto.
Tenemos que conseguir nuestra liberación por todos los medios necesarios.
Es nuestro deber luchar por nuestra libertad.
Es nuestro deber vencer.
Debemos amarnos los unos a los otros y apoyarnos.
No tenemos nada que perder excepto nuestras cadenas.
En recuerdo de Ronald Carter, William Christmas, Mark Clark, Mark
Essex, Frank “Heavy” Fields, Woodie Changa Olugbala Green, Fred Hampton,
Lil Bobby Hutton, George Jackson, Jonathan Jackson, James McClain,
Harold Russell, Zayd Malik Shakur y Anthony Kumu Olugbala White
Debemos seguir luchando.
Carta de Assata Shakur
Mi nombre es Assata Shakur, soy una esclava fugada del siglo 20. Por
la persecución del gobierno, no tuve otra opción que huir la represión
política, racismo y violencia que domina la política de los Estados
Unidos entorno a la gente de color. Soy una ex-prisionera política, y he
vivido en exilio en Cuba desde 1984.
He sido una activista política la gran parte de mi vida, y aunque el
gobierno de EE.UU ha hecho todo en su poder para criminalizarme, no soy
una criminal, y nunca lo he sido. En los años 60s participé en varias
luchas: el movimiento de liberación negra, el movimiento de derecho
estudiantil, y el movimiento para terminar la guerra en Vietnam. Me hice
parte del Partido de Las Panteras Negras. Para 1969 el Partido de
Las
Panteras Negras se había convertido en la primaria organización en la
mira del programa COINTELPRO del FBI. Porque el Partido de Las Panteras
Negras demandaba la liberación total de la gente negra, J. Edgar Hoover,
lo llamó “la amenaza más grande a la seguridad interna del país” y
prometió destruir el partido, sus líderes y sus activistas.
En 1978, mi caso fue uno de los muchos casos presentados frente a las
Naciones Unidas en una petición impulsada por la Conferencia Nacional
de Abogad@s Negr@s; la Alianza Nacional Contra la Represión Política y
Racista; y la Comisión de Justicia Racial de la Iglesia Unida de Cristo;
revelando la existencia de prisioneros políticos en los Estados Unidos,
su persecución política, y le trato cruel e inhumano que recibían en
las cárceles Estadounidenses. De acuerdo al reporte:
“El FBI y el Departamento de Policía de Nueva York en particular,
presentaron cargos y acusaron a Assata Shakur de participar en ataques
contra personas del orden público y circularon esos cargos y acusaciones
en las agencias y unidades policiales. Mas, El FBI yel NYPD (consignas
en inglés) la acusaron de ser una líder del Ejercito de Liberación Negra
el cual el gobierno y sus agencias respectivas describieron como una
organización involucrada en disparar a oficiales de la policía. Esta
descripción del Ejército de Liberación Negra y la acusación de la
relación de Assata Shakur a la organización fue ampliamente circulada
por agentes del gobierno en las agencias y unidades policiales. Como
resultado de estas actividades por el gobierno, Ms. Shakur fue
convertida en una persona buscada como caza; posters en precintos
policiales y bancos la describían como haber estado involucrada en
actividades criminales muy serias; Fue enfocada en la lista de las más
buscadas del FBI; y en todos los niveles policiales fue convertida en
blanco para “disparar a muerte”.
Fui falsamente acusada en 6 “casos criminales” distintos y en todos
los 6 casos fui exonerada. El hecho de que fui exonerada o que los
cargos fueron desestimados, no significa que recibí justicia en las
cortes, eso no fue el caso. Solo significo que la “evidencia” presentada
contra mí fue tan floja y falsa que mi inocencia fue evidente. Esta
persecución política fue parte de la política del gobierno que buscaba
eliminar oponentes políticos a través de acusarlos de crímenes y
arrestándolos sin importar los base de hechos de los cargos.
En el 2 de mayo de 1973, junta a Zayd Malik Shakur y Sundiata Acoli
fui parada en la Autopista de New Jersey, supuestamente por una “luz
trasera dañada”. Sundiata Acoli salió del carro para determinar porque
nos pararon. Zayd y yo nos quedamos en el carro. El policía estatal
Harper vino al carro, abrió la puerta y comenzó a cuestionarnos. Dijo
que se puso sospechoso porque éramos negras, y andamos en un carro con
placa de licencia del estado de Vermont [un estado rural sumamente
blanco]. Entonces saco su pistola, nos apuntó, y nos dijo que subamos
las manos en el aire, al frente de nosotras, donde él las podía ver.
Cumplí, y en medio segundo vino un sonido fuera del carro, hubo un
movimiento brusco, y me disparó una vez con mis brazos en el aire, y
otra vez en la espalda. Zayd Malik Shakur fue asesinado, el policía
estatal Werner Foerster fue muerto, y aunque el policía estatal Harper
admitió que él le disparo y mato a Zayd Malik Shakur, bajo la ley de
asesinato de New Jersey, a mí me acusaron de matar tanto a Zayd Malik
Shakur, quien fue mi amiga y camarada más cercano, como con la muerte
del policía estatal Forester. Nunca en mi vida había sentido tanta
tristeza. Zayd había prometido protegerme, y ayudarme a llegar a un
lugar seguro, y estaba claro que el perdió su vida tratando de
protegerme y a Sundiata. Aunque él no estaba armado, y la pistola que
mato al policía estatal Foerster fue encontrada bajo la pierna de Zayd,
Sundiata Acoli, quien fue capturada más tarde, también fue acusada de
las dos muertes. Ni Sundiata Acoli ni yo recibimos un juicio justo.
Ambas fuimos condenadas en los medios noticiarios antes de nuestros
juicios. Ningún medio de comunicación fue permitido entrevistarnos,
aunque la policía de New Jersey, y el FBI filtraron historias a la
prensa diariamente. En 1977, fui condenada por un jurado de solo persona
blanca y sentenciada a cadena perpetua más 33 años en prisión. En
1979,temiendo que me iban a asesinar en la prisión, y sabiendo que nunca
iba a recibir ningún tipo de justicia, fui liberada de la prisión,
asistida por camaradas comprometidas que entendieron la profundidad de
las injusticias en mi caso, y que también estaban extremadamente
temerosos por mi vida.
El reporte acerca de las operaciones de inteligencia dentro de los
estados unidos, presentado por la Comisión Iglesia del Senado de EE.UU
en 1976, revelo que “elFBI ha intentado, de manera encubierta,
influenciar la percepción publica de personas y organizaciones a través
de la diseminación de información peyorativa a la prensa, anónimamente o
a través de contactos “amigables” de los noticieros.” Es evidente que
esta misma política está muy en efectiva hoy.
El 24 de Diciembre de 1997, el Estado de New Jersey, convocó una
conferencia de prensa para anunciar que la Policía Estatal de New Jersey
había escrito una carta al papa Juan Pablo 2do pidiéndole que
intervenga a su favor y que ayude a que me extraditen devuelta a la
prisión de New Jersey. La Policía Estatal de New Jersey se negó a
publicar la carta. Sabiendo que probablemente habían distorsionado los
hechos y que intentaban que el Papa haga el trabajo del diablo en el
nombre de la religión, decidí escribirle al Papa para informarle acerca
de la realidad de la “justicia” para la gente negra en el estado de New
Jersey, y en los Estados Unidos.
En enero de 1998, durante la visita del papa a Cuba, concedí una
entrevista con el reportero de NBC Ralph Penza acerca de mi carta al
Papa, mi experiencia en el sistema judicial de New Jersey, y en los
cambios que vi de los Estados Unidos y su tratamiento a la gente negra
en los últimos 25 años. Concedí esa entrevista porque vi esa carta
secreta al papa como una maniobra publicitaria viciosa y vulgar de parte
de la Policía Estatal de New Jersey, y como un intento cínico de
manipular al papa juan pablo 2do. He vivido en Cuba por muchos años, y
he estado sin contacto con la naturaleza sensacionalista y deshonesta
del establecimiento mediático de hoy. Espero hoy que hace 30 años.
Después de tantos años de ser victimizada por el “establecimiento”
mediático fue ingenua de mi parte tener la esperanza que quizás me
llegue la oportunidad de decir “mi versión de los hechos”. En vez de una
entrevista conmigo, lo que ocurrió fue evento mediático en tres partes,
llena de distorsiones, inexactitud, y puras mentiras. NBC presento los
hechos incorrectos. No solo invirtieron miles de dólares promocionando
esta “exclusiva serie de entrevistas” en NBC, también gastaron gran
cantidad de dinero en anuncios de esta “entrevista exclusiva” en
estaciones de radio negras al igual que noticias en periódicos locales.
Como la mayoría de la gente pobre y oprimida en los Estados Unidos,
yo no tengo una voz. La gente negra, gente pobre en los Estados Unidos
no tienen ninguna libertad de expresión verdadera, y muy poca libertad
de prensa. Históricamente, la prensa negra y los medios progresistas han
jugado un papel esencial en la lucha por justicia social. Necesitamos
continuar y expandir esa tradición. Necesitamos crear fuentes mediáticos
que ayuden a educar a nuestra gente y a nuestras niñas, y no aniquilar
sus mentes. Yo soy solo una mujer. No tengo estaciones de televisión, o
de radio, ni periódicos. Pero ciento que la gente tiene que ser educada
acerca de lo que está sucediendo, y entender la conexión entre los
medios noticieros y los instrumentos de represión en Amerika. Lo único
que tengo es mi voz, mi espíritu y la voluntad de decir la verdad.
Peroles pido sinceramente, a todos ustedes en los medios Negros, ustedes
en los medios progresistas, ustedes que creen en la verdadera libertad,
que publiquen esta declaración y le dejen saber a la gente que está
pasando. No tenemos voz, así que ustedes tienen que ser la voz de los
sin-voces.
Libertad a todos los prisioneros políticos; les mando amor y saludos
revolucionarios desde Cuba: uno de los palenques más grandes, más
resistentes, y más valientes que alguna vez allá existido en la cara de
este planeta.
Assata Shakur
Havana, Cuba.